El historiador británico Brendan Simms aporta en una nueva biografía de Hitler que su obsesión «no era la URSS, sino Anglo-América y el capitalismo mundial», y, al contrario que sus biógrafos anteriores, incorpora el prisma de la «eugenesia positiva».
Simms explica en una entrevista con EFE que sus biógrafos anteriores no habían logrado entender el especial interés de Hitler sobre la emigración alemana, una parte integral de su ideología.
«Además, como los historiadores se han centrado comprensiblemente en la ‘eugenesia negativa’ de Hitler, dirigida especialmente contra los judíos, hemos tendido a prestar menos atención a su ‘eugenesia positiva’, es decir, a su intento de ‘elevar’ al pueblo alemán, al que consideraba débil, a un estatus comparable al de los anglosajones».
Simms ve pertinente la publicación de una nueva biografía del líder nazi porque «todas las épocas reinterpretan las figuras históricas a la luz de sus contextos específicos», y recuerda que «lamentablemente, el antisemitismo, latente en el momento en el que Ian Kershaw publicó sus dos volúmenes hace veinte años, ha resurgido con fuerza a día de hoy».
Para el catedrático de la Universidad de Cambridge, «el odio de Hitler hacia el capitalismo internacional tiene un eco inquietante en nuestros días que no tenía antes de la crisis financiera de 2008 y el crecimiento exponencial de teorías conspiratorias».
A esto se suma que siempre se acaban encontrando nuevas fuentes y pistas, incluso sobre figuras tan estudiadas como Hitler.
Simms ha podido acceder a fuentes inéditas, como «pruebas documentales del encuentro de Hitler con los estadounidenses en el Archivo de Guerra de Baviera; material sobre su plan de intercambio de judíos por alemanes estadounidenses en los archivos del Ministerio de Asuntos Exteriores alemán, y una valiosa visión de su pensamiento sobre la raza, especialmente la ‘raza superior’ británica, en sus discursos inéditos efectuados durante la guerra».
Precisamente, de su experiencia en la Primera Guerra Mundial Hitler extrajo «la imagen arrolladora del poder angloamericano».
Simms asegura que «Hitler tenía seguro ese complejo de inferioridad, entre otras cosas porque negó explícitamente tenerlo; aspiraba a que el Reich alemán tuviera el territorio colonial necesario para compararse a los dos grandes poderes ‘espaciales’, EE.UU. y el Imperio Británico».
Argumenta el historiador que ese espacio territorial «solo podía encontrarse en Rusia, que estaba cerca y no podía ser interceptada por la Marina Real británica; y no fue tanto una hostilidad hacia el bolchevismo, como su proximidad geográfica y su aparente debilidad que hicieron que Hitler la escogiera como objetivo».
Aunque es difícil saber cuál fue el principal error que cometió Hitler, «ya que desde nuestra perspectiva toda su carrera fue un error», pero desde su propia visión, añade, «su mayor fallo fue declarar la guerra a Estados Unidos, ya que si no lo hubiese hecho, Roosevelt no hubiese podido llevar a su país al conflicto por voluntad propia, por mucho que le hubiera gustado hacerlo».
En «Hitler. Solo el mundo bastaba» (Galaxia Gutenberg), el autor plantea que «Hitler estaba convencido de que estos ‘soldaditos’ (americanos) eran descendientes de emigrantes alemanes que la patria había perdido a causa de la falta de ‘espacio vital’ para alimentarles y que habían regresado en venganza formando parte de las filas de un ejército enemigo imparable».
Precisamente, Simms piensa que las dos biografías más conocidas del líder nazi, las de Ian Kershaw y Joachim Fest, «desatendieron la dimensión fundamental americana, Fest casi por completo, y Kershaw, que comenzó su estudio desde su perspectiva de historiador social, se centró más sobre Hitler en el contexto de la sociedad alemana y en el marco del estado».
El libro recoge la preocupación de Hitler por el separatismo y particularismo bávaro, muy pronunciada entre 1919 y 1923, que surgió de «la visión pesimista que tenía del pueblo alemán, que tendía, según él, a la fragmentación».
Creía que el clericalismo bávaro minaría la cohesión del pueblo alemán, que la separación de Baviera haría estallar la integridad territorial del Reich y que fuerzas extranjeras, como Francia, se aprovecharían de esta apertura.
Plantear la hipótesis recurrente de que si Hitler se hubiese marchado en 1937 se le habría recordado como el mejor líder alemán de todos los tiempos es, según Simms, un planteamiento erróneo, pues «al margen de todos los crímenes del régimen entre 1933 y 1937» no se puede olvidar que, «para Hitler, restaurar las fronteras alemanas de 1914 simplemente no era suficiente, creía que Alemania necesitaba un territorio masivo -«lebensraum»- para competir en un mundo global»
No hay comentarios:
Publicar un comentario