miércoles, 27 de noviembre de 2019

La auténtica historia de Nadia Otmani


La mujer que veis increpando a Ortega Smith se llama Nadia Otmani, y al poco rato de esas imágenes los medios empezaron a presentarla como superviviente de violencia machistaya que según dicensufrió tres disparos por defender a su hermana de los ataques de su pareja.
Yo no creo que Nadia tenga más razón por ser víctima de VG, ni menos por no serlo, pero por lo visto los principales medios del país sí que lo creen. Así que esta es la historia de Nadia.

En 1998 Nadia Otmandi vivía en un piso de Madrid con su novio narcotraficante, el turco Alí Ihsan Korkmaz, que en aquel momento se encontraba en libertad provisional por tráfico de heroína.
El 15 de septiembre la policía detuvo a Alí mientras conducía y revisó el piso que compartía con Nadia, encontrando dinero procedente de la droga, documentos falsificados y varios kilos de paracetamol y cafeína, que se usan habitualmente para cortar heroína. Luego revisaron el otro piso de la pareja y descubrieron una planta de procesamiento y manipulación de heroína, con tres kilos de droga, una prensa hidráulica y otros instrumentos y productos químicos destinados a adulterar, prensar y empaquetar el producto.

El papel de Nadia no está claro: El País dijo en su momento que la habían detenido junto a Alí y con 1.740.000 pesetas en el bolso, y ABC dijo que la habían detenido en el piso y que el dinero no lo llevaba ella, sino el propio Alí en una mochila. Lo más curioso es que en la sentencia del caso no aparece Nadia por ninguna parte, a pesar de su detención.

El 23 de septiembre (ocho días después de detener a Alí) la policía detuvo a su jefe, Jesús García Freire, en la que fue la mayor incautación de heroína de aquellos años. Lo habían estado vigilando toda la tarde mientras cortaba droga en su chalet con su cuñado Fernando, y tras registrar la vivienda encontraron 147 kilos de heroína, más de 100 kilos de paracetamol y cafeína, varias pistolas, varias prensas hidráulicas para manipular droga y un millón de pesetas.

ABC asegura que Jesús controlaba a un grupo de ciudadanos turcos expertos en la manipulación de heroína, que compartía con Alí muchos contactos personales y que la detención de Alí fue clave para llegar hasta su jefe.

El periódico no dice cómo se llegó de una detención a la otra; pero la sentencia menciona que con Jesús y Fernando había una misteriosa “mujer sin identificar” que pasó la tarde cortando heroína con ellos, pero que no fue detenida, ni acusada, ni condenada.

El día 5 de octubre (doce días después de la detención de Jesús) Nadia ya se encontraba en libertad; y su cuñado la abordó mientras salía con su hermana, Rashida, del piso de esta. Dicho cuñado tenía nacionalidad turca (como los colaboradores de Jesús), un arma ilegal (como los colaboradores de Jesús) y varios antecedentes por tráfico de heroína (como los colaboradores de Jesús).
Según contaron en su momento Nadia y Rashida, el hombre acababa de llegar de Marruecos porque Rashida se estaba separando de él.

Las mujeres contaron a ABC que había llegado al portal intentando hablar con Rashida, que Nadia salió a la calle con su hijo en brazos para impedirle la entrada, y que él respondió pegándole dos tiros por la espalda. A El País le contaron una versión ligeramente distinta: en esta ocasión era Rashida quien salía a la calle con su hijo en brazos para hablar con el hombre; discutían, él sacaba la pistola para dispararle y Nadia se interponía entre ella y los proyectiles.

Sin embargo la sentencia cuenta una historia muy distinta: el hombre no intentó en ningún momento hablar con su pareja ni entrar en la casa, ni hubo ningún tipo de forcejeo ni de discusión, sino una ejecución con la propia Nadia como objetivo.

Según la sentencia la pareja había tenido una fuerte discusión debido a Nadia. Él cogió sus cosas y se fue de casa, Rashida llamó a su hermana, y juntas abandonaron la casa con el niño en brazos. Se encontraron al hombre de frente y este sacó su arma “sin mediar palabra y por sorpresa”.
Ellas se dieron la vuelta y el hombre disparó a Nadia por la espalda, en la décima vértebra dorsal, haciéndola caer al suelo. En ese momento y según la sentencia “para acabar con la vida de su cuñada” le disparó dos veces más en la cabeza, y a continuación salió huyendo ignorando completamente a Rashida.

La sentencia especifica incluso que la intención del hombre era claramente matar a Nadia: “Ninguna duda plantea la existencia de ánimo de acabar con la vida de la víctima, que se infiere de la naturaleza del arma utilizada, la corta distancia desde la que se efectuaron los disparos y la reiteración de los mismos cuando la víctima se encontraba en el suelo, los órganos vitales afectados y la conducta posterior de la víctima que salió huyendo del lugar de los hechos”.
Lo que acabáis de leer son datos obtenidos de las noticias que se publicaron en prensa en su día, y de las sentencias relativas al caso. A partir de ahí podéis decidir si creéis que Nadia es víctima de VG, o de otra cosa distinta.

Como he dicho, a mí me da igual. No creo que tenga más razón por ser una cosa, ni menos por ser otra.

Pero parece que para otros es importante esa distinción.

martes, 26 de noviembre de 2019

Los pactos entre el club de los derrotados - Ernesto Milá


Si alguien creía que la formación de un nuevo gobierno iba a ser un camino de rosas, poco a poco se va evidenciando las carencias y los problemas, hasta el punto de que, a día de hoy, todavía nada está decidido. Obviamente, en Podemos, todos los dirigentes quieren comprarse casoplones similares al de su jefe y eso pasa por inclinar la testuz ante el PSOE, es decir, antes los mismos que apenas unas semanas antes los tachaban de impresentables, sino de piojosos. Pero en un partido de más experiencia, debería estar más claro que lo que está en juego, no son cuatro años de gobierno, con el consiguiente reparto del botín, sino el futuro del país y el suyo propio. El PSOE ha caído en tal estado de indigencia intelectual que es incapaz de pensar en el pasado mañana, sino en el aquí te pillo, aquí te mato.

Ni el PSOE ni Podemos fueron los grandes vencedores de las pasadas elecciones: el primero perdió tres diputados y el segundo siete. En cualquier caso, la suma de ambos, da 146 diputados, así que todavía faltan 30 para que obtener mayoría parlamentaria. Aun cuando, Ciudadanos asumiera que estas iban a ser sus últimas elecciones y decidiera apoyar al gobierno, sus escuálidos 10 diputados, estarían serían también insuficientes. Así que a Sánchez (y a los monaguillos de Podemos) les faltan 30 escaños para salir adelante. La coalición está cerrada, así que parece difícil que haya nuevas incorporaciones y los únicos apoyos que pueden obtenerse es para lograr una abstención en lugar del NO, que tumbaría la coalición antes incluso de que se estrenada. Esto equivale a hacer concesiones, no para lograr el apoyo activo, sino para evitar el voto negativo.

Y los únicos a los que se puede recurrir es a los independentistas. Hasta ahora, pactar con ellos suponía desviar algunos milloncejos hacia sus comunidades o entregar algunas competencias que todavía no estaban descentralizadas. Pero ahora las cosas han cambiado. Los independentistas, exigen concesiones políticas y efectos judiciales: referéndum, mesa de negociación y amnistía para sus presos, retorno de los autoexiliados y, aquí no ha pasado nada judicial… Eso, o votarán en contra.

La pregunta es: ¿puede Sánchez dar alguna de estas concesiones? Respuesta: claro que no, salvo que haya decidido dinamitar su propio partido. Pregunta siguiente: ¿sabe que no puede darlas?Respuesta: le tiene completamente sin cuidado. Para él, no existe ni el mañana del PSOE, ni el mañana del país, ni otra cosa que no sea el mañana de Pedro Sánchez. Y un desaprensivo así resulta peligroso para todos.
Es peligroso para los ciudadanos, porque, no resulta aventurado pensar que el “pactos de los perdedores” suscritos tras el 10-N, va a exigir tal esfuerzo presupuestario que, si la legislatura se prolonga, podemos encontrarnos con dos billones de déficit público que pagarán todos los que viven de una nómina. Que los impuestos se van a disparar y que, ni siquiera eso conseguirá pagar los intereses de la deuda es algo que sabemos todos.
Es peligroso para la identidad nacional, porque tanto Podemos como el PSOE son dos partidos, sin doctrina política que los avale detrás y sometidos solamente a una serie de tópicos ideológicos progresistas entre los que se cuenta: mas inmigración, más multiculturalidad, más mestizaje, más subsidios para los grupos halógenos, más nacionalidades regaladas y más lastres sociales.
Es peligroso para las inversiones porque el programa suscrito por el “club de los perdedores” habla de “crear más trabajo”… pero no explica cómo, ni en función de qué modelo productivo, ni siquiera en qué sectores. Y todo esto se convierte en todavía más oscuro desde el momento en el que la crisis económica esperada para 2020, empieza a hacer sentir sus primeros efectos en la bolsa de trabajo de nuestro país. El dinero, como se sabe, es “cobarde”, huye de las zonas problemáticas y, en este momento, el IBEX 35, desde el 11 de noviembre, solamente ha ido acumulando pérdidas. Y la cosa no tiene aspecto de mejorar.
Es peligroso para las costuras del país en la medida en que el perverso sistema electoral generado por la constitución de 1978 cuando se pretendía que el papel de fulcro de la balanza estuviera en manos de los “nacionalistas moderados” se ha volatilizado por la fragmentación del voto y la imposibilidad de generar mayorías absolutas, agravada, además, por la transformación de los “nacionalistas moderados” en “independentistas radicales”, cambio que, por otra parte, era previsible que iba a ocurrir desde 1978 a la vista de pasadas experiencia históricas. Porque la gran paradoja del país es que van a ser los que quieren la no-España los que tengan en sus manos la gobernabilidad de España.
Los errores se pagan y el electorado español va a pagar caro los errores cometidos en las últimas décadas y que se han ido acumulando más y más. Ya hemos dicho en otras ocasiones que se ha llegado a un punto de no retorno por vía electoral. Nunca unas elecciones han resuelto los grandes problemas de un país y mucho menos en este momento en el que el pueblo español ha perdido su capacidad crítica, su memoria y es incapaz de valorar las propuestas de uno u otro partido y lo que implica elegir a unos o a otros. No somos cocineros así que no tenemos una receta que dar: esto corresponde a los que tienen ambiciones políticas (y no solamente ambiciones personales). Pero si alguien cree que alguna opción va a poder dar el golpe de timón definitivo que precisa el país cada vez con más urgencia, se equivoca. Y a las pruebas me remito: cada elección es un paso más hacia el precipicio.

No tengo muy claro que Pedro Sánchez tenga una idea remota de la mentalidad independentista. Ni siquiera que sea capaz de reconocer las diferencias taxonómicas entre las distintas variedades de independentismo, ni como se produce la interactuación entre ellos, ni tan solo que pueda deducir el papel de la “sociedad civil independentista” en el juego de los partidos indepes. Si lo supiera, sabría que el universo independentista es hoy una olla de grillos en la que el único interlocutor válido, hoy por hoy, ERC, tiene miedo de reconocer en voz alta lo que casi toda su dirección sabe ya: que no hay posibilidades de alcanzar la independencia, que todo el “procés” fue un cálculo demasiado voluntarista y apresurado, erróneo en definitiva, y que esa vía ha concluido, incluso aunque convencieran a Sánchez de hacerse el haaá-kiriaceptando la celebración de un referéndum legal, lo seguro es que daría un resultado negativo y cada vez con menos votos indepes (esto es lo que se deduce de las encuestas de opinión de la propia gencat). 

El problema para ERC es que, si reconoce que la independencia es imposible, sus rivales inmediatos, JxCat (ex CDC) y CUP-CDR, se disputarán la sangría de votos perdidos. No es que, al menos buena parte de JxCat la vía de la independencia siga siendo posible, es que en la alocada carrera para ver quién es más independentista, el que renuncia a correr, pierde. Incluso en el supuesto de que los dos partidos, ERC y JxCat renunciaran a la vía independentista, el problema no se resolvería porque ahí está la “sociedad civil indepe”, compuesta por asociaciones ultrasubvencionadas, para seguir presionando, incluso con la creación de un nuevo partido indepe dirigido por los Jordis que comerán el turrón del 2019 en sus casas, rodeado de la aureola mística del “sufrimiento por la patria”.

Tot plegat -como se dice en Cataluña- lo cierto es que el independentismo se ha convertido en un batiburrillo de camarillas irreconciliables, en donde la imposibilidad de alcanzar el objetivo estratégico final, hace imposible la reconstrucción de una unidad estratégica que solamente fue posible antes del 1-O, cuando se creía que la independencia estaba al alcance de la mano. Pensar que el Omnium o la ANC van a reconocer algún día que la vía hacia la independencia ha caducado equivaldría a restarles su razón de vivir.  Y pensar que algún gobierno pro-independentista o nacionalista les va a negar subvenciones para rebajar su agresividad, es también una hipótesis inviable. De ahí que la situación catalana no tenga remedio y haya terminado gangrenando a todo el Estado.

Porque los votos que precisa Sánchez, por vía de la abstención, le pueden costar tan caros que, o se hunde él y su sigla, si realiza concesiones, o bien se hunde directamente el país. O las dos cosas. Un acuerdo, por vía de la abstención, con los nacionalistas es inviable a medio plazo y supone que un gobierno del Estado -el gobierno de los derrotados- para ser estable, precisa ceder siempre y en todo momento al chantaje de los independentistas (que, a tenor de las encuestas de la gencat, van viendo también como disminuyen sus propios apoyos).

Si nos fijamos en el “modelo geométrico” que diseñamos para interpretar la realidad política española, veremos que, contra toda lógica, contra el más palmario sentido común, en lugar de gobernar con los partidos que componen la “centralidad política española” (PP y PSOE), Sánchez ha optado por hacerlo con un partido situado en esa centralidad, aliado con un partido de la periferia (Podemos) y con la abstención de la “periferia de la periferia” (los independentistas). Las contradicciones entre poder político y poder económico van a generar una situación completamente excéntrica y desequilibrada en los próximos años.

Nada de todo esto va a ser similar a la crisis que vivió España en 2008-2012. Si en aquel momento, el proceso fue: primero apareció la crisis económica, con ella se desencadenó una crisis social que, finalmente, desembocó en crisis política (aparición de nuevos partidos), ahora lo que se va a dar al mismo tiempo es una crisis económica a caballo con una crisis política y, juntas, van a generar una crisis social y de identidad.

Y esto sí que lo ha previsto Sánchez insistiendo en el “cordón sanitario frente a Vox”, consciente de que el gran beneficiario de la actual situación será, en las próximas elecciones el partido verde: por primera vez, tras las últimas elecciones se ha evidenciado que parte de los votos perdidos por el PSOE y por Cs, no iban a parar ni a Podemos, ni a la izquierda nacionalista, sino a Vox. No importa que, inicialmente, Vox no sea “populista”, sino que, fuera en sus primeros pasos una mera fotocopia del PP(auténtico)… Lo que importa es que la propia crisis del sistema va a modelar -está modelando- los criterios de Vox, si quiere seguir ganando votos: más políticas sociales, más defensa de la identidad, más oposición al liberalismo económico, más crítica a la globalización, más defensa de los “españoles primero”… Solamente así conseguirá crearse un perfil propio y crear “caladeros seguros” de votos en zonas populares.

¿Es esta la solución? No vamos a poner la mano en el fuego, desde luego, pero, al menos, será una solución para intentar retrasar al máximo el salto al vacío que, con seguridad, Sánchez y el “club de los perdedores” se preparan para dar. Ahora bien, para transformar a Vox en una opción populista digna de tal nombre, el partido precisa renovar algunos rostros, remover otros y deshacerse de la influencia de sectas religiosas que actúan en su interior y abandonar los resabios peperos que quedan en él.

jueves, 21 de noviembre de 2019

La educación durante el franquismo - Ernesto MIlá


España en 1953 era un país que intentaba salir adelante, pero que vivía en medio de estrecheces y todavía próximo al subdesarrollo. Tenía unas necesidades muy concretas y la primera de todas ellas era la industrialización. En 1949 el Ministerio de Educación aprobaría la Ley de Formación Profesional que sería, sin duda, uno de los sectores más beneficiados en las tres décadas siguientes. De ahí surgieron las “universidades laborales” que, junto a una política social paternalista, generaron el que promociones de jóvenes abandonaran sus estudios profesionales para pasar inmediatamente, sin períodos de becarías, a ejercer sus oficios. La izquierda criticó este énfasis puesto en la formación profesional calificándolo como “clasista”: los hijos de la burguesía irían a la universidad y los hijos del proletariado estarían destinados a seguir siéndolo, al estar desviados hacia la formación profesional. En realidad, el país necesitaba industrializarse y era preciso contar con profesionales cualificados en los distintos oficios.

Antes, en 1945, en plena postguerra y en uno de los momentos más angustiosos para el país, se intentó una primera racionalización del sistema de enseñanza que coincidió con el período nacional-católico del régimen. La “enseñanza primaria” comprendía de los 6 a los 12 años. Se la ha calificado como “ley fascista”, aunque, más bien era “ley corporativa” que trasladaba a la enseñanza los principios nacional-católicos que inspiraban al régimen esa época. Los principios eran: “gratuidad, obligatoriedad y separación de sexos”. Se establecían las condiciones y el sistema de oposiciones para ingresar en el Cuerpo del Magisterio Nacional Primario.

En 1953 se aprobó la Ley sobre la Ordenación de la Enseñanza Media que generó el bachillerato que nosotros mismos cursamos y que proporcionaba una aceptable visión cultural de conjunto al concluir el ciclo a los 16 años. Los cuatro primeros años de bachillerato concluían con una “reválida” a partir de la cual, los alumnos podían optar entre “ciencias” y “letras”. Dos años más, nueva reválida y un curso Preuniversitario para los que desearan acceder a estudios universitarios, o con la reválida de sexto aprobada para los que aspirasen a entrar en escuelas de grado medio. A partir de cuarto se podía acceder igualmente a las “universidades laborales” y a la formación profesional. Era cierto que se mantenían las asignaturas de Religión y Formación del Espíritu Nacional, pero se las consideraba, junto a la gimnasia, como “marías”, asignaturas en las que el alumno recibía el aprobado casi automáticamente y el examen solamente servía para aumentar la media del curso. A partir de cuarto de bachillerato, en realidad, la FEN era más bien una asignatura que incluía conocimientos de economía y de legislación de la época. La carga ideológica era mínima y tendió a ir disminuyendo hasta desaparecer prácticamente con la Ley General de Educación que siguió en 1970.

Esta nueva Ley se aprobó en medio de una oleada de huelgas, cuando ya la oposición democrática -y, en concreto el Partido Comunista y los grupos de extrema-izquierda- controlaban el movimiento estudiantil. Se dijo que la ley era de “inspiración tecnocrática”, lo cual era cierto si tenemos en cuenta que fue elaborada por un equipo mayoritariamente compuesto por miembros del Opus Dei. Lo más significativo era que se establecía la enseñanza obligatoria hasta los 14 años. El alumno debía seguir ocho cursos de Educación General Básica en tres ciclos (inicial de dos años, medio y superior con tres cada uno). A esto seguía el Bachillerato Unificado y Polivalente con una duración de tres años y, finalmente, un Curso de Orientación Universitario que sustituía al antiguo Preuniversitario. También aquí, al acabar la EGB se podía acceder a la Formación Profesional, mientras que el BUP daba acceso a las Escuelas de Grado Medio.

Contrariamente a lo que afirmaban los opositores, la LGE no fue una ley “clasista”. De hecho, lo importante que contenía era la conexión de los distintos niveles de enseñanza. Un alumno, podía abandonar la escuela al concluir la EGB y embarcarse en la Formación Profesional, concluida la cual, si lo deseaba podía conectarse nuevo con la Universidad. La extensión de la obligatoriedad hasta los 14 años suponía, igualmente, la garantía de que todo joven, sin distinción de clase, podía adquirir un “denominador cultural mínimo”. Se amplió el sistema de becas de tal manera que los alumnos sin medios podían aspirar a la gratuidad y a disfrutar de ayuda, pidiéndosele a cambio que obtuviera buenos resultados académicos.

Mientras la ley de 1953 respondía a las exigencias de la época en la que era necesaria la industrialización y la superación del analfabetismo, la de 1970, correspondía a una sociedad ya industrializada y que precisaba operarios, técnicos y científicos con urgencia. A pesar de ser el Opus Dei el impulsor de esta última ley, lo cierto es que en su concepción ya estaban implícitos algunos criterios de las “nuevas orientaciones pedagógicas” que habían surgido en los años 60, mientras que en la ley de 1953, el modelo adoptado había sido un híbrido de las distintas escuelas católicas tradicionales (escolapios, jesuitas, maristas, etc.). El cambio era importante, porque se incorporaron asignaturas y conceptos que hasta ese momento habían estado ausentes. De hecho, la ley aludía a “métodos activos, individuales, originales y creativos” para transmitir conocimientos.

La LGE de 1970, ordenaba también la “educación preescolar” de los 4 a los años. Aquí fue donde se introdujeron modificaciones determinantes. Ya no se trataba de aprender a escribir, a leer o a calcular, sino a “prelectura, preescritura y precálculo”. Se priorizaban los “aspectos madurativos” del alumno y se pretendía que, a esa edad, “aprendiera jugando”. Y así ocurrió que, cuando en los años 50, el niño a los seis años, ya tenía cierta soltura en estas materias, a partir de ahora, solamente empezaba a conocerlas. Se consideraba que el aprender a relacionarse con otros compañeros sería más importante a esa edad.

Durante los últimos años del franquismo y en los años de la transición la enseñanza en todos sus niveles se vio lastrada por tres fenómenos: oleadas de huelgas y de politización que afectaron a todas las áreas e interrumpieron las clases, cambios y modificaciones continuas de la LGE para adaptarla a las nuevas modificaciones legislativas y políticas que iban apareciendo y, finalmente, el que las Escuelas Normales de formación del profesora se vieran ganadas por las doctrinas más progresistas en materia de enseñanza. 


Así pues, durante el franquismo se reordenó en tres ocasiones el sistema de enseñanza con reformas que abarcaron desde 1945 hasta 1980, mientras que en democracia, se han realizado seis cambios legislativos y múltiples modificaciones adicionales. Hay que decir que las modificaciones más importantes (La Ley Orgánica para el Derecho a la Educación de 1985, Le Ley Orgánica de ordenación General del Sistema Educativo en España de 1990 y le Ley Orgánica de Educación de 2006, han sido realizadas por gobiernos socialistas. El Partido Popular solamente elaboró la Ley Orgánica de Calidad de la Educación en 2002 que no llegó a aplicarse y la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa de 2013. La primera, simplemente, no fue aplicada por el gobierno Zapatero y la segunda, inicialmente, los socialistas firmaron con otras fuerzas de oposición un pacto para derogarla en cuando subieran al poder. Al subir al poder, Sánchez, aprobó un paquete de medidas urgentes para formar la LOMCE y elaboró un anteproyecto de ley de reforma de la LOMCE, insistiendo en “la formación en igualdad de género, en derechos de la infancia, en sostenibilidad, en capacidades digitales…” (programa electoral del PSOE para 2019), comprometiéndose a “la supresión de la LOMCE”(pág. 59 y 60 del programa) y a impulsar un “gran Pacto de Estado por la Educación” (pág. 59), comprometiéndose a acabar con la “segregación escolar” (centros que mantienen en aulas separadas a alumnas y a alumnos, que se admitía en la LOMCE). Las propuestas en materia educativa del PSOE abarcan hasta la página 66 del programa (son por tanto 9 páginas sobre 297).

Algunas de las propuestas educativas del PSOE son, sencillamente escalofriantes (como veremos) y ninguna de ellas supone una autocrítica o una rectificación de las posiciones que el PSOE adoptó en su XXVII congreso en el llamado Programa de transición (1976) y que en el que se proponía, groso modo, una educación “liberadora, solidaria, no competitiva, autónoma y democrática”, añadiéndose que la enseñanza sería pública y desaparecerían “las subvenciones a la enseñanza privada”. Aquel programa insistía en la que la educación sería “laica y gratuita”. Para los estrategas del PSOE durante la transición, lo importante era que la enseñanza estuviera en manos “progresistas”. Su proyecto se afirmó definitivamente con los Pactos de la Moncloa (octubre de 1977en los que consiguió que buena parte de sus propuestas se introdujeran como políticas de Estado, entre ellas la introducción de materias como la enseñanza de las “lenguas nacionales”. A partir de ese momento y, más específicamente, a partir de 1984, un sistema educativo inestable cuya eficacia había ido declinando a lo largo de los años 70, inició la pendiente que ha conducido hasta su práctica desintegración. 


Un sistema educativo es inadecuado cuando no responde a las necesidades de su tiempo (en la actualidad, no hay ninguna universidad Española entre las 100 primeras del mundo), la formación profesional está completamente en crisis y se ha intentado sustituir por un sucedáneo (los cursos de formación del INEM, realizados por centros privados subsidiados o por sindicatos no menos subsidiados, un rotundo y absoluto fracaso en los últimos 25 años y un verdadero despilfarro económico; cuando no logra enviar a los ciclos superiores de enseñanza a alumnos formados y son necesarias pruebas de selectividad para tamizar, y cuando el fracaso escolar alcanza cifras próximas al 20%. El PSOE puede alardear de haber inspirado el actual sistema educativo español, pero debe asumir el hecho incuestionable y reconocido estadísticamente de que España está a la cabeza de la Unión Europea como líder en abandono escolar en 2018.

Ese año superamos a Malta que, con un 17,5% había liderado esta clasificación bochornosa. Todavía más bochornosa es si la comparamos con las tasas de otros países: Croacia con un 3,3%, Eslovenia con un 4,2%, Grecia con un 4,7%, Polonia con un 4,9% o con la media europea que es, prácticamente la mitad de la tasa de fracaso generada en España. Otro dato es igualmente significativo: fracasan más hombres (un 21’7%) que mujeres (un 14%). Pero las estadísticas y los porcentajes son inútiles si desconocemos las cifras absolutas.

En el curso 2016-2017 estudiaban en los distintos niveles educativos no universitarios, 8.127.832 alumnos, de los que 721.028 son inmigrantes, lo que representa un 8,5% del total de estudiantes no universitarios. Pues bien, el fracaso escolar afecta a ¡casi 1.500.000 de estudiantes! Que, temporal o definitivamente, interrumpen su formación. Se atribuye estos fracasos, principalmente, a dislexia o trastornos de atención, pero la ambigüedad de estos estudios, indica que no se quiere reconocer algunos problemas y se opta por el triunfalismo.

La principal cifra que se esgrime es que España es el tercer país en número de graduados en carreras técnicas (ingeniería, arquitectura, tecnologías), después de Irlanda y de Finlandia, con un 22,4 por mil de graduados entre 20 y 29 años. Así mismo, se sugiere que la cifra de matriculaciones en Doctorados y Masters se ha disparado en los últimos años, pasando de algo menos de 40.000 a casi 190.000 (según el INE). Pero las cosas se ven de distinta manera si se tiene en cuenta que ninguna universidad española figura entre las 100 primeras del mundo y solo tres figuran entre las 200 siguientes.

Y, no digamos si se acepta que buena parte de los licenciados deben de aceptar largos períodos de becaría, sin sueldo o con sueldos simbólicos y un alto porcentaje de ellos no vuelven jamás a ejercer la profesión para la que han estudiado. O, simplemente, deben de aceptar la alternativa de irse al extranjero o aceptar puestos de trabajo mal remunerados e inestables. Para colmo, la aparición de varios casos de falsificación de asistencia a masters o de simple plagio en los trabajos de doctorado que ha afectado a conocidas figuras políticas, permite suponer que se trata de algo generalizado y contribuye a la desvalorización de los títulos superiores.
Así pues, la situación de la enseñanza en España es:
1) Crisis de los niveles educativos primarios con altos niveles de abandono escolar, una formación profesional en crisis y sin propuestas de reforma que puedan revertir esta crisis, sino más bien pensar que se ahondará en la misma.

2) Crisis de los niveles educativos superiores con pocas universidades reconocidas internacionalmente y cada vez salidas más escasas para los licenciados. En otras palabras: inadecuación entre la universidad y la sociedad y deficiencias formativas.

Fuente 

miércoles, 20 de noviembre de 2019

La “corrupción” del Caudillo, por Francisco Bedala

Francisco Bendala
Se publica como gran exclusiva --ahora a cualquier cosa se le llaman así--, el testamento que en 1968 redactó el Caudillo según el cual dejaba a su mujer e hija, únicas herederas, 28,5 millones de pts. (1,8 millones de euros).
Los enemigos del Generalísimo, que son los mismos que los de España, todo hay que decirlo, llevan décadas buscando la piedra filosofal que supondría que el “terrible y temible dictador” hubiera sido también un gran corrupto, pero para su desgracia, la de los que le odian, nada, nada de nada han conseguido encontrar. Y es que han tropezado en tal asunto, como tropiezan en todo lo que se refiere a Franco, con la horma de sus zapatos.
El Caudillo llevó siempre, desde joven, una vida austera, como no podía ser de otra forma en un militar y católico de verdad, de pura raza. A él lo de lo material no la hacía tilín, sino todo lo contrario. Al revés que lo que llevamos visto, y veremos, de los que le odian que se pierden por lo caduco.
Pues bien, no sólo lo que ahora se ha descubierto avala lo que decimos, sino que en la Fundación reposa un documento manifiestamente esencial que avala el dato que en vulgar “exclusiva” se ha publicado.
El documento en cuestión es una nota que el 30 de Junio de 1961 entregaba Felipe Polo, cuñado de Franco, al Caudillo, en la que le daba cuenta del estado de sus bienes, de su “enorme fortuna”, la cual en dicha fecha ascendía a un total de 23.405.098 pts., de los cuales 11.842.599,19 estaban invertidos en valores mobiliarios y 11.562.499,46 permanecían depositados en una cuenta corriente. La exclusiva de ahora no hace por tanto más que incidir y refrendar, como no podía ser de otra forma, dicho documento, pues siete años más tarde Franco declaraba poseer esos 28,5 millones de pts.
La procedencia de la suma de la nota en cuestión –y por ello de la del testamento-- era, por demás, muy clara: el ahorro de la mayor parte de su salario, llegándose a especificar que en el primer semestre de ese mismo año había conseguido ahorrar 610.622 pts., incluidos los intereses de sus valores financieros. Si los de la exclusiva, y más aún sus enemigos, se hubieran molestado en investigar, en acudir a las fuentes primarias y originales, no hubieran perdido ni un minuto durante estos años en buscar lo que no existe, es decir, la prueba de la pretendida corrupción del “dictador”. ¡Qué más quisieran ellos!
Más aún. ¿Cuál era el salario de Franco? Se ha publicado hace ya bastante una copia de una de sus nóminas de 1975, la cual da fe de que eran 168.477 pts. de las cuales, y hechas las deducciones obligadas el líquido que percibía era de 154.710 pts.; salario más que ajustado para todo un Jefe del Estado y supuesto "dictador". Pero es que además los conceptos más elevados de dicha nómina correspondían a sus condecoraciones, tales como 24.375 pts. por la Laureada de San Fernando o 19.500 pts. por sus dos Medallas Militares Individuales, éstas ganadas durante la campaña de África jugándose la vida. Los gastos de representación eran de tan sólo 12.700 pts. Las cifras hablan por sí solas.
En cuanto a las propiedades, la cosa pinta también mal para sus enemigos, porque después de casi cuarenta años en la jefatura del Gobierno sólo tenía tres: el Pazo de Meirás, que le había sido donado por el Ayuntamiento de La Coruña por decisión de su pleno y que en su día había pertenecido a la Condesa de Pardo de Bazán --sólo para aumentar su seguridad se expropiaron algunos pequeños terrenos colindantes por los que sus propietarios recibieron el correspondiente justiprecio--, la casa y finca del Canto del Pico situada en Torrelodones cuyo propietario, el Conde de las Almenas, la había donado a Franco al morir sin herederos en 1937 –su único hijo había sido vilmente asesinado por militantes del PSOE frentepopulista-- y el edificio del que era propietario en la calle Hermanos Bécquer de Madrid --donde viviría su mujer hasta su muerte-- que había sido adquirido con su propio dinero.
Nuevamente, y también en esta cuestión, Franco fue todo un ejemplo y los que le odian lo contrario como venimos conociendo desde hace décadas.

lunes, 18 de noviembre de 2019

Josele Sánchez - Certificado de defunción. Me declaro vencido y desarmado

Querido lector, cuando leas esta Editorial –mi última editorial periodística– espero encontrarme ya a miles de kilómetros de la patria; comienzo a escribir este artículo -sin duda el más triste de mi carrera- nada más escuchar por la megafonía del avión que ya podemos desabrocharnos los cinturones, con el corazón aún encogido por la despedida (hace tan sólo 48 horas) de la familia y de la mujer que amo, con un futuro, en manos de Dios y cargado de incertidumbres, con un amor a España que me lleva a salir huyendo de la patria antes de que sea demasiado tarde y con la triste convicción de saber que, con toda probabilidad, este es un viaje sin retorno, un vuelo de ida sin billete de vuelta, una separación de la nación a la que desde niño he amado como se ama a una mujer, apasionadamente, con lealtad, a veces incluso confundido por la ceguera que tanto amor comporta, ignorando la falta de reciprocidad en ese amor a la patria como la del cónyuge engañado que se niega a aceptar la infidelidad que todo el mundo advierte, menos él mismo. Porque yo lo he dado todo por España y la patria no ha sido en absoluto recíproca conmigo.

No sé por qué en estos momentos recuerdo a José Antonio Primo de Rivera (un hombre cuyo pensamiento político y su ejemplo ha marcado profundamente mi existencia) y pienso lo duro que debió ser escribir ese duro y hermoso Testamento, ese último escrito suyo cargado de amor fecundo a España y a los españoles, rebosante de perdón a sus verdugos, sabiendo que en un par de horas sería fusilado por un pelotón de milicianos. Tal vez me acomete ese recuerdo por comparación con este escrito: si a mí se me rompe el alma escribiendo mi último artículo, pese a saber que mañana volveré a ver salir el sol, cómo debió sentirse un hombre (de sólo 33 años) que sabía que lo que le esperaba al terminar de escribir eran las balas de los milicianos que pondrían fin a su vida. Y pese a tan dolorosa certeza, José Antonio fue capaz de pronunciar esta frase tan cargada de hombría, de generosidad y de amor inimitable a todos los españoles -sin distinción ideológica alguna-:

«Ojalá fuera mi sangre la última que se derramara en discordias civiles. Ojalá encontrara ya el pueblo español, tan rico en cualidades entrañables, la patria, el pan y la justicia«.

He pensado mucho si debía escribir un último artículo o si desaparecía sin más explicación. He pensado si sería la vanidad el motivo que me lleva a escribir estas últimas palabras. Pero por otro lado sé la polvareda que levantaría mi desaparición sin explicación alguna y la de rocambolescas explicaciones que se darían a mi repentina e injustificada evanescencia. Por otra parte no puedo ignorar la lealtad máxima de mi más directo (y reducidísimo) equipo de colaboradores, y el seguimiento que -con mayor o menor identificación con mis ideales- he llegado a tener por parte de los españoles que, en los mejores tiempos de La Tribuna de España, llegó a superar los seis millones de lectores… y es por esto por lo que me han aniquilado.

Sé que no soy -sin  duda alguna- el único disidente honesto de España pero ¡mucho cuidado con la presunta disidencia! porque tras esta tarjeta de presentación de «disidente» se esconde mucha bazofia, mucha cloaca del estado y mucha -la inmensa mayoría me atrevería a decir- «disidencia controlada.

Acaso debería comenzar esta editorial adjudicándome el bando perdedor del último parte de guerra de Franco y decir algo así como «en el día de hoy, cautivo y desarmado el periodista Josele Sánchez, ha alcanzado el sistema su último objetivo: la disidencia ha terminado«. Pero sería un ejercicio de jactancia, y también sería una miserable falsedad, porque pese a que es cierto que me declaro vencido y desarmado por el sistemano termina conmigo (al menos eso espero) la lucha contra el putrefacto Régimen del 78, no soy el único que consagra su vida a la transformación profunda y radical de una patria engangrenada, ni quien -haciéndolo extensivo a todas las naciones del mundo- se deja lo mejor de sí mismo en una batalla sin tregua contra el Nuevo Orden Mundial que nos ha dejado huérfanos de valores, que ha envilecido a los hombres feminizándolos hasta considerar la valentía, el coraje, la caballerosidad, el patriotismo o la defensa de los suyos, como residuos de un «machismo heteropatriarcal» inexistente, pero que -gracias a la propaganda que ejerce «la prensa del sistema»- ha calado en las pocas neuronas activas que todavía le quedan a los hombres y las mujeres de España.

Sin embargo yo hasta aquí he llegado.
Siempre tendré detractores que desde la burguesa facilidad de «sus vidas acomodadas» me acusarán de no haber resistido más. Juro por lo más sagrado que jamás he tenido por comparación al común de los mortales, que he pasado (y no es una metáfora, escribo literalmente cuanto he vivido), que hemos pasado mi mujer y yo -sin que nadie lo supiera, porque las penurias jamás las he sacado en procesión-, hambre y frío, y que no me he comparado con lo calientes que estarían los hogares de mis lectores, ni he pensado en lo repletas que estarían las neveras de mis compañeros de profesión, perros dóciles y muy bien retribuidos por el sistema; por el contrario, en esos momentos, recordaba a los camaradas de la División Azul, que lucharon en Leningrado, con los estómagos vacíos y a 40 grados bajo cero, y entonces hasta he sentido desprecio de mí mismo por mis quejas a Dios por el calvario por el que me estaba haciendo pasar cuando lo confrontaba con la entrega de los hombres más grandes de la patria, de aquellos a quienes «la Memoria Histórica» ha olvidado pero que dieron sus vidas por Dios y por España en la fría estepa soviética.


Lo he dado todo en esta lucha; me he dejado el poco dinero de que disponía, la salud, todas mis capacidades intelectuales, la familia y el alma. Creo que si algo no me podrá reprochar El Altísimo (pues es la suya la única justicia que reconozco) es no haberlo puesto todo: como en «la parábola de Los Talentos» de las Santas Escrituras; aproveché hasta el límite las capacidades que Dios me otorgó, y si no he podido o no he sabido llegar a más, no será por mi falta de ambición y entrega, sino por las limitaciones intelectuales que El Señor me ha dado. Creo, honestamente, que pocos guerreros habrán capaces de compararse conmigo en desprendimiento de todo lo personal para entregarse, en cuerpo y alma, a la búsqueda del pan, la patria y la justicia para todos y, de manera muy especial, para los más desfavorecidos; y digo esto hasta el punto de reconocer que, en esta entrega, me tocó escoger entre los míos y la patriami hija, mi mujer y mis hermanos, siempre podrán reprocharme no haberlos antepuesto a mis ideales y mi compromiso con una revolución ¡que he perdido!, con una vida que probablemente he desaprovechado, anhelando una patria completamente diferente para unos compatriotas absolutamente indiferentes y no merecedores de las renuncias que hice, ni del dolor que he causado (y que causo) a quienes más me quieren.
Allá cada cual con su conciencia.


Lo que juro por lo más sagrado es que no me he rendido ante el enemigo, que no me he entregado: sencilla y desgraciadamente, se me acabó la municiónEl sistema ha sabido cómo desgastarme físicamente (hasta provocarme graves problemas de salud), emocionalmente (hasta haber dudado, en muchas ocasiones, de que Dios estuviera de mi parte); el poderoso enemigo me ha destruido intelectualmente y me ha asfixiado económicamente, hasta el límite de no poder seguir pagando, siquiera, la cuota mensual del servidor desde el que publicamos este periódico.
Durante todos estos años de periodismo, admito haber cometido errores, pero puede asegurar que ninguno ha sido mal intencionado o debido a las presiones de nadie: todo lo que periodísticamente hayamos hecho mal se debe exclusivamente a mi incapacidad -o a mi falta de talento- para hacer mejor mi trabajo. Pero no es ningún culto a la vanidad reconocer, así mismo, que han sido muchísimos los éxitos periodísticos (resulta obvio que mi concepto de éxito no tiene nada que ver con la rentabilización económica que el sistema ha impuesto como sinónimo de esta palabra) que hemos conseguido, comenzando por crear un estilo de información distinto y distante al de «la prensa del sistema», un periodismo cuyo objetivo no era una cuenta de resultados económicos, sino el despertar de conciencias, una fidelidad rotunda a «contar aquello que ocurre y que otros no quieren que se sepa.


Así las cosas -y siendo, por tanto el periodismo mi trinchera contra el sistema- me he procurado los más peligrosos enemigos por hacer públicos sus manejos que durante cuatro décadas han permanecido ocultos gracias a una prensa servil y vendida a los que de verdad mandan en España (sea el que sea el gobierno de turno).
A nadie se le escapa que de los muchísimos asuntos turbios que desde La Tribuna de España hemos descubierto y publicado, son tres, fundamentalmente, los que me han convertido en enemigo tan peligroso para el sistema: «la mafia judicial española«, el posible asesinato de Emilio Botín y los manejos del «clan Botín» como auténticos «amos» de España, y los casos de pederastia de criminales considerados como personas de reputación irreprochable -y muy especialmente-, todo lo que nos hemos atrevido a publicar respecto al «caso Bar España.


Y el sistema no es que no me lo haya perdonado: «la mafia judicial española» y «las cloacas del estado» se han revuelto contra mí como si yo fuera el más peligroso de los enemigos, y no han cejado su empeño hasta derrotarme: así es, por duro que resulte reconocerlo: David no ha sido capaz de vencer a Golitat y el sistema ha pasado por encima mía como una trituradora.

No voy a dar detalles (que además convertirían este último Editorial en una extensa novela negra) de cuáles y cuántos han sido los ataques recibidos por  parte de «las cloacas del estado», que han ido desde la infiltración -en mi grupo más reducido y próximo- de distintos personajes, hasta la intervención de todas mis comunicaciones (no sólo telefónicas y cibernéticas), llegando a instalarme sistemas de geolocalización y escucha de todas mis conversaciones, incluso en cada uno de los muchos domicilios secretos que he tenido (y que periódicamente iba cambiando) a lo largo de estos dos últimos e interminables dos años. Y, por supuesto, también se han pasado por el forro algo tan sagrado en un Estado de Derecho como la «confidencialidad de las conversaciones entre un investigado y su letrado» y han escuchado todas mis conversaciones telefónicas con mi abogado Mario García Galindo. Resulta obvio que no puedo probarlo, así que dejo a su criterio que crean o dejen de creer cuanto les estoy contando.

Nos han echado de las redes sociales, hasta terminar robándonos la propia web de La Tribuna de España.


Nos han vencido, sus censuras en redes sociales, sus hackeos, el robo de nuestra propia web, nos ha hecho pasar de más de seis millones de lectores mensuales a menos de trescientos mil que tenemos en la actualidad. Han minimizado pues, nuestra capacidad de impacto social y han acabado con el poder de seducción de conciencias y despertar ciudadano que llegó a suponer La Tribuna de España.
Nos han inflado a querellas criminales, cuyos gastos jurídicos (pese a la extraordinaria generosidad de nuestro excelente abogado, el penalista Mario García Galindo) ya no podemos seguir asumiendo.


He tenido infiltrados, vendidos y cobardes; estos últimos tan sólo era revolucionarios de café y redes sociales, «tiraos p´alante» que han abandonado la trinchera cuando han comprobado que el enemigo no disparaba con munición de fogueo.
Ni una palabra para ellos. Ni mencionarlos siquiera. Allá cada cual con su conciencia. Como soy creyente, sé que será la Justicia Divina quien habrá de pesarles cuentas. También como soy creyente a los unos, y a los otros, intento perdonarlos… lo intento.
De cuantos se han aproximado a mí (y a veces tardando demasiado tiempo en darme cuenta) he llegado a descubrir e identificar -con nombres y apellidos- a agentes del CNI y a simples y miserables «chivatos» al servicio de Ana Patricia Botín o de «las cloacas del estado», que -en definitiva- son una misma cosa, pues en España no se mueve un papel, no se llega a un pacto de gobierno, no se nombra un ministro, ni a un miembro del Tribunal Supremo, ni al Fiscal General del Estado sin la aprobación previa del más criminal de los grupos mafiosos: el «clan Botín».


Por eso me han hecho la vida imposible hasta casi hacerme perder la cordura; con mis publicaciones, no sólo es que haya expuesto mi vida (que es algo que tengo completamente asumido), es que he convertido a mi familia en «objetivo» de unos bastardos criminales que no se detienen ante nada ni ante nadie. Me intentaron sobornar. Como no lo lograron, he sido objeto de extorsión y de chantaje -poniéndome como amenaza a aquellos a quienes más amo- hasta el punto de que he tenido que llegar a una especie de pacto (si no tácito, al menos implícito) de no publicar determinadas informaciones que guardo a muy buen recaudo, a cambio de que no me pase nada indeseado a mí (que no me importa en absoluto cuanto pudiera ocurrirme) ni a ninguno de mis familiares.

Por eso habrá quien eche en falta que en mi último Editorial no «muera matando», y que no publique esa información de la que dispongo y que es sensible de llevar a la cárcel, para el resto de sus días, a varios de los implicados en los tres casos citados: «mafia judicial española«, «clan Botín» y «caso Bar España«.
Sí, sé que probablemente la mayoría de los lectores desearían que en este último Editorial pusiera la mierda delante del ventilador, pero soy yo quien se juega la familia: con todos mis respetos, mis lectores no arriesgan nada…


Sería una irresponsabilidad por mi parte poner en riesgo a los míos por lo que esa documentación (de los tres casos citados) -como muy bien conocen mis poderosos enemigos- se encuentra perfectamente resguardada y en el caso de que a mi familia o a mí nos ocurriera el menor percance, ya está prevista su inmediata difusión a los medios de información internacionales más prestigiosos (todavía existen medios -evidentemente no en España, sobre todo en los EE.UU.- que, aunque sean igualmente corruptos, sí se hacen eco de estas importantísimas revelaciones) y a todos los organismos y organizaciones internacionales (UE, BCE, ONU, FMI, CIA, FBI, Reserva Fedederal norteamericana, Amnistía Internacional, Reporteros sin Fronteras… etc). Tanto es así que yo creo que alguna presidente de Banco, algunos cuantos jueces y fiscales, algunos políticos e incluso algún religioso, deberían rezar todos los días para que ni a mi familia -ni a mí mismo- nos ocurra el menor accidente, para que no tengamos, siquiera, un involuntario esguince de tobillo al cruzar una calle, o a que un simple constipado acabe convirtiéndose en una pulmonía.

Salgo huyendo de España porque «la mafia judicial española» iba a ingresarme ya en prisión; sin entrar en más detalles (que ni puedo ni debo ofrecer) he sido conocedor de que -antes, incluso de que mi abogado haya recibido ninguna comunicación oficial- el CNI ya ha hecho llegar a la Interpol mi identificación para impedir que pueda volar desde ningún aeropuerto de Europa. Esta arbitrariedad judicial y policial (la enésima que recibo) me ha sido advertida desde dentro de «la casa» (que es como los agentes denominan al CNI) e iba a ser ejecutada en plena jornada postelectoral, cuando toda la atención informativa estaría centrada en el resultado de las elecciones.

Así las cosas me ha tocado precipitar mi salida de España (que ha  resultado toda una odisea para poder volar desde un país no europeo) y refugiarme en el país donde ya estaré cuando ustedes lean esta Editorial (y que por supuesto no voy a desvelar), sin ninguna certeza de qué, ni cómo voy a poder vivir: ahora sólo pienso en las próximas 24 horas y espero que Dios no me abandone en mi nueva condición de «fugitivo» -no de la justicia- de la «mafia judicial española.
Pero no sólo abandono España; me rindo ante la evidencia: he sido completamente derrotado.


Quisiera pensar que mi lucha ha servido de algo (aunque en estos momentos todo me invita al pesimismo y la melancolía), quisiera creer que todo este calvario -además de ser bien visto por los ojos de Dios- haya contribuido a despertar alguna conciencia, pero repito, es mucho el dolor, y ahora sangra tanto mi herida, que soy incapaz de advertir que quizás haya algo de positivo más allá del llanto que, literalmente, empapa la cuadriculada libreta sobre la que escribo en la mesita plegable del avión que me transporta rumbo al más incierto de los futuros.

Hasta aquí he llegado. Ya no tengo más munición, ni tampoco tengo más emoción; se me acabaron las balas y se agotaron las fuerzas.
Seguro que habrá quién pensará que debería haberme entregado pero, ya ven, una cosa es haberme dejado la vida en la batalla, convertirme, de hecho, en un mártir por la causa. Pero no tengo vocación alguna de héroe, ni debo hacer pasar a los míos por el dolor añadido de saberme encarcelado.
He sido derrotado pero no me he rendido.
Declaro solemnemente que ya se ha terminado mi lucha contra el sistema, pero no me he entregado.


Creo que la única obligación -y también el único derecho- que me asiste, es el de impedir, por todos los medios a mi alcance, que el enemigo me detenga y me ingrese en prisión.
Sólo por cinco de las 11 querellas que, hasta día, de hoy tengo interpuestas (porque aunque todavía no tenga comunicación judicial, sé que existe, al menos, dos nuevas denuncias más contra mí) me piden más de veinte años de cárcel.
La Fiscalía General del Estado ha dado órdenes expresas de que los fiscales soliciten las máximas penas posibles…

Qué justicia puedo esperar de los jueces cuando el propio Consejo General del Poder Judicial es uno de mis querellantes, cuando he denunciado con nombres y apellidos a jueces y fiscales pederastas y violadores de niños, a jueces y fiscales vendidos al Banco de Santander, a jueces y fiscales que en el caso de pederastia conocido como «caso Kote Cabezudo» han prevaricado defendiendo al pederasta y diputado del PSOE, Odón Elorza, y actuando en contra de las víctimas…

Salgo huyendo de mi ingreso en prisión y abandono definitivamente la lucha.
Espero que ustedes comprendan mis motivos aunque, si les he de ser sincero, en estos momentos me resulta absolutamente indiferente qué es lo que puedan o no pensar de mi decisión.

No sé si cerrará o no LNT lanuevatribuna.com con mi marcha. Me gustaría que resistiera el envite, que los más activos colaboradores siguieran adelante con el periódico, aunque sé que resulta altamente improbable que pueda seguir funcionando por todo el riesgo que comporta ponerse al frente del timón de este barco.
Qué triste no tener la capacidad de explicar a la gente que vamos hacia la destrucción de la humanidad. Qué doloroso saber que han convertido al hombre en mero robot del sistema y que encima se cree libre porque puede meter una papeleta en una urna cada vez que se monta una orgía de supuesta democracia. Qué dolor ver cómo se han destruido los valores que nos convirtieron en lo que fuimos, el calor del hogar, la familia como célula básica de la sociedad, la comunicación entre hijos y padres, la pérdida del concepto de autoridad del padre y del maestro, la nula atención que se presta a los ancianos. Qué angustia comprobar cómo el hombre ha dado la espalda a Dios, cómo le importa un bledo la naturaleza, su tierra, su pueblo, su barrio, su ciudad, su patria o su raza. Qué descorazonador comprobar como el hombre blanco ya no procrea y augurar que los europeos desaparecerán en unas décadas invadidos por otras subculturas que además engendran hijos como conejos. Qué desconsuelo saber que existe un genocidio permanente del «no nacido», que la mujer se sienta más libre por tener derecho al aborto, o por trabajar fuera de casa por un salario de miseria, mientras los hijos son cuidados por «canguros» en unas casas que ya no huelen a comida sino a ambietadores, ambietadores que parecen querer disimular la falta de olor a hogar. Qué desaliento comprobar que los hombres ya no se revelan, que trabajan como esclavos sin oponerse a las injusticias laborales, que un marido ya no sea garantía de defensa de la mujer y de los hijos (como ocurre con el resto de las especies en las que el macho se preocupa de la seguridad de su hembra y sus cachorros), que la caballerosidad se haya invertido por un amariconamiento políticamente correcto que hace desaparecer del hombre toda su virtud, la virilidad, del mismo modo que el feminismo ha desterrado de la mujer su más envidiable condición: la feminidad. Qué aflición que la izquierda se haya adueñado demagógicamente de la reivindicación de la justicia social (algo que cuando llega al poder le importa un bledo), y que la derecha se haya apropiado del patriotismo (cuando la derecha no conoce más patria que la de los paraios fiscales). Qué pena de patria, qué lástima de Europa, qué dolor de Iberoamérica… todo al servicio del Nuevo Orden Mundial; así es el liberalismo, señores, ¡da igual todo!, es lo mismo que los gobiernos sean conservadores o socialdemócratas, siempre pedaleando por derecha o por izquierda (como tan magistralmente explica Adrián Salbuchi) pero al dictado del Fondo Monetario Internacional, al servicio de los intereses de los Rothschild, de los Soros, de los Botín, del Club Bilderberg…

No puedo olvidar en mi última editorial a todos los colaboradores de La Tribuna de España que, desinteresadamente, han escrito durante estos últimos tres años para todos ustedes. Como no quiero olvidar a ninguno (y aquí, en el avión, no dispongo del listado) -y están en la memoria de nuestros lectores- no los enumeraré, pero a todos y cada uno de ellos los llevo en mi corazón. Y especialmente a quienes ustedes ni conocen (porque no firman artículos) pero que siempre han estado ahí apoyándome emocionalmente, económicamente, pasando a formar parte casi de mi propia familia. No les nombro porque ellos ya lo saben, y porque por su propia seguridad mejor que permanezcan así, en el más absoluto anonimato.

Tengo especial emoción al recordar todo el apoyo que hemos logrado tener desde fuera de España: desde Argentina con mi maestro Adrián Salbuchi, con mi compañero y camarada Juan Manuel Soaje Pinto -director de la televisión Canal TLV1-, con el catedrático Alberto Buela), desde México (con nuestro corresponsal Hugo González, con el profesor Mario Becerra, con María Espinosa, con mi paisano Jorge Octavio Fernández, con Saúl Morales, con David Haquet, con Lorena Ochoa…), desde Chile (con nuestro corresponsal Álvaro Cárcamo, con Werner Schröder y Mario Gutiérrez Cifuentes), desde Bolivia (con la grandísima Andrea Victoria Cano y con Pablo Adolfo Santa Cruz de la Vega -líder del Movimiento Veganista-) desde Perú (con Savitri Guillen), desde Alemania (con Alana Bigs y Mattias Deyda), desde Portugal (con Màrio Machado), desde Italia (con Francesca Rizzi), desde Francia (con Yvan Bwenedetti), desde Polonia (con Adrianna Gasiorek)…
Todo esto, para un medio que subsiste al margen de la publicidad institucional y que nunca contó con un sólo euro para gastos, me parece que es un plantel inigualable y un meritorio logro que hemos conseguido por nuestro estilo periodístico, por nuestra línea de pensamiento, por nuestro enfrentamiento frontal al liberalismo y por nuestra lealtad incondicional a unos valores supremos.

Probablemente todo el trabajo periodístico de La Tribuna de España (y de su sucesora LNT lanuevatribuna.com) haya sido reconocido mucho más fuera de España que en nuestra propia nación.

Sin ningún medio y mientras otros supuestos disidentes se han dedicado a pedir el voto para la extrema derecha española, nosotros conseguimos crear toda una red de colaboradores en Iberoamérica, especialmente gracias al impulso de La Tribuna Radio (que fue rescatada -tras sufrir la enésima traición- gracias a Andrea Victoria Cano). Por camaradas como ella, Andrea Victoria Cano, es por lo que me duele especialmente tener que abandonar la lucha; piensen en todo lo que está sufiendo Bolivia; pues, pese a todo lo que tienen encima, Andrea Victoria Cano no sólo siguió emitiendo su programa semanal «Vocera de La Vega» sino que, desde La Paz, ha asumido tácitamente la dirección de La Tribuna Radio y exclusivamente gracias a ella hemos sido capaces de tejer una red de corresponsales que abarca desde Tierra de Fuego hasta California y una audiencia como medio de referencia radiofónico de la Tercera Posición en toda Iberoamérica.
¿Se va a perder todo ese trabajo?
No lo sé; sólo sé que yo ya no puedo más.
Lo mismo que LNT lanuevatribuna.com, pongo a disposición de los más directos colaboradores el medio, y me encantaría que siguieran adelante sin mí. Pero lo único que ya puedo aportarles es mi aliento y mi cariño: nada más; no tengo más que ofrecer a estas alturas de mi vida. Ni siquiera puedo ayudarles con mi experiencia, ni colaborar con ellos escondido entre bambalinas. Por mi salud mental y porque así se lo he prometido a mi familia (a los que siempre dejé de lado para entregarme a la causa) me retiro vencido y desarmado: desgraciadamente no puedo retirarme en un Monasterio de Yuste -como hizo el inmenso Carlos V- y, por el contrario, debo pasar el resto de días que Dios quiera que viva como un fugitivo, como un delincuente que huye de la ¿justicia?.
Y si he de hacerlo que sea como decía Fray Luis de León:

«Aquí la envidia y mentira
me tuvieron encerrado.
Dichoso el humilde estado
del sabio que se retira
de aqueste mundo malvado
y con pobre, mesa y casa
en el campo deleitoso
con sólo Dios se compasa
y a solas su vida pasa
ni envidiado, ni envidioso».

Ojalá algún día pueda volver al suelo patrio, en lo que seguro ya no será España, porque la maldad de los amos del sistema, el aprovechamiento de sus parásitos con inmunidad judicial y sobre todo, porque la indiferencia de la inmensa mayoría de los españoles habrá permitido el imperdonable crimen de la destrucción de la patria.

Sólo quiero terminar recordando a la inmensa mujer que ha vivido todo este calvario a mi lado y que, desgarradoramente, ahora no puedo tener conmigo: ojalá Dios permita que, más pronto que tarde, pueda volver a dormir agarrado como una lapa a «mi Mariajo».

Termino con dolor mientras el avión continúa surcando el océano: ha pasado casi dos horas desde que comencé este escrito repleto de tachaduras y rectificaciones. Aún me quedan seis horas hasta llegar a mi destino.

Vencido (que no rendido), huido (que no entregado), abandono aquí mi lucha. Lo repito por si a alguien le queda alguna duda: lo he prometido a mi familia y yo siempre cumplo mis promesas. Creo que bien merecen, al menos, que no siga agudizando su dolor y los posibles «daños colaterales».
Ojalá haya alguien recoja mi testigo.
Ojalá quienes ya llevan años luchando, desde otras trincheras -pero con la idéntica rectitud de intenciones- no se vean sometidos a toda la descarga de artillería del sistema que yo he padecido, y puedan resistir en sus posiciones. Desgraciadamente no creo que esto sea así.

Soy la última víctima. No he sido la primera ni tampoco, desgraciadamente, voy a ser la última. Ahora irán a por otro, a por quien más daño les esté haciendo. Que se ate bien los machos mi compañero Armando Robles, director de Alerta Digital. Que tenga cuidado mi buen amigo, el escritor Fran Gijón. Toda precaución es poca para mi admirado Mario Díaz, abogado contra los violadores de niños y su asociación Justicia Poética. Máxima vigilancia a los realizadores (por mucho que ahora estemos distanciados) del excelente programa radiofónico «Aquí La Voz de Europa«…

Les infiltrarán ratas miserables, les acosaran judicialmente, les asfixiarán económicamente y Dios no quiera que también les obliguen a salir huyendo de una patria que dejó de ser madre para convertirse en una mala madrastra.
Como decía Machado:

«Si al cabo nada os debo,
me debéis cuanto he escrito…


El mito del Euskera perseguido por Franco, por Francisco Torres

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