viernes, 17 de septiembre de 2021

Eric Frattini, un “historiador” de ficción

 

Eric Frattini

“Kraft durch Freude” (“KdF”, “La fuerza por la alegría”) fue una célebre organización sindical del Tercer Reich destinada al ocio laboral. En sus memorias, Albert Speer se apropia socarronamente de sus siglas para hacer alusión a una cierta irracionalidad, que a su juicio, se había apoderado de la capa dirigente del Partido. Ésta se guiaba en función a su intuición y formación autodidacta, y no atendía a informes de técnicos o científicos cuando éstos contradecían sus pareceres. Es lo que denominaba sardónicamente la actitud “KdF”: “Kampf den Fachman”; en español, “combate al experto”.

Por el contrario, España es el paraíso del experto. Casi todo el mundo cree saberlo todo de casi todo, y a la mínima que te descuides, cualquier tertuliano televisivo o de barra de bar te despacha una disertación de política económica, urbanística o epidemiológica. Una peculiaridad hispana conocida bajo el patrio nombre del cuñadismo.

Por fortuna para los amantes de la historia, éste es un terreno bastante vedado a los maestros de todo y discípulos de nada. Para opinar sobre ella hace falta algo más que labia, y se requiere haber atendido en su día al profesor en clase, destinado tiempo a libros y artículos, o cuando menos, visionado un documental sin que el sopor se apodere de la mente. De ahí que cuando en una cena familiar se debata apasionadamente los pros y contras de Enrique de Trastamara frente a Pedro I el Cruel, el cuñado asista extrañamente mudo, aguardando impaciente un giro en la conversación que la aleje del muermo histórico, y la reconduzca a los fértiles campos en los que es dueño y señor.

No obstante, en toda norma siempre hay excepción, que en el caso de la nula relación entre cuñadismo e historia está conformada por la ideología nazi y su proyección terrenal. Ahí el cuñado se siente plenamente a sus anchas, dominando con soltura cuanto hace falta saber de cara a hablar como el mayor de los expertos. Pues para manejarse con aplomo en hitlerología basta con atenerse a tres premisas básicas, cuales son la absurdidad, la ridiculez y/o lo sanguinario. Toda majadería, cuando no memez, puede serle achacada al Führer y sus acólitos siempre que reúna al menos uno de tales condimentos. De ser así, su veracidad se le presume, al igual que acontecía con el valor en el servicio militar (para los más jóvenes que no hicieron la mili, así se hacía constar en la cartilla militar). En la tarea de hacer público despliegue de que Hitler hizo realidad todo imaginado desvarío, el cuñadismo luce en todo su esplendor y hace gala de su propia mentalidad KdF, que en términos castizos correspondería a “Kuñado divaga Felizmente”.

En el improbable caso de que el lector no haya experimentado lo anterior por sí mismo, le animo a que haga él mismo la prueba. Basta que mencione cualquier aspecto del nazismo, para que todo cuñado que se precie le brinde con seguridad pasmosa una selecta porción de su saber: desde los irrefutables orígenes judíos de Hitler, a los celebérrimos experimentos médicos que por pudor aún no han sido dados a conocer, ya sean dobermanns con cerebros humanos u otros por el estilo. También, por supuesto, que el Führer a diferencia de lo que la ingenua masa cree, no murió en su búnker berlinés, o expresado en términos más modestos para no parecer conspiranoico o sabelotodo, que la probabilidad de que ello aconteciera cuenta con el mismo margen de error que echar una moneda al aire. Así lo sostiene el protagonista de las presentes líneas, Eric Frattini:

(Minuto 32’25” de su entrevista en RNE3, “Conversaciones visigóticas”, 30/Jun/2021): “Ahora no lo tengo tan claro; tengo un 50% de que [Adolf Hitler] se suicidó en el Búnker, y otro 50% de que pudo haber escapado”.

No es ésta, empero, la única perla que sale de su boca durante dicha entrevista. Sabido es que España maltrata a sus sabios, por lo que bien merece destacarse que sus sensacionales revelaciones históricas obtengan el debido eco en nuestra radio pública, destinada a una información de calidad conforme al dinero de nuestros impuestos.


El universo paralelo de Frattini en RNE3

Comentar y desmentir cada uno de los despropósitos expresados por Frattini en tal ocasión, daría pie a un libro casi tan extenso como el suyo dedicado a “Los científicos de Hitler”, de ahí que como suelo hacer en mis propios trabajos historiográficos, no voy a centrarme en lo que dice, sino en sus fuentes, y éstas no serían otras que las proporcionadas por el Bundesarchiv, los archivos federales alemanes.

(Minuto 07’50”): “Todo con archivos que me ha facilitado el Bundesarchiv, el archivo del gobierno alemán, que me ha facilitado toda la documentación que he manejado del libro”.

Mi buen amigo, el Dr. en Historia Javier Nicolás, estuvo en fechas recientes en el Bundesarchiv berlinés para ampliar su estudio sobre la Ahnenerbe en general, y su impacto español en particular. Me confirmó lo que todo conocedor de archivos conoce bien, y que en el caso alemán es mucho más extremo. De entrada (nunca mejor dicho), el acceso está circunscrito a investigadores dotados de un bagaje académico y erudito. En el caso del Bundesarchiv, la lista de espera supera el año. El porcentaje de documentos accesible en su web es ínfimo, y si bien, previamente a la cita, se envía por e-mail una avanzadilla genérica de los documentos que pudieran estar conectados con la investigación que se va a realizar, ésta no pasa de una mera relación. La única forma de acceder a los mismos -salvo, quizá, que se sea cuñado del archivero- es de forma presencial. Dicho de otra forma, el Bundesarchiv no envía documentos.

Aún en el harto improbable caso de que Frattini hubiese conseguido del Bundesarchiv lo que al resto de mortales le está vedado, cabe preguntarse de qué le iba a servir. En “Los científicos de Hitler” hay numerosas citas de libros alemanes, pero las traducciones corresponden a otras obras españolas que se han hecho eco de los mismos. Y si en su libro no queda acreditado ese conocimiento del alemán, mucho menos en la entrevista, pues las pocas expresiones que pronuncia en dicho idioma son penosamente macarrónicas. Algo extremadamente llamativo, pues algunas de ellas son bien conocidas por todo aficionado al período hitleriano, y basta repetirlas tal cual. Como sucede con buena parte de las palabras alemanas, y a diferencia de lo que sucede con las inglesas, su pronunciación es muy similar a la española, de ahí que resulte de lo más insólito escucharle hablar peor que Alfredo Landa en su célebre “Pepe, vente para Alemania”. Veamos algunos ejemplos.

(Minuto 03’50”): “El aparato científico, el aparato académico de la Alemania de los años 30, deciden degenerar sus conocimientos, degenerar la ciencia, para explicar a los alemanes, a la ciudadanía alemana, que era necesario matar a los Urtermersch”.

“Untermensch” es una palabra omnipresente en todo documental sobre el Tercer Reich, que no del Tercer Reich, pues en los numerosos que he visto, al igual que incontables textos de la época que he tenido ocasión de leer, no recuerdo haberme tropezado jamás con dicho palabro. Es por ello que estoy seguro se halla mucho más presente tras la muerte de Hitler que en vida de éste. Sea como fuere, está compuesto por dos palabras muy básicas: Unter (bajo) y Mensch (hombre), de ahí que su dicción no requiera de especiales conocimientos. Ello, insisto, con independencia de que como ya expresara en relación a muchas de las palabras germanas, basta leerla en español para pronunciarla de forma perfecta.

Si famosa es dicha expresión, mucho más aún la de las “Waffen-SS”, tantas veces escuchada por todo interesado en la Alemania hitleriana. Si lo pronunciamos en alemán sonaría como “Vafen”, y si preferimos hacerlo en español, “Guafen”. No obstante, en boca de Frattini las divisiones armadas de Himmler se convierten en las “Guofen-SS” (minuto 11’17”).

Y si todo pequeño conocedor de la historia del Tercer Reich está familiarizado con ambos términos, en el caso de que lo sea en concreto de Himmler y la SS, el mítico castillo de Wewelsburg no le será en absoluto extraño. En alemán se pronunciaría “Vevelsburg”, o si lo leemos en español, “Güegüelsburg”. En el asombroso mundo de Frattini, ni uno ni lo otro, y de hecho, en sus 35 minutos de entrevista se refiere a él con dos nombres distintos: en el minuto 02’48” es “el Castillo de Wertemburg”, y en los 30’04” y 30’15” se convierte en el “Castillo de Wurstemberg”.

Incluso “Heinrich”, el nombre de Himmler, en idioma Frattiniesco se convierte cada vez en “Jenrich”, una especie de híbrido entre su pronunciación alemana y su plasmación española, sin corresponder a ninguna.

Si lo que se pretendiese es hacer una opereta bufa ridiculizando a un español dándoselas de saber alemán, ninguno de nuestros grandes cómicos superaría a nuestro investigador de referencia.

Más allá de lo anterior y retornando al Bundesarchiv, que tan amable y excepcionalmente ha puesto esos ingentes fondos documentales a su disposición, maravilla que ni una sola fotografía de tales telegramas, cartas, documentos, actas, etc. aparezca reproducida en su libro. Si nos remitimos, por ejemplo, a la reciente obra de Javier Nicolás editada por EAS sobre la Ahnenerbe en España, en sus páginas hallamos de forma gráfica numerosas cartas del que fuera su interlocutor en nuestro país, Julio Martínez Santa Olalla, provenientes del madrileño Archivo de San Isidro. Mediante ello no sólo da fe de su esfuerzo investigador, sino que pone a disposición del lector los documentos originales para que compruebe la veracidad de los mismos y extraiga sus propias conclusiones. Tal empeño, sin embargo, brilla por su ausencia en el caso de Frattini, y el oscurantismo llega hasta el punto de no citar el número de página de las obras a las que supuestamente se remite.

Y si quien me haya seguido hasta aquí arquea incrédulo las cejas, para muestra un botón.

Conforme a Frattini, el ministro falangista José Luís Arrese quería crear una organización española a imagen y semejanza de la Ahnenerbe, incluso con idéntico nombre, deseando tener al máximo responsable de dicha institución, Walther Wüst, como «”asesor” de la futura Ahnenerbe española» (Eric Frattini: “Los científicos de Hitler”; Ediciones Espasa; Barcelona, 2021; pág. 303).

Como fuente de tal información, se nos remite a una nota a pie (la nº 34), en la que simplemente se menciona la fecha y lugar de nacimiento de Wüst, al igual que la de su fallecimiento, pero en este caso sin especificar dónde. También su número de afiliación al Partido y a la SS, así como su graduación en esta última (“Oberführer”). Añade como única referencia «Bundesarchiv Berlin».

Con independencia de que tales datos personales de Wüst no guardan relación alguna con las intenciones que el ministro Arrese pudiese albergar hacia su persona, nombrar “Bundesarchiv Berlín” sin citar el documento en cuestión, no digamos ya su epígrafe, supone un gesto aún más inútil que un brindis al sol.

¿De verdad que tras conseguir que el Bundesarchiv, inusitadamente, le remitiera sus expedientes sobre Wüst, no obtuvo de éste más información sensible que la ya disponible en la Wikipedia alemana? Sospecho que ni siquiera ésta última fue su fuente, pues por accesible que sea, hace falta saber alemán.

Si acudimos, empero, a otra de las obras que Frattini cita como fuente, “Las relaciones entre los arqueólogos alemanes y la Alemania nazi (1939-1945). La influencia de Das Ahnenerbe en España. Un estudio preliminar”, magnífico trabajo de investigación -éste sí- del historiador español Francisco Gracia Alonso (Memorias de la Sociedad Española de Historia de la Arqueología [I]. Documentos inéditos para la Historia de la Arqueología. Madrid, 2008), en su página 138, nota 49, hallamos exactamente esos mismos datos de Wüst: número de afiliación al Partido y a la SS, así como su graduación en esta última. También su lugar de nacimiento, pero -¡oh casualidad!- no así el de su defunción.

Para este viaje, en este caso al Bundesarchiv, no hacían falta alforjas.

Franco bajito, íberos untermenschen, y la Historia reducida a historieta teleñeca

Como ya expresé, entrar en cada una de las afirmaciones de Frattini convertiría este escrito en un remedo de Michael Ende y su historia interminable. No obstante, puesto que hablamos de la Ahnenerbe en España, merece la pena detenerse en uno de los episodios que más tiempo ocupó de la charla radiofónica, motivando jocosas risas entre entrevistado y entrevistadores, risas que en caso de que estos últimos lean estas líneas, estoy seguro se convertirán en muecas.

Es cuando Frattini refiere un supuesto enfado del Caudillo con Otto Huth, un arqueólogo de la Ahnenerbe interesado en Canarias:

(Minuto 20´’53”): “Otto Huth comete un error, que os vais a morir de risa, porque yo leí los telegramas que había enviado la gente de Franco, porque Otto Huth se le ocurre decir que realmente el origen de los íberos, los pueblos íberos, eran realmente…, se veía la contaminación semítica de los judíos en España.

“Otto Huth pone en una revista, la revista de la Germania [sic], que era la revista oficial boletín de la Ahnenerbe, pone que por eso los españoles somos tan bajitos, estamos contaminados por los judíos, estamos contaminados por los judíos, los judíos son bajitos. ¿Eso a quién molestó? Pues a un señor que tenía mucho poder en aquellos años que era bajito. […]. Eso molestó muchísimo a don Francisco Franco y dijo que se acabó Otto Huth y las excavaciones en España.

“Uno de los temas que viene a hablar, que está en la orden del día de Himmler cuando viene a España, es el de intentar convencer a Franco de que acepte y perdone a Otto Huth, y por supuesto Franco le dice que naranjas. Entraron muchos arqueólogos posteriormente, pero ya se cuidaron muy mucho de decir que los pueblos íberos estamos contaminados por los judíos. Es muy divertido leer los telegramas”.

Como suele suceder con el Sr. Frattini, son tantos los dislates que se hace muy difícil determinar por dónde comenzar.

Cronológicamente, sería por el artículo de Otto Huth publicado en la revista oficial de la Ahnenerbe, “Germanien”, (y no “Germania”, pues ésta era otra revista arqueológica de la época). Titulado “Die Gesittung der Kanarier als Schlüsel zum Ur-Indogermanentum” (“La civilización canaria como clave del indogermanismo primitivo”), apareció en febrero de 1937 (pág. 50-1), es decir, medio año después de iniciada la guerra civil. Dudo mucho que Franco tuviera entonces tiempo de prestar atención a una revista arqueológica, de tirada relativamente reducida y editada para más inri en Alemania, y dudo aún más que ésta pudiera empañar sus vitales relaciones germanas, claves para su aún lejana victoria en la guerra civil. Frattini, no obstante, afirma haber leído unos supuestos telegramas que alertarían a Franco o a sus asesores acerca de dicho artículo, ocasionando el enfado del Generalísimo.

Lo más sorprendente, empero, es que nada de lo festivamente anunciado por Frattini se da cita en dicho artículo. No hay ni una sola alusión a los íberos, ya sea para bien o para mal, y menos aún que éstos estuvieran contaminados por los judíos. Tampoco a que la sangre semita fuera la causante de que los españoles fuéramos “bajitos”, altos o mediopensionistas.

Javier Nicolás traduce y publica buena parte de dicho artículo, que tiene una página y media de extensión, y que básicamente se centra en las distintas fuentes que abordan el estudio del remoto pasado canario (“La Ahnenerbe en España”; Ediciones EAS; Alicante, 2021; pág. 244-5).

Ciertamente, Huth destina una frase a denunciar que tras la conquista, numerosos guanches fueron llevados a América, bien como esclavos, bien como mercenarios -lo cual, por desgracia, es históricamente cierto-, con la subsiguiente desaparición de su cultura. Acto seguido refiere:

«Esa conquista de las islas Canarias por los cristianos españoles constituye una estremecedora tragedia, y uno de los más espantosos ejemplos de los efectos del envenenamiento anímico del judeo-cristianismo en la humanidad europea».

Dicha sentencia, sin duda, tiene un inequívoco tono antisemita, y en especial, anticlerical, pero no antiespañol. La revista “Germanien” sería todo lo nazi que se quiera, pero no estúpida, y se iba a cuidar mucho de insultar a un pueblo que el Führer intentaba ganarse para su causa. De hecho, durante la guerra civil “Germanien” publicó editoriales solidarizándose con el drama español, así como lamentando la quema de iglesias y pérdida de vestigios históricos, extractos de los cuales figuran igualmente traducidos en la reseñada obra de Javier Nicolás.

En caso de que el lector se pregunte si Otto Huth escribió en otro artículo los referidos cuñadismos acerca de íberos semíticos y españoles bajitos, aclararle que en efecto “Germanien” publicó en enero de 1942 una reseña suya, destinada a una antigua crónica de un ingeniero de Felipe II, Leonardo Torriani, relativa a las Islas Canarias. Es de extensión aún más reducida que la del artículo ya mencionado, sin que tampoco quepa hallar alusión alguna a la estatura de los habitantes de la península ibérica o su composición racial. Dicha reseña se halla íntegramente traducida en el citado libro de Javier Nicolás (pág. 251 y sig.).

Tal como se consignó previamente, Frattini sostiene en RN3 que el anatemizado Otto Huth se hallaba “en la orden del día” de la visita que el Reichsführer-SS hizo al Caudillo. Como es bien sabido, el motivo de tal cita fue el de apuntalar la seguridad del encuentro que poco después iban a tener Franco y Hitler en Hendaya, y no cabe imaginar a Himmler atosigando con semejante menudencia a su anfitrión durante su más bien breve entrevista matinal. Siempre según el investigador cuyo libro publica Espasa CalpeFranco habría dicho que “naranjas”, es decir, que Huth definitivamente era un apestado en la España Nacional y por consiguiente tema tabú.

Si en verdad se armó tal revuelo, sería esperable que la Ahnenerbe evitase mencionar a Huth para no soliviantar a su contraparte española. Sin embargo, Wolfram Sievers, en la práctica el máximo responsable de la Ahnenerbe, le escribe en 1944 a su colega franquista, el jefe del Consejo General de Excavaciones Julio Martínez Santa Olalla, solicitándole unos documentos de historia canaria requeridos precisamente por el innombrable de Otto Huth:

«¡Muy estimado profesor y querido camarada Olalla! – Quisiera hoy retomar nuevamente con usted la ya deliberada realización de fotocopias de trabajos científicos españoles y portugueses, que nuestro jefe de departamento, el Prof. Dr. Otto Huth, precisa para la elaboración de su obra “Raza y religión de Canarias”.» (Carta de Wolfram Sievers a Julio Martínez Santa Olalla del 24/V/44; la misma se halla traducida en la pág. 257 de la citada obra de Javier Nicolás, incluyéndose en la pág. 153 una reproducción fotográfica del original alemán).

Cabe asimismo suponer que ese nutrido intercambio de telegramas que provocara la ofensa racial de Huth, la reacción iracunda de Franco, y la entrada de dicho conflicto en la “orden del día” de Himmler en España, dejaría su consiguiente huella en archiveros e historiadores. No parece, empero, que tal sea el caso.

Hasta donde sé, ninguno de los historiadores que han tocado la cuestión de la Ahnenerbe en EspañaGracia AlonsoQuero Castro o Mederos Martín, este último específicamente en relación a Canarias, mencionan lo más mínimo acerca de dicha disputa. Tampoco Javier Nicolás, que ha rastreado en forma minuciosa los archivos del que fuera su representante oficioso en nuestro país, el ya citado Julio Martínez Santa Olalla, halló la más mínima referencia a tan magno desencuentro. Y lo que es aún más importante: ni siquiera el propio Frattini en su libro aporta datos concretos que avalen crisis, disgusto, o siquiera mosqueo de Franco y su régimen en relación a Otto Huth y su percepción “íbera”.

A decir verdad, en “Los científicos de Hitler”, concretamente en su capítulo dedicado a España, Frattini reproduce la ya aludida frase anticlerical y antisemita que Otto Huth destina a la desaparición de la cultura guanche, añadiendo acto seguido: «algo que por supuesto no gustó a Franco» (Eric Frattini: “Los científicos de Hitler”; Espasa Calpe, 2021; pág. 311).

A la hora de dar sustento a tal afirmación, nos conduce a una nota a pie de página (la nº 52), que a su vez nos remite a un breve “artículo periodístico”, y lo escribo entre comillas pues en efecto apareció publicado en la web del ABC, pero eso es lo único que permite calificarlo como tal.

Se trata de «El científico psicópata nazi que hablaba de una «raza aria canaria» (ABC, 23/12/2017). Firmado por un tal J .L. Martínez, el título hace honor a su contenido, escrito con lenguaje chabacano y plagado de errores de sintaxis y gramática, por no mencionar los estrictamente historiográficos. Ánimo al lector a que lo busque en la web y determine por sí mismo.

En mi reseña al libro de Frattini publicada en el blog de Ediciones EAS, “’Los científicos de Hitler. Historia de la Ahnenerbe’” (o cómo escribir más de lo mismo de la manera de siempre)”, ya diseccioné detalladamente ese espanto que desde luego no pasó por el corrector del ABC. El señor J.L. Martínez escribe, sin aportar dato alguno que lo refrende, que Franco no permitió que Huth investigara en Canarias, pero lo cierto es que en 1939 los preparativos para tal expedición científica estaban muy avanzados, y fue el estallido de la guerra lo que imposibilitó su culminación (ver al respecto “La Ahnenerbe en España”, de Javier Nicolás, pág. 247-8).

Si extremadamente precario es J.L. Martínez como fuente historiográfica, lo que a continuación sigue constituye la prueba palpable del sentido del presente escrito.

Quizá porque considerase que para sustentar el antagonismo del Caudillo al ínclito Otto Huth, ceñirse a una única referencia no parecía lo suficientemente erudito, Frattini consideró oportuno reforzar dicha oposición franquista mediante otra fuente. A tal efecto, redunda que «el proyecto [canario de la Ahnenerbe] fue cancelado debido a la tensión política provocada por el propio Huth con Franco» (Frattini; op. cit, pág. 310).

Puesto que en su entrevista en RN3, asegura entre carcajadas a sus no menos risueños entrevistadores que “os vais a morir de risa, porque yo leí los telegramas que había enviado la gente de Franco, porque Otto Huth se le ocurre decir que realmente el origen de los íberos, los pueblos íberos, eran realmente…, se veía la contaminación semítica de los judíos en España”, que menos que reproducir en su libro alguno de tales inéditos telegramas, de manera que también el lector goce de su jocoso contenido.

Lejos de ello, nos remite a una nota a pie de página (la nº 51) que meramente incluye “Das Ahnenerbe der SS. 1935-1945″, una meritoria obra pionera que es fruto del historiador germano-canadiense Michael H. Kater (y que dicho sea de paso, está escrita en alemán). Como de costumbre, no específica el número de página, por lo que en caso de querer comprobar la fuente por sí mismo, el lector se ve abocado a buscarla a lo largo y ancho de todas ellas.

Por fortuna, el libro de Kater cuenta con un índice onomástico. Huth apenas es mencionado, y jamás en relación a Canarias. Por lo que respecta a Franco, no es nombrado ni una sola vez.

Éste, señores, es el nivel. Y si con cuestiones historiográficas tan nimias acontece lo que recién he expuesto, qué no sucederá con aquéllas de mucha mayor envergadura y trascendencia.

Nos guste o no, el fin de la Historia ha llegado

Hay una frase muy repetida que reza que los pueblos que no conocen su historia, están condenados a repetirla. No sé si a repetirla, pero condenados, seguro. A mi juicio, primero al sometimiento, y después a su extinción.

La Historia a lo largo de nuestra civilización ha tenido por objeto proporcionarnos una referencia lo más realista posible, una perspectiva de la vida sobre la que construir nuestro futuro, tanto personal como colectivo. Una explicación al porqué de lo que nos rodea, una incitación a preservar lo que nuestros antepasados lograron para nosotros, y una invitación a agrandar dicho legado para nuestros hijos.

Es difícil llegar a un destino si ignoramos de dónde venimos, y ese saber ha de ser todo lo completo que la capacidad humana permita. Con sus gestas y sus fracasos, sus virtudes y sus flaquezas, sin falsos panegíricos, forzadas genuflexiones, o postulados maniqueos.

No podemos amar y menos aún luchar por aquello que desconocemos, ya sea nuestra familia, pueblo o nación, de ahí que al privarnos de ese conocimiento se nos sustrae algo no ya crucial, sino vital. De materializarse, nuestra visión se reduce a la de nuestro yo y su entorno más estrecho, o lo que es peor, a una forzada pulsión globalista, que planta ante nuestros ojos unos determinados árboles para impedirnos ver el bosque.

De un modo u otro, no queda más horizonte que Ronaldo, Rociito o Rosalia, el pan cirquense que precede al colapso final.

La Historia, repito, ha sido esencial en la historia -valga la redundancia- del ser humano. Como todo lo que nos es intrínseco, no puede ser arrancada de un día para otro, y es paulatinamente sustituida por sucedáneos mediáticos en los que los buenos son muy buenos, y los malos muy malos. Poco importa que el relato se ajuste a la verdad, elemento éste que ha dejado de ser natural para convertirse en escaso y pronto en revolucionario. Los historiadores, por consiguiente, han dejado de ser molestos para convertirse en innecesarios. Los tertulianos han tomado el relevo, y la historiografía ha dado paso al cuñadismo.

Para aquél que considere que exagero, permítaseme ofrecerle un ejemplo que ya diseccioné en otro lugar, y que atañe a la temática objeto aquí de debate.

En el año 2001 vio la luz “El secreto de Hitler”, libro que sostenía que su protagonista era homosexual. Hoy nadie se acuerda de él, pese a que contó con una amplísima promoción mediática, se lanzó simultáneamente en ocho idiomas, y nuestro informativo televisivo de referencia, Informe Semanal, le dedicó un sesudo programa el 6 de octubre de ese año. Editado por Planeta, no pasó de la primera edición.

El error consistió en dejar dicha obra en manos de un historiador, el catedrático de la Universidad de Bremen Lothar Machtan.

Dos décadas después el esfuerzo editorial pasó a ser un Hitler drogadicto, más concretamente, adicto por este orden a la metanfetamina, el opio y la cocaína. Toda duda en cuanto a cómo podía ser que un personaje tan estudiado, hubiese pasado décadas enteras desapercibido en su faceta antaño homosexual y ahora drogodependiente, quedaba aplastada por idéntico cúmulo de elogios periodísticos y documentales de toda índole. Publicado bajo el título de “El gran delirio”, a diferencia del ejemplo anterior se convirtió en éxito de ventas.

¿La diferencia? Esta vez no se recurrió a un historiador, sino a un guionista y novelista, Normann Ohler.

Llegados aquí, a nadie ha de extrañar que en la radio pública se sostenga con impar desparpajo que el programa eutanásico alemán produjo «259.000 alemanes liquidados antes de la Segunda Guerra Mundial» (Frattini en RN3, minuto 04’23”). Con independencia de que esa cifra equivale a la de todos los soldados británicos muertos a lo largo de dicha contienda, Hitler autorizó tal programa pasado un mes del inicio de la misma (y no entró en acción hasta al año siguiente, poniéndosele fin en agosto de 1941 tras la denuncia pública del Obispo de Münster, datos todos ellos al alcance de cualquiera). Sin embargo, ¿a quién le importa?

¿Quién está lo suficientemente loco de exponerse al sambenito de fascista por defender la integridad de una cada vez más prostituida verdad histórica?

A todos esos historiadores que hoy miran hacia otro lado mientras escuchan sandez sobre sandez del Tercer Reich, cabe aplicarles el dicho de Bertold Brecht: “Primero fueron a por Hitler, pero dado que yo no era nazi, no me importó”.

Probablemente se hayan dado cuenta que hace tiempo ya que fueron a por ellos, aupados por su silencio en ocasiones cómplice y casi siempre cobarde. Pronto serán sustituidos por los promotores y ejecutores de un nuevo espíritu “KdF” llamado a dominar la historiografía: el de los “Kreadores de Ficción”.

Fuente

miércoles, 15 de septiembre de 2021

¿Quiénes son los 'historiadores'?

 

El historiador Paul Preston 

PEDRO CARLOS GONZÁLEZ CUEVAS

14/09/2021 02:01

Entre las realidades más esquivas a la razón figura la historia. Lo es a causa de su complejidad, su arbitrariedad y la subjetividad de los testimonios. Por ello, el filósofo Richard Rorty ha defendido que una de las funciones del saber histórico es la de proporcionar al público no una imagen objetiva del pasado, sino los fundamentos de lo que debería ser una nación. De ahí que los debates historiográficos puedan entenderse como discusiones en torno al futuro. En España, las izquierdas han asumido, como lo demuestran sus sucesivos proyectos de memoria histórica, esa perspectiva. Y es que ese sector de la sociedad parece no tener problemas con su pasado; lo asume sin autocrítica. Distinta es la situación de la derecha. A diferencia de Vox, el Partido Popular ha sido reacio a participar en esos debates. Su postura suele ser fundamentalmente reactiva, nada proyectiva. No aprende; no escarmienta. Aunque ya viejo y curtido por el infortunio, la discontinuidad de sus pautas culturales hacen de él un partido vulnerable.


No deja de ser significativo que mientras socialistas y comunistas exalten las figuras de Francisco Largo Caballero o 'La Pasionaria', Dolores Ibárruri, el PP carezca de figuras históricas de referencia. Por ello, cuando algunos de sus dirigentes, como Pablo Casado, se deciden a emitir algún juicio sobre la II República, como el patético "democracia sin ley", es peor el remedio que la enfermedad. De inmediato, los ignorantes folicularios de la izquierda suelen recurrir a "los historiadores".

¿Y quiénes son esos "historiadores"? El grupo organizado en torno a Paul Preston y Ángel Viñas. Una especie de sindicato del crimen historiográfico cuya fuerza radica en su organización como grupo de presión académico y mediático. Como historiador, he de reconocer que me resulta muy difícil explicar el éxito de un individuo como Preston. La valoración positiva de su obra significa, a mi juicio, el triunfo de la mediocridad. Sus libros carecen de análisis cultural; su forma de argumentar es maniquea, buenos contra malos; y su enfoque ideológico, radical. Su biografía del general Franco no pasa de ser una caricatura. La dedicada a Juan Carlos I incurre en el defecto contrario, es decir, en la hagiografía. Tanto es así que en ocasiones no parece un historiador, sino un cronista de ¡Hola!. En su obra El Holocausto español, Preston cae directamente en la abyección, atribuyendo a las derechas un plan de exterminio de las izquierdas; e incluso trata de establecer un paralelo entre Hitler y Franco.

La figura de Ángel Viñas resulta complementaria de la de Preston. Desde el punto de vista metodológico, Viñas es un paleohistoriador. Su método recuerda al positivismo del siglo XIX. El conjunto de su obra es una antología de disparates y prejuicios. Y es que su mensaje es tan simple como unidireccional: la II República fue un régimen ejemplarmente democrático; las derechas conspiraron permanentemente contra ella,

en defensa de sus intereses de clase; la revolución de octubre de 1934 fue irrelevante, un mero "chispazo obrero"; la Guerra Civil fue un conflicto entre fascismo y democracia, no entre revolución y contrarrevolución; el bando nacional ganó la guerra por la ayuda de Hitler y Mussolini; el régimen de Franco estuvo inspirado en el nacionalsocialismo alemán. Por ello, juzga necesario un proceso de reeducación del conjunto de la sociedad española semejante al experimentado por Alemania tras la Segunda Guerra Mundial. La defensa de tales opiniones viene adobada por el recurso a la violencia simbólica, con permanentes insultos contra aquellos que no participan de sus prejuicios, a los que cataloga entre los "subnormales".

Preston y Viñas han logrado reclutar para su empresa un conjunto de historiadores caracterizado por su vehemencia, su extremismo y espíritu partisano. Lo más grave, sin embargo, es que no son profetas desarmados, sino que disfrutan de una amplia influencia política entre las izquierdas. Esa influencia contribuyó a la radicalización de los socialistas, cuando el PSOE devolvió el carnet de militante a personajes tan siniestros como Julio Álvarez del Vayo, Ángel Galarza y Ramón González Peña. Por el contrario, Viñas ha contribuido a empañar la figura de Juan de la Cierva, como si nos sobraran iconos de la ciencia en España. Igualmente significativa fue su crítica a la retirada de las placas de Largo Caballero e Indalecio Prieto de las calles de Madrid. En su contra, se elaboró un curioso alegato, cuyo anónimo redactor pretendía ser "estrictamente técnico" (¡!), donde se defendía la trayectoria política de los dirigentes socialistas. En el texto, uno de los más vergonzosos de la historia de la historiografía española, se legitimaba las insurrecciones socialistas de 1917 y 1934 y el carácter democrático de la República durante la Guerra Civil. Unas opiniones que entran en contradicción con las aportaciones de politólogos e historiadores, como Andrés de Blas y Santos Juliá. Sin embargo, lo más significativo es que este informe fue apoyado por algunos historiadores. ¿Lo leyeron? Conjeturo que estamparon su firma por animadversión a Vox. Si lo hicieron por convencimiento intelectual, tenemos un grave problema en el campo historiográfico español. Como lo tenemos con la próxima ley de "memoria democrática", que, desde el punto de vista cultural y ético-político, resulta una auténtica agresión a la libertad de pensamiento y de cátedra, incluso a la convivencia de los españoles. A diferencia de otros países europeos, en los que historiadores como Vidal Naquet, Ozouf, Furet, Nora, Ferro, o De Felice se opusieron a ese tipo de legislación, en España existen profesionales de la historia que no sólo lo apoyan sino que lo celebran, como Viñas y sus seguidores.

Sin embargo, los historiadores españoles no son únicamente los acólitos de Preston y Viñas, con sus simplificaciones. Desde distintas perspectivas ideológicas, ahí están los nombres de Fernando del Rey, Enrique Moradiellos, Alfonso Bullón, Manuel Álvarez Tardío, Roberto Villa, Stanley Payne, Michael Seidman, Jordi Canal, etcétera. Por ello, lo fundamental es la institucionalización del inevitable y enriquecedor conflicto de interpretaciones, en ausencia de leyes coercitivas y arbitrarias. En ello nos va el futuro de nuestra vida intelectual. Ni más ni menos.

Pedro Carlos González Cuevas es historiador.


Fuente: El Mundo 


jueves, 9 de septiembre de 2021

La fosa de la memoria histórica: 31 millones y sin saber el número de víctimas

 

El Gobierno reconoce que ignora cuántas víctimas del franquismo se han exhumado con dinero público en su respuesta a una solicitud al Portal de Transparencia.

La memoria histórica es un asunto que los gobiernos socialistas han considerado siempre capital. José Luis Rodríguez Zapatero aprobó en 2007 la Ley de Memoria Histórica y Pedro Sánchez ha impulsado recientemente la Ley de Memoria Democrática, que "revisa y actualiza" la normativa anterior. En ambos casos, las ayudas para exhumar a víctimas de la Guerra Civil y la Dictadura son un pilar importante. Sin embargo, y pese a que sí se ha destinado dinero público a ello y se han abierto fosas, el Ejecutivo ignora el número de personas exhumadas (identificadas o no identificadas).

Es decir, no hay un cómputo o número de víctimas exhumadas. Así lo reconoce el Gobierno, a través del Ministerio de Presidencia, como respuesta a una solicitud al Portal de Transparencia. "La información concreta sobre el número de personas identificadas o exhumadas no consta de manera codificada en este Ministerio".

Pero si se han concedido subvenciones para la exhumación de fosas, ¿por qué el Gobierno no cuenta con los datos, con una base oficial? Según esgrime el Ejecutivo, por dos motivos principalmente. El primero, porque las concesiones de las subvenciones "no se cuantificaban por razón del número de restos cadavéricos hallados, sino en función de la envergadura y características del proyecto".

El segundo motivo es porque son trabajos que aún no están informatizados. Los datos disponibles no se han volcado a una base de datos. Esto es, "la documentación justificativa de las subvenciones (la información económica y técnica que deben aportar los beneficiarios para justificar la subvención concedida) no se encuentra codificada o informatizada", de modo que esa información "no obra en este Ministerio".

Desde 2006, un año antes de aprobarse la Ley de Memoria Histórica, el Gobierno incluye una partida para este fin. En los 10 ejercicios con el PSOE -Rajoy eliminó la partida, salvo en los trabajos ya comprometidos- se dedicaron más de 31 millones a políticas de Memoria, informa Gabriela Galarza. Sólo entre 2006 y 2011, en la Presidencia de Zapatero, se destinaron 22,9 millones de euros a proyectos, de los cuales 7,1 millones fueron para localizar y desenterrar víctimas, según datos que aparecen reflejados en los Presupuestos Generales del Estado. En sus dos últimos ejercicios se llevó al tope de casi seis millones, tanto como lo destinado por Pedro Sánchez los tres últimos años. Pese a esa inversión en Memoria Histórica, sigue sin haber un cómputo de exhumaciones, uno de los objetivos de esta legislación.

El detalle de víctimas sólo es accesible a través de la memoria de cada uno de los proyectos que han sido subvencionados donde "cabe la posibilidad de que se contuviesen datos sobre hallazgos, identificaciones positivas o negativas, o exhumaciones". El Ministerio de la Presidencia, como reconoce, "conserva" los expedientes administrativos de tramitación de las subvenciones. Pero como la información no está codificada o informatizada no se ha podido extraer el dato de personas exhumadas.

Para obtener el desglose de las personas exhumadas en España víctimas de la Guerra Civil y la Dictadura sería preciso realizar un trabajo que no
se ha hecho: consultar todos y cada uno de los expedientes de las subvenciones concedidas; cotejar diversa documentación justi
ficativa, que fue elaborada por múltiples beneficiarios en función de criterios técnicos que no necesariamente serán idénticos; revisar la documentación justificativa desde una perspectiva de investigación histórica, para posteriormente extraer los datos y clasificarlos ad hoc, a fin de poder filtrarlos.

PORTAL DE TRANSPARENCIA

Pedro Corral, diputado del PP en la Asamblea de Madrid, fue quien realizó esta consulta al Portal de Transparencia. Quería conocer el balance la Ley de Memoria Histórica ahora que el Gobierno ha enviado al Congreso para su aprobación la Ley de Memoria Democrática. "Nadie se espera que, si le preguntas al Gobierno por el número de víctimas exhumadas de las fosas gracias al dinero de los contribuyentes, el gobierno te responda que lo cuentes tú", explica Corral, aludiendo a que el Gobierno le invita a "consultar la documentación justificativa de determinados expedientes, puede presentar solicitud".

"He excavado una fosa y he ayudado a la búsqueda documental de varias. Mantengo mi convicción de que es necesaria una verdadera política de Estado en relación con las fosas. Y para eso hay que empezar por que el Estado conozca los resultados de su política", reflexiona Corral. "La solución es muy fácil. El Gobierno debería hacer un análisis de sus propios expedientes de concesión de estas ayudas para sacar un balance de resultados respecto a número de víctimas exhumadas". Su petición figura como inadmitida escudándose en el artículo de la ley que lo posibilita respecto a información para cuya divulgación sea necesaria una acción previa de reelaboración. Corral ha presentado una reclamación ante el Consejo de Transparencia y Buen Gobierno.

Corral preguntaba, entre otras cuestiones, por el número de personas exhumadas que ha sido posible (o no posible) identificar entre los ejercicios 2006 y 2011. Tanto el Ejecutivo de Zapatero como el de Sánchez han concedido ayudas relacionadas con la exhumación de personas enterradas en fosas. No así los Ejecutivos del PP de la época de Mariano Rajoy.

No hubo ayudas desde 2011 hasta el 29 de julio de 2020, cuando el BOE publicó una orden ministerial que recogía un montante de 750.000 euros para subvenciones para actividades relacionadas con la recuperación de la Memoria Democrática, de los que el 60%, algo más de 400.000 euros, estaban destinados a actividades relacionadas con la exhumación de personas enterradas en fosas.

CIFRAS DISPARES

Así pues, sólo contamos con estudios o previsiones de personas que han podido ser exhumadas o que restan por exhumar. En octubre de 2020, el ministerio de Presidencia editó un trabajo realizado por 11 expertos titulado "Las exhumaciones de la Guerra Civil y la Dictadura franquista 2000-2019. Estado actual y recomendaciones de futuro". En él, Lourdes Herrasti, Doctora en Historia y especialista en esteoarqueología, señala que entre 2000 y 2019 se habían abierto 785 fosas y exhumado 9.698 individuos. En el mismo documento, en el apartado de Síntesis y conclusiones se refiere que desde el año 2000 se han llevado a cabo exhumaciones en toda la geografía española interviniendo en 777 fosas comunes y recuperando 9.552 esqueletos.

Este informe, coordinado por el médico forense Francisco Etxeberria, expone que quedan todavía por exhumar aproximadamente cerca de 20.000 individuos, de los que posiblemente entre 5 y 7.000 individuos podrían ser identificados genéticamente contando con el adecuado apoyo institucional.

Fuente: El Mundo 


Fosas sin memoria

 

Pedro Corral.

El autor demuestra que, pese a los millones destinados a la búsqueda de víctimas de la Guerra y la dictadura, Moncloa no sabe cuántas han sido exhumadas desde 2006 con las ayudas estatales.

Están a punto de cumplirse casi tres lustros de vigencia de la llamada ley de «memoria histórica». He seguido con enorme interés, ya desde su misma tramitación parlamentaria, esta ley que ha tratado de imponer una única verdad del complejo pasado de la Segunda República, la Guerra Civil y el franquismo. Ahora, cuando nos encontramos a las puertas del debate en las Cortes de una nueva vuelta de tuerca de esta tentación totalitaria, parecería lógico hacer balance de los resultados de dicha norma directamente vinculados con el dinero público destinado a la ejecución de sus políticas.

Con ese propósito, en julio pasado me dirigí al Portal de Transparencia para conocer estos datos y también otros que me parecían de interés como saber, por ejemplo, el número de españoles que combatieron en la
Guerra Civil que aún sobreviven hoy. Por eso, una de mis preguntas al Gobierno fue el número de bene
ficiarios de las pensiones aprobadas al inicio de nuestra democracia para los que lucharon en las filas del bando republicano.

Así supe que en 2020 habían recibido sus pensiones un total de 125 compatriotas que durante la contienda formaron parte del ejército y de las fuerzas de orden público y de carabineros de la República. Si estimamos que puedan vivir aún un número similar de los que lucharon en el ejército franquista entre 1936-1939, los «últimos de la Guerra Civil» rondarían los dos centenares, la mayoría de ellos con un siglo de vida, tal y como he venido calculando a ojo de buen cubero en los últimos tiempos.

También quiero compartir con el lector otros datos interesantes para que sepa que siguen existiendo españoles que aún viven las heridas de la Guerra Civil en sus propias carnes. Me refiero al número de personas que recibieron pensión el año pasado por mutilaciones de guerra, bien por ser militares considerados mutilados útiles o bien por ser mutilados civiles. Los primeros suman 663 y los segundos, 1.078. No menos interesante es conocer que en 2020 hubo aún 6.068 personas beneficiarias de pensión por ser familiares de fallecidos como consecuencia de la contienda.

En cuanto a cifras relacionadas con las políticas establecidas por la ley de 2007, la secretaría de Estado de Memoria Democrática, vía Portal de Transparencia, me contestó que se habían expedido en estos trece años un total de 3.144 declaraciones de reparación. También me respondió que los antiguos combatientes de las Brigadas Internacionales a los que se les ha concedido la nacionalidad española suman un total de 23.

Y esto es todo lo que pude sacar de mis solicitudes de información al Gobierno, pues en lo que es el resultado, por número de víctimas exhumadas, identificadas o no, de las ayudas públicas libradas por el Ejecutivo para la exhumación de fosas, me encontré con una respuesta insólita. Han pasado nada menos que 44 años de democracia y tres lustros de la ley de «memoria histórica» para que al preguntar por las fosas de la Guerra y el franquismo te contesten desde Moncloa que hay cosas sobre las que no se puede preguntar...

Pero puedo entender que el Gobierno se sintiera incómodo con mi pregunta. Hace unos meses, calculadora en mano, llegué a la conclusión de que solo 7,1 millones de los 22,9 millones desembolsados entre 2006 y 2011 en subvenciones sobre «memoria histórica» fueron destinados a la búsqueda y exhumación de víctimas de la guerra y la dictadura. Es decir, solo una tercera parte de las ayudas fue para localizar y abrir fosas. Además, de la parte destinada a otras finalidades, nada menos que 4,8 millones de euros fueron destinados a regar con dinero público a fundaciones y asociaciones vinculadas al PSOE, IU, PCE, ERC, UGT o CCOO, proporcionándolas una financiación extra para sus actividades.

Lo que faltaba por conocer es que Moncloa no sabe cuántas víctimas han sido exhumadas desde 2006 con esas ayudas estatales. Así lo reconoció para rechazar mi solicitud de información, pretextando que para saberlo había que mirar uno a uno los expedientes, y que eso suponía «una acción previa de reelaboración», causa legal de inadmisión de la solicitud. Asimismo, me respondieron que mi petición tenía «carácter abusivo» porque había solicitado anteriormente información sobre la justificación -no sobre el resultado, que es muy distinto- de dichas subvenciones.

En definitiva, el Gobierno admite que ni sabe ni se preocupa por saber el número de víctimas exhumadas. Para colmo, me remiten al mapa de fosas del Ministerio de Justicia, del que no solo reconoce que está sin actualizar, sino que incluye también las fosas que exhumó Franco para trasladar los restos al Valle de los Caídos. Es difícil llegar a tanto bochorno.

Y ahora pretende convencernos Pedro Sánchez de que el asunto de las fosas va a ser una política de Estado con la reforma de la ley. Pues lo básico es que el Estado sepa los resultados de su política. ¿Cómo va a proponer ahora el objetivo de exhumar 20.000 víctimas -las que restan en las fosas, según el reconocido forense Francisco Etxeberría- si tampoco estamos seguros de que las vaya a contar?

Hace tiempo que se deshizo la monumental falsedad de que somos el segundo país del mundo con más fosas comunes después de Camboya. Lo que ahora somos de verdad, lamentablemente, es el único país del mundo donde el Gobierno te dice que, si quieres saber el número de víctimas exhumadas de las fosas gracias al dinero de los contribuyentes, las cuentes tú. He excavado una fosa y he ayudado a la búsqueda documental de varias. Siempre he sido partidario de una política de Estado en relación con las fosas, y me remito a mi artículo en estas mismas páginas titulado Un memorial español. Por eso no me esperaba una respuesta a la defensiva por parte del Gobierno. Parece como si no entendiera la cuestión de las fosas como una asignatura pendiente del conjunto de la sociedad española, como lo ha venido asumiendo una creciente mayoría de los españoles, de izquierdas y de derechas. Pedro Sánchez ve toda la trágica historia de las dos Españas como su particular coto vedado donde seguir alimentando su uso sectario del pasado, en ese intento delirante de deslegitimación de sus rivales políticos en el sistema de la alternancia democrática.

Por fin hemos descubierto que el «nos interesa que haya tensión» equivale a un «nos interesa que haya ignorancia». Una declaración de principios que retrata fielmente, al fin y al cabo, la pulsión esencial del sanchismo.

Pedro Corral, periodista y escritor, es diputado del PP en la Asamblea de Madrid.

Fuente: El Mundo 

El mito del Euskera perseguido por Franco, por Francisco Torres

  Lamentablemente, cuando hoy alguien busca información sobre un tema acude de forma inmediata a la red. Un lugar donde cabe cualquier cosa ...