miércoles, 31 de julio de 2019

Refugiado africano asesina a un niño en Alemania y los medios preocupados por la “xenofobia”

Un africano de origen eritreo, arrojó ayer en Alemania a las vías del tren a varias personas en la estación de Frankfurt. A consecuencia de ello, murió un niño. El asesino llegó a Suiza en 2006 y dos años más tarde obtuvo asilo, convirtiéndose en “un ejemplo de integración”, según se encarga de señalar la policía en Berlín.
El caso ha conmocionado a Alemania y han aumentando en las calles las protestas de los ciudadanos por las políticas gubernamentales de inmigración y asilo. La prensa más progresista, ha ocultado sistemáticamente el origen del asesino y lo ha tratado como un simple perturbado.
Los periodistas acaban culpando a la “ultraderecha” por “aprovecharse” del hecho y se lamentan de un nuevo brote de “xenofobia”.

martes, 30 de julio de 2019

¿El eterno retorno del fascismo?

¿Se pueden considerar fascistas Trump, Bolsonaro o Salvini? ¿Dónde están los límites? Emilio Gentile, autor del ensayo 'Quién es fascista' y experto en el desafío que creó Benito Mussolini, considera que no, pero no niega el auge de demócratas sin ideales democráticos.

Los fasci di combatimento de Benito Mussolini fueron fundados en marzo de 1919, en la plaza San Sepolcro de Milán. Allí se reunieron un centenar de ex socialistas, sindicalistas, anarquistas, republicanos, futuristas y arditi, formando el núcleo del movimiento que en 1921 se transformaría en el Partido Nacional Fascista. La trayectoria del PNF terminó en 1945 en otra plaza de la misma ciudad, la del Loreto. Con el cuerpo sin vida de Mussolini colgado ante el pueblo, acompañado de su amante, Clara Petacci, y algunos de sus colaboradores.
La Segunda Guerra Mundial puso fin a la experiencia política del fascismo italiano, uno de los proyectos políticos totalitarios más originales del siglo XX. Sin embargo, 100 años después la palabra fascismo sigue gozando de una salud inmejorable en nuestro vocabulario político. Sobre todo desde que la onda expansiva de la crisis económica de 2008 ha puesto en el centro de la escena política mundial un nutrido número de partidos populistas de derechas. Partidos que para algunos especialistas y académicos son una reencarnación del fascismo, representan al fascismo con otro ropaje o, de alguna manera, deben considerarse expresión contemporánea del fascismo y sus valores.
Ahora bien, ¿podemos considerar fascistas a líderes como TrumpLe PenOrbanBolsonaro Salvini? Esta es la pregunta que trata de responder Emilio Gentile. Profesor emérito de La Sapienza, uno de los principales historiadores del fascismo italiano, quien se suma con todo el peso de su obra al debate sobre la supuesta actualidad del fascismo. Y lo hace para señalar los peligros del uso y abuso de la etiqueta fascista con pretensiones analíticas en política. Para Gentile la respuesta a la pregunta de arriba es clara: no. Y su tesis es meridiana: "setenta años después de que el fascismo haya sido muerto y sepultado el adjetivo fascista y su sustantivo, con un proceso continuo de inflación semántica, se han usado indiscriminadamente en la lucha política, en la historiografía y en las ciencias sociales".
Quién es fascista es un libro ágil y de lectura fácil. Y como suele ser habitual en los trabajos de Gentile, bien informado y documentado. El libro se presenta como un diálogo imaginario que sirve como excusa para discutir las dinámicas históricas, políticas y culturales que han dado vida al adjetivo fascista más allá de su recorrido histórico real. Por ejemplo, como explica muy bien Gentile, el éxito de la utilización del adjetivo fascista como mecanismo para desacreditar a los adversarios políticos no se puede entender sin acudir a las estrategias de deslegitimación puestas en marcha por los partidos comunistas a partir de 1921.
Precisamente, Gentile afirma que si queremos entender el uso ampliado y extendido que durante el siglo XX se ha hecho del adjetivo fascista debemos viajar al origen de la cuestión: la disputa por la hegemonía en la izquierda de los partidos comunistas frente a los partidos socialistas y socialdemócratas. En la batalla por liderar al movimiento obrero de entreguerras nace la diferenciación entre el fascista objetivo y el fascista camuflado. Es decir, el fascista y aquél que, a ojos de los partidos comunistas, tutela los intereses que generan las precondiciones del fascismo. Y aquí Gentile recoge unas iluminadoras declaraciones de Antonio Gramsci al comité central del PCI en 1924, en las que exhortaba a sus correligionarios a "derrotar no solo al fascismo y Farinacci, sino también al semifascismo de Amendola, Sturzo y Turati". Es decir, el fascismo de los líderes del liberalismo, el popularismo democristiano y el socialismo. Era el preludio a la teoría del socialfascismo que Stalin impuso a la Internacional Comunista en 1929.
Afirma Gentile que la diferenciación entre el fascismo objetivo y el fascismo camuflado es la clave que "ha contribuido a otorgar al fascismo una perenne ubicuidad temporal y geográfica". Una de las expresiones más acabadas de este anhelo es la conocida teoría del fascismo eterno de Umberto Eco. Sin embargo, para Gentile hablar de fascismo eterno tiene tan poco sentido histórico y político como hablar de liberalismo eterno o comunismo eterno. Por mucho que resulte atractivo como símbolo del mal absoluto en política. Pues si todo puede ser fascismo y su definición es móvil, el mismo estiramiento semántico determinará que, finalmente, nada es reconocible como fascismo.
De aquí el énfasis que hace Gentile a la hora de subrayar la necesidad de utilizar el término siendo conscientes de la naturaleza diferenciada y los aspectos originales y genuinos del fascismo. Sin perder de vista nunca la dimensión organizativa, cultural e institucional del movimiento fundado por Mussolini.
Dimensiones sin atender a las cuales, nos dice el profesor italiano, cualquier ejercicio comparativo con la actualidad no es más que pura "ahistoriología".
"No creo que tenga ningún sentido ni histórico ni político sostener que hoy se está produciendo una vuelta del fascismo en Italia, en Europa o en el resto del mundo", defiende Gentile. Otra cosa muy distinta, dirá el autor de Quién es fascista, es negar que las democracias occidentales se enfrentan al auge de demócratas sin ideales democráticos, que sí ponen en tensión nuestros sistemas de libertades. Por eso Gentile afirma que si insistimos en llamar a todo lo que no nos gusta fascismo de forma vaga y genérica, terminaremos por no reconocer la especificidad de los nuevos peligros a los que sí nos enfrentamos realmente.

domingo, 28 de julio de 2019

La homosexualidad y el régimen castrista - José María Marco

Aveces se equipara la represión de los gays en Cuba con la que hace 40 años se ejercía contra ellos en los países occidentales, ya fueran democracias liberales o regímenes autoritarios. Es una afirmación poco adecuada a la realidad. La represión de la homosexualidad en los países occidentales (no socialistas) respondía a una percepción compartida y generalizada acerca de lo que era apropiado en términos de conductas sentimentales y sexuales.
Era una situación aberrante, pero tenía poco que ver con lo que ocurrió en la Cuba de Castro, que fue el intento consciente, articulado y justificado ideológicamente de extirpar lo que el régimen comunista consideraba una desviación inaceptable para el nuevo ser humano que se estaba creando en la isla. La realización del socialismo exigía que desaparecieran los gays, y es eso lo que se procedió a hacer.
Así es como en los años sesenta se pusieron en marcha las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP), donde se encerró a disidentes políticos, personas religiosas y desviados sexuales. Se trataba de reeducar a gays y transexuales –también a lesbianas. Cuando se declaró la epidemia del sida, el régimen comunista internó a los enfermos en sanatorios especiales para dejar bien claro que aquella enfermedad propia de la decadente sociedad liberal capitalista no existía en Cuba. El encierro de los enfermos de sida quería demostrar también que Cuba estaba libre de una degeneración que amenazaba con cegar una de las fuentes del turismo extranjero, como es la prostitución (femenina y masculina) fomentada por el régimen. Al mismo tiempo, el encierro de los enfermos de sida dio al régimen cubano la oportunidad de exhibir sus avances en sanidad… Resulta difícil imaginar algo más repugnante.
Tenía que llegar, sin embargo, y lo hizo cuando, a partir de los años 90, se instauró una nueva política de tolerancia hacia la homosexualidad. Era un avance, y de gran importancia. Ahora bien, pensar que el régimen castrista se iba a contentar con dejar a la gente vivir su vida era una ingenuidad y pronto quedó claro que lo que los comunistas cubanos querían era convertirse en adalides de la emancipación gay.
Así es como se creó el CENESEX, a cargo de Mariela Castro, sobrina del dictador, que aspira a «normalizar» las relaciones sexuales y educar a la sociedad cubana en un nuevo orden. Los comunistas cubanos se habían reconvertido a las políticas identitarias. La homosexualidad es uno de los terrenos de la nueva lucha de clases y los homosexuales somos los nuevos peones de una ideología y un régimen empeñados en seguir creando un ser humano nuevo, a la medida de su sordidez moral.

Fuente

jueves, 18 de julio de 2019

Ultraderecha - Juan Manuel de Prada

En los últimos años todos los lacayos sistémicos dan mucho la tabarra con el ascenso de la ‘ultraderecha’, un fantasma muy socorrido cuyos contornos no logran, sin embargo, definir con precisión, aunque siempre tratan de caracterizarlo como una especie de metástasis del fascismo histórico. Pero el fascismo fue, ante todo, un totalitarismo, que, como su propio nombre indica, impone una «explicación totalizadora y articulada del mundo» al modo hegeliano. Pretender que la llamada ‘ultraderecha’ italiana o francesa tienen esta visión hegeliana resulta, desde luego, una hipérbole un tanto tremebunda; pensar que la tiene la llamada ‘ultraderecha’ española resulta un chiste chusco. Por lo demás, todas estas ‘ultraderechas’ con las que los lacayos sistémicos amedrentan a las masas, para modelar a su antojo la llamada ‘opinión pública’ y orientar el voto, poco tienen que ver entre sí.
Pero, mientras los lacayos sistémicos nos meten miedo con estas ‘ultraderechas’, se ha impuesto y consolidado un totalitarismo auténtico, que no es otro sino el del mercado global, el del sometimiento de las economías nacionales al Dinero apátrida, los fondos de inversión y los valores bursátiles especulativos. Y este totalitarismo rampante contra el que los lacayos sistémicos nunca alertan (sino que, por el contrario, aplauden fervorosamente o maquillan taimadamente, mientras se reparten las migajillas de su banquete) no se limita a imponer las ‘leyes del mercado’, sino que tiene una visión totalizadora y articulada del mundo que –como explicaba Walter Lippmann– exige un «reajuste necesario en el género de vida» de las masas y un cambio de «las costumbres, las leyes, las instituciones y las políticas», hasta llegar incluso a transformar «la noción que tiene el hombre de su destino en la Tierra y sus ideas acerca de su alma». Este totalitarismo realmente vigente, para engañar a las masas a las que oprime y enzarzarlas en una demogresca agotadora, abre franquicias de derechas, de izquierdas y de centro; todas ellas, sin embargo, conformes en la defensa del mercado global en la economía, la partitocracia en la política doméstica, el europeísmo en la política internacional, el atlantismo en la política geoestratégica y los derechos de bragueta en la política social. Cualquiera que se atreva a disentir (aunque sea timidísimamente) de este corpus será de inmediato tildado de ‘ultraderechista’.
El objeto fundamental de este totalitarismo vigente y hegemónico no es otro sino la imposición de los intereses del Dinero apátrida contra el bien común de los pueblos. De ahí que conceda tanta importancia a la disgregación o envilecimiento de todas las formas de comunidad (familia, sindicato, escuela, universidad…); pues pretende formar una sociedad amorfa de individuos desvinculados y egoístas, ensimismados en disfrutes materiales. O dicho más sucintamente, una sociedad de consumidores compulsivos a los que constantemente se abastece de los llamados ‘derechos civiles’, que no son otra cosa sino instrumentos para halagar la bragueta y provocar divisiones sociales. Y, a la vez que el totalitarismo vigente abastece sin cesar a las masas con estos ‘derechos civiles’ y aplaude los movimientos que surgen a su estela, estrangula los derechos sociales (ligados a la familia, al trabajo, a la vida comunitaria en la polis), sin que nadie rechiste, mientras los lacayos sistémicos nos siguen metiendo miedo con la ‘ultraderecha’. Así, el totalitarismo vigente, a la vez que aplaude con ardor las huelgas feministas o los orgullos de bragueta, erosiona y mina las resistencias familiares, laborales, educativas… asociativas, en definitiva. Pues el pack de este nuevo totalitarismo engloba por igual la exaltación de la sexualidad plurimorfa, la precariedad laboral, el Plan de Bolonia, etcétera.
Y en la consolidación de este totalitarismo colaboran lo mismo las facciones de derechas (que no han vacilado en abandonar sus farisaicas defensas de la institución familiar) que las izquierdas (que han sustituido el internacionalismo proletario por las ‘políticas de la diferencia’). Y, cuando las facciones de derechas e izquierdas no se bastan con los mecanismos de la demogresca para imponerse, se alían entre sí. Pero la hegemonía aplastante de este nuevo totalitarismo no se habría logrado sin el apoyo de los lacayos sistémicos que meten miedo a las masas con la ‘ultraderecha’, mientras la apisonadora del mercado destruye a los pueblos. Algún día la llamada clase ‘intelectual’, esa nueva clerigalla encargada de pastorear a los dominados hacia el redil del dominio, tendrá que responder por sus graves responsabilidades.

martes, 16 de julio de 2019

Explicadles la Batalla de las Navas de Tolosa

Una batalla que marcó un antes y un después en nuestros 8 siglos de guerra en casa contra el islam. Una batalla que cambió la Historia de España y, muy posiblemente, la de Europa. Una batalla de la que nadie se acuerda. Y que a nadie Le importa.
Aunque, bueno… Teniendo en cuenta en lo que degeneran las fiestas populares en España y lo muchísimo que algunas instituciones han devaluado la palabra «orgullo», a lo mejor es preferible que nadie remueva la memoria de aquellos héroes del siglo XIII que hoy serían tachados de intolerantes islamófobos cristoheteropatriarcales.
Lo mal vistos que estarían ahora aquellos 70.000 cristianos, nuestros antepasados, que se enfrentaron a sangre y fuego a 125.000 soldados de la media luna en Sierra Morena, con la que estaría cayendo aquel 16 de julio en Jaén y con la mala leche que han gastado siempre los fanáticos siervos de Alá, por mucho que ahora nos cuenten que los mahometanos son unos hippies con turbante.
Lo difícil que sería ahora de entender a aquellos tres reyes cristianos cargando en vanguardia, a muerte. Los primeros. Cuando peor estaba la cosa. Los tres reyes y los arzobispos, cuidao. Dejando de lado sus diferencias, su bienestar y su propia integridad física. Sólo por su Fe y por su pueblo.
Explícaselo ahora a nuestros gobiernos, a nuestra realeza y a la jerarquía de la Iglesia católica. Aún digo más: explícaselo a nuestra jerarquía militar. Verás qué risa.
Explica a los chavales que admiran a un puñado de blogueros y de “yutubers”, que lo más peligroso que han hecho en su vida ha sido aprender a montar en bici sin ruedines, que hace 800 años nos liamos la manta a la cabeza y nos enfrentamos a gente tan radical que se encadenaba alrededor de la tienda de su señor y juraba por su libro sagrado no moverse de allí. Unos negracos más chungos que todos esos payasos raperos que hoy son sus ídolos.
Explicadles que aquellas cadenas están aún en Roncesvalles. Que vayan a verlas y flipen, en lugar de perder el tiempo viendo videos de gatitos en Facebook.
Explicadles a todos que aquella contundencia, aquel sacrificio, aquella gesta colosal permitió que ahora seamos quienes somos, pero que es nuestro egoísmo, nuestra cobardía y nuestra mala memoria la que nos va a llevar a perderlo todo.
Explicadles que hoy no rezamos mirando a la Meca porque aquel día la muerte cabalgó por Sierra Morena.
Ana Pavón

jueves, 11 de julio de 2019

Elvira Roca: “Los republicanos no fueron los vencidos en la Guerra Civil”

Se acabó la juerga, es el momento de hablar de España. Una mujer ha liberado a miles de rehenes ideológicos de un cáncer patrio, la leyenda negra. Ha luchado contra los que intentan privatizar la historia para convertirla en un chiringuito de apátridas. Se ha paseado por el lumpen documental y ha vuelto para mandarnos un mensaje: mentían.


María Elvira Roca Barea (Málaga, 1966) escribió una catedral de 460 páginas llamada Imperiofobia y leyenda negra (Siruela) donde demostró que la propaganda contra el imperio español no es más que una putrefacta manera de la envidia. Profesora, investigadora y escritora, sus hallazgos e investigaciones han convertido su obra en un fenómeno cultural y editorial. Todos quieren escucharla y leerla. ¿Su éxito? No conoce el pañal de la equidistancia donde se abrigan ciertos intelectuales. Se emancipa de las mitomanías como quien se lía un cigarro. Sabe que la política no puede resolverse en una sonrisa. 
Ha publicado recientemente 6 relatos ejemplares 6 (Siruela) donde contrapone el luteranismo norteño frente al catolicismo mediterráneo mediante seis relatos a caballo entre la historia y la ficción. La llamamos por teléfono y la pillamos huyendo del calor en el norte de España. Hablamos de actualidad con ella mientras acaricia el cutis de la historia.
Hace unos días leí que Josep Borrell recomendaba su libro Imperiofobia y leyenda negra. ¿Qué le parece la resurrección del PSOE?
Tengo constancia de que Josep Borrell no se ha muerto, por lo tanto difícilmente podía resucitar (risas). Que eso afecte a la totalidad del Partido Socialista me parece una conclusión un tanto precipitada.
Tras la sentencia de La Manada y de Juana Rivas, desde el nuevo gobierno, pasando por varios sectores feministas, se habla de una reforma de las leyes para que tengan perspectiva de género. ¿Qué opinión le merece? 
Si lo que me preguntas es que si las leyes pueden dividirse en privilegios, en leyes que afecten a determinados grupos y no a otros, le diré que eso es una aberración del Derecho. Las leyes son leyes porque afectan a todos de la misma forma y juzgan los hechos, no quien los comete o quien los padece. Por eso se representa a la justicia con los ojos vendados, para que no sea influenciable. Por lo tanto, si un mismo hecho tiene una consideración legal diferente atendiendo a quien lo haya cometido o quien haya sido la víctima, me parece haber perdido por completo la perspectiva de lo que significa un ordenamiento jurídico.
La problemática feminista se ha puesto tan de moda que hasta Antonio Escohotado está escribiendo sobre ello. ¿No le apetecería a usted? Su discurso en el Congreso fue muy aplaudido en redes.
Mira, yo tengo la esperanza de que esto sea una moda que pase pronto. Intentando no perderme en la hojarasca momentánea de cada día, no presto atención a las cosas hasta que no tienen un cierto recorrido. Es muy posible que toda esta efervescencia del género, del lenguaje, del heteropatriarcado, agoten el mercado relativamente pronto. Y entonces habrá que estar pendientes, pero solo para divertirse, con lo siguiente que surja. Solo hay que empezar a preocuparse cuando estas cosas afectan al derecho. No sé si esto es un momento puramente efervescente como cuando se ponen de moda determinadas palabras, gestos o expresiones y luego caen rápidamente en el olvido.
Durante estas últimas semanas parece que el PSOE quiere crear una nueva Ley de Memoria Histórica donde se pretende crear una “Comisión de la Verdad” sobre lo ocurrido durante el franquismo. A unos les parece que lo que el PSOE pretende es ideologizar la historia, los hechos. Otros opinan que un país sin memoria impide democratizar la idea de España.
Tiene algo de pavoroso ese tipo de planteamientos: legislar sobre lo que la gente tiene que pensar o sobre lo que la gente tiene que recordar. Una ley de la memoria es algo que es imposible ¿no? Cada uno tiene su propia memoria, la que hereda de su familia, de su experiencia vecinal, de su comunidad, de su pueblo. Es algo complejo y pretender legislar sobre eso pertenece a la literatura fantástica. Esto como síntoma es gravísimo. De un tiempo a esta parte, las ideologías se han transformado en mecanismos que pretenden gobernar absolutamente todos los interiores del ser humano. Esto ha ido a más: te digo lo que tienes que decir, te creo un lenguaje, te creo unas ideas, te condeno por tener las otras… Una sociedad democrática debe marcar unas reglas de juego muy claras y marcar qué puede y que no puede hacerse. Al final lo que funcionan son cuatro leyes y el resto hay que dejarlo al interior de cada uno. Lo que yo piense es absolutamente mío. Pretender legislar sobre la memoria es muy grave.
Al final lo que se pretende es legislar sobre los libros de texto, esa es la verdad. No es la legislación de la memoria, sino la legislación de lo que hay que enseñar y en lo que hay que educar a las generaciones futuras. Eso sí que es preocupante.
La educación.
Los libros de texto ya se han visto influidos. Yo los miro por razón profesional. Por ejemplo, se puede encontrar en libros de cuarto de E.S.O o primero de bachillerato donde nos dan una definición de la Transición que comienza con la muerte de Franco. De pronto, la Transición ha alargado su transcurso hasta las leyes de Memoria Histórica, con lo cual se está procediendo a una reacomodación de la consideración histórica de los últimos decenios. Esto es preocupante porque no va en el sentido de cerrar las heridas que un día hubo y que estaban ya cerradas, sino en la vía de reabrirlas, agravarlas y continuar por esa senda perversa de la generación de enfrentamientos en beneficio propio.
Lo que muchos se preguntan es ¿quién ha estado construyendo el relato hegemónico sobre la Guerra Civil? Unos dicen que han sido los republicanos, los vencidos…
No, es que no fueron vencidos.
¿No?
Ese es el pequeño error de perspectiva. El otro día, en un seminario sobre la Transición española en Valladolid, se comentó que era una pena que los españoles, que ya parecían que habían superado con la Transición su tradición cainita, estuvieran otra vez abriéndose en frentes y dividiéndose. Esto es un disparate afirmado por muchos hispanistas y aceptado por los españoles con una especie de credulidad edénica para creerse todo lo que dicen todos menos lo que ellos mismos dicen.
¿Entonces?
La tradición de este país no es cainita, es precisamente todo lo contrario y ese es el problema. El problema de este país no lo tienen los países vecinos donde han tenido tantos enfrentamientos internos como aquí o muchos más y mucho más graves. Los que vencen acaban con toda forma de disidencia con respecto a la opción que ha triunfado. Eso es lo que ocurrió en Inglaterra durante las guerras de religiones, en Francia en sus sucesivas guerras civiles, etcétera. Nuestro problema es que al no ser un país cainita, las victorias simplemente se limitan a neutralizar al enemigo, dejarlo quieto y hasta intentar reconciliarte con él. Eso es una tradición en España. La guerra contra Napoleón fue también un guerra civil. Los españoles afrancesados estaban de acuerdo con el invasor y después del conflicto se reintegraron al territorio nacional, recuperaron sus puestos de trabajo y sus vidas. No les pasó absolutamente nada. Es precisamente no tener una tradición cainita lo que hace que las victorias sean victorias en lo suficiente para poder garantizar un cierto orden y la continuidad del país.
Es curioso, siempre se ha dicho que España es un país de malos hermanos.
¿Usted ha visto cuantas guerras ha habido en otros países? Comparar enseña muchísimo. Los franceses van por la quinta república, señal de que les han fracasado cuatro y con las correspondientes reposiciones monárquicas. Lo que pasa es que los franceses han tenido siempre la genialidad de convertir siempre sus convulsiones sociales en ennoblecedoras revoluciones, mientras que nosotros cuando nos hemos matado en guerras civiles, nos hemos matado en guerras civiles.
Siempre se generan debates sobre la Guerra Civil. Parece que Franco está más vivo que nunca. ¿Qué hacemos con él? ¿Lo sacamos del Valle de los Caídos?
¿Hacemos una apuesta usted y yo?
Apostemos.
No sacan a Franco.
¿No sacan a Franco?
No, porque si sacan a Franco no lo pueden volver a sacar dentro de dos o tres años. Se acabaría para siempre el argumento de “vamos a sacar a Franco”, con lo que eso entretiene.
Es parecido al problema catalán, que viven mejor en el independentismo que en la independencia.
Totalmente, a la independencia no llegarán jamás. Con el independentismo están muy entretenidos. Con Franco pasa lo mismo. Llega un gobierno de estos que ya conocemos y agita tres cosas: la monarquía, el concordato con la Santa Sede y Franco con el Valle de los Caídos. Es la triada capitolina.
Desde la izquierda comienzan a señalar al nuevo presidente del PP, Pablo Casado, como un líder de extrema derecha. ¿Exageran?
Habría que ponerse a preguntar qué consideran ellos que es la extrema derecha. Yo tengo unos cuantos problemas de definición porque últimamente los extremos andan a la par. Por ejemplo, a mí no se me ocurre calificar toda esta imposición lingüística nada más que como neofascismo. ¿A eso no lo llamamos extrema derecha? ¿O desplegar una aplicación y dar consentimiento para poder tener relaciones sexuales? ¿Usted no cree que esto ya ha llegado a unos extremos de idiocia que sobrepasan todos los límites de la cordura?
Malta e Italia parece que han acabado con sus crisis migratorias cerrando sus fronteras marítimas a los inmigrantes ilegales. España por el contrario parece asumir todo ese flujo migratorio. ¿Cree que es sostenible?
Esto ya lo hemos tenido antes y va a seguir. Esta presión sobre las fronteras de Europa no va a cerrarse. Ni dentro de diez años ni dentro de veinte. ¿Qué cambios traerá esto? Enormes en dos generaciones. Nuestra generación y me refiero a la de gente de cincuenta años para arriba no va a responder. Es posible que los que están naciendo o los que están en el jardín de infancia les toque reaccionar porque sus mayores demostraron una tremenda capacidad para mirar hacia otro lado y no fueron capaces de mirar de frente a los problemas que hay.
Les tocará repensar el país en términos migratorios.
Tendrán que recordar que el homo sapiens es un ser territorial, porque está muy bien tener cerebro, pero primero hay que pisar la tierra en la que uno está y a ser posible hacerse dueño de ella.
Parece que España es un país en constante revisión. Ortega y Gasset creía que España no llegó a vertebrarse. Gustavo Bueno pensaba que el problema de la unidad de España deriva por un problema de identidad. ¿Este país tiene solución?
Vamos a ver, todos los estados son unidades inestables. Por eso tienen estado, para ver si se estabilizan. Esto pasa en todas partes. Un estado es una unidad política tremendamente difícil de gestionar que supone la integración de territorios y de intereses que a veces no son armoniosos sino contrapuestos y que vive navegando siempre en mares muy inestables. Cuando una cosa se estabiliza es porque está muerta.
Un sistema vivo es complejo por definición.
¡Claro! Parece que a nosotros se nos abren las carnes porque tenemos una sensación de inestabilidad grande porque hemos heredado una memoria de hegemonía secular que fue muy estable porque los imperios son muy estables. Pero eso le pasa a los imperios, no les pasa a los estados normalmente. Mira la Europa occidental haciéndose y deshaciéndose continuamente: Italia, Alemania, Francia, Gran Bretaña…¿cuántas pérdidas y ganancias territoriales han tenido estos países? ¿cuántos movimientos de fronteras han tenido solo durante el S.XX? Un montón. Al país no le pasa absolutamente nada. Hay que superar esa especie de onanismo como si el país fuese una cosa peculiarísima frente al resto del mundo. Eso es una tontería, lo diga Agamenón o su porquero.
¿Cataluña es un país?
Cataluña es una parte de España desde siempre y tiene un problema en su interior muy grave. El problema es un nacionalismo excluyente con un componente supremacista, exactamente como el vasco. Y lo que han hecho ha sido machacar a la mitad o más de sus conciudadanos. El problema de Cataluña no es un problema contra España. El problema es de algunos catalanes que se creen dueños de todo el territorio, y están contra otros catalanes a los que se les está privando de sus derechos civiles. Y si algo tiene de peculiar este problema es que el Estado, que estaba en la obligación de haber defendido la Constitución y las leyes, no lo ha hecho, dejando a todos esos catalanes desamparados. Por eso el pueblo sacó sus banderas a la calle, para decirles a esos catalanes que no están solos. Porque los gobiernos pueden estar tan desnortados que los pueden abandonar, pero el resto de los españoles no.
En Cataluña hemos escuchado conferencias donde se afirmaba que Leonardo Da Vinci era catalán. Hemos leído libros de texto escolares que decían que el Ebro nacía en tierras extrañas. Hemos visto a Ada Colau quitando una calle al Almirante Cervera por facha o universitarios catalanes llamando facha a Cervantes. ¿Cómo es posible, en pleno S.XXI, en Occidente, con acceso pleno al conocimiento, que se generen y se crean estas mentiras?
Porque generan beneficio. Hay una mercancía que se coloca en el mercado que consiste en decir “nosotros somos mejores”, para luego señalar a un grupo y decir “esos son los malos y tienen la culpa de todo lo que va mal”. Automáticamente esto te genera confort, te hace sentir superior y te da un enemigo contra el que luchar. Eso es un mecanismo que lo echas a andar y va solo.
¿Se puede convencerlos?
No podemos convencerlos. Ni podemos ni debemos. Con esa gente no se puede hablar. Simplemente hay que neutralizarlos para impedir que hagan daño -que ya han hecho mucho-, para impedir que hagan más y para evitar que se hagan daño a sí mismos. Porque en el momento en que estén libres y solos con sus miserias particulares, se matan entre sí.
Hay quien cree que la democracia debería cuidarse de ciertas ideas, es decir, que no todas las ideas son compatibles con la democracia.
No todas las ideas son compatibles, pero intervenir legalmente sobre eso es muy delicado. El problema es que usted le de a la gente que tiene esas ideas locas mecanismos de administración y presupuesto como para llevarlas a cabo durante cuarenta años y educar en eso a generación tras generación. El problema es crear una estructura territorial como la que tenemos cuando existe en el país un problema de nacionalismo. Era muy previsible que ese nacionalismo utilizase esa estructura que llamamos autonomías para hacerse más fuerte en determinados territorios utilizando mecanismos que no son precisamente los de las mayorías. Esto es lo que ha ido sucediendo década tras década y desde nuestros gobiernos centrales, PP y PSOE, no se ha hecho otra cosa que alimentar ese dragón. Y ese dragón ha crecido. ¿Cómo no iba a crecer si lo estamos alimentando a día de hoy?
¿Convendría entonces ilegalizar los partidos independentistas?
Mire, para empezar convendría cambiar la ley electoral. Después, proceder a una reorganización muy importante de la estructura territorial. Eso lo intentó Felipe González y es una de las razones por las que yo lo he respetado siempre tanto. La LOAPA fue el resultado de un pacto de Calvo Sotelo y González que éste, cuando tuvo mayoría absoluta, procuró sacar adelante. Ha habido ocasiones para reorganizar este problema territorial que se ha potenciado hasta el paroxismo dotando a estas fantasías nacionalistas, identitarias y supremacistas de estructuras administrativas y de presupuesto como para controlar absolutamente toda la vida pública y política. Si los españoles estamos esperando a algún gobierno que vaya a resolver ese problema, estamos locos. Por la sencilla razón de que todos los partidos en el arco parlamentario tienen a la inmensa mayoría de sus efectivos colocados en las trincheras autonómicas.
¿Cree que hay una dictadura de lo políticamente correcto? ¿Cree que hay un apartheid cultural con determinado tipo de ideas?
Por supuesto, en todos los ámbitos y en los medios de comunicación más todavía. Sobre todo en la televisión, donde se ha generado varios problemas. Uno es la corrección pero otro es ese tono barriobajero, soez, ordinario que se ha impuesto prácticamente en todas las cadenas. Que hubiera programas más o menos tontos era lo normal, pero ahora hay un regodeo de la vulgaridad y los derechos de la ignorancia reclamando sus respetos en cualquier circunstancia. Hace veinte años en ningún sitio se hubieran organizado esos juicios paralelos en los que los participantes no tuvieran ni puñetera idea. Se ponen en frente de una cámara a juzgar cualquier asunto con una desfachatez absolutamente asombrosa.
Lo políticamente correcto existe porque esta sociedad no tiene parámetros morales de ningún tipo. En el momento que aparece algo o alguien que dice “lo bueno es esto y lo malo es lo otro”, todo el mundo va detrás como loco. En realidad lo que faltan son catecismos y el que venda catecismos, sea de la naturaleza que sea, va a tener un éxito enorme.
Existe una plataforma de afectados por el colonialismo cuyo principal objetivo es cambiar el nombre de Día de la Hispanidad (12 de Octubre) por “Día de la Resistencia indígena, negra y popular”. Según la plataforma, el Día de Hispanidad es una denominación franquista cuya fecha dio origen al genocidio americano.
Lo primero que tienen que hacer es cambiarle el nombre. España no tuvo colonias salvo en África, si es eso a lo que se refieren esos indocumentados. Y en cuanto a los “afectados”… esto de que alguien pueda venir a reclamar los daños que le hicieron a su abuelo me tiene bastante asombrada. Como vivimos en este crecimiento exponencial del rollo identitario, todo el mundo quiere pertenecer a una tropa y a ser posible a una tropa de agraviados.
Su obra ha sido todo un fenómeno cultural y un superventas editorial, algo que raras veces suele ocurrir de forma simultánea. Imperiofobia y leyenda negra ha servido de mascarón de proa de otros libros similares como el de Pedro Insua o el de Iván Vélez que podrían añadir información y perspectivas nuevas a la temática. ¿Qué opina de esta senda que ha abierto usted? ¿qué recorrido tienen estos temas?
Pues no lo sé. Creo que hace falta tiempo. Creo que no hace falta más gente investigando sobre la leyenda negra. Lo que necesitamos es gente que investigue las zonas de sombra de la historia de España, del imperio español y de la historia de Europa que no se investigan nunca o de las que no se habla jamás. Le voy a poner un ejemplo que va a entender muy bien.
Cada vez que se habla del imperio español en América, aparece el tema de la conquista. Una y otra vez. Pero la conquista fue algo que duró muy poco tiempo. Hay tres largos siglos de historia virreinal que hay que contar, pero parece que solo hubo conquista e independencia. Entremedias parece que no ha habido nada, como si no existiera. Pues esas son las zonas a las que hay que ir. También ocurre que cuando se habla de la intolerancia religiosa, automáticamente aparece la intolerancia que se dio en el catolicismo. Y es cierto que se dieron, pero nunca se publica, se investiga o se trabaja otros fenómenos de intolerancia religiosa que se dieron también en Europa y que fueron más virulentos, más crueles y que dejaron muchos miles de muertos más. Ahí nadie mete el dedo y es ahí donde hay que meterlo. Hay que abrir ventanas a otros territorios que están cerrados, a los que nunca va nadie a historiar porque parece que es de mal gusto o que no se puede tocar.
Por último, me gustaría preguntarle como profesora. Un estudio afirma que los nacidos después de 1975 son cada vez más tontos ¿las nuevas generaciones están más idiotizadas?
Definitivamente, no cabe negarlo. ¿Por qué? Bueno esto responde a un conjunto de factores que desgranarlos sobrepasaría a la capacidad de una entrevista, pero si le puedo decir que he hecho pruebas a alumnos. La cantidad y la competencia lingüística con la que un alumno termina hoy bachillerato es poco más de la mitad de la capacidad si lo comparas con un alumno que acabó el bachillerato en 1985. El ser humano construye su pensamiento con palabras. Si tienes pocas palabras, tienes pocos ladrillos. Tendrás menos palabras y elaborarás pensamientos más simples, menos sofisticados, menos complejos. La competencia lingüística se reduce generación tras generación.
Esto tiene muchas causas. Una sería el culto a la imagen en el que vivimos desde que aparecieron las pantallas. La gente ya no usa el cerebro. Cuando el cerebro se usa, el cerebro reclama vocabulario, reclama estructuras sintácticas, afina sus herramientas y piensa mejor. Cuando ese cerebro es solamente una cosa receptora, es decir, una cosa que solo mira, es evidente que se va produciendo una lenta parálisis. Ahora nuestros estudiantes salen de la universidad siendo analfabetos funcionales. Un analfabeto funcional es una persona que no es capaz de expresar por escrito lo que sabe. Para acabarla de liar, hemos entrado en esta tontería de la educación bilingüe, con lo cual la gente es analfabeta en dos lenguas. Hemos terminado por conseguir que los estudiantes no aprendan ni el español ni el inglés.

miércoles, 10 de julio de 2019

Grande Marlaska y la manipulación - José María Marco

Las declaraciones de Grande Marlaska disculpando, o incitando, a la violencia contra los representantes de Ciudadanos que habían decidido sumarse al desfile del Orgullo (Gay) forman parte de la presión que el Gobierno, el PSOE y medios y sectores afines están ejerciendo sobre el partido de Albert Rivera para se avenga a apoyar a Pedro Sánchez. Nadie albergará la menor duda de que si C’s hubiera cedido, sus representantes se habrían manifestado con toda tranquilidad. La censura y la violencia habrían quedado reservadas –sin necesidad de hacerlas explícitas- al PP y a Vox, cuyos miembros saben, en particular si son homosexuales, que cosas como el día del Orgullo les están vedadas. Con razón, diría Grande Marlaska, definiendo así los límites del correcto homosexual y asestando un golpe bajo a sus adversarios políticos.
Es este, el de la manipulación política, el aspecto más sórdido de la actitud del ministro del Interior. Poco menos sórdida es la de quienes se dejan manipular a sabiendas de lo que están haciendo con ellos. Recuerdan a los manifestantes antinorteamericanos de los años 80, aquellos pacifistas que se dejaban manipular por los soviéticos, en un momento –como ahora con la izquierda- en el que los comunistas habían perdido todo su atractivo como no fueran las causas bienintencionadas, entonces la “paz”, ahora los “derechos LGTB”. (El asunto se da en todas partes: hace poco en Portland, Estados Unidos, unos manifestantes “antifa”, es decir “antifascistas”, agredieron brutalmente a un periodista de “Quillette”, una revista independiente, al grito de “No al miedo, No al odio”.)
¿Qué razón lleva a alguien aceptar ser el objeto de esa degradación y a ejercer la violencia, o aceptar que se ejerza en su nombre? En el tribalismo está la respuesta: en la satisfacción primitiva e inmediata, en la descarga de placer que debe de suscitar el trazar una frontera infranqueable, en la euforia de una plenitud recobrada en tiempos de incertidumbre. El mecanismo va mucho más allá de la política, pero la requiere y le exige aquello con lo que la política, en un régimen liberal como el nuestro, nunca debería mezclarse: el gesto de amenaza y de exclusión, y, llegado el caso, la violencia ejercida sobre quienes no piensan y por tanto no son como yo. Hay quien no acaba nunca de encontrar pretextos para reinventar su fanatismo.

martes, 9 de julio de 2019

Los Menas o la acción del Ministerio de la Verdad - Ernesto Milá


Ayer hubo manifestación de apoyo a los MENAS en Masnou. Hay fotos. Unos medios hablan de 500 asistentes (lo que incluso para Masnou sería poco), otros de “cerca de 300”, pero las fotos indican que no se trataba de más de 50-60 personas. Si examinamos las fotos con detalle veremos que algo más de la mitad eran de origen magrebí. En cuando a los autóctonos eran, claro está miembros de la CUP. En Europa existe una palabra para definir esta actitud de autóctonos que toman partido, contra viento y marea, incluso contra toda lógica, a favor de la inmigración masiva, especialmente en casos como éste, fáciles, y en donde todo es blanco y en botella. Se les llama “etnocidas”,es decir, asesinos de su propia identidad. Yo creo que el palabro es excesivo y que más les cabría el de pobres diablos que no han meditado sobre el problema.
La manifestación se hacía con una pancarta en la que se podía leer: “Contra el racismo – un solo pueblo – contra el machismo”.


Que es como decir, “en el mercado venden habas, pero yo quiero berenjenas, o mezclar la velocidad con el tocino. Y este es el problema: que los MENAS son machistas, proceden de una cultura machista muy arraigada. No son los únicos “machistas” y no es sólo eso lo que se les reprocha en Masnou. Si la población de Masnou fue porque, además, causaban otros muchos problemas de inseguridad ciudadana que no tenían nada que ver con el machismo y que han olvidado los pocos manifestantes contra el “racismo”.
Para los progresistas de la CUP, el problema es que los MENAS precisan ser “educados” (aunque se nieguen a recibir esa educación en su inmensa mayoría e incluso la hagan imposible) para abandonar esos hábitos “machistas”. Educados y subvencionados hasta los 23 años. Para el resto de manifestantes magrebíes todo el problema consiste en cómo seguir convenciendo al ayuntamiento de Masnou y a la Generalitat de que los trate como un colectivo “vulnerable” que merece ser ultrasubvencionado.


La minúscula manifestación de ayer en Masnou (pueblo en donde todo el mundo se conoce y en donde se sabe perfectamente cuál es el problema, cómo se ha originado y quién lo ha originado) no es algo nuevo. De hecho, el problema en Masnou y en Premiá se remonta a principios de la anterior década. Se trata de un pueblo de trabajadores que, bruscamente, empiezan a ver que la presencia masiva de niños inmigrantes en las escuelas les resta todas las becas de comedor y libros a los autóctonos. Hubo protestas y manifestaciones en la época. Luego, todo eso quedó ocultado con el “proceso soberanista”, hasta que la instalación de un albergue de MENAS ha hecho que aflorara de nuevo. Los Pujol tienen campos de flores en la zona (en donde, ya en los 90 habían contratado a algún ilegal). De los 25.000 habitantes, una quinta parte son inmigrantes. Pero se hacen notar, especialmente porque el ayuntamiento, primero convergente, hasta que en 2003 se iniciaron ocho años de socialismo y luego, a partir de 2011, de independentismo, ve en esos 5.000 habitantes, los “nuevos catalanes” que estarán a favor de la independencia… mientras se les siga subsidiando.

En síntesis: la inmigración la trajo a Masnou CiU, la trató a cuerpo de rey el PSC y el independentismo los ha transformado en ciudadanos privilegiados, por delante de los autóctonos. Y quien no esté de acuerdo, es racista… Así de sencillo. Y así tenemos que los defensores de la independencia y de la “identidad catalana” se han configurado como los que más han contribuido a desfigurar esa identidad. Su error consiste en creer que el Islam se puede “catalanizar”, cuando, en realidad lo que tiende únicamente -es una fe religiosa dogmática- es a “islamizar” el territorio en el que se implanta.

El factor étnico es importante para los islamistas: “lo semejante se reconoce en lo semejante” dije el viejo adagio alquímico, “lo semejante se une a lo semejante”. Y para un islamista, lo semejante es otro islamista, y, no nos engañemos, el islam ha arraigado solamente en España a través de la inmigración procedente de países islámicos, apenas ha habido conversiones de autóctonos que siempre, incluso dentro de las mezquitas, llaman la atención por su excepcionalidad. Esto es lo que hace que, automáticamente, la comunidad islámica de Masnou salga en defensa de los “suyos”: los MENAS. Entienden -con toda la razón- que si se criminaliza a los MENAS y se les reconoce como “problema”, ellos mismos, los islamistas magrebíes, pueden perder sus posiciones privilegiadas. Porque, no olvidemos, que la inmigración magrebí es un grupo social ultrasubvencionado.  Sin más.


El axioma es: “allí donde aparecen los MENAS, inmediatamente, aparece la inseguridad”. La inseguridad no nace de campañas racistas y xenófobas (¿qué partido podría organizarlas? PxC ya no existe, no hay extrema-derecha activa en Cataluña y Vox tiene a su frente en esta región a un guineano…). Así que lo que la CUP, los ayuntamientos, los magrebíes llaman “xenofobia y racismo” no son más que reflejos populares de supervivencia, ante lo que perciben como amenaza. Y lo son. Las noticias están allí para confirmarlo: no solo agresiones sexuales “machistas”, sino robos, asaltos a la propiedad, tirones, insultos, riñas tumultuarias, hurtos, etc, etc, etc. ¿Puede reprocharse que los vecinos perciban a los MENAS como amenaza contra su seguridad?

Además, los MENAS son intocables: los “tutela” la gencat, las CUP los arropa con sus magras huestes y la legislación los convierte en seres privilegiados. No se defienda del ataque de un MENA o tendrá todas las de perder. Si intenta evitar que le roben y les causa un moretón, es usted quien puede acabar entre rejas. Si lo lleva de la oreja a la comisaria, tenga por seguro que será usted el que se quede. No digamos si reacciona ante un insulto con otro o si quiere recuperar un móvil que le acaban de robar. Si ve un MENA levante las manos, es la única garantía de que saldrá indemne de problemas judiciales y policiales. Déjese robar, deje que maltraten a su hija o que saqueen su propiedad. Ellos no se juegan nada: usted se lo juega todo. Lo hemos visto después de que tres vecinos detenidos en la protesta contra la presencia de MENAS en Masnou la semana pasada hayan visto como la gencat se convertía en “acusación particular”. Si es que los “menores” se lo merecen todo.

¿Qué año es este? 1984 de Orwell, en donde la Generalitat de Catalunya se ha configurado como el “Ministerio de la Verdad”, dentro de un simulacro de democracia. “La verdad es la mentira y la mentira es la verdad”. Decía la pancarta enarbolada por los magrebíes de Masnou: “La violencia machista no tiene geografía, vuestro racismo sí. Masnou feminista y antiracista”. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia:
¿HASTA CUÁNDO SE PODRÁ SEGUIR OCULTANDO QUE UN NÚMERO DESPROPORCIONADO DE VIOLACIONES ESTA PROTAGONIZADO POR DETERMINADOS GRUPOS ÉTNICOS NO EUROPEOS?¿HASTA CUÁNDO LOS MEDIOS VAN A SEGUIR OCULTANDO EL ORIGEN ÉTNICO PROTAGONISTA DE DETERMINADOS DELITOS?¿HASTA CUÁNDO LOS PERIODISTAS VAN A INFORMAR TORTICERAMENTE PARA EVITAR REACCIONES POPULARES?¿HASTA CUANDO SE VA A EVITAR TOMAR MEDIDAS PARA CORTAR LA INMIGRACIÓN DESCONTROLADA PROCEDENTE DE PAÍSES CON GRUPOS ÉTNO-CULTURALES CONFLICTIVOS?¿HASTA CUANDO VA A EXISTIR ESE PACTO TÁCITO MEDIOS-ADMINISTRACIÓN PARA EVITAR RECONOCER QUE LOS MENAS SON UN PROBLEMA?
Y, por favor, que no se hable de la CUP como “etnocidas”; estos xicotets, en cambio, si merecen el calificativo de mayordomos del Magreb y palanganeros de los MENAS. Algo tiene que hacer, ahora que empiezan a sospechar que la República Catalana, efectivamente, no existe.

Fuente



El mito del Euskera perseguido por Franco, por Francisco Torres

  Lamentablemente, cuando hoy alguien busca información sobre un tema acude de forma inmediata a la red. Un lugar donde cabe cualquier cosa ...