LA RAZÓN CONFINADA
EL JORNAL
ARCADI ESPADA
(You're cancelled) La cancelación impera en la discusión cultural. La acción no es nueva. Antes se le llamaba represalia. En el patrón analógico el poder más o menos instituido tomaba represalias contra los que lo desafiaban. A los pode- res clásicos se ha añadido ahora la chusma. An tes se le llamaba opinión pública. Cuando veo a la chusma manotear en tuiter siempre veo una jaula de monos furiosos e impotentes: te despedazarían, pero ahí están los gruesos barrotes y así les tiro unos cacahuetes y me río en su picia cara. El bilioso griterío, sin embargo, se esparce fuera de la jaula y acaba teniendo consecuencias prácticas para el linchado, que se convierte en alguien que trae problemas. Y los promotores culturales empiezan a ignorarlo ad hominem; ni. siquiera por lo que va diciendo sobre un asunto concreto sino por lo que va siendo. Uno de los episodios personales más chuscos de mis cancelamientos me ocurrió hace años en un hospital de Avilés, adonde había ido a hablar sobre ciencia y periodismo. A la entrada me esperaba un grupito de memas en uniforme de campaña, enarbolando cartelitos, coreando consignas y señalando que no era bienvenido en el hospital. Los reproches nada tenían que ver con lo que yo fuera a decir en la charla, sino con un artículo cualquiera sobre el que los monosílabos habían vertido la rabiosa espuma de su bocaza.
La novedad de los últimos tiempos es cómo la cancelación se desplaza de las opiniones a los hechos, un proceso lógico porque hechos y opiniones están volviéndose indistinguibles. El médico Luis Querol trajo el otro día a mi página una nota de su colega Sergio Minué en el blog -puramente calvinista- El Gerente De Mediado. La entrada se titulaba Bullying científico y era un resumen utilísimo del tratamiento que han recibido varios científicos y divulgadores por tener ideas distintas a las establecidas sobre los confinamientos. Es de especial interés el caso de John Ioannidis, el primer experto en falsa ciencia y uno de los autores más citados en Salud Pública. A principios de la pandemia escribió un artículo en Stat (una web especializa da en noticias de salud), donde alertaba sobre la posibilidad de que la política de confinamientos no estuviera basada en los datos y la evidencia. La reacción no se limitó a las redes: muchos de sus colegas le reprocharon con formas solemnes lo que uno de ellos acertó a poner por escrito: «Pide datos de calidad, mientras se llenan los ataúdes»: Y la discusión acabó, a modo de una actualización de la versión popular de ley de Godwin, cuando se adosó a sus razonamientos la infecciosa palabra trumpismo. Esta es la esencia misma de la cancelación y la peor de sus consecuencias: que tus contribuciones a la discusión cultural sean despreciadas por tus opiniones políticas reales o atribuidas. Exactamente, y por no pálido ejemplo, lo que hace el nacionalismo allá donde impera.
El caso Ioannidis ha ido progresando en su metástasis canceladora. Las divulgadoras científicas Jeanne Lenzer y Shannon Brownlee publicaron en noviembre dos artículos en Scientific American, uno explicando la cancelación de Ioannidis y otro-realmente útil-sobre las guerras científicas en la lucha contra el Covid. La propia revista reaccionó contra ellas, llamándolas tramposas. Dice nuestro Minué: «<A raíz de este último trabajo Brownlee y Lenzer cayeron en desgracia: Scientific American, más papista que el Papa, se puso estupenda, y contradiciendo lo que debería ser una revista científica pasó a censurar, mutilar y corregir de forma escandalosa el trabajo de ambas sin darles en ningún momento la opción de réplica, acusándolas de no haber re conocido el 'grave' conflicto de interés que ambas escondían: el haber escrito sobre un trabajo en el que loannidis también figuraba como autor. Y para más escarnio mantienen el artículo de Brownlee y Lenzer con las tachaduras bien visibles, como los maestros antiguos que dejaban a los alumnos cara a la pared con orejas de burro. Por si fuera poco, Brownlee ha sido expulsada del consejo asesor de Undark (una web que dice ocuparse de las zonas peligrosas donde la cien cia choca con la política, la economía y la cultura) y las posibilidades de que vuelvan a escribir allí son más que remotas».
Más allá de los castigos a la influencia de es tas figuras públicas, la cuestión perturbadora es que sus ideas no hayan podido discutirse con la profundidad y objetividad propias del método científico. A Ionannidis se le ha de discutir-como ha hecho recientemente el Frankfurter All gemeine Zeitung- sus mediciones sobre la letalidad del Covid para asegurar que sean coherentes con su expertise en falsa ciencia. Pero su cancelación por trumpiano -falsa, además- indica hasta dónde han llegado las aguas: los métodos de la guerra cultural ya se aplican sin pudor alguno al debate científico.
(She's cancelled) Brearley es una escuela pija de Manhattan. Cuesta 54 mil dólares al año. En América es mucho dinero, porque la educación no universitaria es gratuita (y aquí sigo a Calvo, Carmen, ibidem: «El dinero público no es de nadie»). Desde hace siete años un Andrew Gutmann escolariza allí a su hija. Pero este es el último. Va a sacarla. Lo explica en la carta que ha enviado a las 600 familias del colegio y que reproduce la página de Bari Weiss adonde llego gracias al infatigable y cordial rastreador Timermans. Hasta tal punto hago mía la carta del padre que saqueo algunos de sus párrafos, poniendo solo comillas al principio y al final, sin más ortopedias.
«La dirección y la fundación del colegio han mostrado una cobarde y asombrosa falta de liderazgo al apaciguar a una turba antiintelectual e iliberal y permitir que la escuela sea secuestrada por esa misma turba. No puedo tolerar una escuela que no solo juzga a mi hija por el color de su piel, sino que la anima e instruye a prejuzgar por la piel de los demás. Al examinar cada elemento de la educación, cada aspecto de la historia y cada faceta de la sociedad a través de la lente del color de la piel y de la raza, estamos profanando el legado del Dr. Martin Luther King. Me opongo a la idea de que los negros no pueden tener éxito en este país sin la ayuda del Gobierno o de los blancos. Brearley, al adoptar la teoría crítica de la raza, defiende el punto de vista abominable de que los negros siempre deben ser considerados víctimas indefensas y son incapaces de triunfar, independientemente de cuáles sean sus habilidades, talento o duro trabajo. Lo que Brearley está enseñando a nuestros hijos es precisamente la definición verdadera y correcta de racismo. Me opongo a que la prioridad de la escuela sea la seguridad de nuestros hijos. ¡Por el amor de Dios, Brearley es una escuela, no un hospital! La prioridad número uno de una escuela siempre ha sido, y siempre será, la educación. Las prioridades equivocadas de Brearley ejemplifican tanto la cultura de la seguridad como la cultura de salvar el culo que han resultado tan tóxicas para nuestra sociedad y que tanto han dañado la salud mental y la resiliencia de dos generaciones de niños, y las que vendrán. Me opongo a la destrucción de los planes de estudio de Historia, Educación Cívica y Literatura Clásica. Me opongo a que libros que se han enseñado durante generaciones se censuren ahora porque contienen un lenguaje anticuado, potencialmente ofensivo para los de piel fina y los hipersensibles.
Me opongo a la rebaja de los estándares para la admisión de estudiantes y para la contratación de profesores. Me opongo a la erosión del rigor en el trabajo de clase y a la creciente inflación en las calificaciones. Muchos creen, como yo, que estas políticas acabarán por destruir lo que hasta hace poco era una maravillosa institución educativa. Pero como estoy seguro de que no le sorprenderá a nadie, dada la insidiosa cultura de la cancelación que ha permeado últimamente nuestra sociedad, la mayoría de los padres tienen demasiado miedo de hablar. Por último, me opongo con el mayor ahínco a que Brearley haya comenzado a enseñar qué pensar, en lugar de cómo pensar. Y que esté tratando de usurpar el papel de los padres en la enseñanza moral y de intimidarlos para que adopten esa falsa moral en casa».
Me opongo.
(Santiago Sequeiros) Su espeluznante Romeo muerto lo tengo en una habitación aislada, a salvo de cualquier visita, y así estará hasta que el editor no lo atenace con una hermética faja que diga: «Lasciate ogne speranza, voi ch'entrate»>.
(Ganado el 10 de abril, a las 13:47, 55 lpm, 35,1°, vacunado con vector ChAdOx1 [Oxford/AstraZe necal, lote ABV8139, primera dosis).
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