miércoles, 23 de marzo de 2022

¿Se romperá el muro de silencio?: Entrevista de Arnaud Imatz a Pío Moa


 

Se ha publicado en Francia la traducción de Los mitos de la guerra civil, que reenfoca aquella contienda tan decisiva en la reciente historia de España, e indirectamente en la de Europa. El libro, más que otros míos, debido a su extraordinario éxito, motivó una auténtica histeria en los medios izquierdistas, separatistas y de la derecha “progresista”, que clamaron unánimemente por la censura de mis obras y mi muerte civil.  No se crea que es un ambiente exclusivamente español, pues en el resto de Europa persiste aún la emocionalidad creada por unas propagandas izquierdistas y comunistas trasladadas a una historiografía en el fondo ridícula, por sus contradicciones. Tanto es así, que la  traducción al francés por la prestigiosa editorial Tallandier, fue cancelada, incluso después de haberse anunciado en Internet;  y ha habido que esperar  ¡veinte años! para que por fin aparezca la traducción, en una editorial menor. La censura ha impedido también que el libro se publique en inglés, alemán o italiano (se ha publicado en polaco).  Ahora, con motivo de la traducción francesa, el prestigioso historiador y ensayista Arnaud Imatz me ha hecho la entrevista que a mi vez traduzco al español:  

Antiguo militante del Partido comunista de España reconstituido (PCEr), miembro fundador del GRAPO,  movimiento maoísta, resistente y terrorista durante los últimos años de la dictadura franquista, retirado de toda actividad política , definiéndose como demócrata y liberal desde hace cuarenta años,  Pio Moa  se ha convertido en uno de los autores más conocidos de su país. Ignorado en Francia, es centro de todas las polémicas y constituye un fenómeno cultural en España, cuyos libros son  best-sellers. Su esfuerzo honesto y desinteresado de reinterpretación de la II República española, de los orígenes, desarrollos y consecuencias de la guerra de España,  especialmente a partir de los archivos de la Fundación socialista Pablo Iglesias, es la más exitosa de los últimos veinte años. Hemos entrevistado al autor  en relación con la salida  en Francia de este libro acontecimiento, Los mitos de la guerra de España (1)

Arnaud Imatz : La guerra civil española (GCE) o la guerra de  España, como se la conoce en Francia es uno de los lugares privilegiados del embuste. Se repite ad nauseam que fue la consecuencia de la acción nefasta de Franco, o, por decirlo más “sabiamente”, el resultado de la agresión del Ejército, la Iglesia y la Banca contra el Pueblo, la Democracia y la República. En sus trabajos e investigaciones usted demuestra que fue, al contrario,  el movimiento revolucionario y el hundimiento de del Estado y de la democracia lo que empujó al alzamiento de 1936. ¿Cómo ha llegado usted a esa conclusión , habiendo sido  en su juventud un activista antifranquista, militante de la extrema izquierda marxista?

Pío Moa: Aunque suene paradójico, Franco fue el último en rebelarse contra la república. Antes lo habían hecho los socialistas, anarquistas, republicanos de izquierda (empezando por Azaña), separatistas catalanes y vascos, y el derechista Sanjurjo. El también derechista Alcalá-Zamora saboteó a las propias derechas, por un complejo de inferioridad. Nada más falso que eso de «el pueblo contra la Iglesia, etc.”. El pueblo votó muy mayoritariamente a la derecha en noviembre de 1933. Y fue entonces cuando izquierdas se decidieron a la insurrección armada. Cuando yo era joven era marxista. Consideraba que los errores y crímenes a la vista de todos eran consecuencias pasajeras de un magno ensayo histórico, que no podía salir perfecto de entrada, y que se superarían. Estudiando las contradicciones del marxismo, partiendo de la teoría del descenso de la tasa de ganancia, concluí que a partir de errores de base en la concepción teórica solo podían salir errores y crímenes, que estos no eran casuales o producto de la inexperiencia.

¿Por qué da usted tanta importancia al intento de revolución socialista de 1934 en el origen y antecedentes directos de la GCE?

La revolución socialista-separatista catalana de octubre de 1934 fue planteada abierta y explícitamente como una guerra civil para destruir la república « burguesa » e imponer una república comunista y en su caso la secesión de Cataluña. Está absolutamente documentado, por eso ha habido un enorme empeño en disimularlo por parte de una historiografía propagandística muy extendida, pero sin el menor valor serio.

¿Existía peligro fascista en la España de los años 30? 

No. Lo confesaron los propios líderes del PSOE Largo Caballero y su mentor intelectual Araquistáin. Lo dijeron fuera de España. Dentro insistían en lo contrario, para soliviantar a la gente. Era parte de su preparación para la guerra civil

¿Cómo se hundieron definitivamente en 1936  la legalidad republicana y la coexistencia democrática? 

Del fracaso de la insurrección del 34 las izquierdas podían haber aprendido una lección y moderarse. Fue lo contrario. Llegaron a unas elecciones anormales anunciando abiertamente que no reconocerían una victoria de la derecha. Y falsificaron las elecciones, como han demostrado estudios recientes muy concretos. Esa falsificación fue un verdadero golpe de estado que abrió un período de completa quiebra de la legalidad republicana.

¿Quiénes serían, en su opinión, las principales personalidades políticas responsables de la guerra civil? 

Aunque suene paradójico, el principal responsable fue el derechista Alcalá-Zamora presidente de la república. En 1933 las izquierdas y separatistas fueron vencidos en las urnas, y en 1934 volvieron a serlo al rebelarse con armas. El PSOE y los separatistas debían haber sido ilegalizados mientras no hubieran aprendido la lección. Lo que hizo Alcalá-Zamora fue impedir cualquier medida efectiva, y al mismo tiempo desarticuló a quienes habían ganado las elecciones y vencido la insurrección. ¿Por qué lo hizo ? Básicamente por un complejo típico de pasar por « progresista » y congraciarse con las izquierdas. En segundo lugar, los mayores responsables fueron el jefe socialista Largo Caballero y el separatista catalán Companys.

Las grandes formaciones políticas del Frente Popular, ¿aceptaban la democracia liberal y el reformismo, o más bien trataban de instaurar una forma de “democracia popular”, un sistema colectivista, incluso una “dictadura del proletariado? ¿Había verdaderos demócratas en la España de 1935-36?

El partido radical de Lerroux era democrático, aunque corrupto. La CEDA derechista no era democrática, pero aceptaba la legalidad republicana. Las izquierdas vieron la república como un cauce para imponer su dictadura « proletaria », es decir, de ellas mismas; y los separatistas como un instrumento para lograr la secesión. Por eso, cuando perdieron las elecciones pasaron a la rebeldía abierta.

En Francia, las Brigadas Internacionales siempre se presentan más o menos como un movimiento de voluntarios que defendían la democracia en España. Jacques Chirac  lo decía así en 2002, en un homenaje al coronel Rol-Tanguy, ex brigadista y militante comunista ¿Puede usted explicarnos qué eran las Brigadas Internacionales? ¿Por qué tienen una imagen tan idílica en Occidente y al contrario,  generalmente siniestra y repulsiva en los países del este? 

Las Brigadas internacionales fueron un ejército paralelo movilizado por la Komintern. Obviamente les parecerán muy bien a quienes tengan mentalidad comunista o similares. Claro, en Europa del este han conocido muy bien dónde acababa aquel pretendido romanticismo comunista y no se dejan engañar, como nuestros « progresistas »

¿Por qué fue vencido el Frente Popular?

La única fuerza seria del Frente Popular (alianza de sovietizantes y separatistas básicamente), eran los comunistas. Estos tenían una estrategia real y el apoyo directo de Stalin. Enseguida vieron que era preciso un ejército regular y disciplinado y no el “folklore” miliciano. La verdad es que el resto del Frente se componía de grupos entre disparatados y pintorescos, muy aficionados, sobre todo los socialistas, al robo y a las chekas de retaguardia. Los comunistas tuvieron que luchar con la estupidez de sus aliados, lo que creó grandes resentimientos, por los crímenes implicados, y de hecho esos aliados, Azaña, por ejemplo,  sabotearon cuanto pudieron a los comunistas.

El historiador marxista Manuel Tuñón de Lara  ha sido por mucho tiempo el icono admirado y respetado de los hispanistas franceses, mientras que al mismo tiempo uno de los mayores especialistas internacionales, el historiador  americano Stanley Payne era víctima en Francia de una verdadera omertá (ley de silencio) durante más de cuarenta años.  ¿Por qué la percepción de la guerra de España sigue siendo tan mayoritariamente favorable al Frente Popular en los medios universitarios y periodísticos franceses?

Tuñón de Lara es, muy claramente, un historiador stalinista. La simpatía por los comunistas en Francia es explicable: la resistencia fue en gran parte comunista y supo hacerse una gran propaganda como si hubiera sido única. Por otra parte fue la URSS quien realmente derrotó al nazismo, a un coste inmenso. Y finalmente, los franceses han tenido la suerte de no experimentar en sus carnes las delicias del comunismo. Por eso se pueden permitir muchos el lujo de admirar al stalinismo, de quien es muestra Tuñón.

La mayor matanza de la guerra civil fue perpetrada por razones esencialmente religiosas: el 20%del clero, casi 7.000 religiosos y religiosas fueron asesinados.  Entre 1987y 2020 los papas han beatificado  no menos de 1916 mártires de la fe e incluso canonizado a 11. Sin embargo, durante la GCE varios autores que se declaraban humanistas cristianos, como Bernanos, Mauriac, Maritain o Mounier, apoyaron siempre al Frente Popular. ¿Cómo lo explicaría usted?

Dentro de la Iglesia ha habido una corriente de simpatía hacia el comunismo, que culminó en el Concilio Vaticano II, con unos « diálogos con los marxistas» que perjudicaron mucho a la Iglesia. Creo que también contó, durante la guerra de España, un sentimiento nacionalista francés. A Franco le ayudaban Alemania e Italia, y esos cristianos humanistas  creyeron que España iba a convertirse en satélite de ellas, en detrimento obviamente, de la influencia francesa. Lo que no ocurrió. En cambio el Frente Popular sí fue un satélite de Stalin

La llegada en España de una nueva generación de historiadores y periodistas hacia el final del siglo XX  se ha acompañado de un terrible retorno del odio y el sectarismo. usted mismo  ha sido insultado, excluido, cubierto de oprobio o puesto en la picota,  pero también aplaudido y alabado por numerosos lectores y universitarios. ¿A qué se debe esta  nueva crispación político-cultural?

Después de que el pueblo español aceptara en referéndum la democracia « de la ley a la ley », es decir, respetando la legitimidad histórica del franquismo, la oposición, que seguía siendo izquierdista y  separatista, emprendió una campaña de falsificación histórica que parecía haber ganado la partida a finales del siglo XX, al ser aceptada por una derecha intelectualmente muy pobre. De repente se vieron desmentidos documental y decisivamente, y reaccionaron como suelen…, hasta refugiarse en una « ley de memoria histórica » típicamente totalitaria, que amenaza las libertades de opinión, investigación, expresión y cátedra. Con ello demuestran claramente la clase de demócratas que son, y de paso la debilidad de sus historias.

Las autoridades españolas parecen obsesionadas con la adopción y refuerzo de leyes de memoria que solo atizan la división, la agitación, el rencor y el odio. ¿Es tan difícil aceptar la idea de una falta colectiva sin discriminar entre “buenos y malos” como condición necesaria para una reconciliación auténtica?

Si esas leyes atizan el rencor y la división es porque se basan en mentiras descomunales. Tienen de su parte a ciertos partidos, mayormente corruptos, y a un periodismo extraordinariamente inculto y casi infantil en sus manipulaciones. La realidad histórica es que Franco venció a una gravísima amenaza sovietizante-separatista, manteniendo la unidad nacional y la cultura hispánica, que evitó para España la guerra mundial,  que superó un aislamiento internacional criminal que pretendía hambrear al pueblo español, y que dejó un país próspero, moderado y reconciliado. Si es cierto que la verdad nos hará libres, hay que defenderla por encima de todo.

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Pedro Carlos González Cuevas: «la indigencia intelectual de la izquierda española»

 

Pedro Carlos González Cuevas: «la indigencia intelectual de la izquierda española»

Pedro Carlos González Cuevas es historiador, profesor universitario y autor de importantes obras sobre la derecha y el conservadurismo en España y experto en diferentes figuras como Ramiro de Maeztu, Charles Maurras, Carl Schmitt, Maurice Barrès, José Ortega y Gasset o Gonzalo Fernández de la Mora.


Aunque a la propia izquierda no le interesa que se hable de ello, lo cierto es que su indigencia intelectual ha sido denunciada por autores de peso…

La indigencia intelectual de la izquierda española es algo de sobra conocido y denunciado por algunos de sus portavoces más lúcidos como Josep Maria Castellet, Joan Fuster o Fernando Claudin. Lo había adelantado el gran Menéndez Pelayo. No obstante se ha tendido a ocultarlo. En ese sentido, toda la obra de un José Luis Abellán es un gigantesco fraude. No deja de ser significativo que cuando publiqué mi libro El pensamiento de la derecha española en el siglo XX en la editorial Tecnos, se pensó en la contrapartida izquierdista, pero los historiadores consultados rechazaron la petición. Seguramente era un reto excesivo para ellos. O no tenían la suficiente imaginación para inventarse una tradición. José Luis Abellán lo intento anteriormente, pero fracasó e hizo el ridículo. Su Historia crítica del pensamiento español fue un auténtico fraude.

¿Se podría afirmar por tanto que la izquierda española no ha aportado prácticamente nada al pensamiento español y tampoco al universal?

Lo dijo Ramiro de Maeztu. Lo cual puede relacionarse con el relativo atraso socioeconómico español y la lenta emergencia de nuevos grupos sociales, burguesía, proletariado. etc. Sin embargo, lo principal, a mi juicio, ha sido una extraña incapacidad intelectual y cultural en nuestra Ilustración e izquierda liberal.

No existe en nuestro suelo nada parecido a lo que Jonathan Israel ha denominado Ilustración radical de un Holbach, La Mettrie o Helvecio. Nuestra Ilustración es moderada, semejante en alguna medida a la anglosajona, compatible con la religión. Sus principales representantes fueron el Padre Feijoo y Jovellanos.

Tampoco existió en España un pensamiento liberal revolucionario digno de tal nombre. El liberalismo más lucido y representativo fue el de los moderados como el primer Donoso Cortes, Antonio Alcalá Galiano y Francisco Pacheco. En realidad, los grandes pensadores de la primera mitad del siglo XIX fueron los tradicionalistas Donoso Cortes y Jaime Balmes.

Ante esta ausencia de pensamiento, el remedio fue peor que la enfermedad. Julián Sanz del Río, afín al progresismo, eligió, en su viaje a Alemania, el krausismo, en lugar del positivismo de Comte o el idealismo de Hegel. Un gran error intelectual que no solo ha sido denunciado por Menéndez Pelayo, sino por Raymond Carr. Se eligió a Krause por el carácter laico de su filosofía. Pero ello obstaculizó la recepción del positivismo y del marxismo. No menos negativa fue la recepción de Proudhon por Pi y Margall. Su doctrina del pacto sintagmático y del federalismo fue una de las causas del fracaso de la I Republica. Hoy la izquierda sigue reivindicando a Pi y Margall.

No mucho mejor fue la aportación de la izquierda liberal en el ámbito de la historiografia.

Frente a la Iglesia católica inventaron los mitos de Al Andalus, los comuneros o los fueros como antecedentes históricos del régimen liberal. Como se demostró en la polémica de la ciencia española, los krausistas desconocían la historia del pensamiento español. Menéndez Pelayo tuvo que descubrir les la existencia de Raimundo Lulio, Juan Luis Vives y Francisco Suárez. En su Historia de los heterodoxos españoles Menéndez Pelayo les descubrió sus ancestros ideológicos. Así lo reconoció Juan Goytisolo en el caso de José María Blanco White. Igualmente con el abate Marchena. Los mitos de Al Andalus, de los comuneros y los fueros permanecen vigentes en el imaginario de la izquierda.

Especialmente grave fue el caso de la izquierda obrera.

No fue sólo la negativa influencia del anarquismo, sino la nula calidad del Marxismo español. El socialismo español fue profundamente anti intelectual. Pablo Iglesias Posse no sólo eligió como mentor intelectual al torpe y sectario Jules Guesde, sino que marginó conscientemente a los intelectuales de los aparatos del partido. Nunca pudieron existir un Kautsky o un Bebel españoles. Ni tan siquiera se hicieron eco de las tesis de Otto Bauer o Karl Renner sobre las nacionalidades. Los intelectuales quedaban en los estatutos del Psoe excluidos de cualquier cargo y representación de tipo colectivo. Lo cual fue muy criticado por Ramiro de Maeztu y José Ortega y Gasset. El Marxismo español brilló por su inexistencia.

Posteriormente, militaron en el Psoe algunos intelectuales como Fernando de los Ríos y Julián Besteiro, pero eran miembros de la Institución Libre de Enseñanza y herederos del krausismo, y no aportaron nada nuevo al socialismo. Y lo mismo podemos decir del incalificable Luis Araquistain.

La hoy mitificada II República tampoco trajo ninguna novedad desde el punto de vista ideológico.

Significó, en un principio, el triunfo del liberalismo de izquierdas y del socialismo. Contó en sus comienzos con el apoyo de intelectuales que no eran de izquierdas como Ortega y Gasset, Gregorio Marañón y Ramón Pérez de Ayala. Pronto se desencantaron del nuevo régimen y en la guerra civil apoyaron a Franco.

Los intelectuales cuestionaron la II República. Lo hizo Maeztu y los miembros de Acción Española. E igualmente Luis Araquistain y los socialistas revolucionarios de Leviatán. Lo hizo Salvador de Madariaga en su libro Anarquía o jerarquía y lo hicieron los comunistas de Octubre. Etc.

El único representante intelectual de la II República fue Manuel Azaña Díaz, hoy mitificado. Se trató de un literato de segunda fila, que, pese a su vinculación a Francia, no se enteró de la existencia de Proust o de Mallarme. Como pensador político poco hay que decir. Fue un hombre del siglo XIX. Un liberal de izquierda caracterizado por su anticlericalismo. En su obra no existen huellas de Marx, Weber, Schmitt, Keynes, etc. Todo un anacronismo.

También la influencia de Gramsci ha sido notable…

El tema de Antonio Gramsci tiene mucho interés. Y es que, como señaló el filósofo marxista Luis Althusser, sus ideas eran mucho más tributarias de Croce, Gentile, Pareto y Mosca, es decir, de la derecha intelectual italiana, que de Marx y Lenin. Algo que han señalado igualmente Alain de Benoist y Diego Fusaro. En realidad, su tesis de la hegemonía ideológica ya estaba presente en la obra de Charles Maurras El porvenir de la Inteligencia y en la investigaciones de Agustín Cochin sobre las sociedades de pensamiento en la Revolución francesa.

Paradójicamente, la edad de oro de la izquierda intelectual tuvo lugar en la última etapa del régimen de Franco.

El desarrollo económico de los años 60 y la nueva teología política del Concilio Vaticano II debilitaron la cultura cívica del régimen y abrieron el paso a la izquierda intelectual en una universidad en plena expansión y con una legislación más permisiva. Esta tendencia fue apoyada por antiguos intelectuales afines al régimen. Fue el caso de Pedro Laín Entralgo y sobre todo José Luis López Aranguren.

Este último tuvo su labor creativa durante el franquismo con obras como Catolicismo y protestantismo como formas de existencia y Ética. Significativamente Catolicismo y protestantismo como formas de existencia fue presentada por su autor al Premio Nacional Francisco Franco, con gran cabreo de López Aranguren al no conseguirlo. Aranguren logró personificar la figura del intelectual, pero se limito al exhibicionismo sin aportar ninguna idea nueva.

La izquierda fue conquistando la Universidad y fundando nuevas revistas y editoriales. Por vez primera existió en España un Marxismo académico con Manuel Sacristán, Manuel Tuñón de Lara, Enrique Tierno Galván, Josep Fontana, Ramón Tamames, etc. La juventud universitaria bebió de estas fuentes. Su pensamiento era muy endeble, pero tenía a su favor la rebeldía característica del espíritu del 68 y la novedad. El régimen no dio respuesta al reto y, por ejemplo, Ricardo de la Cierva, en su etapa en Cultura Popular, apoyó obras de comunistas como Carlos París y Manuel Vázquez Montalban.

Con la democracia liberal, la izquierda consolidó su hegemonía a través de diarios como El País y la creación en la etapa socialista, de lo que Marc Fumaroli ha denominado Estado cultural. Los socialistas compraron a los intelectuales.

Sin embargo, pronto pudo percibirse la escasa calidad de ese tipo de pensamiento. El Marxismo de Sacristán no se consolidó en una escuela. Y lo mismo ocurrió con Tuñón de Lara, un auténtico fraude intelectual, repudiado por las nuevas generaciones de historiadores. Tierno Galván apareció en algunas investigaciones como un farsante carente de originalidad. Fontana acabó apoyando al separatismo catalán. Y Tamames terminó en la derecha y defendiendo el liberalismo económico. Otros izquierdistas, como José Luis Abellán, rompieron con el socialismo escandalizados por su política neoliberal.

Y es que la izquierda socialista perdió toda dimensión proyectiva, limitándose a la administración de lo existente. El militante izquierdista típico fue un mero gregario sin formación cultural. Ejemplos, José Blanco, Adriana Lastra o Gabriel Rufián.

En lugar de una izquierda social emergió, ante el final de los regímenes comunistas, lo que Jean Bricmont denomina izquierda moral, que se basa en la reivindicación del feminismo radical, de los colectivos LGTBI, el antirracismo, la memoria histórica de las izquierdas y el antifascismo. Igualmente el multiculturalismo, con la alianza con el Islam para acabar con la influencia del catolicismo.

En el caso de Podemos, ha, reivindicado a pensadores como el neoestalista Zizek, Agamben, Laclau y Mouffe, aparte de Lenin. Más escandalosa ha sido su alianza con el nacionalismo de cara a la destrucción del Estado. De originalidad, nada.

Pese a todo lo que dice, ¿por qué la izquierda se sigue arrogando la superioridad moral e intelectual?

En realidad, la culpa de esta anómala hegemonía recae en la derecha, que abandonó el debate y la guerra intelectual. La Faes ha sido totalmente ineficaz, limitándose a la economía. El torpe José Maria Aznar cometió el error gravísimo de reivindicar al mediocre Azaña. Con lo cual demostró que estaba hegemonizado por la izquierda. El PP asumió la memoria histórica, la ideología de genero, y todo lo que ha reivindicado la izquierda. Y el conjunto de la derecha sigue en esa apatía situacional. Lo se por experiencia propia. La influencia de revistas como Razón Española ha sido muy escasa.

Hace poco fui contratado por okdiario, reivindiqué a figuras de la derecha y polemicé con representantes de la izquierda, con éxito y audiencia. Pero fui cesado sin explicaciones. Para Inda es más importante el fútbol. Todo esto exige una decisión político y cultural.

¿Qué podemos hacer para revertir esta hegemonía de la izquierda?

Todo esto exige una decisión política y cultural. Poco hay que esperar del PP. Está por ver lo que hará VOX. En cualquier caso, creo que la contra hegemonía debería ir por tres caminos:

  • 1. Activar el campo político y cultural de la derecha mediante redes, revistas, sociedades de pensamiento, periódicos y editoriales.
  • 2. Reivindicacion de figuras del pensamiento español como Fernández de la Mora, Ramiro de Maeztu, Ortega y Gasset, Menendez Pelayo, Vázquez de Mella, Xavier Zubiri, Eugenio D Ors, Donoso Cortes, Millan Puelles, Luís Díez del Corral, Jesús Pabon, Gustavo Bueno, Dalmacio Negro Pavón etc.
  • 3. Difusión del pensamiento y la obra de pensadores e historiadores extranjeros como Carl Schmitt, John Gray, Alain de Benoist, Alasdair MacIntyre, Roger Scruton, Raymond Aron, Renzo de Felice, Augusto del Noce, Julien Freund, Francois Furet, Ernst Nolte, George L. Mosse, Emilio Gentile, Leszek Kolakowski, Karl Lowith, Hans Georg Gadamer, etc.

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