domingo, 26 de julio de 2020

Pedro Varela solicita, por enésima vez) la devolución del material requerido (sin sanción penal) desde 2010.

Material que no fue objeto de sanción penal y del cual se interesa su devolución:

LIBROS

SALA DE CONFERENCIAS:

– Caja 5: “Las paralelas se encuentran en un punto”, 30 ejemplares / “Franco ese caudillo”, 28 ejemplares. / “La última cruzada del occidente cristiano”, 15 ejemplares / “En España se ha puesto el sol”, 8 ejemplares.

– Caja 6: “La violencia en el banquillo”, 20 ejemplares.

– Caja 7: “El secreto de los Borbones”, 134 ejemplares

– Caja 8: “El secreto de los Borbones”, 44 ejemplares. / “La violencia en el banquillo”, 30 ejemplares.

Caja 9: “Nadie se atreve a llamarlo conspiración”, 61 ejemplares.

– Caja 10: “Nadie se atreve a llamarle conspiración”, 159 ejemplares.

– Caja 11: “JudÍos, Cristianos y Musulmanes”, 97 ejemplares.

– Caja 12:“JudÍos, Cristianos y Musulmanes”, 96 ejemplares.

– Caja 13: “La otra cultura de occidente”, 36 ejemplares.

– Caja 15: “Valoración moral del terrorismo en España“, 73 ejemplares.

– Caja 16: “No culpable, los juicios de Nuremberg”, 54 ejemplares.

– Ejemplares Sueltos: “El campamento de los Santos”, 145 ejemplares. / “Noculpable, los juicios de Nuremberg”, 20 ejemplares. /“Judios, Cristianos y Musulmanes”, 329 ejemplares. “Mi camino de-Santiago”, 181 ejemplares. / “Elholocausto a debate”, 30 ejemplares. / “El campamento de los Santos”, 23 ejemplares. /“La violencia en el banquillo”, 25 ejemplares. / “Judíos, Cristianos y Musulmanes”, 97 ejemplares. / “El secreto de los Borbones”, 132 ejemplares. / “Terrorismo en España”, 192 ejemplares. / “Cuestiones judeomasonicas”, 114 ejemplares. / “Las paralelas se encuentran en un punto”, 40 ejemplares.

– Caja con portadas del titulo “Absolucion para Hitler”

EN LA TIENDA LIBRERÍA EUROPA ABIERTA AL PÚBLICO:

– Caja 1: “Campamentos de los Santos”, 15 ejemplares.

– Caja 2: “Masoneria”, 10 ejemplares.

– Caja 3: “Nadie se atreve a llamarlo conspiración”, 23 ejemplares.

– Caja 4: “Nadie se atreve a llamarlo conspiración”, 85 ejemplares.

– Caja 5: “Mas allá del fascismo”, 12 ejemplares.

– Caja 7: “Realidades del Tercer Reich”, 37 ejemplares. /“Mi camino de Santiago”, 7 ejemplares. / “Absolucion para Hitler”, 9 ejemplares. / “Leon Degrelle”, 5 ejemplares.

– Caja 10: “Documentos silenciados”, 9 ejemplares.

-Caja 11: “Nadie se atreve a llamarlo conspiración”, 27 ejemplares.

– Caja 12:“Mátires de la cruzada”, 8 ejemplares. / “La mentira de Ulises”, 2 ejemplares. / “No culpable”, 8 ejemplares. / “Morir en Berlin”, 10 ejemplares.

– Caja 13: / “Quien era Hitler”, 30 ejemplares. / “El holocausto a debate”, 19 ejemplares.

– Caja 15: “La mentira de Ulises”, 2 ejemplares. / “Realidades del III Reich”, 14 ejemplares. / “Mas allá del Fascismo”, 2 ejemplares.

– Caja 16: “Documentos silenciados”, 21 ejemplares.

– Caja 17: / “No culpable”, 39 ejemplares.

– Caja 18: “Campamento de los Santos”, 21 ejemplares.

– Caja 19: “Leon Degrelle”, 13 ejemplares.

– Caja 20: “Morir en Berlin”, 2 ejemplares.

– Caja 21: / “Campamento de los Santos”, 1 ejemplar. / “La última cruzada”, 1 ejemplar. / “Valoración del terrorismo en España”, 18 ejemplares. / “El secreto de los Borbones”, 1 ejemplar.

– Caja 22: “Absolucion para Hitler”, 3 ejemplares / “Mi camino de Santiago”, 17 ejemplares.

– Caja 23: / “No culpable”, 20 ejemplares. / “Como era Hitler”, 13 ejemplares. / “Francisco Franco”, 1 ejemplar.

EN EL DESPACHO“Mas alla del Fascismo”, 1 ejemplar. / “Nadie se atreve a llamarlo conspiración”, 1 ejemplar.

EN EL ESCAPARATE:

– “Mi camino de Santiago”, 1 ejemplar. / “Quien era Hitler”, 1 ejemplar. / “El campamento de los santos”, 1 ejemplar. “Absolución para Hitler”, 1 ejemplar. / “No culpable”, 1 ejemplar. / “La mentira de Ulises”, 1 ejemplar. / “Masoneria”, 1 ejemplar. / “Morir en Berlin”, 1 ejemplar. / “Realidades del III Reich”, 1 ejemplar. /“Mas allá del fascismo”, 1 ejemplar.

MATERIAL DE OFICINA Y DOCUMENTACIÓN

SALA DE CONFERENCIAS:

Ya se procedio a la devolucion de los equipos informáticos, pero entendemos deben devolverse también,  una vez finalizada la instrucción y dictada sentencia firme, a la devolución también de los discos duros, disquets de ordenadores, bases de datos, etc…, que fueron extraídos y retenidos por la policia.

Lo mismo cabe decir del material de oficina, incluyendo: Ficheros bases de datos, correspondencia comercial, contabilidad, documentación varia, archivo documental, fotográfico,  magnetográfico  y  videográfico,  fotolitos,  cartel  ediciones  Ojeda,  posters ediciones Ojeda, posters de David Irwing (30 ejemplares), caja grande con diapositivas, caja azul de plástico con cintas de grabación de audio y vídeo, documentación (precinto 17072), transcripción conferencia 25.03.06, bloc de notas tapa plástico, cartas de ediciones Ojeda y tarjetas de visita, dos archivos de contabilidad 1997-2003, contrato de alquiler del local, cartas preparadas a enviar “los libros prohibidos”                                                                                                                                        

Cajas que se intervinieron con ocasion de la entrada y registro. y que no se detallaron individualmente, señalándose solo cajas o archivadores.

De dicha documentación esta ya detraída la documentación de pedidos y albaranes traspasada al Juzgado de instruccion n° 5, según consta en el informe de la Direccion General de la Policia.

Las  banderas  intervenidas: Catalana,  danesa,  Flandes, Canarias, Navarra, Borgoña) en el interior del local deberán asimismo, conforme sentencia, devolverse.

EN TRASTIENDA:

– Copia de seguridad de libros publicados por ediciones Ojeda

– 3 cajas de plastico con archivadores  con 6, 6 Y 5.

– Bolsa precinto 17073, conteniendo  videos y 23 CD.

– Bolsa precinto n° 17081 conteniendo 30 CD, 7 videos, mini DVD 15.

– Bolsa de precinto 17064.

– Bolsa de precinto 17077.

– Porta CD y 13 CD

EN EL DESPACHO:

– 9 Cajas de documentacion varia.

– Discos duros de 3 torres de ordenador con precintos n° 17098, 17099 y 17100

– Disco duro del ordenador n° de precinto 17090.

– Publicidad de conferencias, libros, tarjetas de visita y DVD conferencia de 27A 2.05.

– Cajas 1, 2 y 3 publicidad.

– Bolsa precinto n° 17091, correo preparado para remitir.

-Tampones: 2 Ediciones Ojeda y 1 Librería Europa.

TIENDA:

– 1 caja CD, cartillas de pedido y porta tarjetas.

DOCUMENTAC1ON ESTRICTAMENTE PERSONA

Incluye : Agendas,  fotografías  de 1.978   (10  fotos),  caja de  diapositivas, correspondencia personal,  carpeta  direcciones  “presos  a escribir”,            dos  archivadores con correspondencia personal, etc…

EN TRASTIENDA:

– Carpeta con documentación de un apartamento, pasaporte y tarjetas de crédito a nombre de R. K. M.

– Carta de su abogado.

– Carta de autorizacion del padre Angel a favor de Pedro Varela.

– Contrato de almacén a favor de Ediciones Ojeda.

– Listado de clientes de la librería Europa

– Libretas de ahorro

– Cuatro chequeras.

EN COCIIE:

–  disco duro del Ordenador portatil.

– Dos documentos con la transcripcion de conferencias.

– facsimil revista.

En virtud de lo anterior,

AL JUZGADO SUPLICO: Que teniendo por presentado el presente escrito junto con sus copias to admita y, en su meritos por reiterada nuevamente,  la solicitud de devolucion de objetos, en cumplimiento de Sentencia firme, ya acordada en su dia por ese Juzgado, reiterada en fecha por Providencia del 14 de marzo de 2.013 y, aun no practicada y, por designados nuevamente, los objetos, personales y no, que deben ser objeto de devolucion de acuerdo con la Sentencia, teniendo por formuladas las manifestaciones realizadas en el cuerpo del presente escrito y sus peticiones y,  previos los tramites oportunos, acuerde de conformidad, todo ello a los efectos legales oportuno, todo ello a la mayor brevedad posible, dada el tiempo transcurrido desde la firmeza de la sentencia (mess de siete arms), y por que retrasar la devolucion de los anteriores efectos perfectamente legales, supone un grave quebranto economico para el imputado, que carece de justificacion legal alguna, siendo pura arbitrariedad y privando i defendido de Tutela Judicial Efectiva, causando indefension.

En Barcelona  a 20 de julio de 2.020

Nota: Quizás es una lista bastante exhaustiva, pero hemos querido reproducirla exactamente del suplicatorio oficial.

Reseña: Imperiofobia y leyenda negra de Mª Elvira Roca Barea

Imperiofobia y leyenda negra de Mª Elvira Roca Barea es una de las obras más controvertidas de los últimos años. Desde su publicación original, en su primera edición, en el año 2016,el exitoso trabajo de la investigadora, ensayista y filóloga se ha visto sometido a furibundas invectivas e intentos de «refutación» por parte de un buen número de detractores, en algunos casos, como Arturo Pérez Reverte, por una cuestión más personal, pues aparece mencionado en la obra como uno de los más firmes sostenedores de la leyenda negra antiespañola a través de sus obras, o bien por cuestiones ideológicas, como ha sucedido con José Luis Villacañas, donde el catálogo de insultos y zafiedades entremezcladas con falsedades históricas envueltas en un barniz ideológico muy particular, ha contribuido a dar la razón a las tesis fundamentales con las que la autora vertebra su obra.

Posiblemente las polémicas que hemos visto reflejadas en la prensa a través de entrevistas, y el uso de determinados cenáculos mediáticos para atacar a Mª Elvira Roca, puedan resultar interesantes, especialmente en la medida que retrata la vigencia de la leyenda negra, y cómo cierto sector de la intelectualidad española sigue adoptándola por sistema, con el único fin de degradar la visión de nuestra historia y aminorar el valor de nuestros logros y hazañas históricas, especialmente en lo que se refiere al Imperio Español, con todos sus avatares, positivos y negativos, para perpetuar el complejo de inferioridad y de culpa que, como bien señala nuestra autora, comienza a forjarse en el siglo XVIII con la Ilustración y el debilitamiento del proyecto imperial en Hispanoamérica.

Si nos centramos en el contenido de la obra y más concretamente en el concepto de leyenda negra, este término entraña un carácter estrictamente español y aplicable a nuestro pasado histórico. Hay una relación íntima y directa entre el concepto y nuestra historia que se ha convertido prácticamente en universal, al menos en el contexto del llamado mundo occidental. En España debemos su consolidación a Julián Juderías, diplomático, traductor y notable políglota, que toma conciencia de la visión de lo español más allá de nuestras fronteras. El fundamento de esta leyenda negra encuentra su acepción más clara, según Barea, en la definición del historiador William Maltby, y que viene a hablar de «la opinión según la cual los españoles son inferiores a otros europeos en aquellas cualidades que se consideran civilizadas», aunque para ubicarla dentro del contexto histórico la definición de la RAE parece un buen complemento: «opinión contra lo español difundida a partir del siglo XVI». Se trata de un fenómeno específicamente español, aunque otros países se hayan visto afectados por éste, con una magnitud en el tiempo y el espacio totalmente excepcional. Además todas las opiniones y juicios vertidos dentro de este contexto gozan de una pátina de respetabilidad intelectual y corrección política absoluta. Y es más, dentro de la cultura popular la aceptación es incontestable, con aseveraciones que están tan imbricadas entre las «verdades aceptadas», que nadie es capaz de negarlas sin convertirse en un conspiranoico, totalitario o terraplanista, concepto éste último muy en boga en nuestros tiempos, especialmente por los enemigos de la verdad.

La leyenda negra, al mismo tiempo, es indisociable del concepto de Imperio, pues nace ligado a éste y todo su desarrollo depende de los derroteros que éste sigue y su construcción y devenir histórico. Por ello Mª Elvira Roca Barea considera esencial llegar a una síntesis o definición del concepto de Imperio, algo que muchos ensayos y trabajos históricos rigurosos no llegan a captar en toda su esencia. Es una tarea compleja en la medida que el concepto conoce una evolución a través de los diferentes imperios que se suceden a lo largo de la historia, que son objeto de análisis por parte de la autora, con la intención de identificar y analizar los patrones de la imperiofobia en el caso de imperio más paradigmático, y más estable, de la historia, como fue aquel Romano, sucedido de otros proyectos imperiales como el estadounidense, el ruso y, finalmente, el español, que representa la piedra angular de la presente obra.

Más allá de definiciones vagas e imprecisas, una de las características que podemos destacar del imperio es su capacidad para unir sobre un mismo espacio, de alcance global o continental, a una gran variedad de pueblos y gentes que previamente no tenían relación entre sí. Comprende un territorio amplio sobre el cual se ejerce una hegemonía, no necesariamente militar o de control efectivo del mismo. Al mismo tiempo, el imperio, históricamente, denota a todos los niveles un prestigio que se transmite de generación en generación, y que podemos ver a través del Imperio Romano y los sucesivos intentos de restauración o de legitimación en éste. Otro de los elementos en esta breve síntesis es aquel de la leyenda negra, que acompaña en forma de propaganda a todos los imperios, y que es elaborada por las élites, las oligarquías locales y los intelectuales de los pueblos que forman parte de los agregados imperiales, bajo formas más o menos sofisticadas, y que alcanza la perfección con la imprenta al servicio de Lutero y la Reforma frente al mundo hispánico-católico del Imperio Español.

La propaganda anti-imperial cuestiona permanentemente la legitimidad del imperio, lo infravalora y empequeñece sus logros, lo convierte en culpable de todos los males, especialmente desde la perspectiva ético-moral y religiosa; además le atribuye unos orígenes turbios e innobles, o bien comportamientos bárbaros, crueles e impíos. Nace del complejo de inferioridad y de la idea del fracaso propio, de la incapacidad y de la frustración de quienes se ven anulados para rivalizar con la entidad hegemónica y dominante.

Estos patrones los vemos reproducidos permanentemente, sobre todo a través de los griegos en relación al Imperio Romano, o en el mundo protestante nordeuropeo frente al Imperio Español. También se menciona el caso de los europeos en relación a Estados Unidos, punto en el que discrepamos con la autora ya que nuestro rechazo hacia ese país no se debe tanto a la propaganda si no a la demostrada actitud depredadora de este imperio.

En el caso específico de Rusia el fenómeno presenta algunos de los patrones mencionados, aunque desde otra perspectiva, con un Occidente representado por la Francia ilustrada, fracasada en su propio proyecto imperial, gran propagandista y difusora de prejuicios imperiofóbicos, enfatiza los aspectos bárbaros e incivilizados de la Rusia zarista, o habla de atraso y degeneración en el caso de España o de América.

El imperio es intrínsecamente malvado por definición, es sinónimo de violencia y destrucción, y el pueblo que da origen al mismo es acreedor de los peores calificativos. Incluso en la cultura popular el Imperio tiene connotaciones exclusivamente negativas y se entiende que la oposición activa al mismo es la postura moralmente correcta (Véase el caso de La Guerra de las galaxias).

Respecto al Imperio Español contamos con diferentes contextos en el análisis de la Imperiofobia y la leyenda negra que se remite tanto al elemento hispánico como a aquel católico, y que Mª Elvira Roca clasifica en los distintos escenarios que componen este complejo puzzle de prejuicios y falsedades, que aun variando sus motivos reproducen los patrones mencionados con anterioridad. Nos referimos a la Italia del humanismo, el mundo protestante y anglosajón (Inglaterra y el Sacro Imperio alemán), donde Holanda constituye un caso aparte.

En el caso de la Italia humanista del Cinquecento, ésta inaugura muchos de los lugares comunes que caracterizan a la leyenda negra, y aunque no entrañan una gran violencia ni una oposición activa y armada contra lo español, sí denotan un contenido más o menos sistematizado. Dentro del capítulo de los «orígenes innobles» y la inferioridad racial destaca la idea de que los españoles son «medio moros y medio judíos», con lo cual no son verdaderos cristianos, o al menos no son de fiar por ser «marranos». Junto a este prejuicio hallamos otro bajo la acusación de ser descendientes de godos, como antítesis del romano civilizado, como parte del mundo tenebroso y medieval de bárbaros. Esta perspectiva tan despectiva de lo español está íntimamente relacionada con la soberbia intelectual que caracteriza al Humanismo que, como la Ilustración, se considera la culminación del saber y el conocimiento y desprecia las edades pasadas. Por otro lado los italianos de la época se sentían todavía herederos del Imperio Romano, y un pueblo rico y culto, reticente a ser objeto de dominio por parte de un pueblo, como el español, que había vivido su catarsis histórica en pleno medievo.

La hispanofobia en el ámbito italiano se manifiesta en aspectos históricos concretos, como es el caso del famoso saqueo de Roma a manos de las tropas imperiales de Carlos V en 1527, atribuido a los españoles cuando fue protagonizada por un ejército multiétnico donde los españoles eran minoría respecto a alemanes o italianos. Por otro lado el impacto del saqueo no se tradujo en destrucciones o pérdidas materiales significativas. Además los territorios italianos bajo soberanía imperial gozaron de múltiples beneficios a nivel político-administrativo, con el respeto a las estructuras de poder locales y tradicionales, la posibilidad de medrar en la estructura imperial o la protección ante las acometidas de otomanos y berberiscos, que amenazaron las zonas portuarias del sur italiano, especialmente a partir de la toma de Otranto en 1480.

Merece la pena mencionar la obra de Lope de Vega, bajo el título de La Contienda, que la autora pone como referencia sobre la percepción que los españoles de la época tenían respecto a los prejuicios y falsedades que eran vertidos contra ellos. Y lo que transmite la obra en ese sentido es una despreocupación absoluta sobre los juicios malintencionados y prejuicios que circulaban en la época y de los que son perfectamente conscientes.

No obstante, el centro más importante de la hispanofobia lo encontramos en la órbita de los países protestantes del Norte de Europa, que son los que terminarán por dinamitar los planes imperiales de Carlos V y su proyecto de ecumene europeo. Es el protestantismo quien, cegado por su odio y fanatismo ideológico, comienza a construir los verdaderos cimientos de la leyenda negra, y lo hace de forma plenamente consciente. Dentro de este contexto la figura de Lutero es esencial como reformista y agitador de la causa protestante a través de una propaganda anticatólica especialmente agresiva y violenta que convirtió a la Iglesia en el mismo Anticristo, uniendo hábilmente su causa con aquella del poder de los príncipes y el propio nacionalismo germánico, que construye una relación de simbiosis con la naciente iglesia protestante. Obviamente los príncipes sabían perfectamente que el protestantismo era un arma excepcional para luchar contra la anhelada unidad imperial y para oponerse a las acciones pontificias sobre suelo germánico.

Las guerras de religión, que recorren la segunda mitad del siglo XVI y la primera mitad del siglo XVII son un excelente caldo de cultivo para la difusión de una feroz propaganda protestante contra el mundo hispánico-católico. La élite intelectual alemana, profundamente nacionalista, construye un relato totalmente ficticio acerca de lo español que toma como objeto de sus ataques al catolicismo profesado por los españoles, y en particular a la Inquisición como una institución intolerante, cruel y bárbara, junto al prejuicio racial que adquiere tintes grotescos al calificar nuevamente al español como contaminado por la sangre semita y al mismo tiempo aliado de los turcos. Una cantidad ingente de libelos y escritos propagandísticos anticatólicos y antiespañoles inundan Europa en la que los españoles y el papado representan al Anticristo.

Por otro lado, destaca Barea, los enfrentamientos y guerras de religión que se viven en el Sacro Imperio son en todo momento civiles, entre católicos y protestantes alemanes, en un detalle que no es menor ni anecdótico precisamente. Pese a ser calificadas por el bando protestante como «guerras españolas», en realidad el grueso de las tropas en conflicto son mayoritariamente alemanas, y existe una parte de los alemanes que son católicos y se alinean con el Imperio, pero esa realidad es permanentemente socavada por la propaganda desplegada por sus antagonistas. Y al mismo tiempo los protestantes se encuentran enfrentados entre sí, con otras iglesias reformistas minoritarias, a las que se oponen con la misma intransigencia que a los católicos. Fueron guerras cruentas y muy sangrientas en las que se diezmaron poblaciones enteras, con encarnizadas persecuciones contra la población católica con numerosos hechos que la historiografía académica oficial ha preferido obviar en sus análisis históricos.

De hecho, en Alemania y el Norte de Europa la intolerancia religiosa será un fenómeno común hasta bien entrado el siglo XIX, lo que generará grandes desequilibrios socioeconómicos entre los protestantes y los católicos en perjuicio de éstos últimos. Todavía bajo la Alemania unificada del segundo Reich, apunta Barea, Bismarck expulsó a sacerdotes católicos de distintas órdenes religiosas.

En el caso inglés se repiten los mismos patrones que ya hemos expuesto, y como en Alemania, la hispanofobia se mantiene muy activa durante los siglos del imperio. Los ingleses, junto a los holandeses y los hugonotes franceses forjaron una red de propaganda antiespañola y anticatólica muy sistemática que también se nutrió de personajes advenedizos y traidores procedentes de España, como el caso paradigmático de Antonio Pérez, el secretario de Felipe II, cuyos ataques al rey por el drama de su hijo, el infante Carlos, sirvieron a la causa protestante para enriquecer el catálogo de prejuicios, falsedades e improperios con los que nutrían sus difusiones.

Con Enrique VIII y la proclamación de la Iglesia anglicana, de la cual el propio rey era su jefe absoluto, cualquier tipo de pacto o mediación con el papa se considera alta traición castigada con la pena de muerte. Tras su muerte y sucesión en su hija María I, nieta de los Reyes Católicos, restableció el catolicismo y persiguió a la nueva religión. Esto fue durante un breve periodo, entre 1553 y 1558, a partir de esa fecha, y con la entronización de su hermana Isabel I, se inició una persecución feroz contra los católicos que se mantendría como una constante hasta el siglo XIX, y no solo de los católicos sino también de otras confesiones protestantes minoritarias. De hecho, las primeras corrientes migratorias que se embarcan hacia Norteamérica en el Mayflower estuvieron integradas por calvinistas, luteranos, baptistas, menonitas y otras confesiones reformistas huyendo de las terribles persecuciones, que incluían torturas, ahorcamientos y descuartizamientos. Estas persecuciones eran actualizadas periódicamente, y los católicos sirvieron de chivo expiatorio y fuente de todo tipo de iniquidades. No fue hasta mediados del siglo XIX cuando los católicos comenzaron a adquirir derechos de ciudadanía en igualdad de condiciones con sus conciudadanos anglicanos. Una muestra más de la falsedad de la tan cacareada «libertad de culto» de los países protestantes frente a «la terrible e implacable intolerancia católica».

Del mismo modo, nosotros mismos hemos asumido gran parte de esa leyenda negra en relación a Inglaterra con el caso paradigmático de la llamada «Armada Invencible» comandada por el duque de Medina-Sidonia a instancias de Felipe II, que todos hemos aprendido que fue una gran derrota española frente al poderío inglés, y que a partir de ese momento inició su poder naval y tomó la hegemonía de los mares. Es algo completamente falso que los propios datos históricos desmienten de forma rotunda. La pretendida derrota española de la Invencible no fue tal, pues las tormentas provocaron más daños a la armada española que el combate con los ingleses, cuyo impacto fue mínimo. De hecho poca gente sabe que los ingleses intentaron invadir España y sus posesiones de Ultramar hasta en cuatro ocasiones, y en todas ellas fracasaron, y la más célebre fue aquella de Cartagena de Indias, donde el mítico Blas de Lezo consiguió infligir la mayor derrota de la historia a la armada británica comandada por Lord Vernon en 1741.

Los Países Bajos, que es importante apuntar —como destaca Mª Elvira Roca— que fueron una herencia directa que Carlos V recibió por parte de su abuela paterna, María de Borgoña, y en consecuencia se encontraba legítimamente entre las posesiones territoriales del imperio. Eran unos territorios con profundas desigualdades y enfrentamientos, que merced a la acción de sus oligarquías construyeron su propia historia nacional en contraposición al Imperio Español a través de una poderosa maquinaria de propaganda que tergiversó la realidad de los hechos hasta límites inimaginables. Los predicadores calvinistas, en connivencia con los Orange, transformaron al pueblo neerlandés en oprimidos y explotados del Imperio, y alteraron la percepción de todas las acciones del aparato imperial como agresiones directas a la independencia y dignidad del pueblo holandés. Este formidable aparato propagandístico, que venía a recurrir a los patrones clásicos de la hispanofobia, mantuvo rebeliones y guerras contra el Imperio entre 1566 y 1648, hasta el Tratado de Münster que concede la independencia a los Países Bajos. A partir de este engranaje propagandístico se construyó la leyenda negra del Duque de Alba y construyeron su propio relato nacionalista. La realidad de los hechos quedó ensombrecida irremediablemente, y con ella muchos prejuicios adquirieron la categoría de hechos y realidades históricas. Mª Elvira Roca ofrece un buen número de ejemplos particulares, como la escasa participación de tropas españolas en las filas imperiales que se enfrentaron a los rebeldes holandeses en las sucesivas guerras y la presencia masiva de holandeses y flamencos en las mismas, lo que delataba, al igual que en Alemania, la existencia de un conflicto civil.

En el caso de los Países Bajos la persecución de los católicos adquirió los mismos tintes dramáticos que en el resto de naciones protestantes, y como en Inglaterra o Alemania, éstos fueron perseguidos, desposeídos de sus bienes, torturados y asesinados, en una situación de inferioridad y con derechos ciudadanos cercenados durante siglos.

Las persecuciones religiosas del mundo protestante están perfectamente contrastadas y documentadas, y en este contexto resulta muy significativo que la propaganda de estos países acusara a aquellos de ámbito católico de su crueldad e intolerancia religiosa tomando como referencia a la Inquisición. Mª Elvira Roca, que no defiende en ningún momento a la Inquisición ni trata de justificarla, alude a datos objetivos acerca de la institución que resultan muy significativos en contraste con su reverso protestante. Los procedimientos del Santo Oficio estaban perfectamente reglamentados y burocratizados, las torturas eran poco frecuentes y reguladas con unos límites y unas excepciones muy estrictas. Lo más frecuente eran las multas y las penas de prisión. Y los números muestran una desproporción brutal entre las víctimas de la Inquisición (1.346 condenados a muerte entre 1540 y 1700) respecto a aquellas de las persecuciones protestantes (en Inglaterra se condenó a muerte a 264.000 personas en tres siglos). Nuevamente se demuestra la existencia de un mito construido ex profeso por la propaganda protestante para demonizar al enemigo católico. En este terreno resulta muy significativo aquello que apunta Mª Elvira Roca Barea, con numerosos ejemplos literarios, acerca de cómo se construye el mito de la Inquisición desde la propia literatura y ésta se confunde con la realidad histórica, en un proceso que llega incluso hasta nuestros días con elementos muy arquetípicos.

El otro gran caballo de batalla de la leyenda negra hispanófoba lo tenemos en América, donde el famoso pseudoargumento de un imperio decadente y degenerado, e incluso depredador, se ha impuesto incluso entre los propios españoles, espoleada desde ciertos cenáculos ideológicos como aquel que encabeza José Luis Villacañas, que incluso llega a negar la propia existencia del Imperio. En este sentido, hay una reflexión muy interesante de la autora que interpela a los españoles, como aquellos del siglo XIX, y que hablan de la decadencia del imperio y culpan a aquellos que hicieron el esfuerzo por levantarlo de la nada, eximiéndose de toda culpa y responsabilidad. Y a este respecto Mª Elvira Roca alude a la muerte natural de todo imperio y pone en valor que éste se mantuviese en pie durante tres siglos, gozando de una estabilidad desconocida entre ingleses y franceses. De hecho, e insiste mucho en este punto, ni Gran Bretaña ni Francia consiguieron construir imperios en Ultramar como aquel español, que se extendió desde Río Grande hasta Tierra de Fuego, una hazaña jamás igualada por ninguna otra potencia europea.

Respecto al Imperio Español es necesario puntualizar una serie de aspectos, que la autora pone en relieve:
  • Los territorios hispanoamericanos gozaron del mismo estatus jurídico que aquellos de la España peninsular, fueron ciudadanos de la corona española bajo los mismos derechos y obligaciones. No hubo un trato diferencial o un menoscabo de los derechos de las poblaciones de Ultramar, y en el caso de los indios incluso dio lugar a ejemplos de integración tutelada bajo la acción de los jesuitas en las llamadas Repúblicas Indias, que permitía un margen de libertad y autonomía muy amplio entre las poblaciones indígenas. No conviene olvidar las acciones de sacerdotes como Antonio de Montesinos en la defensa de la población indígena o las primeras disposiciones por parte de Isabel la Católica en defensa de los derechos y dignidad de éstos. Por lo tanto, Hispanoamérica no fue una colonia.
  • España generó estructuras de civilización en Hispanoamérica a través del desarrollo de sucesivos modelos urbanos en la fundación de nuevos asentamientos de población, la construcción de hospitales, iglesias y universidades, así como una estructura y jerarquía funcionarial y de Estado desde los alcaldes y corregidores hasta la figura del virrey, todos ellos sometidos a un severo control en el ejercicio de sus funciones (los famosos juicios de residencia). En este sentido conviene destacar que el desarrollo urbano, la prosperidad económica y el potencial de la América Española fue muy superior al de las colonias anglosajonas en Norteamérica, incapaces de llegar a pactos con los indios y de avanzar en un control efectivo del territorio hasta la independencia con el nacimiento de Estados Unidos.
  • El Imperio Español, a diferencia de otras potencias europeas, es el único en el que se cuestiona la legitimidad moral y legal de sus conquistas. Sobre la legitimidad de la Corona para conquistar el Nuevo Mundo y someter a los indígenas. Fue un debate en el que participaron los estamentos eclesiásticos y donde primó la libertad de expresión. Además los derechos indígenas ya habían sido reconocidos en sucesivas leyes en 1512 y 1513, en Burgos y Valladolid respectivamente. A este respecto tampoco podemos obviar el papel de las Leyes de Indias, una monumental obra jurídica que reguló la vida de las sociedades hispanoamericanas y les ofreció estabilidad durante los 300 años de pertenencia al imperio e incluso hoy, 200 años después de la independencia de estos territorios.
Curiosamente, y lejos de las habituales falsedades históricas, la Ilustración negó los derechos que la Corona Española dio a las poblaciones indígenas, al tiempo que daba nuevos bríos a la leyenda negra y actualizaba sus contenidos bajo las acusaciones de país atrasado, de ignorantes e incultos por culpa de la Inquisición, que no formaba parte de la civilización. Paralelamente, desde el ámbito anglosajón no hay ni una palabra respecto al exterminio de poblaciones nativas norteamericanas a lo largo del siglo XIX. En el mismo contexto, la Ilustración aprobaba la persecución de los católicos, a los que se colocaba al mismo nivel que los ateos o los musulmanes, como ocurre en la obra de John Locke o para el propio Voltaire.

Con el advenimiento del liberalismo en el siglo XIX asistimos a una reescritura de la historia en el caso de potencias coloniales como Inglaterra y Francia, que pretenden retrotraer los orígenes mucho más atrás, en una suerte de revisionismo que, inevitablemente termina por contribuir a alimentar la leyenda negra hispanófoba. En este contexto se reproducen los mismos patrones clásicos de la leyenda, a los que se añaden, merced al racismo científico, la idea de la inferioridad de los españoles y la existencia de elementos debilitados de sangre goda en su sustrato racial, presa de la degeneración, el atraso y la intolerancia. Frente al Imperio Español está aquel inglés, próspero, rico y democrático. Lo cierto es que Inglaterra fracasa en Norteamérica, al igual que Francia en su experiencia colonial anterior al siglo XIX. Ahora se impone un nuevo fenómeno, que es aquel del colonialismo, en el que hay una diferencia esencial, y es la desigualdad jurídica entre colonia y metrópoli en beneficio, obviamente, de ésta última. El carácter depredador, y la ausencia de estructuras de civilización, como aquellas del Imperio Español, caracterizan a estos modelos coloniales, en los que las colonias sirven de mercados cautivos para alimentar la industria de la potencia colonizadora (Véase el ejemplo de la India en el caso británico).

Durante esta época toma fuerza como nuevo componente de la leyenda negra, la idea de que la expulsión de los judíos en 1492 fue el motivo de la caída y degeneración del poder imperial español, en una afirmación sin un atisbo de realidad histórica. Está dentro del contexto de la llamada «Ilustración judía», vinculada al nacimiento del sionismo, que muestra un afán revanchista y frustración frente a España, pese a que la expulsión de los judíos o las persecuciones de las que son objeto son un fenómeno generalizado en toda Europa. Como decimos, es una idea sin base histórica, ya que hay estudios que demuestran que el impacto de su expulsión fue bastante atenuado y a nivel local.

En el siglo XIX también es muy importante otro fenómeno que nos afecta a nosotros, como españoles, y es la interiorización completa y absoluta de la leyenda negra, que es asimilada como verdadera y conoce su culminación en los numerosos actos de mortificación, de lamentos y derrotismo, con la generación del 98. Al asumirla como cierta, lo hacen con todos sus tópicos relacionados con la España atrasada, oscura y bárbara de la inquisición. Es la España concebida como anomalía histórica o como un proyecto invertebrado en términos orteguianos, incapaz de superar sus frustraciones. Hay un excesivo celo en la autocrítica y la flagelación, y una importancia demasiado grande hacia lo que se dice de España en el exterior.

En el presente los mismos antagonismos que recorren siglos enteros, y que colocan a católicos y protestantes en trincheras enfrentadas, ayudan a perpetuar viejos prejuicios, en diferentes contextos, como aquel económico al que hace alusión Mª Elvira Roca. Los países mediterráneos aparecen como corruptos e insolventes, «de poco fiar», frente a la laboriosidad y fiabilidad de los países del Norte de Europa, aquellos históricamente protestantes, que pese a mostrarse poco fiables en el pago de deudas históricas (la autora menciona la deuda alemana contraída en 1919, en el Tratado de Versalles, o la deuda de Reino Unido contraída con el FMI en 1976, en contraposición al rescate de Grecia en el 2008 y los prejuicios generados en torno a la nación mediterránea). Los países católicos son los llamados PIGS (Portugal, Italia, Grecia y España), sobre los que pesa un viejo estigma que guarda relación con la leyenda negra y el anticatolicismo recalcitrante que imperó en estos países hasta bien entrado el siglo XIX.

Lejos de disminuir o apagarse en sus efectos, la leyenda negra sigue vigente en nuestros días, y se manifiesta en formas de ocio y entretenimiento populares, en el cine, en la literatura o en una serie de afirmaciones tópicas y arquetípicas que siguen condicionando la visión del mundo hispánico y de su historia en el presente. Nosotros añadiríamos, que en el caso particular de España la leyenda negra se manifiesta de forma muy preocupante en el ámbito político, dentro del campo de los intelectuales oficiales del régimen, en la conformación de un frente hispanófobo que muestra una denodada voluntad por desfigurar nuestro pasado, incluso hasta el punto de negar la identidad misma de España como nación histórica, y no solo en el fragor de sus siglos áureos, alimentando falsas identidades históricas en los separatismos periféricos o, cumpliendo con los antiguos patrones más rancios de la hispanofobia, hablando de una España como crisol de razas y por ello privada de una identidad concreta o estable en su devenir histórico.

Recomendamos además los siguientes vídeos y artículos para profundizar en este tema:

SI TOMAS DESCAFEINADO, CUIDADÍN: PODRÍAS SER NAZI

Hay que reconocer que mirar la prensa durante estos últimos días resulta un auténtico coñazo. Todo gira alrededor de lo mismo: los nuevos rebrotes del Covid que se multiplican aquí y allá, las zozobras del Chepas entre la pasta gansa llegada de Irán y la tarjeta del móvil de la secretaria, el emérito con agua al cuello, los reyes haciendo el paripé dejándose ver por ahí, y la millonada que se va a recibir del Plan Marshall made U.E. que le ha provocado a Sánchez una erección que ni con Viagra…  Y poco más en estos tiempos de “nueva normalidad”.

Por eso llama la atención una noticia de verdadero alcance, esta vez de la mano de El Mundo: “Por qué los nazis tomaban el café descafeinado”. Hostia, tú… hay que desentrañar tal misterio, que estamos todos en vilo. Porque ya se sabe que eso de los nazis nunca pasa de moda, es lo más socorrido ante cualquier cosa. Y eso que me suena que los nazis fueron masacrados y aniquilados hace 75 años, pero en fin, veamos por qué eran más de descafeinado, porque ya les digo, la noticia parecía ser de alcance mundial.

El artículo de marras ya empieza bien, con una imagen del tío Adolfo delante de una taza en su casa en el Berghof. El pie de foto, sin embargo, señala con rotundidad: “Adolf Hitler toma un café en un restaurante de Baviera en 1936”. Nada, minucias… pero sigamos.

Resulta que en 1905 un empresario de Bremen, Ludwig Roselius, recibió una partida de café en mal estado pues se había mojado accidentalmente con agua de mar. Este hombre descubrió que el café defectuoso seguía conservando su sabor, pero había desaparecido la cafeína. Así que no dudó en industrializarlo bajo la marca HAG, que aún hoy existe. Al entender que era más sano que el café normal alcanzó gran popularidad y, ya con el nacionalsocialismo en el poder, se promovió su consumo entre la población. Este último aspecto es criticado por El Mundo ya que de ahí deducen que se hacía  “para preservar la pureza de la raza aria…” (sic)

Pero lo curioso es que también critican que se consumiera en plena guerra el chocolate Scho-ka-kola. Este chocolate era una marca alemana creada en 1935 por el chocolatero berlinés Theodor Hildebrand. Se trataba de un chocolate negro de sabor agridulce y en cuya elaboración se utilizaba cacao, café y nuez de cola (el fruto de un árbol tropical del mismo nombre con un elevado contenido en cafeína), y que se comercializaba en tabletas redondas divididas en ochos porciones dentro de una lata roja y blanca. La presentación oficial de Scho-ka-kola se hizo en los Juegos Olímpicos de 1936 en Berlín como un producto que aportaba energía a los deportistas.  Proporcionado fundamentalmente a los pilotos de la Luftwaffe, aumentaba la capacidad de concentración y disminuía la sensación de hambre y fatiga… ideal para que los pilotos alemanes se mantuviesen despiertos y alerta en vuelos nocturnos y prolongados.

Total, que si los nazis no tomaban estimulantes como la cafeína, malo. Y si lo tomaban, también… Aquí no hay quien se aclare.

Lo dicho, esto de los nazis no pasa de moda. Y si ponen la tele, ni les cuento…

LUIS M.

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Por qué los nazis tomaban el café descafeinado

Adolf Hitler toma un café en un restaurante de Baviera en 1936. GETTY


En su obsesión por destruirlo todo los nazis acabaron renunciando hasta a los principios del café. Si su acróstico indica que debe ser caliente, amargo, fuerte y escaso, los líderes del Tercer Reich apostaron por el café descafeinado como un producto nacional cuyo consumo iba más allá de una preocupación por la salud para preservar la pureza de la raza aria.

Tras los horrores de la Gran Guerra de 1914, se pusieron de moda determinados valores naturistas en la República de Weimar, que incluían la ingesta de comida orgánica, la renuncia a alimentos con estimulantes como el azúcar, beber menos alcohol, medirse con el tabaco e incluso abrazar el vegetarianismo. La cafeína como estimulante estaba mal vista por esas élites académicas que propugnaban la llegada de hombres y mujeres nuevos. El nacionalsocialismo, que nacía y crecía en aquella época, se impregnó de aquellos valores, según revela la publicación Atlas Obscura, dedicada a la restauración.

Muchos líderes nazis, incluido el propio Hitler, eran vegetarianos. Con el café sucedió algo parecido. El café debía ser descafeinado por una cuestión de ética nutricional, pero también por una razón patriótica: el café descafeinado es un descubrimiento alemán. En 1905, en la ciudad de Bremen, el empresario Ludwig Roselius recibió una partida de granos de café recién importados que se habían mojado de agua de mar por accidente. Cuando fue a probarlos se dio cuenta que no sólo mantenían el sabor casi inmutable del café, sino que habían perdido en paralelo su carga de cafeína.

No tardó en industrializar el proceso y en comercializar el Sanka (siglas de Sans Kafeine) como línea dentro de su marca de café HAG. Fue todo un éxito. Su tentáculo en EEUU fue adquirido por la empresa americana Kellogg en 1928. En Francia reventó el mercado. Un conocido anuncio de la época vendía el café como "el mejor protector del corazón y los nervios" y la imagen de una mujer pelirroja sujetando su taza de HAG.

El problema es que, por no excitar a los alemanes, los nazis los fueron envenenando poco a poco

Unos años antes, en 1922, Ludwig Roselius había conocido personalmente a Adolf Hitler, que le causó una grata impresión. Roselius abrazó el credo nacionalsocialista pero nunca dejó de ser un vendedor, hasta el punto que su café descafeinado lo vendía como alimento kosher (apto para el consumo de los judíos según sus propias normas). En las normas de las Juventudes Hitlerianas, la cafeína se consideró un veneno a prohibir, así que el estado alemán comenzó a comprar toneladas de café HAG no sólo para abastecer a las escuelas de la élite nazi, sino para servir en las grandes paradas militares de Nuremberg ante 42.000 nuevos reclutas en 1936. La colaboración entre el cafetero Roselius y Hitler estaba sellada. El problema es que, por no excitar a los alemanes, los nazis los fueron envenenando poco a poco. El uso de benceno en el proceso que patentó Roselius (que no tiene nada que ver con el que se usa hoy) llenó el cuerpo de los soldados alemanes de pequeñas dosis de ese veneno.

Además, cuando comenzó la guerra y el esfuerzo bélico requirió de una movilización continua de los soldados en el frente, a veces de tres o cuatro días seguidos sin dormir, los alemanes no pudieron recurrir a tomar tazas de café, porque el que tenía el ejército era Coffein-Freier, o sea, descafeinado. Por eso se instituyó el consumo de Scho-Ka-Kola, una tableta circular de chocolate creada en los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936 por Theodor Hildebrand con alto contenido en cafeína, que dejó de estar verboten (prohibida) para entrar de lleno en la dieta del landser alemán que tomaba Polonia, Bélgica, Francia o Grecia a toda velocidad.

La Scho-Ka-Kola se distribuyó primero a los pilotos de las misiones nocturnas para que no se durmieran a los mandos del avión, y luego fue pasando a otros estamentos del ejército, como la tripulaciones de tanques o de submarinos, además de las tropas SS encargadas de asesinar judíos en la invasión de la Unión Soviética, que se combinaban con enormes cantidades de alcohol para resistir esa actividad criminal sin hacerse demasiadas preguntas.

Además de las chocolatinas de cafeína, bebían enormes cantidades de alcohol

Las tropas aliadas solían quitárselas a los alemanes que caían prisioneros porque las consideraban un lujo. Cuatro porciones de este chocolate equivalen a una lata de bebida energética actual. El Scho-Ka-Kola aún se vende, aunque de su característica lata haya desaparecido la esvástica de la versión de la Alemania nazi.

No era el único estimulante que trataba de contrarrestar los nulos efectos del café sobre el sueño de las tropas del frente. El documental Secretos de la Muerte: drogas de la Guerra Mundial, reveló que el ejército alemán distribuía una metanfetamina llamada Pervitin, que se comercializaba como un "estimulante recreativo" durante los años 30.

Tras la guerra, el sistema para descafeinar el café cambió, prescindió de la química y el benceno y se hizo más natural. La multinacional General Foods adquirió la marca fundada por Roselius en 1979. Hoy este café sigue a la venta.

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sábado, 18 de julio de 2020

MISHIMA, EL SABOR DEL ACERO

Casi 50 años después de haberse suicidado ritualmente en el Cuartel general del Comando Oriental de las Fuerzas de autodefensa de Japón a la edad de 45 años, Yukio Mishima regresa a la conciencia nipona en forma de un documental basado en “imágenes perdidas” de un debate público que tuvo con una organización estudiantil de izquierda en el campus de Komaba de la Universidad de Tokio en mayo de 1969.

En términos de calidad y contenido, el metraje es ciertamente impresionante y digno de un escrutinio académico e incluso general, aunque hay una cierta previsibilidad fechada para los intercambios. representado y, luego, analizado. El director Keisuke Toyoshima alinea a tantos participantes sobrevivientes en el debate, como a personas de corte académica, para mostrarnos cuán trascendental fue este evento, pero al final parece más una curiosidad histórica que un documento revelador…

Por supuesto, fue un momento trascendental. La organización estudiantil radical, Todai Zenkyoto (Comité de lucha conjunta de todos los campus), había sido esencialmente derrotada por la policía y las autoridades escolares en sus misiones, primero para detener la Guerra de Vietnam y la alianza de seguridad de Japón con los EE. UU., y en segundo lugar para garantizar una mayor autonomía estudiantil dentro de la estructura universitaria. Mishima, probablemente el novelista más aclamado de su generación, ya estaba en su fase nacionalista poética, aficionado al culturismo, cosmopolita sin esfuerzo, independientemente de los pronunciamientos parroquiales, y rebosante de confianza. Podía permitirse el lujo de enfrentarse a estos punks sin ayuda en un auditorio escolar con cientos de personas y aceptó su desafío de argumentar su caso para restaurar al Emperador a la Jefatura del Estado y revivir el militarismo.

Otra razón por la que aceptó el desafío, de acuerdo con las diversas cabezas parlantes que aparecen a lo largo de la película, es que admiraba sinceramente a estos jóvenes (y la gran mayoría eran hombres; no aparecen mujeres en el metraje elegido y solo una es una cabeza parlante, compañero novelista y epicúreo Jakucho Setouchi), porque habían demostrado que eran hombres de acción. De hecho, uno de sus problemas con Mishima fue que mostró su intelectualismo y, al igual que la famosa teoría de Richard Hofstadter sobre personas que se identifican como de mente práctica, los estudiantes querían engañarlo demostrando que su inteligencia se usaba para cosas frívolas. Como dice un alumno durante el debate:

“¡Todo esto es una tontería filosófica! Estoy aquí para ver cómo golpean a Mishima “.

Y en cierto sentido ese es el problema con la película, porque gran parte del debate se gasta hablando sobre el significado del lenguaje en lugar de la primacía de la acción, que es el tema real de la literatura de Mishima. La confrontación central es entre el autor, fumar sin parar y hacer chistes a expensas de sus anfitriones, y un estudiante llamado Masahiko Akuta, quien, con su pequeña hija atada a su pecho, lleva el debate al suelo de manera sorprendente, directo. Akuta no difiere de Mishima y, de hecho, parece impaciente con su constante extemporización, y por un segundo, al menos, puede sentir que el escritor se da cuenta de que alguien está diciendo su farol.

Aunque se necesitaría una gran cantidad de gimnasia intelectual para afirmar que un lado u otro “ganó” el debate, hay otra sensación de que Mishima no se sintió completamente satisfecho con su desempeño. Como dicen varias cabezas parlantes en retrospectiva, en realidad “amaba” a los jóvenes, independientemente de su posición política, porque sabía que las convenciones japonesas aún no los habían pisoteado. Puede que haya adorado la idea del emperador, pero parecía resentirse con el hombre mismo, que era exactamente el punto. Cuando el emperador era un dios, podía ser venerado. Como hombre, apenas era capaz de mantener una conversación de interés. Incluso los giros militaristas de Mishima fueron más teatrales que políticos (aunque probablemente odiaba las bases estadounidenses tanto como lo hicieron los izquierdistas), y la película da la impresión de que su famoso suicidio más de un año después se llevó a cabo para poseer las librerías y no a estos estudiantes en particular. No se humilló en el debate de ninguna manera, pero sabía que no había logrado persuadirlos de que era el camino que debían seguir, no el de los soñadores de izquierda (Akuta se convertiría en un director de teatro de vanguardia) o hechos informativos corporativos / gubernamentales, sino más bien ciudadanos que vieron la grandeza en su sensibilidad nativa, incluso si el propio Mishima aún no había encontrado una manera de transformar ese ideal en algo que fuera realmente genial para todos en todo menos en un nivel espiritual. Al suicidarse tan espectacularmente, al menos fue capaz de entender la última palabra.

A.MARTÍN

https://gaga.ne.jp/mishimatodai/

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El mito del Euskera perseguido por Franco, por Francisco Torres

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