miércoles, 12 de febrero de 2020

Dresde: otro genocidio aéreo de los buenos

La cifra total de muertos causados entre la población de Alemania por los bombardeos terroristas angloamericanos es difícil de evaluar. Se ha hablado de tres millones. En todo caso, la cifra más baja la da el periódico suizo Die Tat, en un artículo del demógrafo de Zurich Dr. Adalbert Aigner, quien afirma: “La cantidad de 2.050.000 muertos en los bombardeos de ciudades alemanas es la que me parece mis próxima a la verdad”. El escritor inglés, de raza judía, David Irving, cree que la cifra se halla próxima a los dos millones y medio. Más de 15.000 tripulantes angloamericanos perdieron sus vidas en estos bombardeos en que la estupidez disputaba con la más satánica crueldad un combate interminable. Mientras tanto, la industria alemana, infinitamente menos atacada que la población civil, llegaba a su punto más alto de producción a finales de 1944.
Hay que tener muy presente el número de heridos y mutilados a causa de los bombardeos, que se ha evaluado en algo más de 4 millones de personas, la mayoría, como es lógico, ancianos, mujeres y niños. Así mismo, debe tenerse muy presente los enfermos crónicos y los subsiguientemente fallecidos a causa de las intoxicaciones por óxido de carbono. El siniestro Profesor Lindemann consideraba que el óxido de carbono liberado por las bombas debía causar aproximadamente el 70 por ciento de las víctimas de los bombardeos. Resumiendo, creemos, personalmente, que el número total de muertos a causa de los bombardeos terroristas Aliados debe hallarse cerca de los 4 millones, pero nos quedaremos, para la evaluación final, con la más baja que hemos encontrado, de los 2.050.000.
Aunque toda ciudad alemana de alguna importancia fue profusamente bombardeada, cabe hacer especial mención de los bombardeos de Berlín y, sobre todo, de Hamburgo, el 25 de julio y el 3 de agosto de 1943. Los ataques contra los barrios residenciales de la capital hanseática se desarrollaron de noche, y con una saña hasta entonces inigualada. Pero todos los récords de la gratuita violencia fueron batidos en el bombardeo de Dresde, llevado a cabo durante la noche del 13 al 14 de febrero de 1945. Esa fue la más sangrienta acción bélica realizada, a lo largo de toda la Historia del Mundo, contra una población civil. Dresde, se hallaba entonces, a unos 115 kilómetros de las líneas del frente germano-ruso, y a ella habían llegado más de medio millón de refugiados, ancianos, mujeres y niños. Dresde era una ciudad abierta. En ella no había cuarteles, ni fábricas de armamentos, ni objetivos militares de ningún género. Había, en cambio, numerosos hospitales, con enormes cruces rojas pintadas en sus azoteas.
En la mañana del 13 de febrero, 35 aviones ingleses de reconocimiento volaron sobre Dresde y tomaron numerosas fotografías, sin ser inquietados por la ”Luftwaffe”, que se hallaba operando en el frente, ni por las defensas antiaéreas, inexistentes en una ciudad residencial cuya única industria era la de cerámicas. Por la noche, 800 bombarderos de la RAF arrojaron sobre la indefensa ciudad, abarrotada de refugiados, una lluvia de bombas explosivas e incendiarias. Al amanecer del día siguiente, una segunda oleada de bombarderos descargó otro alud de fuego. Y horas más tarde, otros 1.200 tetramotores acabaron de machacar la ciudad destruida, avivando la horrorosa pira con latas de petróleo. En total se lanzaron sobre Dresde 10.000 bombas explosivas y 650.000 bombas incendiarias, amén de 15.000 latas de petróleo, de un hectolitro cada una.
El escritor inglés F.J.P. Veale, dice: “Para dar una impresión más dramática, en medio del horror general, las fieras del Parque Zoológico, frenéticas por el ruido y por el resplandor de las explosiones, se escaparon. Se cuenta que estos animales, así como los grupos de refugiados, fueron ametrallados cuando trataban de escapar a través del Parque Grande, por aviones de caza en vuelo rasante… en dicho parque fueron encontrados luego muchos cuerpos de hombres y animales acribillados a balazos… Para evitar las epidemias causadas por los cadáveres en putrefacción, hubo que organizar gigantescas piras que consumían, cada una, cinco mil cuerpos o pedazos de cuerpos. La espantosa tarea se prolongó durante varias semanas.
Los cálculos del número total de victimas en ese descomunal bombardeo varían mucho de uno a otro. Algunos elevan la cifra hasta un cuarto de millón. Personalmente nos sentimos inclinados a adherimos a esa cifra”. Irving no se atreve a dar cifras aunque opta por la de 235.000 muertos y cabe suponer que el número de heridos debió, al menos, doblar esa cantidad. En una palabra, el gratuito crimen de Dresde costó más muertos que las dos bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki juntas.
He aquí lo que dice F.J.P Veale al respecto: “Para la mente popular quizá lo mejor que puede decirse del lanzamiento de la primera bomba atómica es que la muerte cayó literalmente del cielo azul sobre la ciudad condenada. Pero lo que ocurrió allí, puede parecer menos turbador que lo que ocurrió unos meses antes en Dresde, cuando una gran masa de mujeres y niños sin hogar se puso en camino hacia ahí y tuvo que correr alocada por una dudad desconocida en busca de un lugar seguro, en medio de explosiones de bombas, fósforo ardiendo y edificios que se derrumbaban”. El Comodoro del Aire Leslie MacLean censuró, en un libro escrito después de la guerra, al Estado Mayor Aéreo Inglés que “se alejó de su antigua tradición, hasta el grado de abandonar los últimos restos de humanidad y caballerosidad, a cambio de nada… pues el ataque terrorista aéreo fue un fracaso, desde el punto de vista militar, ya que la nación sufrió bombardeos en escala nunca antes imaginada no se doblegó bajo el terrible castigo”.
Los americanos tomaron el relevo de los ingleses tras el bombardeo de Dresde. Según David Irving en su varias veces citado libro: “El día siguiente al brutal ataque, los americanos atacaron Chemnitz. Esta vez ni se intentó camuflar el objetivo del ataque. Curiosamente, aunque en Chemnitz había una fábrica de tanques, varias fábricas textiles de fabricación de uniformes para el ejército, así como uno de los mayores centros de reparación de locomotoras del Reich, los servicios de información pasaron las siguientes órdenes a las escuadrillas americanas: “Esta noche, el objetivo será Chemnitz. Vais allí para atacar a los refugiados que van llegando, tras el ataque a Dresde la noche pasada. Vuestras razones para ir allí son de acabar con todos los refugiados que puedan haberse escapado del fuego de Dresde. Llevaréis el mismo cargamento de bombas, y si el ataque de esta noche tiene el mismo éxito que el de la noche pasada, ya no volveréis a realizar incursiones en el frente ruso”.
Y añade Irving: “La ferocidad del raid de la aviación estratégica americana durante toda la jornada del 14 de febrero, puso, finalmente a la población civil de rodillas… Pero no fueron las bombas las que desmoralizaron finalmente a los habitantes; fueron los aviones de caza Mustang que, descendiendo súbitamente sobre la ciudad, abrían fuego sobre todo lo que se movía”.
Parece ocioso decir, y, no obstante, debe ser dicho, que ninguno de los responsables de ese macabro e inútil crimen fue jamás procesado por Crímenes de Guerra.
Aunque Alemania se llevó la palma del martirio en la cuestión de los bombardeos de terror contra la población civil, otros países de Europa también los sufrieron en su propia carne, aún cuando en mucha menor escala. Roma, Milán y Venecia vieron sus barrios residenciales bombardeados, e incluso Paris, Bruselas, Amberes, Sofía y Bucarest. Mención especial merece el bombardeo del puerto de Le Havre, efectuado por los norteamericanos un día antes de su ocupación por los propios americanos, y cuando ya los alemanes habían evacuado por completo la ciudad. Una explicación a tan estúpida y gratuita acción destructora puede hallarse en el hecho de que, en 1946, fue un consorcio norteamericano quien se encargó -naturalmente, pagando Francia- de la reconstrucción de dicho puerto.
JOAQUIM BOCHACA

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