sábado, 18 de abril de 2020

El poder y VOX

Jaime Alonso
El magistral periodista y escritor Julio Merino, definía al político del siglo XIX y parte del XX como “el hombre que lucha por el Poder antes de tenerlo, cuando lo tiene y hasta después de haberlo perdido”. Así desde Grecia hasta Roma, de la Revolución Francesa hasta nuestros días. Cambia la vida, cambian las ideas, cambian los hábitos, cambian las cosas, cambia la historia y lo único que permanece inmutable en sus hábitos y costumbres es: el político.
La irrupción política de Vox, imprevisible en su dimensión y tiempo, e indetectado por las encuestas y sociólogos que influyen en los medios de comunicación; resulta directamente proporcional a la gravedad de la situación política, institucional y económica de España; al largo tiempo de contumacia en el error y la corrupción en que vive la endogámica la clase política española; la ausencia de soluciones de la “casta oligárquica del poder” turnándose en el desgobierno y la inoperancia; y el general cabreo del pueblo, harto de que le mientan. Vox es producto de ese descontento, frustración, hartazgo y rebelión silenciosa que nadie ha sabido o querido ver.
Pero Vox, es más, tiene que ser mucho más. En la misión de su raíz, debe estar su grandeza. En la aparición fulgurante de la “extrema necesidad”, radica la dificultad del empeño: Ser la alternativa al sistema. Si, regenerándolo por dentro, si fuera posible y el pueblo español le otorgara el mandato; siendo la alternativa creadora, libre de servidumbres frente a la mixtificación, el oportunismo y el control arbitrario de las instituciones, que permiten la destrucción de España en un proceso revolucionario, de momento, incruento.
Eligió Vox, a modo de presentación, un escenario acorde a los tiempos, las emociones, los principios y el liderazgo de masas; algo que venía faltando en España desde la frustrante II República y el régimen de Franco. Vista Alegre sella, con un mar de banderas nacionales, el inicio del camino. El rigor y la pasión se defienden en un bien estructurado discurso de futuro, donde el ayer se funde con el mañana, en un abrazo eterno.
Allí hubo discurso muy elaborados y acertados. Ideas fuerza que engendran un enorme compromiso y principios que requieren del valor supremo del honor, coherencia y audacia: Derogación de todas las leyes de ingeniería social impuestas por el comunismo de rostro amable: Derogación de la Memoria Histórica, y la Ley de Violencia de Género; supresión, de manera gradual y bajo el procedimiento establecido en la Constitución de Las Autonomías; suspender la inmigración ilegal y devolver de manera inmediata a cuantos se encuentren en esa situación; acabar con todas las innumerables formas de corrupción política; devolver al poder judicial su independencia y autonomía funcional; garantizar la unidad nacional y la igualdad de todos los españoles ante la ley; impedir los impuestos confiscatorios; defender la propiedad privada y la justicia social; y acabar con los monopolios creados alrededor del poder y su influencia, sean estos mediáticos o empresariales. Sonaba todo al compás de notas exactas de esperanza, valor y esfuerzo.
El liderazgo incuestionado de Santiago Abascal definía el proyecto político como: “movimiento”, alejado de la vieja partidocracia de “liberados socialistas” y del caciquil sistema derechista. Ello tiene un enorme calado político y comporta un activismo y ejemplaridad en simpatizantes, afiliados y dirigentes, a prueba de toda maledicencia y rivalidad; donde la moral, el estilo y el decoro político deben obedecer al rigor de unas ideas y su concordancia en la conducta.
Un “movimiento político” se manifiesta en tres características o estados. Uno, “movimiento comunión”, que reflejan el haz de principios o valores compartidos, en mayor o menor medida, por todos los que forman parte de ese movimiento. El nivel de adhesión no tiene que ser a la totalidad de las ideas fuerza, pero sí al núcleo esencial de las mismas.
Dos, “movimiento liberación”, aquel que definía Ovidio como “ímpetu sagrado del que se han de nutrir los pueblos que ya tienen valor universal en su corriente histórica”. Ello comporta atraer y fomentar las distintas corrientes que puedan formarse dentro del movimiento político, complementándose en sus diferencias y asumiendo, dentro de una misma estrategia y finalidad, los distintos anhelos de realización fáctica.
Tres, “movimiento organización”, consistente en la estructura básica para llegar de manera eficaz y ejemplar a todos los pueblos, ayuntamientos, diputaciones y provincias de España. Cierto que requiere tiempo, paciencia y un largo proceso de selección hasta tener la estructura adecuada; pero si no queremos cambiar de sexo, de partido a partida, no habrá más remedio que evitar los personalismos, las arbitrariedades, las ambiciones y la mezquindad que toda organización humana soporta, la política en mayor medida.
Pretender disciplinar a base de jerarquías impuestas sin mayor criterio y órganos internos de control y expulsión, es el mayor error que se puede cometer. La disciplina de partido termina siempre donde empieza la conciencia de las propias convicciones. Y tan pernicioso es rendir una conciencia sin convicción, como aceptar una arbitrariedad por disciplina. Un movimiento político moderno -no partido- debe rechazar, de plano, la “política de campanario”, fracasada en el siglo XX, y esperar que, tocando las campanas, salga la gente de procesión o a mirar a los que salen. Hoy lo importante es estudiar y conocer los movimientos de masas, su psicología y comportamiento: opiniones, concepciones y creencias, y el modo de influirlas.
Vox y su líder Santiago Abascal tendrá, mas pronto que tarde, el poder, si sabe manejar y dirigir la unidad mental de las masas. Como acertadamente sostenía Le Bon “la razón crea la ciencia, los sentimientos dirigen la historia”. Los ríos nunca remontan hacia las fuentes. Cada raza es portadora en su constitución mental histórica, de unas leyes instintivas ineludibles, aunque parezcan irracionales. Aquí y ahora, se han superpuesto cuatro circunstancias, cual tormenta perfecta, que inciden de manera determinante en el alma de nuestro ser, configurado de manera predecible por sus comportamientos históricos. Estos factores son: A) El desafío separatista, con amenaza seria de la destrucción de España. B) La crisis económica, como no se había conocido desde la guerra civil. E) Un gobierno filo-comunista con apoyo de terroristas. F) Cuestionamiento de la forma política del estado, con lo que ello comporta de ruptura de 80 años de historia. G) Una epidemia con miles de muertos, ominosamente enterrados; mortandad debida a la irresponsabilidad del gobierno.
La debilidad del enemigo, al que nos enfrentamos, consiste en que antepone la ideología -ilusión o utopía- a la realidad; que el individuo, la realidad sustantiva, es el obstáculo a vencer por el sistema revolucionario y la ideología a implantar. Y sólo dispone de dos medios iniciales y uno final: la educación del individuo y los medios de masas, persuasión (comunicación e imágenes), y la coacción. Pero destruir unas creencias religiosas, políticas y sociales que configuran nuestra cultura y civilización, requiere tiempo y un período forzoso de transición, anarquía y caos.
La llegada de las clases populares a la vida política y su progresiva transformación en clase dirigente, favorecida por la demagogia y una deficiente democracia hizo que hayamos superado la fase de transición y estemos en la última fase de la anarquía y el caos. Pero también la historia nos enseña que la potencia de las masas sólo actúa cuando las fuerzas morales y el estado de derecho, armazón de una sociedad, no dejan de actuar, las multitudes inconscientes y brutales, justamente calificadas de bárbaras, cambian de bando. Sólo cuando el edificio de una civilización está carcomido, las masas provocan su derrumbamiento.
La misión esencial de Vox consiste en que, en medio de esta tormenta perfecta, las masas cambien de bando y nos eviten el abismo del socialismo (comunismo). Qué lleven al convencimiento mayoritario del pueblo español, con su aptitud y actitud, que nuestra civilización implica unas reglas fijas, una disciplina, libertad y justicia; el transito desde lo instintivo a lo racional; la previsión del porvenir con cierto grado de eficacia; un grado elevado de cultura que nos haga mejorar y progresar. Condiciones, todas ellas, inaccesibles a unas masas abandonadas a si mismas y a su indigencia económica, moral y cultural. La fuerza ciega del número no se convierte y nunca lo ha hecho, más que de manera temporal, en la única filosofía de la historia.
Para que se produzca esa unidad mental de las masas debe hacerse coincidir el sentir, pensar y actuar de la colectividad, como lo haría cada uno de los individuos. El resto de los rasgos: su impulsividad, irritabilidad, incapacidad de razonar, ausencia de juicio y espíritu crítico, exageración de los sentimientos pueden encauzarse fijando unos objetivos que puedan seducir y surjan de su alma colectiva. Conocer el arte de impresionar la imaginación de las masas, equivale a conocer el arte de gobernarlas.
Resulta conveniente señalar, cómo el actual sistema se ha conformado en una masa de indiferentes y neutros, convertidos progresivamente en un inmenso ejército de descontentos, dispuestos a seguir todas las sugestiones de los utópicos y demagogos. Las masas no tienen jamás sed de verdad, prefieren divinizar el error que las seduce. Por ello, en España, la palabra democracia significó, durante largos períodos de nuestra historia, la desaparición de la voluntad y de la iniciativa del individuo ante la del Estado. Encargándose a “papa estado” la facultad de dirigir, centralizar, monopolizar y fabricar nuestra existencia. Justo lo que pretende la conjunción social comunista separatista, para el “finís hispaniae”.
Cuando nos dejamos gobernar por quienes no respetan los muertos en su descanso humano e histórico, nadie debe albergar ilusión en que respeten a los vivos, aun en trance de morir. La mentira muestra toda su obscenidad hasta en el número de los fallecidos. “la paciencia llora en sus comienzos y ríe al final”, afirmaba Raimundo Lulio, apóstol y mártir cristiano, hombre de pensamiento y acción. ¡Dejemos de rendir culto a la mentira!, aunque parezca que nos conviene o favorece. Está en vuestras manos. Lo demás, el poder, siempre efímero y difícil, vendrá por añadido merecimiento.

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