sábado, 30 de mayo de 2020

El demoledor diagnóstico del Premio Nobel Michael Levitt sobre las cuarentenas: “No salvaron ninguna vida»

Michael Levitt tiene su propio laboratorio de biología estructural en la Escuela de Medicina de la Universidad de Stanford y, desde hace muchos años, es una referencia en el mundo de la ciencia. Sobre todo desde 2013, cuando ganó el Premio Nobel de Química junto a Martin Karplus y Arieh Warshel, por el “desarrollo de modelos multiescala para sistemas químicos complejos”.
Pero desde el 28 de enero de 2020 tiene una sola obsesión: el coronavirus. Su equipo de trabajo, con la ayuda de voluntarios de diferentes países, trabaja incesantemente en el análisis de datos relacionados con el virus, con el objetivo de rastrear la evolución de la COVID-19.
El investigador angloamericano e israelí es severamente crítico con la estrategia elegida por la mayoría de los Gobiernos del mundo para combatir la pandemia. “Creo que las cuarentenas no salvaron ninguna vida”, dijo el sábado en una entrevista con The Telegraph. “Creo que pueden haber costado vidas. Habrán salvado algunas vidas en accidentes de carretera y en cosas así, pero el daño social por el abuso doméstico, los divorcios, el alcoholismo, ha sido extremo. Y además están los que no fueron tratados por otras enfermedades”.
Michael Levitt compartió el Premio Nobel de Química con Martin Karplus, de la Universidad de Harvard, y Arieh Warshel, de la Universidad del Sur de California, por su desarrollo de modelos multiescala para sistemas químicos complejos (AFP)

Levitt cree que con algunas recomendaciones puntuales, como usar máscaras desde el comienzo del brote y adoptar ciertas normas de distanciamiento social, se habría obtenido el mismo resultado en términos sanitarios, pero a un costo muy inferior.

“Creo que el verdadero virus fue el virus del pánico”, afirmó. “Por razones que no me quedan claras, creo que los líderes entraron en pánico y la gente entró también, y creo que hubo una gran falta de discusión”.

El científico apuntó especialmente contra Neil Ferguson, que era el principal asesor del gobierno británico al comienzo de la pandemia y que escribió, junto con otros colegas del Imperial College, un paper que pronosticaba cientos de miles de muertes en el Reino Unido en caso de que no se estableciera una cuarentena. El trabajo fue tan influyente que el primer ministro Boris Johnson, que había optado originalmente por un enfoque similar al sueco, mucho menos restrictivo, cambió radicalmente de postura e impuso un confinamiento. Ferguson terminó renunciando a su cargo después de que se supiera que había ignorado las reglas que él mismo había recomendado al recibir la visita de su amante en su casa en dos oportunidades.
“Cuando vi la sesión informativa (de Ferguson) me quedé sorprendido. Era la tasa de mortalidad de un año, el doble de la normal. Cuando lo vi, dije inmediatamente que estaba completamente equivocado. Creo que Ferguson la sobreestimó 10 o 12 veces. Deberíamos haber visto de China que un virus nunca crece exponencialmente. Desde el primer caso, el crecimiento exponencial en realidad se desacelera muy dramáticamente”.
Levitt realizó sus propias proyecciones sobre la mortalidad asociada a la COVID-19. Según sus cálculos, en la mayoría de los países se registrará este año el equivalente a un mes más de muertes que en un año habitual. Para el Reino Unido, que acumula 37.500 muertes, anticipó alrededor de 50.000.
«Hay un gran número de personas que son asintomáticas, así que me imagino seriamente que para cuando la cuarentena se introdujo finalmente en el Reino Unido, el virus ya estaba ampliamente extendido. Podrían haber permanecido abiertos como Suecia en ese momento y no habría pasado nada”, sostuvo.
“No hay duda de que se puede detener una epidemia con la cuarentena, pero es un arma muy desafilada y muy medieval. Podría haberse detenido con la misma eficacia con otras medidas sensatas”, agregó. “No creo que nada haya detenido realmente al virus en Europa, salvo algún tipo de agotamiento”.
Levitt y su equipo analizan detenidamente los datos de 78 países en los que se reportaron más de 50 casos de coronavirus. Su conclusión preliminar es que la evolución sigue una tendencia, independientemente de las medidas que se tomen.
“Los números se mueven de manera muy consistente cuando se miran todos los lugares que han sido muy afectados, particularmente en Europa. El número simbólico de muertes antes de que las cosas se detengan es de alrededor de un mes de muertes naturales, que es algo así como una entre mil”.
El primer ministro británico Boris Johnson decidió imponer una cuarentena estricta tras un informe del Imperial College (Andrew Parsons/ 10 Downing Street/ Handout vía Reuters)
El químico criticó a quienes lo cuestionan por hablar sin ser epidemiólogo y recalcó la importancia de que haya un debate abierto en torno a la pandemia y a las estrategias para combatirla. “Me dijeron en numerosas ocasiones ‘no eres epidemiólogo, cállate’. Realmente no me importa. Solo estaba mirando los números. Estaba mirando el crucero (Diamond Princess), mirando a Wuhan. El mismo número se mantuvo en estos lugares”, dijo. “Muchas cosas salieron mal, pero creo que lo principal es que solo necesitábamos pensar y discutir las cosas un poco”.

Levitt fustigó especialmente a los médicos que acuden a los medios de comunicación para alarmar a la población. “El problema con los epidemiólogos es que sienten que su trabajo es asustar a la gente para que se encierre, para que se distancie socialmente. Así que dicen ‘va a haber un millón de muertes’, y cuando solo hay 25.000 dicen ‘es bueno que hayan escuchado mi consejo’. Esto sucedió con el ébola y con la gripe aviar. Es solo parte de la locura”.

El investigador se refirió por último a cómo vive personalmente la pandemia, considerando que por su edad pertenece a un grupo de riesgo en caso de contraer el virus. “Tengo 73 años y me siento muy joven. No me importa el riesgo en absoluto. A medida que envejeces, el riesgo de morir por una enfermedad es tan alto que es el momento de comprar una motocicleta, ¡ir a esquiar!”.

Dos odios a Franco - Pío Moa

Dos odios a Franco

Es lógico que los marxistas, anarquistas y republicanos de izquierda odien a Franco: él los derrotó en la guerra y en la paz. Es lógico que ese odio se exprese sobre todo en la propaganda comunista, porque los comunistas fueron los únicos que, desde el principio, luchasen contra aquel. Es una propaganda tan falsa como la pretensión de que ellos o la URSS eran demócratas.

Pero hay otro odio, no menos fuerte y de otro origen, generalmente anglómano, más difuso y más eficaz. Sus líneas generales son que Franco fue un individuo mediocre, incapaz y brutal, que sumió a España en la ruina de la que solo se empezó a salir en los años 60, cuando se adoptaron, contra sus absurdos puntos de vista,  fórmulas económicas más parecidas a las anglosajonas en un reflejo poco interesante de la prosperidad generel en Europa. Todo esto, como he demostrado en Los mitos del franquismo, es tan absurdo como la propia propaganda comunista, con la que coincide en muchos puntos. ¿Cuál es la causa de esa animadversión?

En principio, los ingleses tienen muy grandes motivos de gratitud a Franco. La victoria de este en la guerra civil evitó una España sovietizada, que seguramente no habría convenido a los intereses de Londres, y su neutralidad durante la guerra mundial evitó a los ingleses un derroche de dinero y sangre, y nuevas derrotas que hubieran podido incluso disuadir a Usa de intervenir. Pero hay tres cosas, al menos,  que obraban en contra de esa gratitud: la alianza con Stalin, la independencia política del franquismo, y la victoria de Franco en la ONU y aislamiento de Gibraltar, derrotas para Inglaterra no demasiado transcendentales pero sí humillantes.

Inglaterra y Usa pudieron ganar a Hitler gracias fundamentalmente a la URSS, donde se quemó el 80% del esfuerzo alemán. La alianza anglosajona-soviética, a pesar de la posterior guerra fría, creó cierto espíritu de comprensión en medios anglosajones. Si ustedes miran la historiografía anglosajona y anglómana verán que nunca cita como mérito de Franco la derrota del comunismo, sino que insiste en “la represión”, adoptando las calumnias comunistas; y que la neutralidad en la SGM, estratégicamente tan beneficiosa para ellos, se atribuye a cualquier cosa menos a Franco. Incluso se la atribuyen a sí mismos, como producto de supuestos sobornos a generales franquistas. La idea es que era un régimen tan corrompido que ellos podían manejarlo a su antojo. Es difícil superar una arrogancia tan estúpida.

Es bien conocido el mesianismo soviético, pero no debe olvidarse el mesianismo anglosajón, no menos fuerte. Según él, todo lo bueno de la historia humana en los últimos siglos proviene de Usa e Inglaterra, y todo el mundo debería intentar seguir sus pautas políticas y sociales. El actual mundialismo es solo un desarrollo de esa pretensión. Pero la España de Franco tuvo la increíble osadía de simpatizar con los vencidos en la II Guerra Mundial –en las palabras más que en los hechos y sin conocer sus crímenes—;  de ayudar al mismo tiempo a los judíos perseguidos –cosa de la que se desentendieron los anglosajones–;  de no deber nada, caso prácticamente único en Europa, a la alianza  soviético-anglosajona;  de reconstruirse con sus propias fuerzas, sin Plan Marshall y contra un aislamiento criminal decretado por soviéticos y anglosajones; de mantener un sistema político “inadmisible” para unos y otros mesiánicos; de renunciar a la neutralidad para oponerse al enemigo principal soviético, pero manteniendo una política independiente en Europa, Hispanoamérica y mundo árabe;  de rechazar la participación en la guerra de Vietnam y pronosticar la derrota useña… Cosas todas ellas muy difíciles de tragar.

Y por primera vez en dos siglos, el franquismo se propuso recobrar Gibraltar, para lo que avanzó derrotando a Inglaterra en la ONU. ¡Inadmisible! ¡Cómo un país mucho más aislado y pobre (aunque acercándose con bastante rapidez a los niveles de renta per capita ingleses), y además “fascista” o “dictatorial”, osaba enfrentarse a Inglaterra, segunda potencia de la OTAN! Potencia que había contribuido a derrotar a la Alemania nazi, que pese a la pérdida de la mayor parte de su imperio seguía influyendo poderosamente en los asuntos mundiales,  con mentalidad imperial manifiesta en sus enclaves militares por todo el mundo. ¡Y que además, junto con Usa y la URSS, había organizado la propia ONU, donde se reservaba el privilegio del veto!  Naturalmente, la victoria de Franco era imperdonable, y la decisión de la ONU no fue en absoluto respetada. Con lo que Franco les cerró la verja y aisló la colonia, volviendo muy costoso lo que además de enclave estratégico podía convertirse en emporio económico… Pero Londres es tenaz, y aparte de contar con el respaldo useño, creía que a los políticos españoles se les podía manejar o sobornar fácilmente. Lo cual no fue verdad en el franquismo, pero sí después. Por desgracia, para la mayoría de los actuales  políticos españoles democracia es sinónimo de corrupción e hispanofobia. La reapertura de la verja fue seguida de una política de abierta satelización de España a los intereses de Londres, “nuestra amiga y aliada”, hasta extremos de un servilismo indecente.

Así se explica que las aproximaciones historiográficas anglosajonas y sobre todo inglesas al franquismo estén tan cargadas de aversión como las marxistas. Preston, Jackson, la Graham y tantos “hispanistas” más, combinan la distorsión sistemática de la historia con una arrogancia intelectual no sin base, porque es aceptada por la mayor parte no solo de los ignorantes periodistas españoles, sino de un mediocre mundillo universitario capaz de aceptar y de aplicar una ley de tipo soviético como la de la memoria histórica. Podríamos decir que la alianza soviético-anglosajona de la guerra mundial pervive hoy  hacia España en el plano ideológico, a pesar de la neutralidad franquista, de la guerra fría y de la implosión de la URSS. Y este desafío intelectual debe tener su réplica.

¿Qué pensaba la gente común bajo el nacionalsocialismo?

La Friedrichstrasse de Berlin en 1934
“No puede determinarse a partir del número históricamente documentado de campos de concentración y las personas encarceladas en el mismo que muchas personas comunes en el período anterior a la guerra tenían la impresión de que estaban sujetas a un régimen nacionalsocialista”. Con este juicio, el sociopsicólogo de Frankfurt Fritz SÜLLWOLD refuta una falacia común de nuestro presente y corregir algunas de las ideas de los alemanes en esa época.
Para conocer sus actitudes y reacciones, se entrevistó a personas calificadas y con experiencia. Sin embargo, no deberían expresar sus propios sentimientos, sino documentar las impresiones subjetivas de su entorno personal desde la perspectiva distante del “observador del tiempo”. De esta forma, se obtuvo una opinión realista.
Después de eso, en el período anterior a la guerra, “casi todos” estaban convencidos de que la reducción del desempleo y el repunte económico de 1933 se debieron a la política de empleo del gobierno. La confianza en el valor del Reichsmark fue percibida como baja por solo el 2 por ciento de los observadores. Los salarios y precios, la seguridad social y las pensiones parecían razonables. El cuidado de los pobres y los débiles fue calificado como satisfactorio.
“Hoy en día, muchos nativos tienen ideas sobre la administración estatal y local, así como el poder judicial y la policía en el período anterior a la guerra de la era nacionalsocialista que no se corresponden con los recuerdos de los contemporáneos de esa época”, afirma SÜLLWOLD. En realidad, se creía que los funcionarios eran correctos y serviciales. La impresión de estar bajo un “reinado del terror” generalmente no existía. La mayoría de los ciudadanos se sintieron adecuadamente protegidos por el ejecutivo (“La policía: su amigo y ayudante”). El gobierno otorgó un alto crédito poa poder caminar por las calles de manera segura por la noche. Se consideraba que el poder judicial era correcto e independiente, pero era oportunista en los procedimientos con antecedentes políticos, lo que probablemente no ha cambiado hasta el día de hoy.
La idea de la comunidad nacional era en gran medida una directriz: “El interés público antecede al interés propio”, no una palabra vacía, sino un principio practicado. La interacción social se caracterizó por el respeto. El culto juvenil nacionalsocialista no era mal visto por los ancianos. Las relaciones entre los sexos estaban sujetas a estándares morales relativamente estrictos: se esperaba un matrimonio oportuno cuando ocurrían las “consecuencias” de un encuentro prematrimonial. La jerarquía que controla con cautela estos valores y virtudes no era específicamente nacionalsocialista, sino que se basaba en tradiciones anteriores, exactamente igual para el cuerpo de oficiales alemanes.
La vida religiosa y las iglesias desempeñaron un papel más importante en la vida cotidiana nacionalsocialista de lo que se piensa hoy. Según testigos contemporáneos, muchos, pero de ninguna manera todos los funcionarios del partido estaban en contra de la iglesia. Las diferencias y conflictos profundos entre las iglesias y el partido fueron notados muy a menudo por la población. Sin embargo, la participación regular en el culto no se consideraba una oposición al régimen.
Políticamente, el dictado de Versalles de 1919 fue percibido como una injusticia atroz. La política de revisión de Hitler fue bienvenida. El esfuerzo por recuperar los territorios alemanes perdidos fue considerado justificado para la mayoría que también reaccionó a la conexión de Austria y a la liberación de los Sudetes “con alegría y orgullo”. El hostigamiento y la opresión de los alemanes étnicos en Checoslovaquia y Polonia desencadenaron “indignación e ira”.
Cuando estalló la guerra en 1939, no hubo una ola de patriotismo, pero predominó la depresión. Solo una minoría confiaba en la victoria. La tesis oficial de que la guerra fue forzada a Alemania solo se creía de manera limitada, pero muy pocos creían que la guerra había sido provocada por el gobierno del Reich como estaba planeado. El informe de la Wehrmacht parecía creíble en general, pero cada vez menos en la segunda mitad de la guerra. A pesar de los castigos severos, las transmisiones británicas de Alemania fueron interceptadas por muchos, pero todos sabían que se trataba de propaganda para engañar y desmoralizar a los alemanes.
Las rápidas victorias en las campañas de Polonia, Francia y los Balcanes causaron la mayor sorpresa:
“Si una población está sorprendida por el curso de la guerra es porque, al menos, no esperaba un éxito rápido“, concluye SÜLLWOLD. “La voluntad de ir a la guerra generalmente requiere la expectativa de un éxito militar rápido y seguro”.
La ocupación de Dinamarca y Noruega fue vista, por un 39 % como una medida de defensa para prevenir un ataque aliado. La inclusión de Holanda y Bélgica en la campaña occidental fue vista menos como parte de una guerra de conquista, pero en gran medida como inevitable.
Al comienzo de la campaña rusa, la gente reaccionó con preocupación por la indeseable expansión de la guerra. La aniquilación del VI Ejército en Stalingrado en 1942 fue vista como un desastre devastador, no como un punto de inflexión. Los movimientos de retirada en el Frente Oriental fueron interpretados como “el fin de la superioridad alemana”, y muchos lo vieron como el “camino emergente hacia la derrota general”
La entrada de Estados Unidos en la guerra fue evaluada como “grave” por dos tercios. Para una minoría informada, era una confesión de una condición existente. Los sensacionales éxitos militares de los japoneses causaron alegría temporal. El posterior desembarco aliado en el sur de Italia se interpretó no solo “como resultado de la incapacidad italiana” sino también “como una grave amenaza para Alemania”. El declive de Italia, socio del eje, fue “el comportamiento esperado de un aliado inepto y poco confiable”.
La guerra aérea angloamericana contra la población era la creencia abrumadora era que los ataques terroristas dirigidos tenían como objetivo romper la moral de la población. Muchos sabían que el bombardeo estaba dirigido principalmente a zonas residenciales. Según las observaciones de dos tercios de los testigos presenciales, el bombardeo solo provocó el deseo de algunos ciudadanos de “terminar la guerra pronto a cualquier precio”. Los sentimientos de odio y venganza hacia los británicos y estadounidenses en su mayoría solo abrigaban a los directamente afectados, es decir, los bombardeados.
El desembarco aliado en Normandía fue clasificado por la población como “decisivo para la guerra” y como “el principio del fin”. La ofensiva de las Ardenas en diciembre de 1944 fue, para algunos, la “posibilidad de un alto el fuego por separado en Occidente”. A muchos les pareció un “debilitamiento de las defensas del cuerpo en el Este”, y muchos lo consideraron sin sentido. El anuncio del uso de armas secretas suscitó cierta esperanza, pero a menudo también fue visto como mera propaganda. El uso posterior de V1 y V2 se interpretó como el comienzo del uso de las armas milagrosas anunciadas. Aunque la gente ya no creía en la victoria, esperaban que esta nueva arma crearía condiciones tolerables para un armisticio.
El intento de asesinato el 20 de julio de 1944 apareció principalmente como un intento de terminar la guerra eliminando a Hitler. Las ofertas públicas de paz del pueblo alemán después de las campañas de Polonia y Francia no habían escapado de la población alemana. Para la mayoría de ellos, el hecho de que los oponentes no respondieran era “prueba de la voluntad de guerra de los Aliados”. La guerra parecía finalmente perdida después del desembarco aliado en Normandía. Esta convicción aumentó después de que el enemigo cruzó las fronteras imperiales. Las últimas dudas sobre la inminente derrota desaparecieron después de que los Aliados cruzaron el Rin y el Oder.
El 52 % de los testigos de la época no respondió a la pregunta de las posibles formas de terminar la guerra. El obstáculo principal era “el conocimiento de la demanda de rendición incondicional y el temor de estar completamente a merced de un adversario despiadado, especialmente los soviéticos”. También hubo una opinión generalizada de que “nada podría empeorar después del final de la lucha lo que ya era”. El miedo a la venganza por los errores cometidos apenas importaba. La esperanza no solo fue alimentada por la propaganda de que “la oposición entre los soviéticos y los aliados occidentales empeoraría para que los alemanes pudieran beneficiarse de ella si aguantaban el tiempo suficiente”.
En contraste con la perspectiva actual, los judíos no eran el foco de los intereses de la gente común. Los ciudadanos judíos eran solo una minoría de menos del uno por ciento de la población total y también estaban distribuidos de manera desigual en todo el Reich. Pocas personas comunes tenían conocidos y relaciones personales con ellos. Por lo tanto, los judíos y los asuntos judíos solo se percibían de manera marginal y fragmentaria. Solo en ocasiones excepcionales, como después de los disturbios de la famosa Kristallnacht en 1938, ante las cuales la gente reaccionó “con desconcierto y preocupación”. El antisemitismo oficial fue generalmente rechazado el periódico anti-judío STREICHER “Der Stürmer” fue considerado “primitivo” (67 %) y la mayoría ni siquiera lo leyó nunca. Esto no tiene nada que ver con un “mirar hacia otro lado” que se ha invocado una y otra vez hoy y una deficiencia moral de los alemanes.
En la segunda mitad de la guerra, cuando el hostigamiento y la persecución de los judíos, como sabemos hoy, estaba tomando proporciones que amenazaban su vida, muchos ciudadanos alemanes comunes se vieron afectados por problemas existenciales que requirieron toda su atención y fueron extremadamente exigentes mental y emocionalmente. Esto incluía la constante preocupación y temor por los esposos, hijos, padres, hermanos y amigos que servían como soldados en el ejército “.
Con esto, SÜLLWOLD ajusta la situación subjetiva. “También hubo una variedad de tareas difíciles que tuvieron que hacerse en lugar de los hombres reclutados para el servicio militar. Particularmente gravosos fueron … el creciente número de bombardeos, en los cuales no solo se tuvo que tener en cuenta la pérdida de una casa o departamento … sino también heridas graves y la pérdida de vidas. En ese momento, bastantes personas comunes y corrientes luchaban por vivir en ruinas. Tales condiciones generales para la percepción de los judíos y los asuntos judíos en tiempos de guerra se pasan por alto o se ocultan desde una perspectiva histórica “.
Fritz SÜLLWOLD, »Ciudadanos alemanes 1933-1945. Experiencias, actitudes, reacciones. Una investigación psicológica histórica ”, Herbig, Munich 2001.

martes, 26 de mayo de 2020

Carta de petición de socorro a las instituciones europeas y a países democráticos como Holanda, Dinamarca, Austria, Alemania, Suecia y otros

Un grupo de demócratas españoles, cansados de soportar tropelías, abusos y violaciones a nuestros derechos fundamentales, hemos decidido escribir una carta de socorro a las instituciones europeas, a las principales cancillerías de países democráticos europeos y a algunos medios de comunicación libres e independientes. La carta, firmada por Francisco Rubiales en representación del grupo, ha sido redactada también en inglés para facilitar su difusión internacional. Hoy la publicamos en sus dos versiones como primicia en Voto en Blanco. Aquí está la carta:

Queridos compatriotas de la Europa Unida: 

Los españoles no queremos que Europa ayude al gobierno de España sino al pueblo español, que no es lo mismo. En la actualidad, el gobierno y el pueblo de España son dos realidades distanciadas. Si Europa decide rescatar a España de su ruina económica y decide enviar ayuda, no queremos que esos recursos sean administrados por el gobierno de Pedro Sánchez porque carece de garantías suficientes para que la utilización de esos recursos sea sea justa y limpia. 

Los españoles estamos dispuestos a todo tipo de sacrificios para superar la crisis, incluso a disminuir nuestros ingresos, pero queremos a cambio que se nos libre de este gobierno corrupto y de un sistema política podrido y completamente ajeno a la democracia y a la decencia. Somos millones los españoles que deseamos que Europa ponga freno a los desmanes y abusos del gobierno de España y que siga negándose a entregarles dinero sin condiciones para salvar la arruinada economía de nuestro país. Sabemos que si entregáis al gobierno el dinero que España necesita, sin imponer antes condiciones severas de decencia y democracia, estaríais entregando esos fondos no al pueblo español sino a Pedro Sánchez, que utilizará una parte importante de esos recursos para fortalecer su poder, comprando votos, votantes y medios de comunicación para que silencien sus abusos y desmanes y le ayuden a perpetuarse en el poder. 

Los españoles demócratas, cansados de soportar el mal gobierno, el despilfarro y el abuso de poder, queremos la solidaridad de Europa, pero con duras condiciones impuestas para que el gobierno de España recupere la cordura y la decencia y dedique esos fondos a mejorar los servicios, reflotar la economía, atraer a empresas, dignificar la democracia y respetar la justicia y los derechos humanos, frecuentemente violados por un equipo gobernante que, además de acumular privilegios y dinero, nos acribilla a impuestos y avanza, poco a poco pero con determinación, hacia una tiranía comunista, por ahora disimulada, pero que ya hace mella en nuestras vidas. 

Los medios de comunicación sometidos al gobierno han presentado ante los españoles la negativa de la Europa del Norte a prestar la ayuda que Pedro Sánchez exige como una actitud insolidaria y egoísta frente a los países del sur, pero ese planteamiento, manipulador, como es habitual en el gobierno de Sánchez, también es falso porque lo que los países ricos del norte piden a España es que deje de comportarse como la cigarra y se comporte como la hormiga de la fábula, abandonando su política de desprecio al ciudadano, falta de democracia, derroche, frivolidad, ineficacia y corrupción. 

Alemania, Holanda, Finlandia, Dinamarca, Austria y otros países ricos del norte de Europa tienen razón al negar la ayuda incondicional que solicita un país como España, que tiene más coches oficiales que el resto de Europa y Estados Unidos juntos y que tiene más políticos a sueldo del Estado que Gran Bretaña, Francia y Alemania juntos. 

Es lógico que, a cambio de las ayudas que necesita, España se someta a ajustes que la fortalezcan como nación y que acaben con el despilfarro, la corrupción y el abuso de poder, tres males que hacen de España una falsa democracia podrida, dentro de la Unión Europea. Si se entrega el dinero sin condiciones, dentro de dos o tres años estaríamos de nuevo en la ruina, cuando los políticos corrompidos lo hayan gastado primando sus intereses sobre los del pueblo y la nación. 

El argumento esgrimido por los países del norte de Europa, referido a España, de que "es muy fácil pedir solidaridad y ayuda cuando hay dificultades y derrochar cuando las cosas van bien" es impecable. 

Aunque nos duela como españoles, Europa tiene razón al negarle dinero a un manirroto sin ética y divorciado de sus ciudadanos como Pedro Sánchez. 

Es mentira lo que propagan los telediarios españoles, sometidos al poder político, de que la división en la Europa actual sea entre países ricos del norte y pobres del sur. La división más real es entre países serios y democráticos, por un lado, y países corrompidos y mal gobernados, por otro. Y España está entre los menos serios y peor gobernados del continente. 

Nuestra única esperanza como españoles indignados y empeñados en un futuro de libertades y derechos democráticos es que Europa nos salve, pero no sólo de la ruina económica, sino sobre todo de la corrupción y del abuso de poder que ha infectado a nuestro Estado y a nuestro gobierno. 

Firma: 

Un grupo de demócratas españoles y, en su nombre, 

Francisco Rubiales 

Fuente

España, 26 de mayo de 2020

jueves, 21 de mayo de 2020

LA INSOSTENIBILIDAD DE ESPAÑA

España es un país que se ha terminado de romper, unos lo desean pero no creen que esté roto y otros detestan esta idea pero ven que el país lo está. Ciertamente España ya estaba rota pero no del todo, era como uno de esos viejos edificios grecorromanos cuyo friso, muy deteriorado, la sostienen dos columnas erectas en un acto de desafío más que de mero ornamento.

Hay muchos factores para la caída de este sistema; unos dirán que el es fin del régimen del 78 y que es por la transición, otros dirán que es por el separatismo, otros que por la inmigración, otros que es por la mala casta política, las crisis económicas, la construcción estatal…filosofarán sobre si España es un estado nación, es un estado con naciones o es un país de países pero eso no importa.

Ciertamente la forma de estado importa poco o nada, es como la piel de la serpiente que muda y cambia ¿qué más da tener una monarquía, una república o un modelo como el suizo mientras España siga siendo España? España, ese país que a unos les llena la boca hasta la arcada y otros no pueden ni pronunciar, está agonizante.

La casta política de hoy, que es detestable en general, no es hija de los anteriores aunque hayan continuado profundizando en el legado de los nefastos políticos, diputados, senadores y demás caciques, sin contar con las taifas y sin contar con los aparatos y administraciones paralelas de los partidos políticos.

No, realmente los políticos de hoy, continuadores de los de ayer, son nuestros hijos…son hijos de nuestro voto. Esas columnas que sostienen el friso, que es lo que queda del país, no es sino la educación pero no la educación reglada sino la auténtica educación en valores humanos y democráticos, el saber estar y el comprender el entorno.

El español de hoy no sabe leer el entorno, está ciego, fanatizado y desesperado y como tal embiste. Todos tienen la culpa de lo que pasa menos él ¿y cómo lo soluciona? persiguiendo a los demás, clasificando a sus vecinos y entorno como si estuvieran en una cadena de montaje decidiendo quién vale y quién no.

Hemos llevado la farsa del hemiciclo y sus puñaladas traicioneras, las lenguas viperinas y el estacazo por lo bajo con la vizcaína del teatro del Parlamento, donde toda refriega es mentira, a nuestros salones, cafeterías, centros de trabajo y nos hemos cargado por el camino amistades y familias. Nos hemos creído la falsa guerra que dicen llevar a cabo.

Unos viven en, por y para Instagram, Twitter, Facebook y demás redes sociales creyéndose ellos mismos copias de lo que ven; llevan a los famosos, famosillos y famosetes de la farsa de la televisión o las redes sociales a sus vidas posando y posando como si fueran modelos de Vogue, otros escriben en Twitter como si fueran analistas de la CNN, otros en Facebook se creen que son comisarios políticos del Soviet de España aunque los GESTAPO tampoco faltan.

Eso lo han logrado al arrebatar la cultura, la educación y el sentido común de todo el entorno: desde el hogar familiar hasta el colegio, la sociedad, la televisión, han relegado los valores a viejos libros polvorientos porque ya no es moderno.

Somos la única sociedad de la historia de la humanidad que ha llevado la farsa del teatro a su casa, acude con el histrión al hogar y replica lo que ha visto sin criterio ninguno, somos la única sociedad que se preocupa en ser moderno ¿sumerios, griegos, romanos, árabes o cumanos se preocupaban por ser modernos?; se preocupaban de lo tangible no sólo en la realidad material sino psicológica, aquello que afecte a la convivencia no era aceptado.

Vivimos con la polémica, con el debate constante y sin ceder ni un sólo ápice de terreno porque el que tenemos en frente no es simplemente otro, es el enemigo y su opinión e ideas no son tal sino balas de una trinchera enemiga y, por lo tanto, el objetivo es o resistir el envite o asaltarle y dejarle seco.

Se vive de “victoria en victoria”, cada foco es una guerra, cada opinión una amenaza y todo en nombre del actual sistema que, parece, que todos quieren eliminar pero no por sí mismos sino a través de sus huestes. La militarización mental de las facciones, de la masa o de las bases de los partidos lleva inexorablemente a su militarización física y aunque estamos a tiempo de abortar la deriva, este tampoco nos sobra y parece que los líderes tribales, sus cuadros y sus emblemas tampoco están por la labor. Se está imponiendo una mentalidad y una retórica de guerra.

Curiosamente, analizando el sistema actual en estas circunstancias ¿quién querría vivir en una democracia?, sin embargo este sistema tiene en su ADN la particularidad de permitir cierta disidencia, la crítica, la justicia contra el delincuente y el corrupto. La sociedad no recibe educación sino doctrina, fe ciega y férrea, propaganda y publicidad diaria, constante.

Las noticias y mensajes no son objetivos sino tendenciosos; sabemos que siempre existirá una línea editorial, una tendencia, no somos robots, somos seres con conciencia y cosmovisión pero no es normal que las noticias se basen en la posverdad que no es otra cosa que un eufemismo (cuando no neologismo) para llamar por su nombre lo que es: manipulación.

La diferencia entre el macrocosmos, el mesocosmos (sociedad) y el microcosmos (psique del individuo) denota un total desequilibro incluso en la percepción de la realidad objetivo misma ya que todo objeto y todo elemento está envenenado por la ideología. La ideología es una auténtica disonancia cognitiva que está arrastrando a los pueblos a su aniquilación, polariza a sus miembros, los separa, rompe y enfrenta.

Todo, cada centímetro del discurso está infectado por el pestilente olor a cadaverina de un sistema agonizante totalmente ideologizado; incluso en el idioma. En este tema muchos citan a Orwell pero yo prefiero citar a Wittgenstein y su teoría del lenguaje que han estudiado bien y han aplicado a sus propios fines.

El sistema de democracia Occidental dista mucho de ser perfecto pero se podría haber trabajado en mejorarlo, sin embargo la casta política ha trabajado concienzudamente en llevarnos al precipicio, espoleado por organizaciones internacionales que, con decenas de lobbys, ha presionado para guiar nuestras ideas a uno u otro lugar, han creado ficciones y, de ahí, fricciones, han empobrecido nuestro idioma, nuestra experiencia social y la experiencia política aunque no en el sentido partidista contemporáneo (ya enfermo de base), que ha tenido y tendrá un recorrido limitado en el tiempo, sino en el sentido de la polis Aristóteles lo decía claro: el hombre es un zoon politikón; un animal político, y lo es porque es gregario.

La política ya existía antes del partido.

El ser gregario conduce a una forma de gobierno que no es sino una gestión de las tensiones entre individuos que deben resolverse mediante el poder y cuyo objetivo es suavizar dichos problemas mediante las tradiciones, las buenas maneras y costumbres o, sino, eliminarlas por las malas mediante la ley, ya que el orden social se respeta de motu propio o por el miedo.

Sin embargo los gestores han hecho todo lo contrario; se convirtieron en los sicarios de los grupos ideológicos transnacionales que han sembrado discordia por todo el mundo, han eliminado las barreras sociales que sostenían por las buenas la convivencia social y nos ha convertido en una nación más cercana al salvajismo que a la civilización. Han conspirado muy bien para romper lo que separa al hombre de la bestia y ahora el sistema se devora a sí mismo.

Sinceramente, volviendo al poder mundial, España no es una democracia sino un mandato ¿cómo va a haber democracia en un país tutelado ideológica y económicamente por poderes no elegidos y, en muchos casos, desconocido? Si la nación es la sangre del estado y el poder es su cerebro…ese cerebro no procesa por sí mismo, ha dejado de ser emisor de sí mismo para ser receptor de otros.

¿Cómo se consigue eso?, ¿cómo se consigue llevar adelante semejante transformación? mediante la propaganda continua, la campaña y la banalización de la violencia y la agresividad política (¿qué eran los escraches o el señalamiento continuo del otro como enemigo?).

Hoy las columnas que sostenían la nación, que no eran otras estructuras que el sentido común y la capacidad de discernir de forma mentalmente sana o saber leer la situación real que se escondía detrás de cada palabra dicha por los políticos, está muriendo, se va con la aparición de los jóvenes bien adoctrinados que más que creer en los programas electorales creen ciegamente en los nuevos líderes como si de mesías descendidos fueran (nunca faltaron dioses ni salvadores en el mundo).

Si algo aprendí de mis bandazos por Oriente Medio y el estudio de los conflictos en esa región y a lo largo de la historia es que aquellos que están lejos de los fanatismos son los que primero desaparecen del espectro político…

La nueva política, la nueva generación, el futuro, la generación más preparada de la historia…en realidad puede que estemos ante la sociedad más sobrevalorada de la historia ya que muchos de esos jóvenes no son sino las grietas que acabarán por desplomar las columnas, antaño citadas, que nos sostienen. 

Por Koldo Salazar López


miércoles, 20 de mayo de 2020

Las instituciones del Estado español han fracasado y no sirven



Las instituciones defensivas del Estado Español, creadas al amparo de la Constitución para que los mejores sean los elegidos para gobernar y para defendernos de miserables, corruptos y canallas que pudieran controlar el poder en nuestra nación, han fracasado porque se ha mostrado incapaces de impedir que un gobierno como el de Pedro Sánchez, altamente dañino para España, conduzca al país, sin obstáculos, hacia la la pobreza y la destrucción.

Por fortuna, el gobierno de Pedro Sánchez no ha exhibido un rostro claro de criminal, pero sí ha protagonizado, con impunidad y contra España y sus ciudadanos, decisiones y actuaciones que representan daños tan terribles como muertes por negligencia, avances hacia la pobreza, pérdida de grandes contratos de valor económico incalculable y muchos perjuicios de gran calado para la economía, la salud y la convivencia.


Toda una bateria de daños y perjuicios ha sido perpetrada con absoluta impunidad por el gobierno contra España y sus ciudadanos, causante de dramas que sufrirán varias generaciones de españoles, sin que ni el Monarca, que es jefe del Estado, ni las Cortes, convertidas por los partidos políticos en una exhibición de esclavos sin capacidad de debate, ni la Justicia hayan sido capaces de frenar el desastre de un gobierno que conduce a la nación impunemente hacia la pobreza, el deterioro de la convivencia, la injusticia y el enfrentamiento.

Los ciudadanos, desesperados ante la pésima gestión de la pandemia, que ha hecho de España uno de los países más infectados y con más muertos de todo el mundo, se han cansado de mirar hacia las alturas del poder establecido en espera de intervenciones salvadoras, dimisiones y castigos de los pésimos gobernantes, que campean a sus anchas como dueños absolutos de un Estado del que los ciudadanos han sido expulsados.

El gobierno miente y no ocurre nada. Las encuestas se trucan y nadie lo impide. Muchos españoles hasta sospechan de fraude electoral y nada ocurre. El gobierno se equivoca y no ocurre nada, ni siquiera cuando miles de ancianos han muerto abandonados en las residencias de mayores, sin recibir el trato médico a que tenían derecho, y cuando miles de sanitarios han sido enviados a luchar contra el virus sin la mínima protección, causándoles el mayor índice mundial de contagios y muertes por el coronavirus.

Una parte importante del pueblo, confinado forzosamente en sus hogares, ha tenido suficiente tiempo para reflexionar y ha llegado a la conclusión de que la ciudadanía es impotente frente al mal, cuando el mal se apodera del Estado. Como consecuencia, ha adquirido una fuerte sensación de frustración y se subleva ante la impunidad de la clase política, tan privilegiada y blindada que jamás paga por sus errores y por los daños que causa.

Lo que está ocurriendo en España no es común en el resto del mundo, donde los políticos pagan por sus abusos y errores y dimiten cuando se equivocan o causan daño. La burda e insultante impunidad de los políticos y la indefensión frente a dirigentes inicuos son problemas genuinos de España, donde la clase política ha perdido el miedo al pueblo y a las leyes.

Los periodistas están comprados, los medios esconden la verdad y defienden al gobierno que les paga, la Justicia está politizada, la Fiscalía está en manos del partido en el poder y el Parlamento, que las democracias conciben como el templo para el debate y el análisis, ha sido degradado hasta convertirse en un establo donde un gran rebaño castrado dice y aprueba sólo lo que sus respectivos partidos quieren, mientras disfrutan de buen sueldo y de una cosecha enorme de privilegios y ventajas.

Lo más grave en la España actual es que la gente, con razón, se siente impotente y desamparada ante el poder y tiene la sensación de que nunca podría librarse de un criminal, si éste llegara un día a encaramarse en la cima y tomara en sus manos el timón de nuestra nación.

La situación de impunidad de los que mandan y de desamparo de los que obedecen es tan injusta y profunda que genera inestabilidad y desobediencia civil, lo que pide a gritos una reforma constitucional que redefina y enderece un Estado que hoy está en crisis, desvalido y al alcance de cualquier canalla con suficiente osadía para tomarlo por asalto y encastillarse en la cima.

La verdad es dura y evidente: En la España actual, la soberanía popular no existe y ni el rey, ni las Fuerzas Armadas, ni la justicia, ni la prensa, ni la oposición, ni el pueblo tienen suficiente fuerza para expulsar del poder, si fuera necesario, a un monstruo desatado.

Francisco Rubiales

Antonio Escohotado entrevistado en “La voz de Galicia” y “La voz de Asturias” por Pablo González 16/05/2020



-¿Qué tal está de salud?
-Ya estoy dando las últimas boqueadas. El cuerpo a los 80 tiene que pagar las libertades que se tomó. Pero estoy encantado con lo que he hecho.

-Su familia es de Galapagar, donde ahora vive Pablo Iglesias. Aunque están en las antípodas, sorprende el buen tono de ambos en una entrevista que le hizo.
-El día ese de la entrevista, que fue cuando lo conocí, pasamos una noche muy divertida. Él vive en un chalé mucho mejor que mi casa. De alguna manera me sorprende la capacidad de Pablo para confraternizar con personas como yo y, por otra parte, decir y hacer las cosas que hace. Son como dos personas diferentes.
-Quizás está evolucionando, como hizo usted al irse de la izquierda para ser libertario.
-La diferencia entre derechas e izquierdas está periclitada. Detrás de la maravillosa revolución hay una pueblerina pasión por que todo el mundo se compadezca de todo el mundo. La evolución de las especies nunca ha gustado a la izquierda. Les parece aristocrática. Contraria al igualitarismo.
-¿Y ahora en plena crisis sanitaria, con restricciones de libertades, en qué lugar se sitúa?
-Tengo una vena poética libertaria, pero ante situaciones como esta la parte realista me lleva a pensar que hay que ser socialdemócrata. Pero no socialdemócrata hipócrita ni blandurrón. Un término medio.
-¿Lo que está pasando nos lleva a pensar que es necesario el Estado como gran proveedor?
-El Estado es en realidad la traducción de la providencia divina. Es la idea de que Dios proveerá. El problema es que las masas son muy dóciles. Siempre lo han sido.
-El dilema de los liberales es que parece que al final son los estados los que salvarán la economía. ¿Caminamos hacia una nueva dependencia de los estados?
-Me temo que no hay nada peor que hacer de futurólogo. No se sabe cómo vamos a salir de la gigantesca novedad en la que nos ha metido la cuarentena global. Es una novedad tan absoluta que no sabemos cómo puede evolucionar. Mi única certeza es la novedad misma: hemos inaugurado un terreno nuevo.
-La gente con la que habla, ¿está más preocupada por su salud o por su libertad?
-Mucho más preocupada por su salud. Hay una bajada monumental de nivel en el mundo. La generación de mis padres y la mía trabajamos mucho para que nuestros hijos tuvieran un período de estudios más largo. Quién iba a pensar que esto iba a traer una desmoralización de docentes y discentes, quién iba a pensar que tener 15 años de enseñanza obligatoria iba a crear una especie de horror instintivo a la letra impresa. Pues lo ha creado. O profesores que nada más sacar la plaza desarrollan una estudiofobia. Sin embargo, el espíritu objetivo, a través de la técnica, demuestra la capacidad divina del ser humano para sacar unas rentas que eran inimaginables. Es la revolución industrial lo que da cuenta de esa capacidad ilimitada del ser humano. Ahora el problema que tenemos no es que falten cosas, sino que sobren. Hasta la cuarentena el problema ha sido siempre el exceso, mientras que antes de la revolución industrial era la escasez. El ciclo económico se movía con los altibajos del entusiasmo o las amarguras.
-¿Y a partir de ahora?
-Ahora esto de la cuarentena es un desafío global, vamos a ver si hemos conseguido acumular suficiente para no quedar en la cola.
-¿Es optimista o pesimista respecto al desenlace?
-Soy optimista por naturaleza. La tesis precede siempre a la antítesis; la negación no puede existir por sí sola. Lo que pasa es que hasta ahora no había presenciado una novedad tan inquietante. Me lo tomo con la sensación de que ahora estamos en deuda con nosotros mismos. Pusimos en marcha una fantástica maquinaria que funcionaba prácticamente sola. Vamos a ver qué pasa. Quizás sea un saldo positivo en todos los sentidos. Pero es un quizás improbable. No saldremos de esta sin descubrir el gusto por el trabajo y el esfuerzo, que en cierta medida se olvidó con la prosperidad.
-Vimos estos días la brecha ideológica entre el norte protestante y el sur de Europa católico.
-Lo que tiene la gente del norte es el amor a la libertad. Una persona puede parar un ejército mientras que la causa sea digna y ame la libertad. Si el ser humano se atiene a su libertad se agarra a la sustancia de la vida, y si se atiene a cualquier otra cosa se olvidará que ha nacido como especie para conocer. Si el hombre no se da cuenta de que su esencia es saber, será un fracaso biológico. El león de la caverna desapareció porque el hombre descubrió el fuego, y ya no fuimos presa para ellos. Y después descubrimos la metalurgia, que es la madre del cordero técnico.
-¿La cuarentena se basa en un autoritarismo con un fin justo?
-Estamos hablando de algo que está pasando ahora mismo. Hay que abrir mucho los ojos, preparar el espíritu para algún trago amargo y seguir teniendo la misma esperanza, el mismo orgullo y la misma compasión que nos han traído hasta aquí.
-¿Y cuando vemos a los Gobiernos cómodos en el estado de alarma, entramos en una peligrosa inercia?
-Nunca hemos tenido un Gobierno tan ridículo. Todos ellos son enemigos del comercio. No han entendido el proceso económico, no han entendido la diferencia entre lo simple y lo complejo, ni entre el espíritu objetivo y el subjetivo. No saben que los precios nos informan de qué cantidades hay de cada cosa en cada sitio. Por eso legislan sobre precios. No admiten la incertidumbre. Es como si dijeran: hasta aquí nos ha traído la evolución, pero basta ya de evolucionar. Cancelamos la evolución y a lo nuestro. Pero esto es un disparate, una atrocidad. Las masas no van a aprender nunca.
-Y dice que es optimista.
-Ser anarquista, socialista y liberal no solo no es incompatible, sino que las tres cosas a la vez son necesarias. Todos tienen un punto de razón. Los que no tienen ninguna razón son los pobristas. Estar mejor porque somos iguales…
«No se sabe cómo saldremos de la gigantesca novedad donde ha metido la cuarentena global»
-Igual de pobres.
-Eso es una canallada. Solo podemos ser iguales ante la ley, cualquier otro tipo de igualdad es tiránica y monstruosa. Se trata de rasar a la baja, y eso lo hemos conseguido. Y, sin embargo, teniendo unas universidades y unos estudiantes todos ellos desmoralizados, la técnica crece y crece. Lo que nunca le había pasado a la técnica hasta ahora es la suspensión, justificada en que no mueran más personas que las debidas.
-¿Ese valor ético refuerza el autoritarismo?
-Es increíble el caldo de cultivo para el autoritarismo que ha generado esta cuarentena. Por ejemplo, el Gobierno español quiere prolongar la inercia del pánico. Pero quieren alargarla porque son tan incompetentes, tan explosivamente ambiciosos en lo personal, no entienden otra cosa que no sea reforzar sus derechos adquiridos. Si algo ha conseguido el comunismo es una capacidad para agarrarse que solo tienen las garrapatas. Han generado tal sistema de penetración en el parasitado…
-¿Surgirá un nuevo clientelismo con la cuarentena?
-Por supuesto. Se olvida que Cuba estaba mejor con Batista que con Fidel. Consiguen que las masas adocenadas pierdan sus derechos a cambio de ser apacentadas en esta ideología de buenismo superficial. Pero no es un tiempo de Ortegas y la inteligencia conocida se va reduciendo.
-Rescato una frase de su «Fenomenología sobre las drogas»: «De la piel para dentro empieza mi exclusiva jurisdicción».
-Hay que recordarla sin parar. Hay que conseguir que el resultado del voto no sea el de las dos últimas elecciones. La base de los podemitas son todos estos desmotivados que quieren que el fin de la carrera universitaria sea el principio de la jubilación.
-¿De verdad cree que ese es su modelo de vida?
-Sí. Sin darse cuenta de que así se ahorran la aventura vital. El hombre rebelde es la contrapartida racional y libertaria al revolucionario.

domingo, 17 de mayo de 2020

El Mundo 17 de Mayo de 2020


Asegurarse la impunidad del rebaño. Francisco Rosel:

El escritor Stefan Zweig, errante apátrida tras desmembrarse el imperio austrohúngaro, describió como nadie, en medio de la devastación, que no había posesión más deseable que el sentimiento de seguridad. Reparó en ello al observar cómo fenecía aquel «mundo de ayer» arrastrando con él a aquel ideal común de vida. Es difícil no tener esa percepción al comprobar como el bifronte Gobierno socialcomunista que copresiden Sánchez e Iglesias instrumentaliza la lucha contra el Covid-19 para acelerar sus planes liberticidas y depauperar la economía de un país cuyas fuentes de riqueza ciegan como quien siembra los campos de sal.
En estos meses de pandemia, todo lo que tocan lo pudren. Ya sea la industria del automóvil, facilitando planes de deslocalización en un país sin empresas matrices; el turismo, torpedeando la llegada de los pocos visitantes predispuestos a arribar; el comercio, bloqueando la rebajas que eviten el cierre; o la agricultura, alentando campañas denigratorias como si fuera una extensión esclavista de la época de Kunta Kinte. En días tan aciagos, se convendrá con Shakespeare que «un cielo tan cargado no se despeja sin tormenta».
En esta primavera del descontento, sin aguardar al invierno de los versos shakesperianos, dicen amar tanto a los pobres que no quieren que dejen de serlo nunca, al tiempo que los multiplican depauperando a las clases medias bajo la mohatra de castigar fiscalmente a las grandes fortunas que, votando con los pies, marcharán a países más benignos tributariamente, aunque los gobierne la izquierda como en Portugal. Allí aprendieron la lección que el primer ministro sueco Olof Palme impartió a Mario Soares. Tras llamarle después de ganar las elecciones, le anunció que acabaría con los ricos. Palme respondió que a ellos les iba mejor terminar con la pobreza.
En semanas, las caras anchas, abiertas y sonrientes se han apretado y endurecido como reflejo de la encrucijada de un país al que se empuja a la hondura de una profunda recesión económica y al que agrieta la emergencia social que propician esos demagogos que, como describe Aristófanes, precisan de tiempos turbulentos. Al modo de los pescadores de anguilas que, en aguas quietas, no atrapan nada; pero que, si remueven el cieno, obtienen su buena pesca. Fijándose en uno de ellos, el comediógrafo griego le espeta: «Posees todos los atributos de un demagogo: una voz horrible y chillona, una naturaleza intratable y perversa, y un lenguaje de mercado. En ti confluye todo lo necesario para gobernar».
Al cabo de 60 días de atribuirse poderes extraordinarios a través de un estado de alarma con tintes de estado de excepción, pero sin sus exigencias de supervisión y de duración máxima de dos meses, el Ejecutivo auspicia extenderlos un mes hasta desbordar los 100 días de menoscabo de los derechos fundamentales de unos ciudadanos en un arresto domiciliario sin parangón en ningún país democrático. Sánchez pretende entronizarse dominus ab legibus solutus, esto es, promulgador de leyes, pero sin sujeción a ellas.
Así, supedita la salud de los españoles a la retención de esos poderes. Como ilustra el hecho de que el confinamiento se flexibilice, no por criterios sanitarios, sino por conveniencias y necesidades parlamentarias. Hasta el grado insólito de disponerse a ceder ante ERC para permitir en Cataluña protestas siendo la comunidad con mayor número de fallecidos estos días. Raciona, pues, los derechos en proporción directa a los escaños que precisa para sostenerse en La Moncloa.
Cuando habló de una «desescalada gradual y asimétrica», ya translució que operaría la ley del embudo hasta el estrambote de regalar al País Vasco el pase a otra fase que no ha podido aplicar en la práctica porque las circunstancias lo desaconsejaban, pero que Sánchez le otorgó consciente de que su suerte depende de la espada de Damocles del PNV. Político «infundibuliforme», en forma de embudo, llama Azorín al personaje que escarnece en su opúsculo El chirrión de los políticos.
Entre tanto, a la Comunidad de Madrid, a la que el Gobierno quiere poner sitio y empobrecer, como el secesionismo ha hecho con la Barcelona que antaño fue locomotora de España, se la condena a cadena perpetua. Ello tras forzar en su día la adopción de medias frente al negacionismo gubernamental sobre el avance del Covid-19 al anunciar el cierre de colegios y de residencias de día para mayores. Todo por el artículo 42, no de la Constitución, sino de aquel que refiere el capítulo final de la obra por excelencia de Lewis Carroll. Es el episodio en el que Alicia asiste en aquel País de las Maravillas al juicio por el robo de unas tartas y se topa con que el rey-juez ordena, en virtud del referido artículo, que toda persona que mida más de un kilómetro abandone la sala.
Al ver cómo suscita la mirada unánime de los presentes, les aclara que no es su caso, pero su alegación, como la de la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, ante el desafuero de la tropa del filósofo Illa, rebotó contra la terquedad real. «Sí lo mides», le dijo el soberano. Lejos de amilanarse, Alicia se plantó contra ese abuso de autoridad. «Bueno, pues, no pienso moverme de aquí, de todos modos… Y además usted se lo acaba de inventar».
Impertérrito, el soberano de la baraja le replicó cortante cual naipe nuevo: «Es el artículo más viejo del libro». No le faltaba razón. Sin que figure en parte alguna, ese despótico principio, por no tener explicación racional, al contrario de lo que argüía la niña, «nos evita muchas complicaciones porque no tenemos que buscárselas». Era la lógica carpetovetónica de la augusta majestad del País de las Maravillas que reedita Sánchez con el armiño de sus poderes especiales.
Haciendo rancho aparte con sus socios, quien decía que no había plan B va camino de cosechar tantos como letras tiene el abecedario. Todos ellos con el certificado médico de ese especialista en mentiras y docto en falsedades que es Fernando Simón. En verdad, Simón El Embustero, quien un día afirma con cara de mosquita muerta, pero venenoso aguijón, lo que niega al siguiente. Así lleva meses desde que dijo que esta gripe pasaría de largo y que, con su recurrente muletilla sobre «la falsa sensación», confunde a unos ciudadanos que ignoran, a estas alturas, sobre qué atenerse incluso con una prenda básica como las mascarillas.
Erigido en comisario político, evoca un pasaje de El maestro Juan Martínez que estaba allí, la obra de Chaves Nogales sobre la peripecia de este bailarín flamenco al que sorprende la revolución rusa de gira por el país. «Entre ellos mismos –relata– no se entendían; lo que prohibían en un sitio lo autorizaban en otro. (…) Al principio, procurábamos amoldarnos y obedecer (…), pero empezamos pronto darnos cuenta de que lo más prudente era decir que sí a todo (…) y que cada cual se bandease como pudiera».
De esta guisa, no se logrará la «inmunidad de rebaño» contra el coronavirus, de la que hablan los epidemiólogos, pero sí la impunidad sobre los ciudadanos tornados en gregario rebaño, como alertan prestigiosos juristas al pervertirse el Estado de derecho en una «dictadura constitucional», en palabras del magistrado emérito del Tribunal Constitucional, Manuel Aragón, y que la ex Fiscal General del Estado, Consuelo Madrigal, ha corroborado en parecidos términos, al igual que el presidente del Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León o evidencia un auto reciente del Tribunal Superior de Justicia de Aragón.
Observando este correlato, se pueden establecer ciertas analogías entre el devenir de España y lo que el historiador Timothy Snyder, catedrático de Yale, establece en su libro Sobre la tiranía, en el que avisa que renunciar a los hechos del modo que se hace hoy es hacerlo a la libertad, pues «si nada es verdad, todo es espectáculo». Establece que la verdad muere de cuatro maneras reconocibles por estos pagos: la primera, por la hostilidad declarada a una realidad perfectamente verificable, como se constata en boca de los portavoces del Gobierno; la segunda, por el encantamiento con los chamanes que se dedican a prometer el cielo llevando al infierno; la tercera, por la aceptación descarada de las contradicciones que se presentan como muestras de coherencia; y la última, por encomendarse a quienes se erigen en apoderados directos de la voluntad del pueblo.
Lo más estupefaciente, según Snyder, es que la mayor parte del poder del autoritarismo le es otorgado espontáneamente por ciudadanos que, al doblegarse, les permite avanzar raudamente hacia un cambio de régimen al caer una tras otra las instituciones a menos que cada una de ellas se defienda. Al presuponerse que quienes acceden al poder democráticamente, van a respetas las instituciones, ese conformar de la gente allana la demolición del orden constitucional. Cuando el ciudadano renuncia a diferenciar entre lo que se quiere oír y lo que realmente oye –concluye Snyper–, acaba sometido a la tiranía.
En un proceso kafkiano que extiende al conjunto de España la dinámica del procés separatista, la incompetencia y negligencia del Gobierno para atajar la epidemia que dejó propagar criminosamente para atender a su agenda ideológica que tenía su jalón el 8-M, cuando estaba informado de la eclosión de la enfermedad, les sirve de justificación para prorrogar la anomalía democrática de un estado de alarma que deriva en arbitrariedad.
Hablando del estado de las cosas en Venezuela, pero sin dejar de pensar en una España supeditada a Podemos, lo explicaba hace unos meses el ex presidente González en una cena que sostuvo en una de las torres hercúleas que parecen soportar la bóveda celeste de Madrid. Bajo su criterio, el régimen bolivariano era «peor que una dictadura, era una tiranía». «En una dictadura –explicó–, uno conoce los riesgos que corre; en una tiranía, la discrecionalidad es absoluta. Con Franco, yo era consciente de la pena que me podía caer si me pillaban portando propaganda del PSOE o incurriendo en un delito de asociación ilícita; con Maduro, la arbitrariedad no conoce leyes ni tribunales». «Cuando se apela a que la democracia está por encima de las leyes u normas –subrayó–, se está en la antesala de que resuenen los tambores de los tiranos».
En aquella noche de dudas y más dudas, desde su sitial de la oblonga mesa principal, González oficiaba como el mismísimo San Isidoro de Sevilla, cuyo nombre usó de apodo de guerra en el tardofranquismo. Al modo de las Etimologías, en las que el obispo hispalense compendió el saber de su época, González predicó sobre una Venezuela en la que los roborrevolucionarios habían perpetrado la mayor devastación en un país sin guerra confiado en que no fuera el porvenir que aguardara a una España en la que los hijos políticos de aquella satrapía habían puesto pie.
A su juicio, la nación se enfrenta a una crisis de representantes debido, entre otras razones, a que los politólogos se han adueñado de la política, lo que supone tanto como pensar que un crítico de arte o de cine está capacitado para pintar un cuadro o realizar una película. «Una cosa es explicar una situación y otra remediarla», remarcó quien, a modo de colofón, citó el conocido dicho de que, «si crees que te has enterado de lo que ocurre en Argentina, es que no te lo han explicado bien». Pocos imaginaban la noche del 2 de octubre de 2019 que esa paradoja cobraría sentido para unos españoles que, al decir de Ortega, «no sabemos lo que nos pasa y eso es precisamente lo que nos pasa».
Cuando el panorama se nubla de esta forma, la tentación del mal menor no deja de ser una muestra escapismo. Quizá lo haya corroborado así Inés Arrimadas, la líder de Cs, tras su venia a la cuarta prórroga del estado de alarma, creyéndola la última. Como diagnosticó Hanna Arendt al escudriñar el totalitarismo, «quienes escogen el mal menor olvidan con gran rapidez que están escogiendo el mal». «La aceptación del mal menor –ponderó– se utiliza conscientemente para condicionar a los funcionarios del Gobierno, así como a la población en general para que acepten el mal como tal».
Por esa senda, nunca se retornará a la seguridad de aquel mundo de ayer derruido por los ingenieros sociales que usan el coronavirus para destrozar las sociedades libres en las que los ciudadanos no se resignan a ser privados de sus derechos al calor de ningún establo.
Francisco Rosell, director de El Mundo.



De Gobernar or decreto a abusar de la constitución:

En una nueva intervención televisada, Pedro Sánchez anunció ayer a los españoles que piensa pedir al Congreso la próxima semana otra prórrroga del estado de alarma. Afirmó que sería «la última», pero no detalló ni la duración exacta -«alrededor de un mes», dijo-, ni tampoco las condiciones de aplicación. Lo que sí quedó claro es que piensa aplicar una desescalada por territorios, lo que significa que el gobierno de PSOE y Podemos cede ante una de las principales demandas de nacionalistas e independentistas. ERC y el PNV, indispensables para extender la alarma después de que el PPconfirmara su rechazo, exigieron a Moncloa un desconfinamiento asimétrico, de tal forma que el mando único quede diluido y tanto Cataluña como el País Vasco puedan gestionar la desescalada a su gusto. Sánchez cede no en aras del interés general, sino para apuntalar su propia supervivencia. 
Es evidente que el objetivo del Gobierno pasa por perpetuar la restricción de las libertades de reunión y circulación con el subterfugio del control de la pandemia. Sin embargo, tal como publicamos hoy, cada vez más juristas de reconocido prestigio alertan de la suspensión de derechos fundamentales de los ciudadanos a lo largo de las sucesivas prórrogas de un estado de alarma que más bien parece un estado de excepción encubierto. Ante la pretensión del presidente de alargar sine die este instrumento que contemplan las previsiones constitucionales, los expertos consultados por este periódico consideran que sería más adecuado reforzar la normativa sanitaria ante un posible rebrote del Covid. Si Sánchez ignora a estas voces autorizadas es porque quiere seguir eludiendo al Congreso. Primero lo hizo gobernando a golpe de decreto, tras conformar el Ejecutivo con la base parlamentaria más débil de la democracia, y ahora abusa del artículo 116 de la Carta Magna, que ampara el estado de alarma. Alargar éste hasta finales de junio equivale a saltarse el control parlamentario, teniendo en cuenta que julio y agosto son meses inhábiles. Esta burda artimaña muestra la parálisis de un Gobierno incapaz de controlar la epidemia y dispuesto a seguir castigando a algunos territorios, como ocurre con la Comunidad de Madrid, por razones políticas y sin atender a los criterios de transparencia y rigor. La legislación vigente contempla alternativas a la excepcionalidad constitucional para mantener las medidas de protección sanitaria. Que Sánchez no quiera hacer uso de ellas revela su deriva hacia una conducta cesarista que erosiona gravemente la credibilidad institucional.
Suecia:

Bielorrusia:



El mito del Euskera perseguido por Franco, por Francisco Torres

  Lamentablemente, cuando hoy alguien busca información sobre un tema acude de forma inmediata a la red. Un lugar donde cabe cualquier cosa ...