lunes, 30 de diciembre de 2019

Stanley G. Payne: “Franco fue el gobernante de mayor éxito económico y social de toda la historia de España”

Stanley George Payne es un prestigioso historiador e hispanista estadounidense. Es doctor en Historia por la Universidad de Columbia y profesor emérito de Historia en la Universidad de Wisconsin-Madison, donde ostenta la cátedra Hilldale-Jaume Vicens Vives. También es codirector del Journal of Contemporary History, miembro de la Academia Americana de Artes y Ciencias (American Academy of Arts and Sciences) y académico correspondiente de la Real Academia Española de la Historia. Payne escribe con cierta frecuencia artículos de opinión en los periódicos españoles ABC y El Mundo sobre actualidad hispana. También en la Revista de Libros colabora asiduamente con sus ensayos bibliográficos. Dirigió en la Universidad de Burgos, en julio del 2005, el curso La represión durante la guerra civil y bajo el franquismo: historia y memoria histórica. En 2006 Payne fue el director del curso «La guerra civil: conflicto revolucionario y acontecimiento internacional» en la Universidad Rey Juan Carlos.

Está considerado por muchos como el historiador más eminente sobre la República, la Guerra Civil y el franquismo. Su libro sobre el régimen de Franco de 1987 sigue siendo el mejor estudio académico sobre el régimen. Para la confección de esta entrevista hemos contado de nuevo con el asesoramiento del historiador D. Rafael María Molina, conocedor de la obra de Payne, al que agradecemos su colaboración.

¿Puede hacer una valoración general muy resumida de lo que representó la figura de Franco en la historia de España?
¿Qué más podemos decir de Franco?  Fue la figura más dominante de toda la historia moderna y contemporánea de España, más decisiva, si se quiere, que Felipe II. Liquidó el conflicto autoritario creado en España por el proceso revolucionario de la República, logrando por una temporada la victoria de su propio sistema.  Representó el auge y el final de toda la historia tradicional de España y su culmen. Bajo Franco se vivió la última etapa del catolicismo tradicional, del imperio de ultramar, y de la cultura española histórica. Y durante su régimen se abordaba el comienzo de una nueva cultura postradicional y poscatólica, aunque Franco escasamente entendía eso.
Pero lo más triste es esto: en 2020 hay que preguntar si Franco no conoció a los españoles mejor que ellos se conocen a sí mismos.  Siempre advertía que si, después de su muerte, se volviera a un sistema liberal parlamentario, tarde o temprano sería acompañado por la vuelta de sus “demonios familiares”—las divisiones infranqueables y los odios mutuos.  Casi parece que hemos llegado a este punto, pero esperemos que no sea así.
¿Cuáles fueron las principales virtudes del régimen y qué aspectos podían haberse mejorado?
Logros: ganó la guerra civil, un desafío grande y complicado-- por las buenas o las malas—mantuvo la neutralidad de España en la guerra mundial, y administró la modernización definitiva del país. Las más agudas críticas han sido y serán sobre el hecho de que presidió la represión de esa época (aunque no hubiera sido muy fácil de evitar, dada la violencia del proceso revolucionario). También le acusan de que él y su régimen tenían una relación especial con la Alemania nazi (que fue cierta), y que mantuvo una dictadura personal por 39 años.

¿Cómo valora la vil profanación de sus restos alentada por los sucesores del bando perdedor?
Se entiende el argumento de los profanadores—que el Valle es un monumento a los caídos, que Franco no cayó en la guerra y que con su exhumación se alcanza mayor integridad del monumento.
El problema es que ese no fue el objetivo principal de Sánchez, que fue dar un golpe más en la lucha sobre la historia en la España actual.  Lo que importa a las izquierdas no es esa historia misma, que en sí no les interesa absolutamente nada, sino la explotación política de su propia versión, para darles más poder en el momento presente. Yo creo que por lo general los políticos deben respetar los restos de la historia—les guste o no—y no estar tratando de manipularlos según los valores del presente, que en 30 o 40 años pueden ser muy diferentes.
¿Qué opina del hecho de que el Franquismo siga siendo una auténtica obsesión para la izquierda en España casi 50 años después de la muerte de Franco?
Refleja dos cosas.  Primero, que la izquierda actual es hueca y sin mucho programa positivo, según las normas clásicas.  Se han agotado los argumentos tradicionales y se busca un apoyo diferente.  Segundo, las doctrinas tradicionales han sido reemplazadas por las normas de la nueva religión política de Occidente, que es la corrección política y multicultural.  Para esta ideología la historia es muy importante porque se sustituye la división binaria de víctimas y perpetradores (tanto víctimas políticas como “víctimas de género”) en vez de la antigua marxista de obreros explotados y explotadores capitalistas. Toda la historia ha de ser entendida según tal concepto.
No es que “los españoles no hayan resuelto la guerra civil,” porque se resolvió en sí ya hace tiempo, sino que no se quiere aceptar y reconocer la historia o estudiarla detenida y objetivamente.  Prefieren inventar otra historia, tentación muy típica entre los seres humanos.  En España durante 40 años se ha impuesto una versión de su historia contemporánea muy sesgada, incapaz de enfrentarse con la realidad.  El “Franco” de las izquierdas actuales no es el Franco histórico, aparentemente inasumible, sino que es una nueva creación del siglo XXI, un explícalotodo demoníaco e ideologizado.  Se trata de una figura mítico-religiosa, una especie de neoSatanás.  Es una necesidad teológica de la nueva religión.

¿Cómo es posible que durante los 80 incluso con gobierno socialista de Felipe González la reconciliación entre los españoles parecía mucho más sellada que 50 años más tarde cuando la izquierda ha convertido el antifranquismo en una de sus principales banderas?
Ya me he referido a los dos factores fundamentales, el primero es el agotamiento de las izquierdas clásicas, fenómeno que se observa en casi todo país occidental.  Hace falta algo nuevo, y esto se busca con la ideología nueva y su “radicalización nueva,” basada en gran parte en la historia, como acabo de explicar, que insiste en la victimización histórica, que en España significa que los derrotados de la Guerra Civil han de ser reivindicados como la mejor causa o bandera histórica aprovechable. 
En 1980, todavía se vivía intelectual, política y religiosamente en la época moderna, a caballo entre un marxismo agotado y progresivamente abandonado y la socialdemocracia. Esto se aproximaba muchísimo más a la realidad, haciendo posible que se aceptara en gran parte la historia, se enfocaban los problemas prácticos de la sociedad y no se invocaba una religión nueva.  Así las izquierdas eran más modestas y más realistas y honestas.

Usted ha escrito obras clásicas sobre la historia del fascismo. ¿Cree usted que Franco y su Régimen fueron fascistas?
No, pero, en cambio, sí parcialmente fascistizado en su primera época.  Es innegable que había un componente importante de fascismo en esa fase.  El franquismo era siempre lo que los politólogos llaman un “régimen autoritario semipluralista” compuesto de varios sectores o “familias,” pero entre 1937 y 1943 el falangismo—esencialmente fascista, sobre todo en aquellos años—era un sector importante. No dominaba en ningún momento, ni siquiera entonces, pero quedaba como alternativa importante que Franco manipulaba a su antojo. Luego en agosto de 1943, un mes después de la caída de Mussolini en Roma, Franco se dio cuenta de que el fascismo no era probable como el resultado principal de la guerra, y entonces comenzó la “desfascistización” en España.  Pero quedaba un proceso lento y así un proceso que se continuaba a poco a poco por mucho tiempo.
¿Fue la Guerra Civil española el preludio de la II Guerra mundial o más bien se inscribe en los parámetros de las luchas anticomunistas europeas de los años 20 como las de Finlandia o Polonia?
Un poco el primero, pero mucho más el segundo. Es decir, el conflicto español fue de la “época” de la Segunda Guerra Mundial, por su proximidad cronológica, aunque la guerra sólo empezó después.  No fue un “preludio” directo porque España no se involucró en ese conflicto, pero la intervención y la no intervención eran una parte de las maniobras internacionales antes de su comienzo, y el fracaso de las izquierdas y de la revolución española sin duda influyó en la mente de Stalin, alentando su cambio de estrategia con la firma del pacto con Hitler.  Pero el hecho de que Stalin pusiese su estrategia al revés para poder fomentar la guerra mundial indica bien que la de España fue otra cosa muy diferente, una confrontación al revés de la de 1939.
No fue una guerra internacional, a pesar de haber sido definido así por las izquierdas por 80 años, algo en que se han equivocado con la máxima terquedad. Fue una guerra civil revolucionaria/contrarrevolucionaria de la época especial de tales luchas entre las dos guerras mundiales, con una segunda fase estimulada por la segunda de estas guerras, fase que duró de 1941 hasta 1949.  La mayor parte de estos conflictos tuvo lugar entre 1917 y 1922, y en el este/centroeste de Europa.  La española fue la única en Europa occidental, y la única que tuvo lugar en los años 30. Por eso recibió más atención en Occidente que cualquier otra y muchas veces se ha exagerado o distorsionado su significado.
¿Tuvo el Régimen de Franco una orientación totalitaria o fue más bien un sistema político tradicional español basado en la Religión?
En gran parte ese régimen fue una sorpresa, una respuesta inmediata a la crisis nacional de 1936.  El propio Franco había pensado en tales cosas solamente desde 1934, y hasta entonces como meras posibilidades teóricas, que probablemente no tendrían lugar. Sus raíces doctrinales eran más de la revista monárquica Acción Española que de Falange.
Para Franco fue un régimen nuevo híbrido, católico, parcialmente falangista y potencialmente monárquico (pero este último dependería).  No tenía una sola fuente doctrinal, y Franco era explícito que todo se creaba sobre la marcha y probablemente—en parte—cambiaría, como de verdad cambiaba bastante.  En los primeros años Franco empleaba la voz “totalitario,” pero en un sentido italiano, no alemán o soviético.  Las ideas fascistas entraban, pero solo parcialmente, y luego comenzó la desfascistización en 1943.
La identidad y cultura católicas eran esencialmente tradicionales, pero el franquismo no fue carlista ni de la derecha tradicional, sino sui generis, una síntesis nueva del siglo veinte, de una derecha nueva que combinaba importantes elementos tradicionales con políticas nuevas, a veces muy modernizantes y hasta radicales. A partir de 1947 se liberalizaba más y más, aunque siempre seguía siendo de un derechismo autoritario.  Era varias cosas diferentes, pero al final la misma dictadura de Franco.  Como decía Nietzsche, lo que tiene una historia no puede ser definido.
¿Cree que Franco ha podido ser el gobernante español de mayor éxito a nivel económico y de protección social de toda la historia de España?
Sin duda alguna.  Presidió una época de transformación absolutamente fundamental.  La política del régimen tuvo sus lagunas y errores, pero en las cosas más importantes normalmente acertó.  Anticipó el “modelo asiático” de la dictadura modernizante, de la Corea del Sur de Park o la China comunista, pero mucho antes y sin la monstruosa secuencia de superatrocidades del régimen chino, en el que murieron cuarenta millones—o más—de personas.
El régimen tuvo algunas oportunidades excepcionales, pero no las malgastó como los peronistas o los soviéticos.  También se ha insistido que Franco no entendía cuestiones económicas complicadas y a veces se equivocó.  Sin duda, como tampoco no entienden muchas cosas sus críticos, pero Franco entendía lo suficiente.
Más tarde las izquierdas acuñaron otros de sus mitos, según el cual la verdadera modernización tuvo lugar sólo después de 1975.  Otra falsedad.  Los cambios básicos transformadores tuvieron lugar en el cuarto de siglo de 1950 a 1975.
¿Por qué cree que la izquierda hace tanto hincapié en la represión franquista mientras obvia completamente las matanzas de la zona republicana?
Porque les conviene y lo creen políticamente rentable. Viven en la negación y pueden continuar así porque dominan las universidades y la mayor parte de los medios de comunicación. Si admitieran la verdad sería imposible basar su argumento en el victimismo, que es fundamental para su ideología, y por eso la mentira y la negación son absolutamente indispensables. Un factor secundario es la larga duración de la dictadura, que puede ser utilizado para combinar toda ella con la represión de su primera etapa después la Guerra Civil.
Además, les es bastante fácil porque hay muy poca contestación. Esto ya empezó bajo Franco y su régimen, que nunca dedicaron una atención detallada a la historia hasta sus últimos años, cuando en parte habían tenido la mano forzada por los hispanistas exteriores. Curiosa situación, que ya ocurrió antes en ciertas circunstancias en España en los siglos XVIII y XIX.  Y actualmente los llamados “conservadores” como el PP de Rajoy y Casado buscan huir o esconderse de la historia.  Son ignorantes y dialécticamente casi increíblemente torpes, con un terror innato de que se les llame “franquistas.”
¿Cree que la actual izquierda española supone un peligro para la monarquía?
Claro que sí.  Hay que distinguir entre las izquierdas de la Transición, unos pragmáticos que se convirtieron en monárquicos, y las actuales, que surgieron en los últimos años del siglo XX, irresponsables y con doctrinas mucho más radicales.  Aquéllas eran izquierdas modernas del siglo XX, mientras éstas son los posmodernos informados por la ideología de la corrección política radical e identitaria.  Su tendencia básica busca la deconstrucción total.  A pesar de toda su palabrería de memoria histórica, no tienen memoria ni saben nada de la historia.  La historia de las dos repúblicas no les importa ni lo más mínimo.

¿Porque Franco falló en poder perpetuar su régimen tras su muerte?
Nunca fue una posibilidad seria, aunque él esperara que sí. De todas las dictaduras derechistas del siglo XX, la suya fue la que tuvo más éxito, pero quedaba siempre una dictadura personal de derechas.  Esta clase de régimen no dura mucho más allá de la muerte del fundador. La razón es la gran dificultad en lograr la institucionalización, que en cambio es una especialidad del comunismo totalitario, mucho más estructurado y represivo, con una ideología muy elaborada, a pesar de su incoherencia. (Pasa así también hasta en el caso tan desastroso de la Venezuela actual, con la seguridad de su régimen sostenida indirectamente por el totalitarismo cubano). De ningún modo Juan Carlos y los suyos iban a fusilar a gente para mantener la dictadura, mientras para los comunistas eso les tiene normalmente sin cuidado.

Más específicamente en el caso de España, el régimen se basaba en la religión y la cultura tradicionales, pero estas cambiaron drásticamente en los años 60, dejando al régimen suspenso en el aire, sin mucha base.  El llamado “franquismo sociológico” era una realidad en 1940 y 1950, pero por 1970 estaba dejando de existir.  En ese sentido el franquismo murió  víctima de su propio éxito de transformación y modernización.

¿Cree usted que el franquismo ha podido ser el régimen autoritario de mayor éxito de todo el siglo XX?
El régimen autoritario de mayor éxito, no, a lo menos no en todas las dimensiones.  Por el mismo periodo de tiempo, los de mayor éxito fueron los comunismos ruso y chino.  Ambos sucesivamente se convirtieron en la segunda potencia mundial.  El de Franco fue el más exitoso sólo de los regímenes de derechas.
El mayor éxito, como indicado antes, fue de haber logrado el mayor grado de modernización y progreso, en un lado de toda la historia de España y en el otro de cualquier dictadura de su época.  En 1975 cuando Franco murió, el nivel de bienestar en España estaba muy por encima del soviético, e igualmente con mucha más libertad.  No sabemos cómo va a acabar la China comunista.

¿Como fue posible que el separatismo vasco y catalán resurgieran con tanta fuerza a su muerte?
Ya habían logrado cierto arraigo por 1936, mientras la represión de Franco en en el País Vasco y Cataluña ha sido exagerada por la izquierda. El otro factor ha sido el crecimiento exponencial del posmodernismo deconstructivista e identitario desde los años 60.  Ese ambiente les favorecía mucho, mientras se podía identificar al franquismo como la represión del nacionalismo español.  El auge del europeísmo fue otro factor, que facilitaba la superación de la nación española y proveyó otra referencia.  Igualmente o más importante fue el apoyo casi total de las izquierdas españolas hasta ayudar a crear un monstruo. Y finalmente la política de apaciguamiento casi total de todos los partidos, aumentado por el “efecto llamada” en otras regiones que apoyaban el proceso, en cierto sentido, en provecho de lo que estimaban eran sus propios intereses.
¿Hasta que punto la batalla interna entre tecnócratas y falangistas o Movimiento a partir de la apertura de la economía de finales de los 50 y principios de los 60, fue decisiva para la futura evolución de la historia de España?
Me parece fácil exagerar la importancia de este conflicto interno. A veces complicaba la vida interna del régimen, pero las dos fechas clave en la historia de la FET fueron 1943 y 1957.  La primera determinó el comienzo de la desfascistizacion, mientras la segunda cerró la puerta a una posible refalangistización. Después de 1957 los falangistas nunca tenían una voz determinante en la historia del régimen, sino una voz puramente secundaria.  En esto el éxito del Plan de Estabilización después de 1959 fue fundamental. El régimen evolucionó más y más de acuerdo con los tecnócratas, aunque Franco nunca abandonó su política de equilibrio, de divide et impera.

¿Cree que el enfrentamiento de la Iglesia con el régimen a partir del Concilio Vaticano II, después de haber sido estrechos aliados, fue decisivo para la posterior historia de España?
Lo que Franco llamó “una puñalada por la espalda” fue de verdad importante.  El catolicismo fue fundamental como una de las bases más sólidas y decisivas de su régimen, aunque el papado siempre estaba más distante que la jerarquía eclesiástica en España.
La transformación efectuada por Vaticano II impuso una orientación política muy diferente, no meramente hacia la democracia sino con respecto a las izquierdas.  No hubo nada más significante en hacer imposible una continuación del sistema después de la muerte de Franco.

¿Cree usted que la actual democracia española puede agotarse como le ocurrió a la Restauración hace un siglo?
No estoy seguro que el sistema de la Restauración “se agotó”, exactamente.  Tenía grandes dificultades en mantener la unidad y la coherencia, y llegar a la democratización, pero había logrado mucho y todavía tenía posibilidades. El sistema actual está, evidentemente, en horas muy bajas, pero hay mucho apoyo pasivo. ¿Qué podría reemplazar este sistema? No existe el menor acuerdo con respecto a una alternativa, ni siquiera para formar un gobierno de coalición temporal.  Es imposible adivinar el resultado de todo eso, aunque no parece muy atractivo.

¿No se ha echado en falta un gran estadista en el Régimen de 1978 como pudo ser Antonio Cánovas del Castillo a finales del XIX?
Un gran líder constituye una ventaja enorme, pero no está muy probable en medio de la mediocridad española actual, y lo de España no es tan diferente de otros países.  Los regeneracionistas buscaban un Mesías, pero luego acabaron meramente con Primo de Rivera (aunque ciertamente no el peor de los dictadores). No se puede esperar pasivamente a un Salvador.  Hay que trabajar, hacerse caso y participar con vigor.  El Señor ayuda a los que se ayudan a sí mismos.

viernes, 27 de diciembre de 2019

En defensa de Elvira Roca

En la última semana hemos asistido con estupor a una campaña de descrédito público dirigida contra la investigadora Elvira Roca Barea. El acoso fue iniciado por el diario El País, con armas y bagajes, pero ha sido continuado por otros medios, y es fácil ver que hay una línea común que busca desautorizar las incómodas, pero muy reveladoras, tesis que la autora defiende en sus libros Imperiofobia y leyenda negra -superventas con más de 100.000 ejemplares- y el más reciente Fracasología, del que se ha lanzado una insólita primera edición inicial de 20.000 ejemplares.
Lo más sorprendente es que se pretenda acusar a la autora de defender una visión de la historia de España que lanza balones fuera y que culpa de nuestros males a los otros, a otras naciones y países, cuando es justo al revés. Ya en Imperiofobia, pero de forma muy rotunda en Fracasología, Elvira Roca defiende que muchos de los problemas de España tienen su origen en la actitud servil de sus élites, que renegaron de su país llevados de una acrítica admiración hacia todo lo exterior. Lo novedoso de España no es que fuera víctima de una leyenda negra -todos los imperios las padecieron- sino que sus élites la asumieran y se la creyeran.
El inicio de la campaña en El País motivó una recogida de firmas en respuesta al periódico, y en defensa de la autora, a la que se han suscrito personalidades como el escritor Fernando Savater; el periodista Arcadi Espada; el dramaturgo Albert Boadella; el filósofo y experto en Educación Gregorio Luri; Carmen Iglesias, directora de la Real Academia de la Historia o el novelista Javier Moro, por destacar sólo a unos pocos de los integrantes de un listado de 101 personas que no mereció más que una escueta respuesta autojustificativa de El País, y sin hacer referencia a los firmantes que respaldaban el escrito, pese a su obvia notoriedad.
Firmantes que incluían también a otros periodistas y columnistas como Isabel San Sebastián, Cristian Campos, Julio Valdeón, Antonio Pérez Henares, Jorge Bustos, José Pardina, Enrique García Maíquez, Rebeca Argudo, Berta González de la Vega, Jesús Nieto Jurado, Alfonso Basallo, Pepe Albert de Paco, César Cervera, Dolores Canales o Aurora Pimentel, entre otros. Así como a personas destacadas del mundo de la cultura como Pedro Insúa, Mikel Arteta, Teresa Giménez Barbat, Francisco Sosa Wagner, Júlio Béjar, Roger Domingo, Jorge Ferrer. Ilia Galán, Ignacio Gómez de Liaño, José Luis López Linares, José Antonio Martínez Climent, Fernando Navarro García, Iván Vélez, o Sofía Rincón, entre otros muchos que pueden consultarse en el listado final.
A continuación reproducimos el escrito que dirigimos a El País y que ni siquiera mereció ser publicado íntegramente en su web.

CARTA ABIERTA

Los abajo firmantes hemos leído con sincero estupor el amplio artículo que el diario El País dedicó el pasado 20 de diciembre a desautorizar el libro Imperiofobia y leyenda negra, de la investigadora Elvira Roca Barea, y no podemos menos que mostrar nuestra sorpresa e indignación por el tono y planteamiento del texto periodístico de este diario.
Digamos, para empezar, que es insólito someter a una criba semejante a un ensayo histórico que, en todo caso, debe ser objeto de contraste de pareceres y controversia en el ámbito académico, o en el terreno de la crítica cultural. Pero dar tratamiento informativo a las precisiones que realiza El País, fácilmente corregibles en alguna de las nuevas ediciones del libro, sin que ello afecte lo más mínimo a la tesis principal que Imperiofobia defiende, es algo que no recordamos haber visto antes.
Pretender desmontar una tesis tan sólidamente construida como la del libro de Roca Barea con 14 matizaciones aisladas, cuya relevancia, además, es muy exagerada por la autora del reportaje, parece más un ataque al hombre (en este caso a la mujer) que un verdadero debate sobre la historia. Que el reportaje afirme, además, que Roca Barea se ha convertido en referente del pensamiento conservador español parece apuntar con claridad al tipo de interés político que motiva el artículo.
No obstante, si se trata de una nueva línea periodística que el periódico considere válido mantener convendría extenderla a más autores. Podrían empezar, por ejemplo, por otro libro al que el diario El País ha dado amplia cobertura en sus páginas, Imperiofilia, de José Luis Villacañas; libro plagado de juicios de valor sin ningún fundamento que no ha merecido reproche o comentario crítico en su periódico. Por otra parte, probablemente ni siquiera muchos de los más sesudos trabajos históricos académicos pasarían un cedazo como el que se ha aplicado a Elvira Roca. Y conviene recordar que Imperiofobia nunca pretendió ser más que lo que es: un ensayo. Eso sí un ensayo muy bien defendido y argumentado; quizás sea justo eso lo que moleste tanto.
El empeño del reportaje por cuestionar el libro Imperiofobia lleva a su autora incluso a desmentir un dato cierto: en efecto, el documental de la BBC Los Andes. La espalda del dragón maneja en su versión en castellano la cifra imposible de que los españoles acabaron con 1.500 millones de incas, tal y como Elvira Roca recoge en su libro como prueba de la pervivencia de una leyenda negra según la cual todo lo malo es posible cuando se trata de España. Que el error esté en la versión española del documental, y no en el original inglés, no invalida la tesis ni mucho menos autoriza a tachar a Elvira Roca de ligera o mentirosa.
Asimismo, toda la controversia que levanta el reportaje de El País sobre las cifras relativas al porcentaje de presos de la Inquisición que sufrieron tortura, cuestionando que el experto Haliczer dijera lo que Elvira Roca afirma, queda desmontada por un vídeo disponible en youtube (El Mito de la Inquisición Española, parte 2 de 3, minuto 1, aproximadamente) en el que el propio experto, de viva voz, corrobora los datos que Imperiofobia le atribuye.
Pero hay que insistir, además, en que incluso si diéramos por buenas todas las correcciones que el reportaje plantea -muchas de las cuales podrían ser objeto de legítimo debate- ninguna de ellas afectaría a la tesis principal que el libro defiende. Apenas supondrían más que leves rasguños en el muy sólido edificio argumental que Elvira Roca Barea ha construido con su obra.
Paradójicamente, el propio artículo de El País, en su empeño por desautorizar el libro Imperiofobia no hace otra cosa más que confirmar una de las tesis que su autora defiende: la resistencia de una parte de la intelectualidad española del presente a admitir la pervivencia de la leyenda negra entre nosotros.
Firmantes:
1. Juan Abreu, escritor
2. Pepe Albert de Paco, periodista
3. Rebeca Argudo, periodista
4. Vidal Arranz Martín, periodista
5. Mikel Arteta, doctor en Filosofía Política
6. Mariano J. Aznar Gómez, catedrático de Derecho Internacional Público de la Universitat Jaume I
7. Juan Barrionuevo, abogado
8. Alfonso Basallo, periodista
9. Julio Béjar, escritor
10. Pilar Bensusan Martín, catedrática de Derecho Administrativo de la Universidad de Granada
11. Oscar Bermejo, economista
12. L. Blanco Valdés, catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Santiago de Compostela
13. Albert Boadella Oncins, dramaturgo
14. Jorge Bustos, periodista
15. Enrique Caballero Madera, economista
16. Juan Cabrera Cabrera, médico y ex decano de la Facultad de Ciencias de la Salud de Las Palmas
17. Cristian Campos, periodista
18. Dolores Canales Bustamante, periodista
19. José Luis Castrillón, escritor
20. César Cervera Moreno, periodista
21. Ramiro Cibrián, Antiguo Lector PH Yale University
22. Miguel Angel Clavijo Redondo, profesor de la Universidad de la Laguna
23. Fernando Company Cera, arquitecto técnico
24. Roger Domingo, editor
25. Aquilino Duque, poeta
26. María Escribano, crítica de arte
27. Arcadi Espada, periodista
28. María Luisa Esteban Hernández, bibliotecaria
29. Jorge Ferrer, traductor
30. Mercedes Fuertes, catedrática de Universidad
31. Ilia Galán Díez, profesor de la Universidad Carlos III y poeta
32. Enrique García Maiquez, periodista y poeta
33. Carlos García Mateo, escritor
34. Fernando García Romanillos, periodista y profesor
35. Teresa Giménez Barbat, escritora
36. César Girón, Académico de número de la Real Academia Andaluza de la Historia
37. Ignacio Gómez de Liaño, profesor universitario
38. Sergio González Ausina, periodista
39. Berta González de Vega, periodista
40. Jesús González Maestro, profesor de Universidad
41. Alberto G. Ibáñez, escritor y ensayista
42. Ricardo Graziani, médico
43. Rosario Herrero Pérez, bibliotecaria
44. Carmen Iglesias, directora de la Real Academia de la Historia
45. Pedro Insua, profesor de Filosofía
46. Pilar Irureta-Goyena Sánchez, bibliotecaria
47. José Miguel Jaubert Lorenzo, abogado
48. David Jiménez-Blanco, economista
49. Fátima La Roche, médico
50. Larry Levene, productor y director de documentales
51. José Luis López Linares, director de cine
52. Gregorio Luri, profesor de Filosofía y experto en Educación
53. Casiano Manrique de Lara Peñate, economista
54. Francisco Mansur Nauffal, empresario
55. Agustín Marrero Quevedo, ingeniero
56. Luis Martín Arias, profesor titular de Universidad de Valladolid
57. José Antonio Martínez Climent, escritor
58. Juan José Martínez Jambrina, médico psiquiatra
59. Ignacio Martínez Lagares, abogado
60. Luis Méndiz Marín, sociólogo y educador
61. Óscar Méndez Pirez, jurista
62. Rafael Molina Petit, funcionario
63. Mario Virgilio Montáñez, gestor cultural
64. Tomás Morales, administrador de empresas
65. Javier Moro, escritor
66. Lorenzo Muñoz Cerdeña, economista
67. Fernando Navarro García, presidente del Centro de Investigaciones sobre los Totalitarismos y Movimientos Autoritarios
68. Jesús Nieto Jurado, escritor, actor y columnista
69. Francisco Oya Cámara, profesor de Historia
70. José Pardina, periodista y editor
71. Antonio Pérez Henares, periodista
72. María Jesús Petrement, funcionaria
73. Aurora Pimentel Igea, periodista
74. Rafael Pombriego Castañares, dirigente empresarial
75. Miguel Angel Quintana Paz, profesor universitario de Ética
76. José Matías Ramos Trujillo, ingeniero industrial
77. Manuel Rebollo Puig, catedrático de Derecho Administrativo
78. Sofía Rincón, artista plástica
79. Antonio Robles Almeida. Profesor de Filosofía y escritor
80. Miguel Ángel Rodríguez, escritor e ingeniero de Obras Públicas
81. Carmen Elena Rodríguez Zurita, profesora de Historia
82. Carlos Ruiz Miguel, catedrático de Derecho Constitucional
83. Marlene Sáez Díaz, psicóloga
84. Isabel San Sebastián, periodista
85. Javier Santacruz Cano, economista
86. Fernando Savater, escritor
87. Juan Carlos Savater, pintor
88. Nicolás Socorro Ortega, empresario
89. Francisco Sosa Wagner, catedrático de Universidad
90. Maximiliano Trapero Trapero, catedrático de Universidad
91. Julio Valdeón Blanco, periodista
92. Tomás Van de Walle, empresario agrícola
93. Rodrigo Vázquez de Prada y Grande, periodista
94. Eduardo Vega de Seoane, pintor
95. Mario Velasco Pérez, ingeniero
96. Iván Vélez, escritor
97. Mariano Vergara Utrera, abogado
98. Manuel Wood Wood, profesor titular de Universidad
99. José Antonio de Yturriaga Barberán, embajador de España. Profesor de Derecho Diplomático de la UCM
100. Jesús Zorita González, abogado
101. José A. Zorrilla, embajador de España

miércoles, 18 de diciembre de 2019

Cuando las SS negociaban con el Sionismo - Ernesto Milá

Pocos lo quieren reconocer. Al parecer no conviene a nadie salvo a la verdad histórica recordar que entre 1935 y 1939, el SD (servicio de seguridad del Tercer Reich) negoció la repatriación de los judíos alemanes a Palestina y varias decenas de miles lograron alcanzar la “tierra prometida”. Es una verdad incómoda pero ahí está. Seguir este episodio semidesconocido nos servirá para explicar algunos giros de la política del III Reich en relación a Palestina

El esquema de los organismo de seguridad 
del Tercer Reich

El Sicherheitsdienst o Servicio de Seguridad, siglado SD, había sido creado tardíamente (1932) por Heinrich Himmler y puesto al mando de Reinhard Heydrich, configurándose desde el principio como un verdadero servicio de espionaje e información, tanto en su tarea de recogida de datos como de análisis de los mismos. Incluía también un “sector operativo” encargado de neutralizar las amenazas que pudieran surgir contra los dirigentes del NSDAP y contra el propio partido.

Desde el principio este servicio entró en competencia con las Sturmabteilung(las Secciones de Asalto) que reivindicaban tales competencias a través de la sección segunda de su Estado Mayor. Sin embargo, a partir de la llamada “noche de los cuchillos largos” cuando el poder de las SA es liquidado y pasa a ser una mera “fuerza auxiliar”, el SD obtuvo la acreditación de “único servicio de información del partido”. A medida que las estructuras del NSDAP se fueron confundiendo con las del Estado, las SD pasaron a ser un servicio de información especial que apoyaba a la Gestapo (y que en ocasiones tendía a confundirse con este organismo).

El rastro del SD se inicia después de las elecciones del 14 de septiembre de 1930 en donde el NSDAP obtuvo 107 diputados y el 18% de los votos, configurándose como la segunda fuerza política de aquel país, después de los socialdemócratas y a distancia de los comunistas y de los partidos de centro y centro–derecha. A partir de ese momento surgió la necesidad –y la posibilidad– de reunir todas las informaciones que fueran importantes para garantizar la seguridad del partido. Al año siguiente, en 1931, en el interior de las SS se constituyó el Ic–Dienst bajo las órdenes directas de Himmler, el cual designó a un oficial de marina, Reinhard Heydrich para dirigirlo. Himmler reconocía así que el arma de marina siempre había tenido bajo su responsabilidad el servicio de inteligencia militar y consideró lógico pensar en un marino para acometer esta tarea (la Abhwer, inteligencia militar, estaba, igualmente dirigida, por tradición, por marinos).

Cuando estalló la guerra y se ocuparon territorios extranjeros, el SD organizó en ellos una red de informadores y agentes sobre los movimientos de oposición y resistencia y sobre la evolución política que se iba produciendo. Así mismo, el SD asumió competencias de seguridad interior, vigilando a las fuerzas armadas y a las estructuras del NSDAP. Las competencias del SD eran las propias de un servicio de información (infiltración, recogida de datos, análisis del material obtenido y –como veremos– servicios especiales; a no confundir con la Gestapo (siglas de Geheime Staats Polizei o Policía Secreta del Estado, con funciones se seguimiento de la oposición política) y la Kripo(contracción de Kriminalpolizei o Policía Criminal encargada de la investigación y represión de los delitos comunes), ambas agencias ejecutivas para la represión de delitos políticos y comunes respectivamente. Estos tres cuerpos de seguridad del Estado –Kripo, Gestapo y SD– estaban bajo el mando de Heinrich Himmler. 


Tras la llegada al poder, en 1936, el cuerpo de policía se estructuró en dos grandes ramas: el Ordnungspolizei, conocida como Orpoo “policía de orden”, encargada de todo lo relativo a la seguridad ciudadana, al control del orden público y de los pequeños delitos). La Orpo, a su vez estaba organizada en tres ramas: el Schutzpolizei o policía municipal, la gendarmería o policía rural y el Gemeindepolizei o policía local.



Por otra parte, la Sicherheipspolizei agrupaba a la Kripo y a la Gestapo. A partir de 1939, ésta última quedó centralizada en el llamado Reichssicherheitshauptamt (RSHA, u Oficina Principal de Seguridad del Reich), que sería dirigida por Reinhard Heydrich hasta su asesinato el 4 de junio de 1942, siendo nombrado a continuación Ernst Kalterbrunner al frente de la misma el 30 de enero de 1943.  

A efectos de nuestro estudio conviene centrarnos en el SD  en su triple aspecto: recogida de información, análisis de la información y operaciones especiales en función de los datos obtenidos. Estas funciones son todavía más claras si se tiene en cuenta que el SD fue incluido como III Departamento de la RSHA (Amt III, Sicherheitsdienst) de Seguridad Interior y en el VI Departamento (Amt VI, Sicherheitsdienst) de Seguridad Exterior. El primero estuvo compuesto por unos 400 agentes estructurados en seis secciones cuyas funciones tras la incorporación de la Sección DI de “Investigación de Adversarios” a la estructura de la Gestapo, quedarían muy disminuidas. Entre las pocas funciones que quedaron adscritas a este departamento figuraba la situación de los alemanes residentes fuera del Reich, espionaje entre la alta sociedad (Grupo G), vigilancia de la industria, el comercio y los abastecimientos (Grupo IIID), informes sobre el estado de ánimo y la actitud de la población (Grupo IIIA), cuestiones culturales y religiosas (Grupo IIIC) y el más esencial de todos ellos a efectos de este estudio: el estudio de los problemas relativos a la “Comunidad Étnica del Reich”, raza, salud pública y minorías étnicas…

Distintas percepciones de la 
“cuestión judía” en el NSDAP

Heinz Höhne, historiador de las SS, reconoce en su obra La orden de la calavera(Editorial Plaza & Janés, Barcelona 1969, pág. 382) que “…en mayo de 1940, Himmler repudiaba en su tristemente célebre memoria sobre el Tratamiento de los pueblos extranjeros en el Este, los ‘métodos bolcheviques de exterminación’, porque según sus íntimas convicciones la eliminación física de los pueblos era antigermana y antinatural. Es importante destacar la fecha: mayo de 1940. Los ejércitos alemanes se preparaban para invadir Francia y hacía ocho meses que la guerra con Polonia había comenzado y Francia e Inglaterra habían transformado un mero conflicto fronterizo en una nueva guerra europea. Antes de esa fecha, 1º de septiembre de 1939 (y Höhne así lo reconoce), el plan oficial aceptado por las SS: “expulsar a los judíos de Alemania, o dicho con eufemismo, hacerles emigrar. Por muy despiadada que fuera originariamente esa política antisemita, la eliminación física fue un pensamiento del todo ajeno a los SS hasta el estallido bélico”. Tal es el plan que vamos a intentar documentar en este artículo.

Las líneas de Höhne que hemos reproducido merecen una corrección notable: después de mayo de 1940 al ser imposible la repatriación de los judíos a Palestina a causa del conflicto, el mando de las SS valoró la posibilidad de trasladarlos a Madagascar. Francia sería ocupada en junio de 1940 y, como veremos, algunos jerarcas de las SS consideraron que el gobierno de Vichy aceptaría esté plan a cambio de compensaciones pues, no en vano, Madagascar era colonia francesa. 


Contrariamente a lo que se tiene tendencia a pensar, una vez instalado en el poder el NSDAP no tuvo una posición unánime y clara sobre cómo afrontar la “cuestión judía”. Las opiniones entre los distintos sectores del partido no eran siempre coincidentes y esto produjo entre 1933 y 1936 distintos sobresaltos e incluso enfrentamiento en el interior de la jerarquía nacionalsocialista.

Es cierto que todas las tendencias del NSDAP eran, más o menos, antisemitas, todas entendían que existía un “problema judío”, pero distaban mucho de darle la misma interpretación: mientras que en las SS, cuyo reclutamiento procedía esencialmente de la pequeña burguesía golpeada por la guerra primero y la recesión después, la opinión generalizada tendía a promover un darwinismo social que eliminara a los judíos de la vida pública y de los puestos de dirección de la política y de la finanza, otros sectores del partido se mostraban mucho más beligerantes e incluso toscos.

En la edición española del Mi Lucha (Adolf Hitler, www.radioislam/historia/hitler/mkampf/pdf/spa.pdf) aparecen 125 menciones a la palabra “judío”Hitler explica en el capítulo II, donde retrata su vida en Viena, como llegó al racionalizar su antisemitismo. La lectura de estas referencias indica que el futuro führer, al menos mientras permaneció en Linz no era en absoluto antisemita e incluso cuenta que le enfurecían las exageraciones que solían decirse sobre los judíos en el seno mismo de su familia. Sin embargo, al llegar a Viena primero y después durante su experiencia en el frente, esta opinión cambió y cuando recuperó la vista tras ser gaseado en las trincheras ya había incorporado el antisemitismo a su concepción del mundo, tendencia que traspasó al NSDAP.
Höhne reconoce la existencia de “distintos grupos antisemíticos en el Partido, que eran, por lo menos, tres” (op. cit., pág. 387):
  • El grupo nacionalista opuesto a la presencia judía en la política y en la cultura pero que aceptaba la colaboración “casi ilimitada” en el mundo de la economía (ejemplo: Walter Groß, otro nacionalsocialista libre de toda sospecha: en 1925 se incorporó al NSDAP, su militancia era ya antigua cuando en 1932 organizó la Asociación de Médicos Nacional Socialistas y en 1933 fundó la Oficina de Población y Política de higiene Racial, diputado del Reichstag desde 1936. Escribió varios textos antisemitas como exponente de esta primera tendencia y, finalmente, murió en combate el 25 de abril de 1945 en la ciudad de Berlín luchando contra el ejército rojo).
  • El grupo de “místicos antisemitas” que formaba en torno a Alfred Rosemberg y que consideraban al antisemitismo como una consecuencia de la voluntad de pureza racial de un pueblo, mucho más que de las diferencias religiosas, muy influido por las tesis de H.S Chamberlain que pueden resumirse en esta frase: “La corrupción de la sangre y la influencia desmoralizadora del judaísmo, he aquí las causas principales de nuestros fracasos”. Podría hablarse de un antisemitismo étnico–cultural.
  • El grupo antisemita radical, dirigido por Julius Streicher, sin duda el más beligerante de todos que frecuentemente ha sido considerado como “enfermizo”. Podríamos decir que el suyo fue un antisemitismo de “sal gruesa”, orientado hacia los sectores populares de la sociedad alemana en donde esta tendencia ya estaba anidada de siempre y en donde se redobló a partir de la derrota de Versalles y de la insurrección bolchevique.
Este último sector fue, sin duda el que más tempranamente se integró en el partido hitleriano (procedente del DSP, Deutschsozialistiche Partei (Partido Alemán Socialista) dirigido por Julius Streicher quien difundía sus tesis sobre un complot judío a través de las columnas de su diario Der Stürmer. Fue este sector el que una vez alcanzado el poder provocó distintas oleadas de incidentes callejeros de corte antisemita. 

En cuanto a las SS y al SD no consideraban razonable los temas de la propaganda antisemita de Streicher y de algunos sectores de la “vieja guardia” del partido. El SD no estaba dispuesto a aceptar que los Protocolos de los Sabios de Sión (tal como reconoce Höhne, op. cit., pág. 385–86 y el Untersturmführer SS, Edler von Mildenstein, primer ponente sobre cuestiones judías en el SD, lo calificó simplemente de “patraña” y el Oberscharführer SS Herbert Hagen, experto del SD en asuntos judíos, aludía a los libros de una editorial antisemita como “engendros literarios inocuos, aparte de que se refieren abundantemente a los protocolos de los Sabios de Sión”…) fuera un documento verídico y se cuidaban mucho de distinguir entre la alta finanza judía y el judío de a pie. No es raro que Rainhard Hohm, director del Departamento Central del SD llegara incluso a decir en 1929 que “el antisemitismo era una manía infecciosa” escribiendo un libro sobre esta temática.


Las oscilaciones de la política del III Reich
en relación a los judíos

En una primera fase, inmediatamente posterior a la toma del poder por el NSDAP, tomaron la iniciativa los antisemitas fanáticos partidarios de la tendencia dirigida por Julius Streicher. Se produjeron saqueos de tiendas y agresiones en las calles en los meses de marzo y abril de 1933, los médicos, funcionarios y juristas de origen judío fueron desposeídos de sus puestos de funcionarios en la administración del Estado y en determinados establecimientos se estableció la discriminación racial (en balnearios y teatros, especialmente).  Al año siguiente, esta oleada de agitación cedió y los antisemitas moderados se hicieron con el control de la situación.

En 1935, 10.000 judíos que habían abandonado Alemania en el período de radicalismo antisemita anterior retornaron al país, pero en junio de 1935, esta vez bajo la dirección de Goebels (que había terminado haciendo causa común con Streicher) volvió el radicalismo antisemita. La campaña fue iniciada por Goebels el 29 de junio de 1935 con un discurso incendiario sobre la inferioridad racial de los judíos y la responsabilidad de los intelectuales en burgueses. A partir de ese momento se expulsó a los judíos que militaban en el Frente del Trabajo y varios miles de reclutas de la Wehrmacht debieron de abandonar el uniforme.

El motivo por el que Goebels había iniciado esta campaña no era otro que la preparación del terreno para las Nürenberger Gesetze, leyes raciales de Nurenberg aprobadas el 15 de septiembre de ese mismo año, apenas 75 días después del discurso de Goebels.

Pasada esta crisis se impuso el orden y fue Hermann Goering quien atenuó la tensión. Goering en esa época se mostraba favorable a las tesis más moderadas del grupo nacionalista (segregación en todo, salvo en economía). Por otra parte, era rigurosamente cierto que había que concentrar esfuerzos en la recuperación económica y en la reconstrucción del Reich, por tanto, era preciso olvidarse de algunos problemas que podían desviar esfuerzos y atenciones.

En lo que todas las tendencias del NSDAP, devenido poder único en el Reich, era en que había que solucionar definitivamente la “cuestión judía” y adoptar una posición inamovible y que pudiera mantenerse permanentemente sin más oscilaciones.


De hecho, lo que el SD hizo fue “reformular” el antisemitismo dándole otras coordenadas: para ellos no se trataba de demostrar si había o no “conspiración judía” o si, como sostenía Streicher, masonería, bolchevismo y judaísmo eran la misma cosa, sino simplemente de reconocer que el judaísmo era un cuerpo extraño a la nación alemana y que justo por eso debía ser erradicada su presencia de la vida pública. Höhne resume el texto de un curso sobre la cuestión judía dada a las SS en 1936: “El judío es un parásito. Allá donde se asienta mueren los pueblos. Desde la más remota antigüedad hasta nuestros días, el judío esquilmó y exterminó a sus anfitriones tan pronto como ocupó el poder. Si nosotros excluimos al judío de nuestro cuerpo nacional no haremos más que defender nuestra vida” (op. cit., pág. 384). La palabra “excluir” tiene un sentido muy diferente a “exterminar”. Tal era la voluntad de las SS y del SD al menos en 1936. Pero existía un problema: ¿Excluir? ¿cómo? Y era aquí en donde aparecían las polémicas y las interpretaciones divergentes en el interior del NSDAP.

Cuando Goebels estimuló las revueltas antisemitas en la calle, las SS se opusieron y el propio diario de la Orden, Schwarze Korps, protestó considerando ese “antisemitismo perjudicial para nosotros” y Höhne añade: “La revuelta en plena calle contra los judíos se les antojó a los jefes SD una insensatez de cerebros toscos”(op. cit., pág. 385). En el ejemplar del Schwarze Korps del 5 de junio de 1935 del 5 de junio de 1935 podía leerse: “El movimiento nacionalsocialista y su Estado se oponen con toda energía a estas manipulaciones delictivas. El Partido no tolera que su lucha por los valores más sagrados de la nación sufra adulteraciones con esas escaramuzas callejeras y esos atentados contra la propiedad”. Höhne comenta: “Los hombres del SD fueron demasiado inteligentes para dejarse arrastrar por la burda propaganda antisemita del partido. Si todo hubiera dependido de ellos habrían hecho barrer hasta el último pasquín antijudío, ya que solamente les interesaba solucionar con frío raciocinio el llamado problema judío”.

Otros folletos antisemitas fueron criticados con dureza por el SD que llegó incluso a ordenar a la Gestapo que retirara de la circulación algún texto antisemita considerado como demasiado burdo, grosero y perjudicial. En concreto, un texto publicado por la editora central del partido era calificado así: “En su enorme exaltación, el autor ve también la obra del judaísmo allá donde fue efectivo un desarrollo natural e intelectual que sin la influencia del judaísmo hubiera tenido las mismas repercusiones”.

Otro personaje de primera fila en el régimen nacionalsocialista, el Standartenfüher SS, doctor Leonardo Conti (de padre italiano y madre suiza, participante en el Pusth de Kapp en su calidad de Freikorps, miembro del NSDAP desde 1923 y uno de los médicos que atendieron a Horts Wessel tras el atentado del que fue víctima y futuro ministro de sanidad del Reich) no dudó en escribir que “condenaba toda clase de odios raciales; los judíos no eran una raza inferior sino diferente” (op. cit., pág. 387).

Como puede verse, los comentarios de este estilo por parte de personajes relevantes del NSDAP de “fidelidad probada” eran abundantes en las circulares internas del SD e incluso en el diario público de las SS y están perfectamente documentadas.


No es raro que esto fuera así: Himmler había hecho de las SS la élite de la sociedad alemana. Incluso la aristocracia consideraba que la Orden Negra era el cuerpo más respetable del NSDAP en el que más a gusto podía sentirse. Así mismo, en los distintos departamentos de las SS, incluso en el Estado Mayor Personal de Himmler figuraban antropólogos, historiadores, científicos sociales exigentes desde el punto de vista cultural a los que no solamente no satisfacían los rudimentarios y toscos panfletos antisemitas, sino que los deploraban. Uno de ellos era el barón von Mildenstein, cuyas actividades en Palestina pronto llamaron la atención de Reinhard Heydrich.

El “Plan Mildenstein”

En otoño de 1934, el diario berlinés del NSDAP Der Angriff, publicó una serie de nueve artículos sobre el viaje a Palestina de von Mildenstein. Se trataba del barón Leopold Itz Edler von Mildenstein, pseudónimo de "Lím", nacido el 30 de noviembre de 1902, de familia católica, ingeniero de profesión que con 27 años se había afiliado al NSDAP (carné 106.678, anterior pues a la eclosión electoral de esta formación en septiembre de 1930) y posteriormente, en 1932, ingresaría en las SS. Tras la Primera Guerra Mundial, von Mildenstein había recorrido Palestina y conocía perfectamente la evolución de los acontecimientos allí a partir de la Declaración Balfour en 1917.

Con el nacionalsocialismo en el poder, von Mildelstein recorrió de nuevo Palestina entre el 26 de septiembre de 1933 y el 9 de octubre de 1934. En recuerdo de este viaje se acuñó una medalla conmemorativa que incluía, ex aequo, la svástica y la estrella de David. La memoria de la expedición fue publicada en Der Angriffen nueve capítulos bajo el título: “Ein Nazi fährt nach Palästina” (Un nazi va a Palestina). Serían estos textos los que llamarían la atención de Heydrich.

En 1935, von Midelstein, harto de las oscilaciones de los dos primeros años en la materia propuso lo que consideraba iba a ser la “solución final al problema judío”: la repatriación de total de judíos alemanes a Palestina, exactamente de 503.000 judíos. La operación chocaba con dos obstáculos:
- el primero era la actitud del Reino Unido que se negaba a una política de puertas abiertas en Palestina (no hay que olvidar que la zona siguió siendo colonia inglesa hasta 1948)- y el segundo la negativa de buena parte de la comunidad judía alemana a abandonar la tierra que les vio nacer para establecerse en un lugar inhóspito del desierto. Y es que no todos los judíos alemanes eran “sionistas”.
En 1935 apenas el 36% de los judíos alemanes había emigrado y la asociación central de los judíos alemanes se negaba a promover más salidas al considerar que los judíos eran tan alemanes como los propios alemanes y que, por tanto, no estaban dispuestos a abandonar aquel territorio que consideraban su patria.


Heinz Höhne reconoce que en aquel momento había “judíos alemanes patriotas” y también “judíos sionistas”. Estos últimos, paradójicamente, no vieron mal la subida al poder de un partido antisemita: pensaban que este episodio marcaba la derrota sobre los “judíos europeizados”, demostraba la inutilidad de los esfuerzos por integrarse en los países europeos y forzaría la emigración, voluntaria o forzosa a Palestina. Para toda una pléyade de escritores judíos, el 30 de enero de 1933 se inauguraba un período nuevo en la historia del judaísmo alemán. ¿Para qué tratar de integrarse y renunciar a la propia tradición si finalmente no era posible ser aceptado como “alemán”? ¿Para qué perder la propia identidad sin ser aceptada en ninguna otra? Y el rabino Joachin Prinz, haciéndose eco de este sentir había escrito: “Deseamos sustituir la asimilación por no nuevo: por nuestra decidida vocación de raza judía y nación judía”.

En síntesis: un sector que no daba la sensación de ser mayoritario en el judaísmo alemán, consideraba que la irrupción de una doctrina antisemita acercaría al grueso de su comunidad hacia las posiciones defendidas por los sionistas. Höhne escribe al respecto: “¡Allá donde sionistas y nacionalsocialistas anteponían raza y nación como módulo de todas las cosas, se debería tender un puente común!”. La cita de la revista de los sionistas alemanes de la época, el Jüdische Rundschau, que acompaña a este texto parece no dejar lugar a dudas: “El sionismo reconoce la existencia del problema judío y desea resolverlo de una forma generosa y constructiva. Con tal fin, quiere ganarse la voluntad de todos los pueblos, sean amigos o enemigos de los judíos, porque esta no es, en su opinión, una cuestión de sentimentalismo sino un problema real cuya solución interesa a todos los pueblos”.

El acuerdo entre hitlerianos y sionistas iba, pues, a redundar en beneficio de ambas partes: unos verían su territorio libre de judíos, los otros cumplirían su sueño de terminar con la Diáspora y retornar a Palestina y, además, por si eso fuera poco, las autoridades del III Reich no preguntarían qué deseaban hacer: simplemente los repatriarían, tanto si eran sionistas como si no.

Esto y no otra cosa era lo que proponía von Mildenstein: despertar en los judíos alemanes el amor por la tierra de la que procedían (op. cit., pág. 390). Heydrich y Himmler adoptaron este punto de vista y encargaron a von Mildenstein la redacción de una ponencia sobre cómo podría llevarse a la práctica este plan. Se creó el Negociado II–112 en el seno del SD y, en rigor puede decirse, que a partir de ese momento, con la bendición de los responsables de la seguridad del Estado, se inició un período de colaboración insospechada entre nacionalsocialistas y sionistas. Un artículo firmado por Ghunter d’Alquen, director del Schwarze Korps, notificó a la sociedad alemana la nueva orientación de la “cuestión judía”: “Tal vez no esté muy lejos la época en que Palestina recobre a sus hijos pródigos perdidos hace más de un milenio” y terminaba: “Nuestros buenos deseos, junto con la benevolencia estatal, les acompañarán”.

Entre 1933 y 1937 emigraron a Palestina 24.000 judíos alemanes. Eran pocos, la mayoría de la comunidad judía se negaba a emigrar. Von Mildenstein, a cargo del proyecto, hizo algo más: promovió cursos, seminarios, campamentos, en los cuales los jóvenes judíos recibían enseñanzas sobre lo que era un kibutz y cómo afrontar las tareas agrícolas en el desierto del Negev. Estos cursos estaban dados por funcionarios sionistas bajo la mirada atenta del SD. Höhne afirma: “Cada éxito sionista fue para los funcionarios del negociado II–112 como un éxito propio y cada fracaso les hizo sentir su propio fracaso” (op cit., pág. 391).

El SD confirmó pronto que una parte sustancial del judaísmo alemán no estaba dispuesto a emigrar a Palestina. Incluso muchos de los que, inicialmente, habían apoyado la causa sionista, luego, daban marcha atrás a la vista de la dureza de las condiciones de vida en aquel territorio que, a fin de cuentas, era un desierto a colonizar rodeado de palestinos que los veían con desconfianza y resentimiento. Para colmo, la permisividad en relación a los judíos que se dio durante el período que se inicia en 1935 y llega hasta el estallido de la II Guerra Mundial, hizo que las asociaciones de judíos no sionistas pudieran difundir sus puntos de vista especialmente entre la juventud contraria a la emigración.

Los progresos de von Mildenstein eran limitados y, sobre todo, sus relaciones con organizaciones sionistas lo habían colocado en entredicho en la jerarquía del nacionalsocialismo. Diez meses después de iniciado el proyecto, en la primera de 1936, debió abandonar la dirección del negociado II–112, a causa de las críticas por mostrarse “excesivamente simpatizante” con el sionismo y tener amigos entre sus filas. Fue sustituido por Herbert Hagen, periodista y Obercharführer SS que había alcanzado cierta fama como eficaz funcionario de la oficina un joven de 30 años nacido en Solingen, el Scharführer SS  Adolf Eichmann. En cuando a Von Mildenstein fue transferido a Asuntos Exteriores en donde sirvió hasta el final de la guerra. Fallecería en 1964.

La trayectoria de Eichmann es, como mínimo, sorprendente y llama la atención que en la biografía que se incluye en Internet se pase de soslayo que fue el interlocutor de la Agencia mundial Sionista para hacer efectivo el plan de repatriación de judíos a Palestina. Se menciona que no tenía particularmente sentimientos antisemitas e incluso que había tenido familiares judíos, una novia judía e incluso que debía “a los judíos su modesta carrera en el campo comercial” (op. cit., pág. 393). Eichmann fue nombrado director de la sección técnica “Organizaciones sionistas”. En poco tiempo leyó de manera exhaustiva todo lo relativo al sionismo, empezando por la obra de Theodor Herzl e incluso aprendió rudimentos de lengua hebrea. En octubre de 1936 publicó su informe Die Arbeit der Zionistischen Weltorganisation (La Organización Mundial Sionista) que pasó a ser una manual de las SS.

En este documento, Eichmann va más allá de donde había llegado von Mildenstein. Si este se había detenido en la repatriación como solución al “problema judío”, Eichmann se plantea las consecuencias de esa repatriación: se formaría un Estado Judío en Palestina que pronto se convertiría en potencia regional. A pesar de que el Reich facilitase la emigración de unos judíos alemanes a Palestina y la repatriación forzosa del resto (algo que satisfacía a los sionistas), lo cierto es que el “judaísmo internacional seguiría siendo el enemigo de Alemania por todos los tiempos y una Palestina fuerte podría representar un factor esencial en su lucha”Para Eichmann, la única posibilidad de retrasar ese momento era que los ingleses contuvieran la posibilidad de creación de un Estado Judío y mantuvieran a Palestina como territorio colonial y parte de su Imperio. Esta era la posibilidad más razonable, pero la oficina de Eichmann tenía claro que no iba a durar siempre y que, antes o después, se produciría un proceso independentista y la consiguiente descolonización del territorio. Entonces reverdecerían los problemas con Alemania.

El resultado de este planteamiento fue intensificar la vigilancia sobre los medios sionistas alemanes especialmente sobre la Federación Sionista de Alemania y sobre el movimiento Hechaluz (el Pionero) que organizaba campamentos de preparación para aspirantes a emigrar voluntariamente a Palestina. Hicieron algo más en la medida en que pertenecían al SD y una de sus funciones era recabar material de inteligencia. Para ello contaba con la inestimable ayuda de Otto von Bolschwingh, el principal agente del SD en Oriente Medio.


Von Bolschwing era miembro del NSDAP a la edad de veintitrés años, y a mediados de los años 20 se estableció en Oriente Medio importando vehículos, cobertura ideal cuando empezó a trabajar para el SD hacia 1937. Eichmann y su superior Hagen le encargaron que informase sobre las actividades de las organizaciones judías asentadas en Palestina. Von Bolschwing hizo algo más: supo de la existencia de una organización secreta judía y, no sólo eso, contactó con ella: laHaganá. Inicialmente, los informes enviados por Von Bolschwing fueron tomados con cierto escepticismo, pero con el paso del tiempo se fueron concretando y generando un interés creciente.

La Haganá (en hebreo ההֲגָנָה, la defensa) era una organización paramilitar judía creada en 1920 como respuesta a los progromos que tuvieron lugar en 1920 en Jerusalén. Posteriormente participaría como liga de defensa en los disturbios de Jaffa en 1921 y en los motines de 1929. El predecesor de Haganá había sido elHashomer (el Guardián) liga de defensa de los primeros kibutz establecidos a principios del siglo XX en Palestina, apenas compuesto por un centenar de miembros cuando la zona pertenecía al Imperio Otomano. A estos siguió la creación de la Legión Judía durante la Primera Guerra Mundial, por Vladimir Jabotinsky.

Cuando el Reino Unido se hizo con el control de la zona, los sionistas tenían la esperanza de poder integrar la Legión Judía como colaboradora de las fuerzas del orden británicas, sin embargo, en 1919 la autoridad ocupante disolvió la organización sin atender a las protestas judías. Poco después, como respuesta, nació Haganá. A la vista de la situación, los británicos toleraron la existencia de la organización y entre 1921 y 1929 la situación en Palestina fue calmada. PeroHaganá era algo más que un grupo de autodefensa: también participó en ajustes de cuentas en el interior de la comunidad hebrea en Palestina (como el atentado contra el judío antisionista holandés Jacob Israël de Haan).


No fue sino hasta 1929 cuando estallaron los llamados “motines árabes” con las masacres de Hebrón y Safed (133 judíos muertos y 116 árabes muertos respectivamente) Haganá ganó fama entre la comunidad judía en Palestina que pasó a agrupar a la mayor parte de los jóvenes judíos de los asentamientos. En 1931, un grupo de extremistas judíos de Haganá se escindió formando Haganá B que más tarde se convertiría en Irgum Tzavai Leumí, liderado por Jabotinsky 


El detonante para la creación de este grupo clandestino fueron los progromos que tuvieron lugar en Jerusalén en 1920 que se prolongaron a Haifa, Hebrón y otros emplazamientos. La función de Haganá fue constituir la autodefensa de los kibutzy de las comunidades judías dispersas y, al mismo tiempo, constituir un sistema de espionaje de la Organización Mundial Sionista. Fievel Polkes, un judío polaco nacido en 1900 tenía a su cargo el sistema de autodefensa judía en palestina. Cuando Otto von Boschwingh envió estos informes al SD, inmediatamente la figura de Polkes llamó la atención de Eichmann quien pidió conocerlo.

El judío viajó a Berlín en febrero de 1937 celebrando un par de reuniones con Eichmann. A continuación fue Eichmann quien viajó a Palestina a invitación de Polkes. En el curso de estas reuniones quedó claro que el único interés de Polkes era aumentar la inmigración judía a Palestina para garantizar “su tradicional superioridad sobre los árabes” (op. cit., pág. 395) y su intención era comprobar si el gobierno del Reich podía cooperar en esta actividad. El emisario de Haganáprometía proteger los intereses de la política alemana en Oriente Medio. Eichmann aceptó la propuesta globalmente. A cambio, lo único que el Reich tenía que hacer era permitir que los judíos que deseasen salir de Alemania lo hicieran pudiendo llevarse una parte sustancial de su patrimonio y encauzar las salidas solamente hacia Palestina evitando que se establecieran en terceros países


Los responsables del negociado II–112, Hagen y Eichmann, recibieron autorización para aceptar la invitación de Polkes y desplazarse a Palestina del propio jefe del SD, Reinhard Heydrich. Hagen lo haría con documentación falsa como estudiante, mientras que Eichmann pasaría como corresponsal del Berliner Tageblattes. Ambos hicieron el trayecto en el buque Romania llegando al puerto de Haifa el 2 de octubre de 1937. Una nueva revuelta árabe en Jerusalén y la declaración del estado de sitio por parte de los ingleses, frustró el encuentro y la entrevista debió realizarse en El Cairo. Polkes entraría en nómina del SD con un estipendio de 15 libras al mes facilitando informes de situación sobre la emigración a Palestina y las relaciones entre árabes y judíos. Seis meses después de este encuentro, Eichmann quedó comisionado para encauzar la emigración de judíos alemanes a Palestina y nombrado por Heydrich director de la Oficina Central para la Emigración Judía instalada en un viejo edificio propiedad de los Rothschild e incautado por el SD. Höhne da los nombres de los colaboradores que se sumaron al proyecto: “Hans y Rudolf Günther, Franz Novak, Alois y Anton Brunner, Erich Rajakowitsch, Stuschka, Hrosinek, todos ellos estrategas flemáticos e infatigables de la evacuación judía” (op. cit., pág. 397).

El problema lo constituían los judíos austríacos –en torno a 300.000– que en su mayoría carecían de medios económicos para sufragar los gastos de la emigración. La oficina de Eichmann estableció que serían los “judíos ricos” los que deberían pagar con cargo a su patrimonio la emigración de los “judíos pobres”. Heydrich lo expresó con estas palabras: “Lo hemos hecho de tal forma que los judíos ricos dispuestos a emigrar deben abonar una suma determinada a las comunidades religiosas hebreas”. Además, Eichmann facilitó y financió giras de judíos austríacos en el exterior del Reich para que obtuvieran ayuda de las organizaciones de apoyo que posibilitara la migración. 

Complicaciones imprevistas y tensiones insuperables


Estas iniciativas no gustaron al sector que hemos denominado “antisemita radical” del régimen que lanzaron una nueva campaña antisemita en el verano de 1938
. Las columnas de Der Stürmer clamaron para que se expulsara a los judíos definitivamente de la vida económica y para que otros países europeos hicieran lo mismo. Eichmann, puesto en contacto con la redacción del diario de Streicher no logró abortar la campaña, ni siquiera tras hablar con el propio director del diario y con su redactor jefe. Este fue, sin duda, el momento más tenso de las relaciones entre el SD y el grupo de antisemitas radicales que figuraban en torno a Streicher, hasta el punto de que el SD prohibió a Eichmann aceptar más invitaciones procedentes de Streicher. En los meses siguientes, varios acontecimientos fortuitos contribuyeron a que la situación se deteriorase.

El 6 de octubre de 1938 el gobierno polaco, a la vista de que se había producido un tráfico de pasaportes robados de esa nacionalidad, había emitido un decreto invalidando aquellos pasaportes que no recibieran una estampilla colocada únicamente en territorio polaco. La intención del gobierno polaco era desembarazarse de las decenas de miles de judíos de esa nacionalidad residentes en Alemania. Tres semanas después Reinhard Heydrich ordenó que los 17.000 judíos polacos fueran enviados en tren a la frontera germano–polaca, utilizando la excusa del estampillado de los pasaportes como argumento para lo que era una expulsión de facto.

Más grave todavía fue el asesinato cometido el 7 de noviembre de 1938 del tercer secretario de la Embajada Alemana en París, Ernst von Rath a manos de un joven judío de 17 años, Herschel Grünspan. La campaña antisemita iniciada por Streicher continuó desde el Ministerio de Propaganda en lo que se conoció como “la noche del cristal” a raíz de que se rompieron los escaparates y se destruyeron varias tiendas propiedad de judíos en los distritos de Kurhessen y Magdeburg–Anhalt, tras un discurso antisemita de Goebels el 9 de noviembre en el aniversario del “golpe de Munich” ante los veteranos del NSDAP. Von Rath había agonizado desde el 7 hasta el 9 de noviembre falleciendo a las 16:30 de ese día.

Hitler quedó muy afectado por este fallecimiento y no habló como tenía prevista en el acto de la tarde en honor a los muertos en el golpe de 1923, delegando la alocución en Goebels el cual aprovechó la muerte de von Rath para lanzar un alegato duramente antisemita. Es rigurosamente cierto que para un amplio sector de antiguos militantes del NSDAP y especialmente de las SA, el discurso sonó como la oportunidad para tomar la iniciativa y resarcirse de la victoria que las SS habían obtenido en la “noche de los cuchillos largos” el 30 de junio de 1934. De ahí que estos incidentes fueron algo más que una exteriorización del antisemitismo del III Reich. 

Los historiadores coinciden en que Hitler, Himmler, Goering, Heydrich y demás altos mandos de las SS y de los cuerpos de seguridad del Estado se sorprendieron por los incidentes de aquella noche. El general SS Karl Wolf que vio en aquellas mismas horas a Himmler en el propio domicilio particular del führer en la Prinzregentenstrasse explica: “Cuando le pregunté al Führer, tuve la impresión de que no sabía nada sobre tales acontecimientos” (op. cit., pág. 401). Las órdenes fueron: las SS debían mantenerse al margen del progromo y la Gestapo “debía de proteger únicamente las propiedades judías para evitar que fueran saqueadas” (op. cit., pág. 402). La policía restableció el orden público y garantizó la integridad de las propiedades judías y la detención de los saqueadores.

Los datos que están a manos de los historiadores inducen a pensar que éste fue, sin duda, el momento de mayor tensión entre Himmler y Goebels. En los círculos interiores de las SS no se albergaba la menor duda de que el progromo desencadenado por Goebels tenía como único fin hacer fracasar la política de repatriaciones a Israel emprendida por las SS y, tal como declaró el General SS Wolf, así se lo comento su jefe Heinrich Himmler. Sin excepción, los jefes del SD demostraron su repulsa por las acciones de la “noche del cristal”. El director de policía, Von Eberstein prohibió toda participación de las SS en aquellos incidentes calificándolos como “indecencia indescriptible”. El 11 de noviembre le correspondió a Heydrich dar el balance de daños: “815 comercios saqueados, 29 almacenes y 171 viviendas destruidas, 76 sinagogas arrasadas y otras 191 incendiadas, 36 judíos asesinados y otros 36 gravemente heridos, 174 saqueos verificados” (op. cit., pág. 403).


El papel de Goering aquella “noche del cristal” fue también relevante. Acudió inmediatamente a la Cancillería pidiendo al Führer que detuviera el progromo achacando su organización a Goebels, pero Hitler defendió a su ministro de propaganda, recordó la agonía de von Rath. Tanto Goering como Himmler denunciaron que el progromo “había causado daños irreparables al Reich en el extranjero” (op. cit., pág. 403). Finalmente, el 13 de noviembre Hitler ratificó su confianza en Goebels, acudiendo con él a una representación del teatro “Schiller”, dando por concluida la crisis. Sin embargo, la presión de las SS y de Goering hizo que Goebels pagara “su supervivencia a un precio casi prohibitivo. Conservó su puesto, pero se le vedó terminantemente toda nueva intromisión en la política judía”. A lo cual agregó Hitler que Goering era, a partir de entonces la “única autoridad competente” sobre la materia (op. cit., pág. 405).

El último intento de estimular la emigración sionista


Los incidentes de la “noche del cristal” interrumpieron brevemente el plan de emigración a Palestina. Superada la crisis, la primera orden sobre la materia que Goering transmitió a Heydrich (el 24 de enero de 1939) fue taxativa: “reanúdese con todos los medios disponibles la emigración judía”. Heydrich exigió a la comunidad judía de Berlín la presentación diaria de una lista de 70 personas dispuestas para emigrar. En 1939, 78.000 judíos habían abandonado el Reich así como otros 30.000 residentes en Bohemia–Moravia.

El problema, a partir de ese momento, era que el Reino Unido, tras los incidentes árabe–israelíes de 1937 había decidido ralentizar la emigración judía a Palestina. Según el Libro Blanco, publicado por el gobierno británico el 17 de mayo de 1939, durante los siguientes cinco años solamente podrían emigrar 75.000 judíos a Palestina. Polkes y su Haganá combatieron contra esta decisión y constitución una organización secreta destinada a facilitar la migración: el Mossad le Aliyá Bet (Oficina de Inmigrantes), dirigida por Eliahu Golomb. Tal fue el origen del famoso, Mossad, hoy servicio secreto de Israel. Gracias al Mossad se creó una red de confidentes especializados en trasladas clandestinamente a Palestina a miles de inmigrantes judíos centro–europeos. Lo hacían utilizando pequeñas embarcaciones y contaban con el apoyo en el Reich de las SS.

Dos funcionarios del Mossad, Pino (o Pinhas) Guinzburg y Moshe Auerbach entraron clandestinamente en Alemania contactando con las SS y proponiéndoles acelerar la migración. El SD “concedió plena libertad al Mossad” (op.cit., pág. 406). En las semanas anteriores, a raíz de las restricciones impuestas por los británicos a la emigración ésta se había ralentizado. Tras los primeros encuentras de Ginzburg y Auerbach con el SD, Hagen señaló los objetivos en una circular interna: “Fomentar la emigración a toda costa” y, no solamente a Palestina, sino “adondequiera que sea” (op. cit., pág. 406). Los opuestos a esta política eran el ministerio de Exteriores de von Ribbentrop (que veía como la migración creaba fricciones con el Reino Unido) y la Organización Exterior del NSDAP que denunciaba la “aportación de las SS a la instauración de un Estado judío”. El ministerio de exteriores era favorable a la emigración, pero mucho más a la “dispersión del judaísmo” y no a su concentración en Palestina.

Mientras, Guinzburg se instalaba en el local de la Organización Judía de Berlín, en la Menikestrasse para organizar los primeros transportes. Había pactado con Heydrich 400 partidas semanales a Palestina. Pronto fue evidente que el Mossad carecía de recursos suficientes para organizar la emigración clandestina, aun a pesar de lo cual, en marzo de 1939 partió el primer transporte que llevó oficialmente a 280 judíos berlineses a México y, realmente, a Palestina embarcando en el puerto yugoslavo de Susak en el transporte Colocaro. En Corfú embarcaron en otro, el Otrato, que los condujo a Palestina. Poco después se repitió la operación esta vez con 400 emigrantes y luego, un grupo de 500 judíos alemanes llegadas gracias al Mossad a Holanda embarcaron en el Dora. La flota británica en el Mediterráneo repelió estos desembarcos y suspendió como represalia las cuotas de inmigración judía a Palestina.

El 21 de julio de 1939 habían sido interceptados en apenas dos meses 3.507 inmigrantes clandestinos, luego los ingleses capturaron al Astircon 724 judíos y cinco pequeñas embarcaciones más con 297 judíos alemanes y luego otra mayor con 800 más. Paralelamente Heydrich autorizó a Pino Guinzburg a instalarse en los puertos de Emden y Hamburgo desde donde preveía en octubre enviar a 10.000 judíos más. Pero en septiembre había estallado la Segunda Guerra Mundial y ahí murió la política emigración auspiciada por el SD y llevada a cabo por el Mossad. 

Algunas conclusiones


La fuerza de los acontecimientos que se encadenaron en aquellos tensos años hicieron que no todo el régimen nacionalsocialista estuviera de acuerdo en negociar con sionistas (gracias al seguimiento de este episodio de la historia del III Reich hemos podido advertir como ni siquiera en materia de cuestión judía todos los sectores del gobierno alemán compartían los mismos criterios y hemos visto también como, frecuentemente, tales discrepancias dramatizaban la existencia de distintos “grupos de poder” dentro del régimen), pero también demuestran el pragmatismo de las SS cuyo primer proyecto para resolver la cuestión judía consistió en facilitar la formación de un Estado judío en Palestina entre 1934 y 1939. También las SS valoraron lo que podía significar la presencia de ese Estado en Oriente Medio e intuían que podía convertirse en una amenaza para la estabilidad de la zona.

Los incidentes que se habían sucedido en los años 20 y 30 a medida que iba aumentan la emigración judía y los palestinos se veían progresivamente presionados para abandonar las tierras que hasta ese momento habían sido suyas y las restricciones impuestas a la emigración judía a Palestina por los británicos tras los incidentes de 1937, constituyeron los principales obstáculos para el desarrollo de este proyecto. Sin embargo, el SD siguió adelante con él contactando primero con Haganá y luego con el Mossad hasta que, finalmente, el estallido bélico del 1º de septiembre de 1939 llevó al traste todo este proyecto laboriosamente trabajado por el Sionismo y las SS.

Llama la atención constatar que el proyecto del SD era extraordinariamente lesivo para la población palestina y esto contrasta con la solicitud con que posteriormente sería acogido el Gran Muftí de Jerusalén, Amin al–Husayni, en Alemania siendo recibido incluso por el Führer y ayudando al reclutamiento de voluntarios islamistas en las SS. Amin al–Husayni, tío de Yaser Arafat, fue la baza antibritánica jugada por los alemanes mientras duró la guerra en el Norte de África. El hecho de que el Reich durante un período, jugara contra los intereses palestinos (aumentando la presión de la inmigración judía) y luego se aliara con el Gran Muftí de Jerusalén es una cuestión de fechas, de pragmatismo y de razón de Estado. Antes de la guerra la prioridad para el Reich era solucionar la “cuestión judía” facilitando la emigración a Palestina. Entre septiembre de 1939 y la Operación Barbarroja en 1941, tras la victoria sobre Francia y la formación del gobierno de Vichy, la prioridad paso a ser el plan de deportación de los judíos europeos a Madagascar (en aquel momento colonia francesa). Paralelamente al desarrollo de la guerra en el norte de África (1940–42) la prioridad pasó a ser una alianza con las fuerzas anticolonialistas presentes en estos países y, por tanto, con el Gran Muftí de Jerusalén.

Estas oscilaciones demuestran dos cosas: la multiplicidad de tendencias que convivieron con sus tensiones y crispaciones dentro del régimen nacionalsocialista y el carácter pragmático de su política interior y exterior especialmente de la impuesta por las SS y el SD.

El mito del Euskera perseguido por Franco, por Francisco Torres

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