viernes, 30 de julio de 2021

Monedas que ya son historia: La numismática del Estado Español con Francisco Franco

 

Se conoce como numismática del "Estado Español" al coleccionismo de la moneda acuñada en el período comprendido entre 1936 y 1975.

Es, por tanto, un amplio período, que debido a la variedad de monedas acuñadas y a los metales empleados (aluminio, níquel, plata y oro) han hecho de las mismas, uno de los campos de coleccionismo numismático con mayor número de seguidores de mayor interés futuro.

Es de señalar que, con independencia de que cada época histórica tenga su interés numismático, se puede casi asegurar que todo coleccionista tiene su parcela de Estado Español.

Este interés por su colección, ha puesto de manifiesto la alta revalorización de algunas de sus monedas, lo que tan próximas a nuestros días, dan un futuro no sólo de inversión, sino de interés numismático.

Para dar a conocer esta etapa numismática, comenzamos hoy a exponer, de una forma lo más clara posible, las diferentes emisiones y acuñaciones realizadas, así como un juicio sobre su valor numismático. En nuestro próximo número completaremos el estudio de este tema.

Moneda de 25 céntimos


La primera moneda que se acuña en España después de la Guerra Civil, es la de 25 céntimos, en el año 1937, trabajo que se realiza en la Casa de la Moneda de Austria, por encargo del Estado Español, bajo un diseño del grabador Sr. Sánchez Toda, en formato y semejanza con las monedas anteriores del mismo valor.

De esta moneda, compuesta de una aleación de níquel y cobre se fabrican un total de 60 millones de unidades; es por tanto, dentro de la Numismática, pieza corriente.

 

Monedas de 10 céntimos y 5 céntimos


El Ministerio de Hacienda, en virtud de la Ley de 3 de Mayo de 1940, fue autorizado para la puesta en circulación de moneda fraccionaria de 10 y 5 céntimos, monedas que iban a sustituir a las de cobre en circulación y en este sentido se realizó un diseño que sirvió de base para ambas y que fue realizado por el grabador Sr. Mingo, consistente en una figura que representaba un jinete con lanza en su anverso y en el reverso, el Escudo Nacional.

Ambas monedas estaban fabricadas a base de una aleación de aluminio y cobre y fueron puestas en circulación por O.M. de 11 de Febrero de 1941. Meses más tarde la O. M. de 29 de octubre del mismo año, disponía la recogida de la moneda fraccionaria de los 10, 5, 2 y 1 céntimos de cobre, todavía en circulación.

De la moneda fraccionaria de 10 y 5 céntimos, se acuñaron y así figura al pie de sus respectivos anversos, 4 años: 1940, 1941, 1945 y 1953, de las cuales, y según datos obtenidos de la F.N.M.T., fueron acuñadas por distintas Leyes, las siguientes monedas:

De 5 ctms. años 1940, 1941, 1945 y 1953 De 10 ctms. años 1940, 1941, 1945 y 1953

630.180.069 unidades

865.850.000 unidades

Posteriormente, por Ley de 11 de mayo de 1959, es aprobada una nueva moneda de 10 céntimos en módulo distinto a las anteriores y fabricada con una aleación de aluminio y magnesio. Esta moneda, cuyos troqueles fueron realizados por el grabador Sr. Marín, presentaba en el anverso el busto del Caudillo, idéntico al empleado en la moneda de 1 peseta.

De esta pieza y, por diferentes Leyes, se hicieron un total de 1.240.273.000 unidades.

Debido al deterioro sufrido por la aleación empleada, así como el desgaste por su continuo uso, ha hecho que las monedas que no han circulado (Sic), incluidas las variantes observadas en el reverso de las monedas de 10 céntimos de los años 1940 y 1941, consistente en una V en lugar de U en las palabras UNA y PLUS, alcancen valores bastante altos, siendo, por tanto, piezas buscadas y codiciadas por los coleccionistas.

Moneda de 50 céntimos

Por Ley de 22 de diciembre de 1949, fue autorizado el Ministerio de Hacienda para la acuñación de monedas de 50 céntimos.


Esta moneda a base de níquel y cobre fue diseñada por el grabador de la F.N.M.T. Sr. Mingo. Presentaba en su anverso un ancla entrelazada con un timón con la palabra ESPAÑA y el año de la Ley 1949; el reverso presentaba el valor y el escudo de España con el yugo y las flechas en su parte inferior, flechas que por causas no especificadas, aparecieron en 1 er. año de su acuñación invertidas, dando lugar con ello a una variante de moneda para la numismática. Posteriormente, se corrigió este defecto quedando el haz de flechas hacia arriba, que fue el usado en acuñaciones posteriores. Por disposición de la Orden de 22 de diciembre de 1950, es puesto este tipo de moneda en circulación, quedando refleja-do dentro de una estrella de 6 puntas, gravada en el anverso, las decenas del año de su acuñación, las cuales fueron en el principio las siguientes: 1949 En estrella, 51, 52 53, 54, 56 y 62... 151.000.500 unidades Posteriormente se amplía la acuñación de esta pieza por Orden de 8 de julio de 1963, en las siguientes cantidades. Estrella 63, 64 y 65 36.000.000 unidades Cumple ampliamente su cometido esta moneda hasta el año 1966 en que la Ley de 28 de diciembre dispone su recogida. Dentro de la numismática, es pieza corriente valorándose solamente aquellas piezas que presentan una extremada calidad de acuñación. La Ley antes dicha dispone al mismo tiempo, que la retirada de las piezas seña-ladas anteriormente, la acuñación de un nuevo tipo de moneda en aluminio y magnesio con un peso mínimo (1 gramo). Esta moneda presentaba en su anverso la cabeza del Caudillo, con dos estrellas en su parte inferior, en la de la izquierda llevaba la cifra 19 y en la de la derecha la decena del año de acuñación; el reverso indicaba la cifra de su valor. Se realizaron para su circulación las siguientes cantidades: Estrella, 67, 68, 69 70, 71, 72, 73, 74 y 75... 339.475.700 unidades El valor numismático de estas piezas es mínimo, exceptuando las piezas acuña-das en los años 70, 74 y 75, que fueron piezas que no circularon y sólo fueron realizadas a efectos coleccionistas por la F.N.M.T.


Moneda de 1 peseta

La moneda de 1 peseta de plata circulante en España desde 1869 desaparece de la circulación en 1937, al ser sustituida en principio, por el papel moneda.

Por la Ley de 18 de marzo de 1944, se autoriza al Ministerio de Hacienda para fabricar la moneda metálica de 1 peseta.

La característica de aleación de esta moneda era cobre con un 10 por 100 de aluminio.

Llevaba esta moneda en su anverso la leyenda Peseta y sobre ella un 1. Circundando la moneda había una orla con 4 figuras que representaban un castillo, un león, una granada y unas flechas; en el reverso figuraba el escudo de España. De esta moneda se acuñaron durante casi cinco años un total de 150.000.000 de unidades. Es moneda corriente y su valor sólo se cifra a las monedas no circuladas.

Con fecha 27 de diciembre de 1947, el Gobierno autoriza al Ministerio de Hacienda a una nueva fabricación de pese-tas, modificando el anverso, anverso que no variará hasta 1966.

El anverso de este nuevo tipo de moneda, basado en un trabajo del gran escultor Benlliure, ostenta la cabeza de Francisco Franco, con la inscripción circundante de "Francisco Franco, Caudillo de España por la Gracia de Dios" y debajo del busto el año de la Ley "1947". El reverso pre-sentaba el Escudo Nacional y la leyenda entre dos estrellas de la palabra UNA y a continuación PESETA. Las estrellas aludidas de 6 puntas representarán un punto importante para el coleccionismo, ya que en una de ellas figura la cifra 19 y en la otra el año de su acuñación, dato importante para su posible catalogación.

Las monedas de una peseta acuñadas por Ley de 1947, fueron las siguientes:

1946 (con estrella 1948) ........................................................................... 50.000 unidades

1946 (con estrella 1948) ........................................................................... 50.000 unidades

1947 (con estrella 48, 49, 50, 51, 52, 53 y 54) ......................................... 149.500.000 unidades

Todas estas piezas aparentemente normales, desde el punto de vista del coleccionista son piezas de un gran interés, cuando están sin circular, alcanzado, da-da su gran escasez y rareza en alguna de ellas, valores de miles de pesetas, independientemente, la de estrella 56, que se desconoce su tirada es pieza excepcionalmente rara sin circular.

El año 1953 y por Ley de 25 de diciembre se autoriza una nueva emisión de este tipo de moneda, que contempla las siguientes unidades:

Año 1953 estrella, 54, 56, 60, 61, 62 y 63 .................................................... 291.000.000 unidades

De todas ellas se puede señalar que en el campo numismático la peseta de 1954 es una pieza de alto valor, estando sin circular.

En fecha 8 de julio de 1963 otra nueva Ley amplía la acuñación de pesetas en las siguientes unidades:

1963 estrella, 63, 64, 65, 66 y 67 ................................................................. 260.300.000 unidades

Desde el punto de vista numismático, son piezas corrientes, sobresaliendo en su valor monedas del año 1963 y, especialmente, las de 1967. Con la Ley de 28 de diciembre de 1966, se autoriza una nueva acuñación de pesetas, modificando la aleación y el busto del anverso.

La aleación introduce como variación un 2 por 100 de níquel y un aumento del 2 por 100 en cobre, rebajando el aluminio al 6 por 100.

La figura de Francisco Franco es sustituida por otra realizada por el escultor Juan de Avalos, que es la que figurará en toda moneda acuñada a partir del año 1966.

Las acuñaciones de este tipo de pesetas fueron:

1966 estrella 67, 68, 69, 70, 71, 72 73, 74 y 75 ........................................ 1.122.512.300 unidades

Son, en general todas, monedas corrientes.

Moneda de 2,50 pesetas


La Ley de 18 de marzo de 1944, para la autorización de fabricar la moneda de 1 peseta, alcanzaba también a la fabricación de la moneda de 2,50 pesetas, si bien queda en suspenso hasta que en el año 1953 la Ley de 22 de diciembre dispone su fabricación.

Se componía esta pieza de una aleación de cobre y aluminio de características análogas a la de 1 peseta, con el mismo anverso y reverso, variando solamente el diámetro, que pasaba de 21 mm. en la peseta a 25 mm. en la de 2,50 pesetas.

Con fecha 26 de enero de 1954 se ponen en circulación los siguientes años y cantidades:

 Unidades
1953, estrella 54 y 56 53.081.600
1953, estrella 68 (no circularon)1.000
1953, estrella 69 (no circularon)

1.000

1953, estrella 70 (no circularon)3.000
1953, estrella 71 (no circularon)8.000


Fueron piezas de gran circulación los años 54 y 56, exceptuando los años 68, 69, 70 y 71, en que fueron fabricadas exclusivamente para coleccionistas por la F.N.M.T. Son, por tanto, estas cuatro monedas, piezas de gran valor numismático, dada su escasez, principalmente los años 68 y 69.

Moneda de 5 pesetas



Con la Ley de 18 de abril de 1946 se creó la moneda de 5 pesetas, decidiéndose el 5 de agosto de 1949 su fabricación. Su aleación de níquel, casi puro, la hizo una moneda atractiva, pero los avatares del encarecimiento del níquel hicieron que apenas con dos años de circulación fueran retiradas. El anverso y reverso eran análogos al de las monedas de 1 y 2,50 pesetas, variando, exclusivamente, los años de la Ley. Se acuñaron las siguientes:

 Unidades
 1949, estrella 49 604.000
1949, estrella 5024.610.000
1949, estrella 51145.462
1949, estrella 52200.188



Es de destacar que de estas monedas los datos que se tienen de las dos últimas emisiones, las de los años 1951 y 1952, son muy confusos. La recogida de las del año 1951 parece ser fue inmediata, de aquí las escasas piezas existentes, mientras que las del año 1952 no fueron puestas en circulación, según versión de la propia F.N.M.T.; no obstante, se tiene conocimiento de haberse ofrecido alguna pieza en subasta pública. En cualquier caso, son piezas de un alto valor numismático.

Monedas de 5, 25 y 50 pesetas


La ley de 26 de diciembre de 1957 dispone de una nueva fabricación de monedas de 5 pesetas a base de una aleación de cuproníquel y diámetro inferior al existente.

Esta Ley señala, como otra particularidad esencial, la aparición de dos nuevos tipos de monedas de la misma aleación, una de 25 pesetas y otra de 50 pesetas. Todas ellas vienen a sustituir hasta el entonces papel moneda.


Estos tipos de monedas reseñadas de 5, 25 y 50 pesetas marcarán una amplia etapa de fabricación, que alcanzará hasta el fallecimiento de Francisco Franco (1975).

El anverso de estas monedas es el mismo que se empleó para la serie de pesetas de las Leyes de 1947, 1953 y 1963, y el reverso fue realizado sobre dibujo del señor Miziano, de la F.N.M.T., que presentaba como novedad un águila sujetando el escudo y una sola estrella en el campo, que indicará, sucesivamente, las decenas del año de acuñación. Otra particularidad fue el introducir en el canto de las monedas de 25 y 50 pesetas la inscripción de UNA, GRANDE Y LIBRE y que, como caso curioso, aparecieron algunos ejemplares en la moneda de 50 pesetas con la inscripción de UNA, LIBRE GRANDE, sin que se sepan las causas.

De las monedas citadas fueron acuñadas, en sucesivos años, las siguientes cantidades:

5 pesetas 1957, estrella 58, 59, 60, 61, 62, 63, 64, 65, 66, 67, 68, 69, 70, 71, 72, 73, 74 y 75: 1.064,6 millones.

25 pesetas 1957, estrella 58, 59, 61, 64, 65, 66, 67, 68, 69, 70, 71, 72, 73, 74 y 75: 246,4 millones.

50 pesetas 1957, estrella 58, 59, 60, 67 y 71: 50.286.000 millones.

Todas ellas son monedas corrientes, desde el punto de vista numismático, exceptuando las monedas de 5 pesetas de 1963, las de 25 pesetas de los años 1958, 1961 y 1973 (ésta sólo se fabricó para los coleccionistas), así como las de 50 pesetas de los años 1968, 1969, 1970, 1972, 1973, 1974 y 1975 también para coleccionistas, que son, por tanto, piezas escasas muy buscadas, destacando las de los años 1968 y 1969 por su elevado valor.

Moneda de 100 pesetas

El año 1966 señala la particularidad de que por Ley de 18 de marzo se instaura en España, nuevamente, la moneda de plata en valor de 100 pesetas.

Fue moneda de poca acogida, debido a que su peso la hacía poco asequible al empleo diario, por lo que casi todo ciudadano prefería el uso de papel. Posteriormente, en nuestros días, se ha demostrado, en el alza de los metales preciosos, el valor de dicha moneda sólo en su valor intrínseco de metal.

Las características de aleación de dicha moneda es la de 800 milésimas, siendo el resto de cobre, y con un peso de 19 gramos.

El anverso presentaba el busto de Francisco Franco, análogo al de las monedas precedentes, obra del referido escultor señor Avalos, con inscripción en el canto de UNA GRANDE LIBRE, y el reverso, en cuatro cuarteles, los símbolos representativos del escudo nacional, rematados por una corona entre la cifra 100 y la palabra PTAS.

De esta moneda se acuñaron las siguientes:

 Millones
1966, estrella 66

15

1966, estrella 6735
1966, estrella 6824
 Unidades
1966, estrella 694.500
1966, estrella 70995.500

 

Todas las monedas llevan, en analogía con otras monedas inferiores, los años de acuñación en las estrellas que figuran en el anverso. Es de destacar que la moneda del año 1969, realizada para coleccionistas, presentaba dos variantes en la forma del 9 de las unidades, variantes que se conocen en el ambiente numismático como 9 de trazo recto, una, y 9 de trazo curvo, otra, lo que ha hecho de esta moneda una pieza de apreciable valor numismático.


Conviene dejar constancia, en este breve estudio de la moneda del Estado español, las diversas acuñaciones que con uno u otro carácter fueron realizados por la F.N.M.T. Entre ellas citaremos la serie emitida con motivo de la II Exposición Nacional de Numismática e Internacional de Medallas.

Consistía esta serie en tres monedas análogas a las de circulación, de 50 céntimos, 1 peseta y 5 pesetas, con la característica de llevar grabada una E en una de las estrellas y 51 en la otra.

Se acuñaron 5.000 series de estuches numerados y que fueron distribuidos entre expositores visitantes y empleados de la F.N.M.T. Esta serie, que no tuvo apenas resonancia en el campo numismático de entonces, es hoy día una serie de alto valor y difícil de encontrar, dada la gran escasez de la misma.

Posteriormente, el año 1958, y con motivo de la II Exposición Iberoamericana de Numismática y Medallística, celebrada en Barcelona, se acuñó una serie consistente en tres monedas de 5, 25 y 50 pesetas análogas a las de circulación, y que en lugar de la estrella del reverso representaba una B y una A entrelazadas.

Pasados los años inicia la F.N.M.T., más que con fines numismáticos, turísticos, la fabricación de la serie de monedas en circulación, con un detalle más esmerado en su fabricación. Desgraciadamente en España se las llama pruebas de la F.N.M.T., si bien la selección, presentación y preservación han dejado que desear, al observarse en muchas de estas piezas deterioros no muy acordes con su carácter de pruebas.

Estas series se inician, de forma esporádica, en el año 1966, apareciendo de forma ya definitiva y oficial en los años 1968, 1969, 1970, 1971, 1972, 1973, 1974 y 1975.

Dada la corta tirada de las mismas, son muy codiciadas en el campo numismático, presentando cara al futuro gran rareza las series de los años 1968 y 1969.



Fuente



domingo, 25 de julio de 2021

El Caso Leo Taxil: la madre de todas las conspiranoias

 

Si eres "conspiranoico" y no has oído hablar de "Leo Taxil", es que sólo lo eres a medias e ignoras las "raíces profundas" de la "conspiranoia" (de la misma forma que si crees en "conspiraciones" y no has leído Memoria para servir a la historia de los jacobinos, del abate Barruel, ignoras el origen de las "teorías de la conspiración"; sí, y, por cierto, conspiración y conspiranoia no es lo mismo. En este artículo resumimos la portentosa hazaña de un falsario: "Leo Taxil" se rio de todos, de la masonería, del papa, de sus lectores, de sus camaradas... Esta es su triste, patética y desmadrada historia...

El Caso Leo Taxil:

El carácter católico de la franc-masonería originaria es tan indiscutible hoy como el trabajo realizado por los protestantes en su interior tras la dimisión de Christopher Wren al frente de los gremios operativos. Anderson y Desaguliers sustituyeron los contenidos católicos por un vago moralismo religioso inspirado en el cristianismo. Hasta que un sector de la masonería liberal, laica, republicana y positivista francesa no lo cuestionó, la Biblia permanecía abierta en las páginas del Evangelio de San Juan. Se pedía a los afiliados que creyeran en Dios como "el Gran Arquitecto del Universo" y fueron muchos los católicos -como Joseph de Maistre y los primeros masones españoles- que militaron en las logias.

Pronto surgió el enfrentamiento con la Iglesia. Desde la Edad Media el papado había visto con recelo que alguien pretendiera arrebatarle el monopolio del terreno espiritual. Las órdenes militares (templarios, pero también hospitalarios y teutónicos) habían sido perseguidas por sus rituales y ceremonias secretas realizadas extramuros del catolicismo; otro tanto ocurrió con las hermandades artesanas. El "revival" de la masonería en el siglo XVIII, que conservaba todavía su carácter esotérico e iniciático, avivó los recelos y las desconfianzas. Fue así como el papado encargó al Santo Oficio la represión contra la orden masónica, "por causas que solo nos sabemos", como decía la bula papal, una frase que ha hecho verter ríos de tinta por lo que de enigmático tiene (y que probablemente responda al hecho de que los “jacobitas” ingleses exiliados transmitieran al papa datos sobre los orígenes de la masonería escocesa cuyo origen, ya por entonces, se vinculaba a la orden templaria, tenida como herética desde principios del siglo XIV.

Esta represión iniciada por el papado contra la masonería naciente fue utilizada como excusa por el sector laico de la misma que pretendía excluir el esoterismo y los ritos iniciáticos de la orden. A partir de finales del siglo XVIII y en el último cuarto del siglo XIX, la masonería impulsó distintas corrientes anticatólicas: positivismo, ateísmo, republicanismo, laicismo, etc. que tenían como denominador común el "librepensamiento".

En todo Occidente los librepensadores estaban mayoritariamente ligados a las logias y pasaron a considerar a la Iglesia como "enemigo principal". Esto se tradujo en medidas espectaculares contra el clero: desamortización de Mendizabal en España, y medidas parecidas en Francia, ocupación de los Estados Pontificios por los revolucionarios masones y carbonarios italianos, etc. La iglesia reaccionó: todo lo que no estaba con ella, estaba contra ella. Todo lo que estaba contra ella, era obra de Satanás. Luego, la masonería era obra de Satanás; tal era el razonamiento del papado que se apoyaba en un anticristianismo efectivo del sector mayoritario de la masonería. Este clima enrarecido fue caldo de cultivo para personajes de baja catadura que se aprovecharon del encono recíproco entre masonería y papado. Leo Taxil fue uno de ellos, no el único, pero sí el que más ligado está a la mitología de una masonería satánica.


Leo Taxil: biografía de un falsario

Utilizaba el seudónimo de “Leo Taxil”, pero su verdadero nombre era Gabriel Jogand-Pagés y ya desde muy joven había mostrado sus habilidades mistificadoras. En Marsella, su ciudad natal, publicó cuando aún no había cumplido los veinte años que las aguas del puerto estaban infestadas de tiburones; centenares de marineros se lanzaron en busca de los escualos armados con arpones; todo era una falacia. Apenas era un adolescente y ya había dado que hablar. El padre de uno de sus compañeros de estudios era franc-masón y el joven Jogand-Pagés se interesó por la asociación. Este caballero disponía de una buena biblioteca con algunas obras de inspiración católica que consideraban a la masonería como el brazo ejecutor del diablo contra la cristiandad.

A partir de entonces Jogand-Pagés jamás apartaría de su cerebro la supuesta relación entre logias masónicas y culto diabólico. En esas fechas ya estaba comprometido con republicanos radicales y pretendió ganar Bélgica donde se encuentran exiliados dirigentes de esta corriente. Detenido en la frontera es enviado a un correccional donde conocerá a Frédéric Demetz, magistrado juez, discípulo del ocultista Fabre d’Olivet. Por ese mismo correccional había pasado hacía unos años, otro joven que luego daría mucho que hablar en medios esotéricos, Saint-Yves d’Alveydre. Cuando Jogand-Pagés recupere la libertad se habrá convertido en un apasionado del esoterismo.

Poco después escribirá un folleto anticatólico dedicado a Demetz, en el que recomendará a quienes estén necesitados de una religión que se dirijan al judaísmo, del que dice "está más próximo a la verdad". A los 16 años ha fundado en Marsella una "Joven Legión Urbana" compuesta por admiradores de Garibaldi y un periódico anticlerical La Marotte, prohibido dos años después.

Sus artículos ya van firmados con el seudónimo "Leo Taxil", Leo por el espartano Leónidas y Taxil quizás por ser el apellido de un notario, conocido de la familia. Tras la prohibición de La Marotte, fundará otros semanarios, cada vez más radicales y virulentos que le hacen acreedor de una condena de nueve años de cárcel.

Exiliado en Ginebra publicó la existencia de una ciudad romana bajo el lago Leman. Se hace franc-masón y librepensador; publica infames libelos contra el papa. Igualmente inicia una notoria carrera como estafador; sus "píldoras afrodisíacas", acompañadas de "propaganda inmoral" le hacen acreedor de vigilancia por parte de la policía suiza. En 1878, una amnistía le permite regresar a París y continuar con sus libelos antipapistas; la policía lo contrata como confidente y delator de republicanos extremistas, sin embargo, esto no le impide proseguir su tarea de divulgación anticlerical.


Anticlericalismo y pornografía

En la rue des Ecoles de París abre una librería especializada en estos temas. Para él es un período extremadamente fecundo en el cual entrega cada tres meses un libro a la imprenta. ¿Los títulos? Los crímenes del clero, La hija del papa, Los amores secretos de Pío IX... algunos van prologados por el mismo Garibaldi.

El invento de Taxil consiste en asociar anticlericalismo con pornografía; el éxito está asegurado. En 1880 ingresa en la logia El Templo de los Amigos del Honor Francésde París. La ceremonia de iniciación tendrá lugar el 7 de febrero de 1881, pero un año después el Secretario General de la Orden le prohibirá realizar conferencias en el interior de las logias. Durante ese tiempo, distintos autores -entre ellos los franc-masones Víctor Hugo y Louis Blanc- habrán interpuesto querellas judiciales contra Taxil por plagio.

El 23 de abril de 1881, cinco días antes de la prohibición, había sido condenado por plagio de un texto de Auguste Roussel. En enero de 1882 es tachado de "indigno" y expulsado de las logias. A partir de ese momento se inicia un período de crisis para Taxil. La tirada de su revista, L’Anti-Clerical pasa en pocas semanal de 67 a 10.000 ejemplares de tirada. Sus nuevos libelos ya no tienen el éxito de antes y el 30 de julio de 1884 su librería es declarada en quiebra.


Taxil camino de Damasco

Taxil decide dar un golpe de timón. A finales de 1884 empieza a encontrarse secretamente con jesuitas. Su tía, Josephine Jogand, monja en Lyon, ha servido de mediadora. El 23 de abril de 1885 se convierte al catolicismo y dos meses después publica su retractación en su propia revista La Républica Anti-Clericale. Realiza un retiro espiritual y luego se confiesa. Liquida los restos de su librería y se reconcilia con su mujer. No por ello dejará de ser vigilado por la policía que, a partir de ahora, lo controlará en su nueva condición de posible monárquico. Algunos católicos pagan sus deudas y le ofrecen trabajo en la Librería de San Pablo. Los jesuitas, sin embargo, siempre desconfiarán de él. La nunciatura apostólica le conmina, sin embargo, a que coloque sus actitudes como periodista al servicio de la iglesia. Y así lo hará, al menos aparentemente.

Sus libros -más de una docena, uno de ellos dedicado a la masonería española- fueron traducidos y editados en multitud de idiomas. En castellano se hicieron diversas ediciones baratas y la propia iglesia favoreció su difusión. En 1885 aparecieron Los Hermanos Tres Puntos, El Culto al Gran Arquitecto y Las Hermanas Masonas. A estos seguirá una refundición de textos antimasónicos vaticanos al año siguiente. Massimo Introvigne afirma con razón: "En pocos meses Taxil había puesto en manos de los católicos franceses un arsenal antimasónico completo". Sin embargo, esto no le impide enfrentarse a la corriente anti-masónica de Edouard Drumont de carácter político y antisemita. Hasta aquí no hay ninguna "revelación" que pueda tacharse de falsa. Taxil ha publicado todo aquello que sabía sobre la masonería y que había conocido a lo largo de sus años de relación con republicanos, carbonarios, franc-masones y librepensadores, lo ha extraído de anuarios masónicos, de documentos internos de las logias y de revistas publicadas por las distintas obediencias. Nada hay en ello de falso Su trabajo había consistido en ordenar el copioso material de que disponía y servirlo por entregas. Pronto comprendió que su público necesitaba "revelaciones" más fuertes... y que el material veraz se le había agotado pronto.


Antimasonismo religioso

Taxil intentó huir siempre del antimasonismo político; no estaba claro cual iba a ser su futuro y, en cualquier caso, iba a cuestas de opciones monárquicas y conservadoras de dudoso futuro. Sin embargo, sostener su antimasonismo en cuestiones religiosas era mucho más prometedor: la Iglesia había existido durante 1800 años, estaba extendida a todo el orbe y, disponía de fuentes inagotables; aseguraba, por lo demás, un mayor campo de aplicación.

Poco a poco, Taxil fue deslizándose por la senda que llevaba a denunciar la masonería como “agente satánico”. Eso podía satisfacer al claro y la feligresía y encontraba un terreno abonado. Pero aquí le faltaban los datos objetivos. Carecía de pruebas sobre la práctica de cultos satánicos en las logias... así que no dudó en desarrollar temas que ya había tocado antes y darles un matiz siniestro; volvió, en realidad, a sus orígenes de pornógrafo y les añadió un toque erótico.

Así, en uno de sus primeros libros como católico, había hablado de una supuesta "Orden del Palladium", de la que se ignoraba cualquier otro dato; esta orden, con todo, tal como la configuró en esa primera ocasión, estaría hoy próxima de los movimientos feministas más moderados. Pero en libros siguientes, el papel de esta orden irá creciendo hasta convertirse en la "Alta Masonería Luciferina".


La construcción del “paladismo”

El año 1891 fue importante para la historia del satanismo. Huysmans publicó Allá abajo su célebre obra sobre los ambientes satánicos de París. El impacto causado desplazó el interés de la opinión pública de la masonería al satanismo. Taxil tuvo la habilidad de conjugar estos dos elementos con el tercero, la erotomanía. A partir de esa fecha, las obras de Taxil tomaron un giro radical; empieza a defender la tesis de que la masonería de "a pié" lo ignoraba todo sobre quien dirigía efectivamente la orden. A partir del Grado 33 los "grandes maestres" practicaban un culto satánico denominado "paladismo" dirigido por Albert Pike. Los franc-masones, dirigidos por una gran sacerdotisa, invocaban al diablo.

Esta mistificación no pudo hacerse sin complicidades de los más altos vuelos; el “doctor Bataille”, como Taxil y asociado a él, disponían de informaciones de primera mano, excepcionalmente confidenciales que utilizaron diestramente y cuyo origen jamás ha sido completamente esclarecido.

Bataille afirmaba que el Paladismo había sido promovido a partir de la aparición de Satán en julio de 1870 en Milán y fundado el 20 de septiembre de 1870, día en que las tropas italianas ocuparon Roma. En esa fecha se instituyó en Charleston el papado satánico ocupado inicialmente por Albert Pike y luego por Adriano Lemmi, Gran Maestre de la masonería italiana. El "jefe político" era Mazzini, figura destacada del carbonarismo italiano.

Los mormones no se salvaban de las sospechas de satanismo; Bataille sostenía que Pike estaba en relación con John Taylor, tercer jefe de la iglesia mormona, supuesto franc-masón de "Rito Moabita". Alice Booth, fundadora del Ejército de Salvación, sería con Taylor, Pike, Giosué Carducci (poeta autor de un Himno a Satán), John Yarker (masón disidente) y Ettore Ferrari, la dirección mundial del paladismo.

En Charleston se guardaría la "reliquia de Saint Jacques", restos del cráneo de Jacques de Molay, el último maestre templario que "una vez al año, vomita llamas". También se encuentra allí el auténtico "Baphomet" templario… Bataille explica que él mismo se ha hecho iniciar en la masonería luciferina para tener acceso a lugares secretos. En Gibraltar, recorre el interior de la roca por subterráneos fantásticos en los que asesinos, blasfemos, tullidos, violadores y psicópatas trabajan en fabricar venenos y armas mortíferas, pagados por el diablo.


El “doctor Bataille” y “Diana Vaughan”

Bataille, más que Taxil, fue el inventor de "Diana Vaughan". La describió hermosa y pervertida. Su padre la inició en 1883 en la secta y al año siguiente ya ocupa uno de los altos grados de la orden. Taxil daba todos los detalles sobre estos ritos e incluso dio el nombre de esta "gran sacerdotisa": Diana Vaughan (su apellido correspondía al de un famoso alquimista inglés), sería una hipotética e improbable hija del demonio Bitrú, iniciada en una logia americana en la que fue poseída (no menos improbablemente…) por el diablo Asmodeo. Todo este cúmulo de despropósitos iba acompañado de descripciones pornográficas  -"sicalípticas" en el lenguaje de la época- en las que la gran sacerdotisa satánica era una ardiente lesbiana cuyo morbo era copular manteniendo una hostia en la vagina.

En ese año -1891- Taxil recuperó la relación con otro personaje, habitualmente complicado en mistificaciones pornográficas, Charles Hacks, alias "Doctor Bataille". Con este seudónimo, Hacks escribió, a petición de Taxil, casi 5000 páginas, en forma de folletín, sobre El Diablo en el siglo XIX. La obra se iniciaba con su ingreso en la masonería en el Rito de Menphis-Misraïm que era la antesala de una orden de masones luciferinos, la "Orden de los Re-Teurgos Optimates".

En sus viajes al rededor del mundo, el "Doctor Bataille" había tenido ocasión de conocer una "franc-masonería cabalística china", templos luciferinos en la India y Ceylán, evocaciones a Belzebú por parte de Albert Pike, Gran Maestre de la masonería americana, mormones satánicos y un largo cúmulo de despropósitos. Bataille distinguía entre "satánicos", adoradores del mal y "luciferinos" que consideraban a Lucífer un dios bueno, rival de Yavhé. El satanismo universal estaba dirigido desde Charleston y el propio Satán aparecía una vez por semana todos los viernes. En 1885 es investida Gran Maestre del Temple y recibe la "Cola del León de San Marcos", símbolo de su poder. 

En 1892 Taxil y Bataille se asociaron. La "conversión" de Hacks-Bataille fue tan notoria como la de Jogand-Taxil, en ambos casos se trataba de librepensadores notorios. Ese año, Hacks publicó un libro de contenido librepensador, Le Geste" y al poco vio la luz El Diablo en el siglo XIX, firmado por Bataille. Taxil, a todo esto, seguía publicando libros de contenido católico, mientras su esposa aprovechaba el material de la anterior etapa y publicaba libros anticristianos.


Hacia el final de la superchería

Cuando se llega a 1893 resultaba evidente para muchos que el duo Taxil-Bataille había llegado demasiado lejos. Los medios católicos ortodoxos ya habían empezado a publicar algunas obras mesuradas sobre el diablo en las que se denunciaban las supercherías de Taxil. Pero también ocurría lo contrario: algunos publicistas avispados intentabn aprovechar la ola de "paladismo" para lanzar al mercado sus invenciones. Cuando en 1895 Taxil publique una nueva obra sobre el paladismo la confusión y las pasiones desencadenadas a favor y en contra de su obra, de la iglesia y de la masonería, habrán alcanzado las más altas cotas hasta el punto de que al investigador le resulta extremadamente difícil encontrar material no "contaminado" por las luchas fraccionales. Para colmo, ese año fue el de la conversión de Diana Vaughan al catolicismo.

Todos estos golpes de efecto no impiden que los grupos antimasónicos, pero también anti-taxilianos, se hagan con el control del Congreso Antimasónico de Trento, celebrado del 26 al 30 de septiembre de 1896. Un año más y todo empezará a derrumbarse para los mistificadores.

Bataille reconoció en una entrevista a la revista L’Univers y en carta a la revista antisemita de Drumont, La libre parole, en donde reconocía que todo había sido un burdo engaño para mofarse de los medios católicos. Admitía ser ateo y miembro de la Sociedad de Investigaciones Psíquicas de Francia, que abandonó por no creer en "lo sobrenatural".

Taxil y Diana Vaughan respondieron que Bataille había sido comprado por los franc-masones, pero ambos eran conscientes de que sus días de gloria estaban a punto de terminar. En marzo de 1897, Diana Vaughan prometió nuevas revelaciones y Taxil convocó una conferencia para el 19 de abril en la Sociedad de Geografía; allí Diana será presentada en público.

El auditorio estaba dividido en dos sectores; Taxil se preocupó de que todos dejaran sus bastones y paraguas en el hall, previendo lo que podría ocurrir. Los ánimos estaban caldeados. Al poco de iniciar su alocución, Taxil confesó cínicamente que se "había enrolado bajo la bandera del Vaticano para mistificar"... le encantaban las bromas.

Explicó con detalles los pasos para lograr que su confesión fuera creíble y como tuvo que hacer esfuerzos para no reír a mandíbula batiente. En cuanto a Diana Vaughan, se trataba de una secretaria guasona a la que divertía extraordinariamente cartearse con obispos y cardenales. El discurso terminó como empezó, cínicamente: "En mi confesión general al jesuita de Clamart me acusé de un asesinato imaginario. Yo os anuncio ahora otro crimen. He cometido un infanticidio. El paladismo, ahora, está muerto y bien muerto. Su padre acaba de asesinarlo".

En cuestión de 45 minutos, toda la literatura antimasónica y antisatanista de cinco años, voló en mil pedazos. En la platea la confusión fue indescriptible, católicos irritados, franc-masones airados y librepensadores bromistas, reaccionaron como se esperaba de ellos, los primeros a golpes y los últimos aplaudiendo. Todos los personajes que tuvieron que ver con la historia murieron o desaparecieron sin dejar huellas. Taxil falleció en 1907 después de seguir escribiendo novelas anticlericales y pornográficas con distintos seudónimos. La presunta Diana Vaughan, desapareció sin dejar huellas. De Bataille-Hacks no volverá a saberse absolutamente nada.


Algunos interrogantes

El mistificador confesó el engaño, luego ¿todo era falso? Existen muchos puntos oscuros en esta historia. Los libros de Taxil agrupan tal cantidad de información, buena parte de la cual es auténtica, que resulta difícil pensar que él solo hubiera podido agruparla, sobre todo en apenas unos años.

Por otra parte, si sus argumentos esperpénticos contribuyeron a ridiculizar la credulidad de la Iglesia, tampoco la masonería resultó bien parada. Aun hoy, hay investigadores muy serios que afirman que el papel de Taxil consistió en ridiculizar la posibilidad de una masonería satánica, a través de la exageración y el exceso. Pero que esto no implicaba que no existiera; simplemente se habría tratado de una cortina de humo para evitar una investigación verdadera y más profunda.

El resultado final del "affaire" Taxil fue que, tanto la masonería como la iglesia resultaron desprestigiados. Si la paternidad del delito suele corresponder a aquel que resulta beneficiado, ni la masonería, ni la iglesia, ni el propio Taxil, puede decirse que obtuvieran grandes beneficios, sino todo lo contrario. Algunos han resaltado el hecho de que la caricatura de un culto masónico-luciferino solo beneficio al propio diablo, cuya gran treta es demostrar que no existe... Autores que conocen perfectamente la temática masónica y que, por lo demás, fueron ellos mismos franc-masones, caso de René Guénon, Arturo Reghini, Jean Robin, discípulo del primero, son de esta opinión.

En cualquier caso, reconocemos que el estado actual de la cuestión sobre el "affaire" Taxil es decepcionante: no se sabe si el mixtificador tuvo inspiradores ocultos, ni a cuenta de quien jugaba la partida. Posiblemente se tratase sólo de un histrión, psicópata (la mitomanía suele ir asociada al carácter psicópata y recuérdese la definición que Charles Hacks dio de su asociado cuando, tras retractarse, se le preguntó su opinión "carácter extremadamente complejo") atrapado en su propio juego: la necesidad de ir más allá para seguir gozando de popularidad y fama. Pero la historia del asunto rebasa los medios limitados de dos hombres con ganas de fama y dinero; ni Hacks, ni Taxil, se beneficiaron extraordinariamente con todo el asunto. Haks desapareció sin dejar rastro y, en cuanto a Taxil, tras la conferencia de la Sociedad Geográfica, debió seguir escribiendo libelos anticlericales para poderse mantener. La cuestión que planea tras el asunto es si tras la masonería existe (o existió) algún culto satánico o luciferino. La respuesta, en principio, es negativa en cuanto a las referencias satánicas. En cuanto a las relaciones con movimientos o creencias luciferinas, ya es harina de otro costal.

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miércoles, 14 de julio de 2021

El asesinato de José Calvo Sotelo: Declaraciones del guardia de Asalto Aniceto Castro Piñeiro

 

En El Diario Vasco de San Sebastián se publicó el día 16 de noviembre de 1938 un reportaje debido a Carlos Sáenz, redactor de dicho periódico, con motivo de las declaraciones del guardia de Asalto Aniceto Castro Piñeiro, que iba en la trágica camioneta número 17 en la que se cometió el execrable magnicidio, en la noche del 12 al 13 de julio de 1936.

Aniceto Castro fue hecho prisionero por los nacionales en la Ciudad Universitaria junto al Hospital Clínico, crucial campo de batalla en el Frente de Madrid, donde murieron miles de combatientes de ambos bandos, quedando completamente destruidos la mayoría de sus edificios. Dicho reportaje, muy poco conocido, tiene un gran valor y trascendencia histórica, por lo que nos disponemos a reproducirlo íntegramente.

 

En el campo de concentración de Talavera de la Reina

«Era ya muy de día cuando hemos llegado a Talavera. Orillas del Alberche, junto al maravilloso paisaje de álamos que escoltan al río, iba recordando otros días en que también me trajo aquí mi profesión de informador. Hace ya mucho tiempo, la muerte trágica de J0-selito, en esa plazuela “sin palcos”, cobijada al pie de la torre ermitaña, dedicada a la advocación de la Virgen del Prado; luego en los primeros meses del Movimiento, la gran marcha victoriosa de las columnas que subían de África y de Andalucía.

No espere el lector muchos adornos literarios en este reportaje de hoy. Ni el cansancio ni la exigencia de minuciosidad en el relato lo consienten. Diré, pues, lisa y llanamente las cosas que he oído de un modo directo y personal.

Ya estamos en Talavera de la Reina.

Vamos a llenar los trámites de rigor para poder tener acceso al campo de concentración, y hablar con el guardia de Asalto que iba en la camioneta número 17 de la Dirección de Seguridad, cuando fue asesinado el ilustre hombre público don José Calvo Sotelo.

Aniceto Castro Piñeiro ha sido hecho prisionero por nuestras tropas en la Ciudad Universitaria, junto al Hospital Clínico. Necesitamos, asimismo, obtener el correspondiente permiso del juez instructor para poder hablar con el prisionero. El juez es un capitán del Cuerpo Jurídico, y no solamente nos concede la autorización para desempeñar nuestro cometido, sino que amablemente nos acompaña al campo de concentración.

Hay en él gran cantidad de prisioneros. Lo que más llama la atención es la diversidad de ropas que llevan los detenidos. Unos van con camisetas sin mangas, otros llevan chalecos de lana, los más, zamarras de miliciano, de distintos colores. De pronto sale hacia la calle un prisionero, que tanto por su indumento como por su porte y ademanes descuella entre los demás.

—Ese —nos dice el juez instructor—es Aniceto Castro Piñeiro.

Este es el hombre.

Se acerca al grupo que formamos los periodistas y, dirigiéndose al capitán, dice:

—A sus órdenes.
—Estos señores —le responde el capitán— quieren hacerle unas preguntas.
—Lo que usted ordene.

Hacia las oficinas

Entretanto, hacemos un detenido examen de su persona. Es alto, de complexión fuerte, pelo castaño, ojos pardos y vivos, frente despejada, con grandes entradas; usa pequeño bigote, sumamente cuidado. Su aspecto no es desagradable a la vista. Viste pantalones de militar, camisa de gris azulado, con mangas por encima del codo. Calza alpargatas blancas, y no representa tener más de treinta años.

Subimos a los locales destinados a oficinas, para conversar con él. Aniceto Castro sube el primero y prepara sillas para todos. También recoge los abrigos. Se produce con una gran naturalidad. No se siente cohibido. Antes por el contrario, se desenvuelve con desenfado, sin afectación.

Antecedentes del prisionero

—¿De dónde es usted? —le pregunto.

—De Lugo.

—¿Qué edad tiene...?

—Veintisiete años.

—¿Su estado civil?

—Soltero.

—¿Tiene hermanos?

—Dos. Uno guardia de Asalto y otro capellán.

—¿Cuándo ingresó usted en el Cuerpo de Guardias de Asalto?

—En noviembre de 1934.

—Antes de ingresar como guardia, ¿perteneció a algún partido político o a alguna organización sindical...?

—A ninguno.

—¿Cuál era su oficio antes de esa fecha?

—Yo me dedicaba a las labores del campo. También trabajé algo en calidad de cantero.

—¿Cuál fue el primer destino al ingresar en el Cuerpo...?

—Fui destinado a Oviedo. En la capital asturiana presté servicio desde el mes de noviembre de 1934 hasta el mes de abril de 1935. Entonces fui trasladado a Madrid.

—¿Ese traslado fue a petición propia...?

—Desde luego; y el día 3 de abril fui destinado a la Segunda Compañía de Asalto llamada de “especialidades”.

—¿En qué consistían las especialidades en esa Compañía...?

—Tenía sección de ametralladoras, morteros y gases.

—¿Quién mandaba la Compañía de que usted formaba parte...?

—El capitán Moreno Navarro; y el grupo estaba a las órdenes del coman dante Burillo. La famosa Segunda Compañía

—Se ha dicho que aquella Segunda Compañía de que usted formó parte era muy revolucionaria y que casi todos sus componentes eran gentes que pertenecían a los partidos políticos avanzados de izquierda.

—Efectivamente. Eran muy pocos los de derechas. Entre ellos había dos sargentos que estaban muy disgustados con el matiz izquierdista de aquella Compañía. A tal extremo llegaban las cosas, que cuando algún guardia de otra Compañía tenía altercados o incidentes con sus superiores, por su carácter rebelde de izquierdista, pedía el traslado a la Segunda Compañía. Allí estaban en su elemento. Sin embargo, había otra que llamábamos la “Compañía del Pacífico”, en la que casi todos eran hombres de orden y fieles cumplidores de su deber.

—Quiero que usted nos relate cómo se incubó el crimen contra el señor Calvo Sotelo y cómo se desarrolló éste.

Comienza el relato del crimen

—De su incubación poco puedo decir a usted. Cuando fue muerto el teniente de Asalto Castillo, en la Segunda Compañía se produjo un gran revuelo. No era de extrañar. El Teniente Castillo tenía entre aquellos guardias fama de hombre avanzado; no olvide que aquella Compañía era llamada “la revolucionaria”. Se produjeron grandes protestas. Los cabos Francisco Conde García y Mariano García García eran los más exaltados. “Hay que fusilar a todos los ‘fascistas’ —decía— Se hace preciso acabar con ellos. Ya lo vengaremos...”

—¿Y no llegaron ustedes a saber que el asesinato del teniente Castillo fue pre parado por el Gobierno para provocar una reacción en la fuerza pública...?

—De eso no supimos nada. Pero no tendría nada de particular.

—Siga usted —le decimos.

—Pues, como iba diciendo, juraban que el teniente Castillo sería vengado. Hubo discusiones violentas, comentarios y puños en alto. Y en este estado de excitación, llegó la noche del 12 al 13
de julio.

Se encontraba en el edificio, en la plaza de Pontejos, el capitán de la Guardia civil, Condés. Iba de paisano. Seguidamente, pasó al despacho de los jefes. Después llegaron otros, entre los que
figuraba un siniestro sujeto, pistolero de oficio, que fue el encargado de perpetrar materialmente el bárbaro crimen.

Pronto empezaron a correr rumores, por la Compañía, de que aquella noche se iban a practicar numerosas detenciones de personas de derechas. La noticia produjo gran contento entre los elementos izquierdistas de la Compañía. Y de esta forma, entre rumores y comentarios, llegó la media noche.

Poco después de la una de la madrugada partieron varios guardias a prestar servicio de detenciones. Aproximadamente a las dos, salió del despacho el teniente Andrés León Lupión, quien dirigiéndose a los guardias que allí estábamos dijo: “A ver; tres de vosotros.

Montad en la camioneta”. Y dirigiéndose al guardia José del Rey le entregó un papel que parecía una de las órdenes de detención que por aquellos días sedaban.

Subimos tres guardias de uniforme a la camioneta; aquellos a quienes nos correspondía, pues las salidas de servicio se llevaban por riguroso turno. Subieron también al vehículo, y tomaron asiento junto al chófer, el capitán Condés y el guardia José del Rey. Después subieron otros guardias, de paisano, algunos pertenecientes a la escuadra de asalto, y aquel jefe siniestro “el pistolero”, que, según se dijo y luego pudimos comprobar, daba escolta al ex ministro socialista Indalecio Prieto.

Este sujeto, que llevaba un carné de guardia de Asalto facilitado por la Dirección General de Seguridad, aunque no reunía condiciones para ello, era un individuo que tendría unos veintisiete años de edad, bajo, pero fuerte, rubio y de un aspecto agradable. Siempre se le veía risueño.

Hacia la casa del señor Calvo Sotelo

Salimos de la plaza de Pontejos y nos dirigimos, calle de Alcalá arriba, a la de Velázquez, hasta un edificio que se hallaba al final de la misma. Allí hicimos alto y entonces se acercó el sereno, que preguntó al chófer de la camioneta:

—Vienen ustedes a detener al señor Calvo Sotelo...?

—Abra usted la puerta —dijo un guardia—, no hable y lárguese pronto, porque si no, le vamos a pegar cuatro tiros.

Entonces, el capitán Condés, a quien por orden del teniente León Lupión debíamos obedecer, mandó que los guardias que llevaban pistolas ametralladoras rodearan el edificio, y que otros se situasen en las bocacalles próximas y en lugares estratégicos. El capitán Condés, acompañado del guardia José del Rey y de “el pistolero” penetró en el domicilio del señor Calvo Sotelo. La puerta les fue franqueada por el sereno y los dos guardias que se hallaban de servicio en el domicilio del citado señor Calvo Sotelo.

De lo que allí arriba sucedió, no sé nada, ni después del hecho lo oí comentar. Un cuarto de hora aproximadamente tardaron en bajar. Lo hicieron los tres, acompañados del señor Calvo Sotelo, que vestía un traje gris y llevaba un maletín en la mano. Le hicieron subir a la camioneta y tomar asiento en el tercer departamento de la misma, con vista al frente. Al lado izquierdo del señor Calvo Sotelo me senté yo y a la derecha otro compañero. En el asiento de enfrente no había nadie. Aquel siniestro personaje, conocido por “el pistolero”, se situó en el departamento contiguo, justamente detrás del señor Calvo Sotelo. Este preguntó entonces, donde se hallaba el capitán de la Guardia Civil, y el capitán Condés, desde el “baquet” del coche, repuso:
—¡Aquí!
—¡Ah! —exclamó el señor Calvo Sotelo—; pues entonces, vamos.

Y dirigiéndose a nosotros, añadió: “Vamos a ver qué quieren de nosotros”.

Los demás guardias se situaron en los sitios que teníamos destinados para el público. Al subir el señor Calvo Sotelo a la camioneta, algunos de sus familiares se asomaron al balcón para despedirle, y él contestó saludando con la mano. La camioneta partió veloz...

El disparo a traición

Se dirigió calle de Velázquez abajo. No había aún recorrido unos quinientos metros —o sea, llegábamos al cruce de Ayala— cuando se oyó un ruido seco, extraño. Entonces, el señor Calvo Sotelo, sin exhalar ni un ¡ay!, sin una sola queja de dolor, cayó sobre el asiento delantero del departamento e inmediatamente sobre el guardia que iba a la derecha. Finalmente se desplomó sobre el piso de la camioneta. Dos individuos apretaron sobre el cuerpo para que cupiera entre los dos asientos.

Instantes después, “el pistolero” que iba detrás del señor Calvo Sotelo, se incorporó y, arrodillándose sobre el asiento, disparó otro tiro a la cabeza de su víctima. Dijo: “Ya cayó uno de los de Castillo”. He de observar que el primer tiro debió darlo “el pistolero” de abajo arriba, en la nuca, y el segundo, de arriba abajo, en la cabeza. Yo creo que el primero fue mortal de necesidad. Entonces, el guardia que iba a la derecha del señor Calvo Sotelo se levantó y pasó a ocupar un asiento posterior. Yo continué en el mismo sitio.

—¿Pero nadie se dio cuenta de aquel asesinato tan espeluznante?

—Nadie se dio por enterado ni pronunció una sola palabra, y los que iban en el “baquet” ni siquiera volvieron la cabeza. La camioneta siguió por la calle de Velázquez adelante, llevando ya
su terrible carga. Al llegar junto al cruce con la de Alcalá, había varias parejas de Asalto que cacheaban y detenían los coches y pedían documentación a las personas que circulaban por la calle a aquella hora. Nos dieron el alto; pero al ver la camioneta de la Dirección de Seguridad, y que éramos de la misma Compañía que ellos, nos dejaron seguir.

Hacia el cementerio

Continuamos nuestra ruta y nos dirigimos hacia el cementerio del Este. Nosotros, lo que hicimos fue colocar el cadáver del señor Calvo Sotelo de forma que no fuese visible. Llegamos al cementerio. El capitán Condés y el guardia Del Rey bajaron y se dieron a conocer a los guardias del cementerio. Pasó la camioneta, que quedó bajo los arcos de entrada al recinto, y entonces el capitán dijo: “A ver, bajad eso”. Y entre varios guardias bajamos al suelo el cadáver del señor Calvo Sotelo.

—Yo —dice el prisionero— le cogí de un brazo, y otros de los pies, y del otro brazo, y tiramos de él. Se conoce que por la postura en que había caído no salía con facilidad, y tuvimos que tirar fuerte. A eso se deben las heridas observadas en las rodillas y las rozaduras de la piel. El cadáver quedó sobre las losas, debajo de los arcos.

—¿Entonces no hubo lucha, como se dijo?

—Ninguna. Quedó mucha sangre en la camioneta, pero el señor Calvo Sotelo no dijo una sola palabra. En seguida emprendimos el regreso, y el chófer, dirigiéndose al capitán Condés y a los demás, dijo:

—Supongo que no me delataréis.

—No te preocupes —dijo el guardia Del Rey—. El que lo diga, se suicida; lo mataremos como hemos matado a ese “perro”.

Y seguimos la marcha sin volver a cambiar ni una sola palabra, hasta la plaza de Pontejos. Al llegar allí “el pistolero”, mejor dicho, el asesino material del señor Calvo Sotelo y el capitán Condés, aquél portando el maletín, se dirigieron a la oficina, y poco después salía el comandante Burilo, dando el brazo al asesino. Subieron al despacho de la Comandancia.

—¿No hablaron ustedes con otros guardias de lo que había sucedido?

—Aquel día, no. Los demás lo supieron por la Prensa. Yo, desde luego, al día siguiente hablé con algunos amigos.

—¿Y la camioneta? ¿Qué fue de ella?

—Como estaba llena de sangre, hubo que proceder a limpiarla. Esta operación fue encomendada al guardia Tomás Pérez; y, una vez efectuada, como se instruyó un sumario, la camioneta quedó apartada, fuera de uso.

La farsa trágica

—Después de todo esto, ¿qué pasó?

—Todos seguimos prestando servicio; pero a partir de aquel día no volvimos a ver ni al capitán Condés ni al famoso “pistolero”. Pocos días después y como prueba necesaria para el sumario que se empezó a instruir, estuvieron en el cuartelillo de la plaza de Pontejos una institutriz que tenían en su casa los señores de Calvo Sotelo y una doncella. Formó toda la compañía, menos los tres guardias que habíamos ido de uniforme en la camioneta el día del asesinato. El motivo de esta diligencia era ver si la servidumbre reconocía en alguno de ellos a los que subieron al piso; pero claro está que no nos encontrábamos allí los que habíamos ido en la camioneta.

¡¡¡Crimen de Estado!!!

Mientras esto sucedía, el teniente Barleta nos llamó a los tres que no formábamos y nos dijo:

—No os preocupéis, que nada puede pasaros. Lo sucedido lo ha ordenado el director general de Seguridad, y a éste se lo ha mandado el ministro de la Gobernación. Así que lo saben todo el Gobierno y vuestros jefes. Ellos son los responsables.

—¿Pero exactamente dijo esto? —le pregunto.

—Es tal como lo dijo: que era orden del director de Seguridad y del Ministro de la Gobernación.

—Y de los que iban en la camioneta en aquel trágico día no ha vuelto usted a saber nada?

—Sí; del guardia Del Rey sé que se marchó a Portugal y luego se pasó a Badajoz, donde actuó como capitán de milicias. Actualmente es teniente coronel de milicias en Barcelona. Del “pistolero” me han dicho que ya ha rendido tributo a la muerte y se le ha hecho justicia. Cayó acribillado a balazos en el Alto del Guadarrama. El capitán Condés parece que murió en Extremadura.

—¿Y no se detuvo a unos guardias y al chófer de la camioneta y se les llevó al Palacio de Justicia aquellos días?

—Sí; aquello fue una pantomima, pues no se quiso hacer nada más que una farsa.

—¿A qué atribuye usted que fuera al cuartel de Pontejos el teniente coronel Sánchez Planas?

—Era el jefe del Cuerpo de Asalto entonces; seguramente iría para averiguar lo que había sucedido.

* * *

Esta información confirma lo que ya era público: que el asesinato del Calvo Sotelo fue un crimen de Estado, ordenado por el Poder público. La sangre de aquel prócer y mártir nuestro fue el grito de guerra contra la fiera marxista que amenazaba destruir a España.

¿Quién era “el pistolero”?

Aniceto Castro no sabe el nombre de “el pistolero” (1) que disparó por la espalda contra Calvo Sotelo. Sólo oyó decir por entonces que figuró en la escolta del general Machado, cuando éste era presidente de la República de Cuba, y que se trasladó a España después de la caída del general Machado. En cuanto al guardia José del Rey, perteneció durante algún tiempo a la escolta de Margarita Nelken (2).

Uno de los momentos más emocionantes del relato es aquel en que el guardia Castro cuenta con palabras muy elementales, cómo todos los ocupantes de la camioneta volvieron del Cementerio sin atreverse a mirarse y sin pronunciar una palabra, hasta que el chófer rompió la lúgubre escena pidiendo que nadie le denunciara.

Igualmente cuenta con tonos vivos el instante en que el comandante Burillo y el teniente Moreno abrazaron a Condés y al “pistolero” y les felicitaron por la rapidez con que habían cometido el crimen.

* * *


Sale uno de esta entrevista como de una pesadilla. La fatiga del viaje y la sensación que producen las palabras de este prisionero, me han agobiado hasta el punto de que no puedo añadir al relato algunas consideraciones que he ido apuntando a lo largo de mi viaje de vuelta hacia Ávila.»

Carlos SAENZ
(Enviado especial de El Diario Vasco)

Conclusión

El periodista y político bilbaíno, Julián Zugazagoitia Mendieta, diputado a Cortes por Badajoz en 1931, y por Bilbao en 1936 por el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), redactor de El Liberal de Bilbao, diario propiedad de Indalecio Prieto —con el cual le unía una estrecha amistad—, fue también director de El Socialista de Madrid, y más tarde nombrado ministro de la Gobernación en el primer gabinete presidido por Juan Negrín, al enterarse del asesinato de Calvo Sotelo, manifestó: «Ese atentado es la guerra».

Como así fue, ya que a los cinco días del execrable asesinato de Estado —un hecho sin precedentes en toda la historia de los regímenes parlamentarios— se produjo el Alzamiento.

«Sucesos como el de Calvo Sotelo en la historia moderna no se recuerda ninguno», afirmó Alejandro Lerroux, para quien era incomprensible que tras su asesinato Gran Bretaña, Francia y otras naciones democráticas siguiesen fingiendo «que creían en la existencia de un Estado español y una legalidad española bajo el gobierno de los que habían provocado, tolerado o amparado con la impunidad, el saqueo, el incendio y el asesinato. O al dejar impune el crimen habían demostrado, por lo menos, su impotencia para reprimirlo y castigarlo».

Alfonso XIII, en Lausanne, tuvo noticia del asesinato del jefe monárquico, lo que le hizo escribir al conde de los Andes: «Calvo Sotelo es la muerte premeditada obedeciendo a un plan con todos los indicios de complicidad del Gobierno».

De la crispación del momento fue elocuente el tenso diálogo mantenido entre José M. Gil Robles y Diego Martínez Barrio, que se negó a que las Cortes celebrasen la reunión que tenían prevista para el día 14 ante el temor de que los diputados se asesinasen entre sí: «Comunique usted a los autores de la muerte de Calvo Sotelo que esta noche duermo en casa, por si quieren venir a asesinarme», terminó Gil Robles.

NOTAS:

(1) [N. del A.] El nombre de «El Pistolero», también apodado «El Cubano», correspondía a Luis Cuenca Estevas. Natural de La Coruña, nació en 1910. Hijo de un ingeniero industrial y nieto de un general de la Guardia Civil. Estudiante fracasado de Aduanas, marchó en su juventud a Cuba. Estuvo envuelto en varios disturbios estudiantiles. Se afirmaba que había sido guardaespaldas del dictador caribeño Gerardo Machado. En 1932 ingresó en las Juventudes Socialistas. Formó parte de la escolta personal de Indalecio Prieto. Tenía fama de pistolero de acción contra los fascistas, y entre sus compañeros se le atribuía el asesinato de Matías Montero y Juan de Dios Rodríguez. Ello no le impedía disfrutar de la confianza de Prieto, a quien protegió eficazmente en el mitin de Écija, cuando los de Largo Caballero le obligaron a tiros a abandonar
la población. Según la declaración de su hermano Luis en la Causa General, era íntimo amigo de Castillo y mantenía una relación algo más superficial con Condés. También era muy amigo del presidente de la Juventud Socialista, Enrique Puente. Murió en acción de guerra, en la sierra de Madrid, a los pocos días de iniciarse la guerra

(2) [N. del A.1 Margarita Nelken Mansberger, nació en Madrid en 1896. Escritora y política española, hija de judíos alemanes emigrantes a España. Fue una de las representantes del incipiente movimiento feminista de España. Elegida diputada por Badajoz en las Cortes Constituyentes de la República, en representación del Partido Socialista Obrero Español (PSOE). En 1937, decepcionada por la política de su partido, se afilió al Partido Comunista de España (PCE), adoptando una actitud ultrarradical. En 1939, al finalizar la guerra civil, huyó a México, donde falleció en 1968. Autora, entre otros libros, de La condición social de la mujer en España, Tres tipos de virgen y Primer frente.

Fuente

El mito del Euskera perseguido por Franco, por Francisco Torres

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