Nació en uno de los rincones más fríos, pobres y remotos, de uno de los países más fríos, pobres y remotos de Europa. No conoció más que la miseria y la servidumbre en su infancia y juventud. Apenas pisó una escuela unos pocos días. Aprendió a escribir a una edad en que nuestros críos de hoy saben incluso más de lo que debieran saber. Pero este muchacho tenía un sueño. Quería escribir. No sólo escribir. Quería escribir como nadie había escrito. Quería volar sobre los genios y fundar una nueva literatura. Un muchacho de la clase más baja, que no contaba con más medios que su fanática tenacidad y que no poseía más que hambre para alimentar su gran empresa.
Emigró a América a trabajar. Allí experimentó en sus huesos las condiciones calamitosas de los trabajadores urbanos y la profunda decadencia de las grandes urbes, asesinas implacables de la salud del cuerpo y el espíritu. Fue en esta época cuando comenzó a desarrollar su particular visión del mundo y a construir su propio pensamiento político, contrario a la democracia de masas, al sistema de partidos, al parlamentarismo, a la proletarización del campesinado… Ve en América el conato de una potencia cultural que fue extinguido por la victoria del capitalismo yanqui sobre el sur agrario. Su primer libro lo dedicó a recoger estas y otras críticas, muy radicales, contra la América moderna.
Es a la par, en América, cuando comienza a despertar su conciencia europeísta y a vislumbrar el renacimiento del viejo continente. Un renacimiento que sólo podría venir de la mano de Alemania. Desde muy joven se revela como un furibundo germanófilo. Alemania es el corazón cultural y la nación más vigorosa de la vieja, marchita, Europa. Si hay un pueblo capaz de acabar con la opresión mundial del imperialismo británico –que tanto desprecia Hamsun– y de abrir una brecha en la decadencia hacia un futuro mejor para Europa, ese es el pueblo alemán. La decadencia proviene de América e Inglaterra. El resurgir vendrá de Alemania. Esta idea la expresa en múltiples ocasiones apenas entrado el siglo XX, mucho antes de la I Guerra Mundial, demostrando una clarividencia, una agudeza, una perspectiva y una capacidad de comprensión del mundo fuera de lo común.
De vuelta en Europa, tras años de incasable formación autodidacta, engullendo libros, dando conferencias, garabateando páginas sin fin en horas robadas a Morfeo, consigue al fin llamar la atención con una obra que es una vívida y palpitante descripción de su desesperada lucha por escribir. La alumbra en una buhardilla sin luz, poseído por incontrolables crisis nerviosas, llevando, en fin, una vida de indigencia en la que empeñar un botón puede dar lugar a merecidas y arduas deliberaciones. La titula Hambre. Hoy es considerada una obra maestra de la novela psicológica y un punto de inflexión en la historia de la literatura.
Treinta años después, con casi esta misma cifra de obras publicadas y tras dos infructuosas candidaturas, su nombre resulta elegido por la Academia Sueca. Es un 12 de noviembre. El hijo del sastre que tantos desprecios había recibido de ciertos sectores burgueses y académicos, volaba por fin por encima de todos ellos. Thomas Man afirmó: Nunca antes alguien mereció tanto recibir este galardón. Muchas otras de las mejores plumas que le conocieron o le sucedieron, de todos los estilos y tendencias políticas, reconocieron en él a un genio, un maestro y al padre de la nueva literatura del siglo.
No obstante su reconocimiento posterior, la decisión de la Academia Sueca no fue fácil. Una relectura de los requisitos establecidos en los estatutos del premio que fundó Alfred Nobel decanto la decisión en su favor: para que un candidato alcanzara tal distinción, era preciso haber dado grandes muestras de idealismo el año anterior a la concesión de la medalla. La última obra publicada del ya sexagenario soñador –pese a haber sido publicada 3 años antes– fue aceptada por el tribunal en tal sentido. En esta novela, nuestro autor hacía una apología de la que fue, junto a la literatura, su pasión incontenible, y en la que veía, además, el camino de redención del degenerado hombre moderno: cultivar la tierra.
23 años después, retirado de la escritura –aunque no del campesinado–, sintiéndose indigno del honor que le brindó en su día la Academia Sueca ante los grandes alardes de idealismo que llevaba a cabo la joven Europa por abrirse paso frente a la barbarie capitalista y bolchevique, decidió entregar su medalla a quien más creyó que la merecía. Adjuntó esta carta al paquete:
17 de junio de 1943.
Señor ministro del Reich, Dr. Goebbels:
Le ruego que acepte mi más profundo agradecimiento por tanta bondad como ha demostrado conmigo durante mi viaje por Alemania. No podré agradecérselo lo suficiente.
Nobel creó su premio para laurear la literatura “idealista” del año anterior. No conozco a nadie que, incansablemente año tras año, haya escrito y hablado sobre la cuestión de Europa y la humanidad de forma tan idealista como Vd., Sr. Ministro del Reich.
Perdone que le envíe mi medalla. Es algo completamente inútil para Vd., pero no tengo otra cosa que enviarle.
Atentamente,
Knut Hamsun
Knut Hamsun llegando al Obersalzberg para un encuentro con Hitler. |
Concluida la contienda y hundida Europa, Hamsun se convirtió en un indeseable, en carne de purga política. Tanto él como su esposa fueron detenidos mientras aún labraban sus campos. El juicio al máximo representante de las letras noruegas suponía un quebradero de cabeza para las nuevas autoridades. Trataron de retrasarlo cuanto fue posible encerrando a Hamsun en un manicomio, esperando que una muerte sobrevenida por la dureza de la situación les librase del problema. Hamsun, anciano y sordo, protestó enérgicamente. Quería su juicio, ser un preso político si acaso. Pero no un manicomio. Qué humillante.
Traidor a la Patria fue la sentencia. Su mujer también fue condenada.
Traidor a la Patria un patriota como Knut Hamsun, que defendió a Noruega por encima de todo… Pero los vencedores no atendieron su alegato. Tampoco tomaron en consideración que hubiese tomado parte activa en la defensa de sus opositores políticos cuando estimó que la ocupación alemana había sido dura o injusta con ellos.
Su fe fue su delito: Creyó en la nueva Europa. Aún creía en ella…
Pablo Saez Pardo
En su memoria, hoy que celebramos el centenario de la concesión del Premio Nobel de Literatura a Knut Hamsun, El Oso Blindado quiere ofrecer a sus lectores un artículo político del genio noruego que incluimos a continuación. Además, nos alegra comunicar que, desde la Asociación Cultural Devenir Europeo, nos han solicitado que anunciemos en el día de hoy, dada su especial significación, que tienen intención de recoger próximamente en sus publicaciones nuevos trabajos y artículos sobre Knut Hamsun, para que su figura no se olvide, ni su nombre quede en manos de sus enemigos.
Hemos cambiado de rumbo y nos dirigimos a una nueva era y un mundo nuevo
Publicado en el diario Aftenposten, el 22 de octubre de 1941
Además de mi impecable sensatez campesina y mi modesta capacidad de atención, poseo también una cierta intuición que ha hecho que me convierta en hombre de Quisling. Lo he sido durante muchos años, en la fortuna y en la adversidad; incluso en aquellos días en que otros creyeron rentable políticamente abandonarlo. En mi opinión, es una personalidad tremendamente competente, un hombre con sabiduría, rectitud y un administrador de primera.
Cuando analizo lo que Quisling efectuó el pasado año, tengo confianza en Noruega bajo su liderazgo.
Y parece que las fuerzas de ocupación también confían en él. No hay duda de que Quisling ha conseguido más cosas para nuestro pueblo de esta manera de lo que podíamos esperar tras una estúpida guerra contra Alemania.
Alemania nos ha prometido que respetará por completo nuestra libertad e independencia nacionales. Eso es casi un juramento. Con el requisito de que seamos por nuestra parte merecedores de esa promesa: Ingresaremos como una Noruega unida en la confederación de estados europeos bajo el liderazgo nacional-socialista alemán.
Esa es nuestra misión.
Aquella parte de nuestro pueblo que aún concede su favor a los ingleses tendrá que modificar su vieja y heredada manera de comprender la vida. No hay posibilidad de escapar de esto, pues es el futuro de Noruega lo que cuenta. Toda oposición será abatida, aunque parte de la gente, en su estupidez, puede retrasar la decisión durante un tiempo.
¿Dónde nos adentramos? Hitler no nos lo ha ocultado: ¡Alemania nos guiará a nosotros y a Europa! Terminaremos con Inglaterra, encontraremos nuestra propia salvación y no volveremos a ser explotados y utilizados en el futuro por los feroces británicos. Hemos cambiado de rumbo y nos dirigimos a una nueva era y un mundo nuevo.
Mientras que para Inglaterra fue siempre necesario mantener a todos los países de Europa en una cierta situación de debilidad, Alemania va en el sentido contrario. Es evidente que, en una nueva Europa, la propia Alemania saldrá beneficiada de que todo aquel país que esté dentro de la confederación sea fuerte e independiente y pueda cuidar de su propia seguridad.
Pero también es evidente que no podremos basar nuestra vida en algo tan negativo como meramente mantener a Inglaterra apartada de nosotros. Hitler tampoco ha ocultado cuál es nuestra tarea positiva: Hemos de vivir la vida en relación pacífica con todos los pueblos, cooperar con ellos, intercambiar productos, arte e ideas intelectuales con ellos, crear un desarrollo recíproco, adherirnos a un sistema de campañas de ayuda mutua. En pocas palabras: Nacionalsocialismo.
Este sistema estará abierto para todo el mundo, nadie será excluido. Incluso los pueblos aún rezagados de Europa podrán acompañarnos cuando despierten de una vez. Inglaterra y Rusia podrán acompañarnos, incluso América podrá acompañarnos cuando despierte.
Se creará conjuntamente un socialismo mundial, pero en el territorio nacional de cada país.
Yo lo he entendido más o menos así. Mucho se ha escrito y por parte de muchos sobre nuestro futuro. Pero de todos ellos, es Hitler quien ha hablado a mi corazón.
Knut Hamsun
No hay comentarios:
Publicar un comentario