lunes, 17 de febrero de 2020

La obra y el autor

¿Es posible separar al hombre de la obra? Vieja pregunta que ha sido muy mal comprendida en todas las épocas.

Hay personajes infames cuyas obras se admiran, hay grandes personas cuyas obras no valen nada y hay quienes reúnen en las dos características, ser malas personas y malas obras o buenas personas y buenas obras.

La primera intención en el mundo actual relativista sería en principio juzgar la obra sin ocupase de la persona, puesto que cada elemento es algo ‘separado’ y juzgar sin una norma, más que el gusto de cada cual. Esta idea ha calado mucho en la gente, de forma que todo es válido si ‘gusta’.

Pero curiosamente esta relatividad de valoración se rompe totalmente desde hace años con la aparición de lo ‘políticamente correcto’ en forma de dictadura férrea: Si el autor es contrario a esa norma pseudo religiosa de lo ‘correcto’ queda toda su obra eliminada del ‘gusto’ y es censurada, prohibida o ignorada en el mejor de los casos.
Esta idea ya era norma en el marxismo, donde Lenin definió claramente que el arte era solo una superestructura económica y que debía estar al servicio de la política revolucionaria, de forma que en el comunismo todo artista era valorado según su coherencia con el marxismo y la línea oficial del momento.

Hoy en día cuando el personaje es infame pero la obra es acorde con la mentalidad y ‘gusto’ del Sistema, la censura y presión es mucho menor y no alcanza a la obra. Un ejemplo es la música de Michael Jackson cuando en marzo 2019 fue denunciado una vez más por el documental Leaving Neverland en la Tv de USA y Canadá por los testimonios de dos jóvenes, hoy de 30 y 40 años, quienes supuestamente fueron violados por la estrella de la música pop cuando eran menores de edad (8 y 10 años respectivamente). Pese a ello su música no es censurada ni despreciada.

Todo el mundo debería saber que Picasso fue un maltratador de las mujeres, a las que humilló y maltrató reiteradamente, pero nadie deja de ensalzarlo. El que su obra sea importante para el sistema por dar paso al arte-basura le salva de toda su conducta infame.
En cambio las esculturas de Arno Breker no son aceptadas en exposiciones o museos debido a que en su día fue simpatizante del Nacionalsocialismo.

Veamos cual podría ser nuestra posición:

1- Nivel personal, o sea no como forma de gobierno en el tema cultural, me es difícil apreciar la obra de una persona infame, no por sus ideas política en absoluto, sino por su comportamiento ético personal. Comprendo que su obra puede ser buena pero no me siento identificado ni compenetrado con esa obra si el autor es realmente despreciable.
No incluyo en esa cualificación nadie por su pensamiento puramente político, al que no doy importante, sino por una conducta de estilo y de ética. Que A. Machado, Pau Casals o Juan Ramón Jiménez fueran antifascistas no me importa nada y admiro sus obras. En cambio, varios famosos toreros falangistas no hacen que deje de repugnarme totalmente el toreo.
Kandisky tuvo un acercamiento importante al fascismo, pero su obra me es infecta.
La vida de Chaplin – Charlot, personalmente es infumable, aunque su obra es apreciable, pero ese grado extremo de vida infame me hace repudiar personalmente su obra aun aceptando su calidad.
2- En el plano político o colectivo el tema debe tratarse con mucha más amplitud de miras. Una cosa es que a una persona no le interese la obra de un autor infame pese a que la pueda considerar aceptable y otra es tratar de prohibir, censurar o despreciar esa obra como colectividad.

A nivel colectivo se debe uno fijar sobretodo en la obra, en su valor como tal, lo que refleja en valores y sentimientos, dejando algo aparte la personalidad del autor en tanto que se esté valorando solo la obra.

No quiere decir que no se deba denunciar los actos repugnantes de un autor por muy buena que sea su obra, sino que la obra debe ser valorada en sí misma, de la misma forma que al autor se le valora en sí mismo y no se debe excusarlo por su obra.

Esto es todo lo contrario que hace el Sistema democrático, que ni valora la obra en sí misma, ni valora al autor por su conducta sino por su ideología.

El arte basura no se valora por su ‘calidad’ sino en tanto que apoya la línea de destrucción clásica y representa el triunfo de la originalidad y el relativismo frente al valor propio de la obra.

Y desde luego cualquier autor que sea simpatizante de cualquier fascismo o de nuestra posiciones anti Sistema será condenado no solo a la censura personal sino al olvido más absoluto de su obra.

Nuestra actuación es totalmente distinta.

Gorki puede ser comunista, pero eso no es algo que le denigre si no comete obras concretas propias infames. Y su literatura se juzga en sí misma no por esa militancia política del autor.

Walt Disney durante la II Guerra Mundial trabajó en propaganda anti nazi, pero eso no afecta en nada a nuestra admiración a su persona y su obra.

Nuestra revolución está dirigida al Estado Artístico, no a la tiranía política sobre el Arte. Es la calidad lo que importa, sus valores y su sensibilidad, no la ideología del autor.
BAU

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