martes, 21 de enero de 2020

Antonio Scurati: "Mussolini no fue un monstruo"

"Hasta hace poco, en Italia era un tabú escribir sin prejuicios sobre Mussolini", dice Antonio Scurati, autor de una ambiciosa y premiada novela que retrata al dictador sin apasionamientos.

El 23 de marzo de 1919 en la plaza del Santo Sepulcro de Milán apenas hay un centenar de hombres, la mayoría soldados y oficiales que se han dejado las ganas de vivir en las trincheras de la Gran Guerra. La primera reunión de los Fascios de Combate la conforma un decadente grupo de «facinerosos, inadaptados, criminales, genialoides, ociosos, anarquistas, playboys pequeñoburgueses, exconvictos...» del que emerge un hombre de 36 años que los desprecia, pero que ve en ellos, en esa «humanidad de residuos», los mimbres con los que se construye la Historia.
Ese tipo vehemente y osado, director del periódico Il Popolo d'Italia, antiguo socialista radical en busca de una nueva ideología para enardecer a las masas, se llama Benito Mussolini.
En torno al que más tarde sería conocido como Il Duce, el académico y escritor Antonio Scurati (Nápoles, 1969) ha edificado M. El hijo del siglo (Alfaguara), una colosal novela documental en la que ningún hecho o personaje narrado son fruto de la imaginación del autor.
Con sus más de 800 páginas, que abarcan desde esa primera reunión de los Fascios hasta un discurso clave como presidente del país en 1925, Scurati ha logrado en 2019 el prestigioso Premio Strega -máximo galardón de las letras en Italia- y el inicio de todo un fenómeno literario, con cerca de 400.000 ejemplares vendidos en Italia, una segunda parte ya en camino y el proyecto de una serie de televisión coproducida por HBO.
P. ¿En qué momento decidió sumergirse en un proyecto tan ambicioso?
R. Estaba trabajando en mi novela anterior (Il tempo migliore della nostra vita), dedicada a un héroe intelectual del antifascismo, Leone Ginzburg, que fue torturado y asesinado por los nazis en la cárcel. Mientras veía las películas del Instituto Luce [el equivalente al NO-DO en Italia] en las que salía Mussolini hablando desde el balcón del Palazzo Venezia de Roma, esas que hemos visto ya tantas veces que hemos dejado de fijarnos en ellas, tuve una intuición. Existen miles de libros y ensayos sobre el fascismo, pero lo que nunca se había hecho era contar el personaje y aquellos acontecimientos con la libertad despiadada y sin prejuicios propia de la literatura. Sabía que nunca se había hecho porque hasta hace poco algo así era un tabú, era imposible. Ahora es posible y necesario.
P. ¿Y cómo se filtran cuatro años de documentación previa para transformar hechos históricos en un relato novelado?
R. Realicé un gran esfuerzo de síntesis narrativa abrazando todas las fuentes, incluidas las fascistas. En los últimos 70 años, tanto en Italia como en Europa, los totalitarismos fueron narrados desde el punto de vista de sus víctimas, como en justicia debía ser. Pero eso ha dejado en sombra una cuestión fundamental: ¿quiénes eran los fascistas?, ¿por qué actuaron como lo hicieron?, ¿qué pensaban, qué sentían, qué creían? En cuanto a lo novelesco, cuando cuento que al final de la marcha sobre Roma, Mussolini se encierra en su hotel con sus camaradas más próximos y se pavonea de la victoria, se quita las botas y pone los pies sobre la mesa... después de un día entero andando con las botas le huelen mucho los pies. Ese detalle concreto, humilde, que los historiadores no tienen en cuentan porque es irrelevante, da sentido a la escena y es algo que proviene de las memorias de uno de los fascistas que estaban allí.
P. ¿Humanizar al monstruo nos permite entenderlo?
R.Humanizarlo nos permite comprender que no fue un monstruo. Es lo más importante que aporta esta novela. Mussolini era un hombre con cualidades extraordinarias que condujeron al mal y a la desgracia. Pero tenemos que seguir este recorrido del hombre dentro de su tiempo. Si lo pintamos como un monstruo o como un fantoche nunca lo entenderemos.
P. ¿Cómo se percibe la figura de Mussolini en la Italia actual?
R. Antes, si querías participar en la vida política o en la vida civil en Italia, tenías que aceptar primero la condena del fascismo. Era una condición irrenunciable. Y ya no es así. Ahora asistimos al nacimiento de líderes políticos como Salvini, que citan frases de Mussolini y obtienen cierto consenso popular coqueteando con el fascismo. ¿Eso significa que sus electores son nostálgicos del fascismo? No, significa que ese pilar de nuestra democracia que ha sido el antifascismo militante pertenece al pasado. Yo he intentado contribuir a la renovación del antifascismo contando sin prejuicios lo que fue Mussolini, su genio político, los errores de los socialistas de la época... para decir que hoy, para ser antifascistas, no tenemos que ondear la bandera roja o sacar a pasear la imagen del Che Guevara, simplemente hay que defender de manera sincera la propia democracia.
P. ¿Ve paralelismos entre la situación de los años 20 y 30 en Italia y la que vivimos ahora?
R. En cierto sentido sí, porque se discuten los mismos principios democráticos, como pasó hace un siglo. La propaganda política de Mussolini en esos primeros años se dirigía contra la amenaza de la revolución socialista por una parte, pero también contra la decadencia de la clase política y las instituciones parlamentarias. Las tachaba de obsoletas, ineficaces, corruptas, una casta de privilegiados... exactamente lo mismo que hacen muchos políticos hoy en día. El problema actual no es tanto el resurgir de la ultraderecha sino algo más vasto, que tiene que ver con esos partidos que apelan a las masas como la Liga Norte o el Movimiento 5 Estrellas.
P. ¿Cuáles son las coincidencias con la estrategia de aquel fascismo primigenio?
R. Principalmente, la incitación al miedo y al odio. Ejercen una simplificación brutal de la compleja realidad de la vida democrática, reduciéndolo casi todo a un único problema: identificar a un enemigo que se pinta como invasor y amenaza nuestro bienestar. Si entonces ese enemigo eran los socialistas y el peligro era la revolución, la mayoría de los líderes populistas de hoy hablan de la invasión de los inmigrantes. Es exactamente el mismo tipo de propaganda. Desde el exterior, ese invasor amenaza tu vida, tu sociedad, tu bienestar. No debes limitarte a temerlo, te dicen, debes odiarlo. Y eso, por desgracia, funciona.
P. «El futuro existe para corregir los errores», dice el narrador del libro. ¿Estamos a tiempo de corregirlos?
R. Estamos a tiempo de cometer otros errores. Esperemos no caer en los mismos de hace 100 años.

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