Sin duda la Agenda 2030 es uno de los grandes temas que debe preocuparnos. Es una imposición mundial de un proyecto globalista anticristiano ante el cual los católicos debemos ofrecer resistencia, pero para ello es clave conocer al detalle de qué se trata. En esta ocasión entrevisto al periodista de investigación Javier Villamor, que tiene las ideas muy claras al respecto, algo que puede dar luz y ayudar a mucha gente.
Mucho se habla hoy de la Agenda 2030, pero poca gente sabe que es realmente y cuáles son sus verdaderos objetivos…
La Agenda 2030, con este nombre, se conoce desde el año 2015 cuando se presentó oficialmente por las Naciones Unidas. Podríamos decir que viene precedida por el encuentro del Foro Económico Mundial en Davos de 2008 cuando se trataron temas relacionados con la gobernanza global. Ese año sirvió de encuentro para generar una serie de ideas de cara a ese gobierno mundial que vemos cómo se implanta delante de nuestras narices de una manera descarada.
Como todo lo relacionado con la retórica del poder, no podemos quedarnos en el mensaje en sí ya que, si leemos los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible) son tan genéricos que nadie podría rechazarlos. ¿Quién está en contra de acabar con la pobreza o el hambre? Lo que se trata aquí es de entender cómo se configura ese complejo entramado de poder para saber quién es quién y quiénes sacarán tajada.
Grosso modo, la Agenda 2030 sirve para asentar las bases, los cimientos del nuevo mundo al que nos dirigen conocido en algunas esferas como “Gran Reseteo”. Lo que me llama la atención es que los mismos que no han sabido o querido eliminar los problemas del mundo en las últimas décadas sean ahora los que nos venden que esta ocasión sí que va a ser la definitiva.
Me recuerda a los comunistas que siempre dicen que tal o cual país no era verdaderamente comunista y que a la próxima sí que conseguirán que funcione. De hecho, siempre señalo que lo que se está implantando a nivel global es un comunismo para las masas (como régimen estatal, más que ideológico) y un metacapitalismo para las élites.
Oficialmente dicen que su objetivo principal es velar por la protección de las personas, el planeta y la prosperidad...pero lo hacen según un fuerte control y una ideología muy determinada…
Si atendemos a lo explicado por Klaus Schwab o Thierry Malleret, lo que hemos vivido hasta ahora era “una dictadura del PIB” y que eso va a cambiar. Habrá un mayor control por parte de los Estados, siendo estos más y más grandes, y se limitarán las libertades de las personas para evitar continuar con el “cambio climático”. Es decir, que bajo el paraguas del alarmismo climático van a limitar nuestras libertades individuales y económicas como nunca antes. Todo por el bien del planeta (algo poco definido, por otra parte).
Las ideologías dominantes son la de género y la climática. Por un lado, desnaturalizar totalmente al hombre (de ahí todas las políticas feministas, LGTB, etc.); por otro, el clima como justificante para intervenir económicamente en todo lo que les plazca. Recordemos el lema en un artículo de la web del FEM (Foro Económico Mundial) ya modificado: “Año 2030: no tendrás nada, pero nunca habrás sido tan feliz”.
Da pánico leer a estos psicópatas.
¿Quiénes están realmente detrás como ideólogos de esta agenda?
No es fácil detallar personas, pero las instituciones suelen ser las mismas. Desde el Foro Económico Mundial, pasando por el ya denostado Club Bilderberg, Naciones Unidas y todas sus subdivisiones, el CFR estadounidense… No erramos si decimos que la gran mayoría de los gobiernos y entidades supranacionales están metidos de lleno en esta agenda.
Es curioso que esto se promocione con gran ímpetu en Occidente (antigua Cristiandad) pero prácticamente sea inexistente en África o ciertas regiones de Asia. A China esto no le toca ni rozando. Saben que aceptar estos postulados es debilitarse. Deberíamos reflexionar sobre las verdaderas intenciones de todo este tipo de políticas.
¿En qué medida esta agenda supone la implantación del Nuevo Orden Mundial?
Es la oportunidad que siempre han deseado, y el COVID19 no les ha podido venir mejor. Bajo la justificación de que los países de manera independiente no han sabido hacer frente a los retos planteados por esta crisis, se están dando pasos de gigante: fusiones bancarias, limitación de movilidad, control ciudadano, cámaras de reconocimiento facial, lecturas biométricas, códigos de vacunación… Ni Hitler ni Stalin habrían soñado con algo semejante.
Pensar que votando cada cuatro años vamos a cambiar las cosas, es ingenuo. Esto requiere un esfuerzo de una parte de la población para concienciar y luchar contra todo esto. El Estado de Derecho está desapareciendo, cada vez más se aplican leyes antidemocráticas y distópicas como la ley de protección a la infancia o la de eutanasia…
La destrucción psicológica es tal que ya no les hace falta dominarnos bajo una bota de hierro. Han conseguido que sea la población la que acceda libremente y encantada a la autodestrucción.
¿Esta imposición acaba con la libertad, tal y cómo la hemos conocido?
Creo que nunca hemos sido libres a nivel comunitario. La verdadera libertad te la da la fe y el no tener miedo a las consecuencias de tus actos. Estamos viendo todos los días como nuestros familiares, amigos y compañeros se autocensuran para evitar represalias o para no herir los sentimientos de nadie. Es el estado mental del esclavo, desgraciadamente.
Ya estamos siendo controlados como nunca antes, pero lo que vamos a vivir ahora va a ser una “dictadura del algoritmo”, como señala mi buen amigo y doctor peruano Miklos Lukacs. La inteligencia artificial está tan desarrollada que nuestras conductas sociales vendrán determinadas por este tipo de mecanismos. La ley de protección de datos es papel mojado, cruzan y cruzarán aún más nuestros datos a nivel global para saber todo sobre nosotros.
Que la Unión Europea intente regular el uso de la inteligencia artificial para casos de terrorismo y de amenazas extremas, es una broma de mal gusto. Ya sabemos que, hoy en día, terrorismo no significa lo que hace algunos años significaba, ni las amenazas extremas. Teniendo en cuenta todos los delitos de odio que se están sacando de la manga, no quiero imaginar lo que puede ser el día de mañana.
¿Por qué el ciudadano medio acepta esta agenda de manera acrítica sin caer en la cuenta de que es una imposición global?
Hay varias razones: primera, lo desconoce; segunda, si puede llegar a conocerlo, prefiere no saberlo y seguir con su vida; tercera, contaminación informativa (píldoras de verdad mezcladas con grandes mentiras); cuarta, saturación informativa; quinta, compra de voluntades; sexta, incapacidad de comprensión; séptima, educación pésima; octava, comodidad; novena, falta de lectura (más del 70% de los españoles no lee ni un solo libro al año); décima, miedo y autocensura.
Sin embargo, hay esperanza. El despertar de la población en el último año, a raíz de todo lo ocurrido. es muy gratificante. Me importa poco si vienen por exageraciones conspiranoicas totalmente increíbles o porque de verdad han hecho un análisis y se han molestado en investigar. Hay gran parte de la verdad que tiene que verse con el corazón y no con los ojos. Y eso está ocurriendo. Hay una oportunidad para que, aunque sea muy difícil hacer frente al Leviatán, al menos despertar conciencias y salvar almas de las garras de aquellos que intentan dominarnos físicamente y mentalmente.
Sobre esto último, el dominio mental, el coronel Pedro Baños ha escrito un libro muy recomendable. La guerra de los amos del mundo contra la población es total. Es psicológica, económica y física. Lo peor, para mí, es la primera. No hay nada peor que actuar como un autómata sin darse cuenta. Las penurias económicas o físicas son soportables, pero la libertad mental y espiritual es fundamental para que su poder se base exclusivamente en la represión.
El mal se destruye a sí mismo.
¿Por qué un católico está especialmente obligado a no aceptar las imposiciones de esta agenda y cuáles van propiamente contra la fe?
Primero, porque señor solo hay uno. Nunca un poder terrenal puede estar por encima. Estamos viendo cómo hay personas que se están erigiendo como señores del planeta sin respetar a nada ni a nadie. Cuando un gobierno se convierte en tirano, la resistencia es legítima.
Segundo, es un poder construido sobre la cultura de la muerte y del odio al hombre como creación. La promoción del aborto, de la eutanasia, de la ideología de género… solo puede entenderse bajo ese paraguas. Ya sabemos cómo funciona el mal, nunca va de frente. Te vende humo para que caigas (derecho de la mujer a decidir sobre su propio cuerpo, interrupción voluntaria del embarazo, muerte digna, respeto, igualdad, tolerancia…).
¿En qué medida es un proceso irreversible o puede haber resistencia? ¿Será reprimida dicha resistencia?
Como comentaba, a nivel macro no tenemos el poder de cambiar nada. Cuando vemos cambios a nivel superficial, es que el movimiento en las placas tectónicas se produjo hace mucho tiempo (lo he comentado al principio de la entrevista). Pero si podemos trabajar a nivel micro. Debemos y tenemos que continuar con la labor contra informativa, señalar las contradicciones, mentiras y falacias que usa el poder para perpetuarse. Conformar núcleos de resistencia civil. Lo más importante es perder el miedo. Sé que esto es difícil y que muchos temen por sus familias, pero ahora la muerte es social.
En mi caso, por decir lo que digo, soy tildado de muchas cosas. No me importa, sé que lo hacen para intentar hacerme daño, desprestigiarme a mí o mi mensaje y evitar que alguien pueda escucharme. Esto mismo les pasa a muchos que estamos en la misma trinchera. Periodistas, científicos, politólogos, filósofos, médicos… somos muchos, somos Legión y ellos lo saben. Solo tenemos que continuar nuestra labor y todo caerá como un castillo de naipes porque no hay poder que se haya podido mantener mucho tiempo por la pura represión.
Como señalaba hace un momento, hay que despertar mentes, liberar conciencias y almas. No para decirles lo que tienen que pensar. Eso jamás funciona, sino para mostrarles que hay un sinfín de caminos que pueden tomarse de manera independiente y fuera del “consenso” político, que uno puede pensar por sí mismo sin que pase nada, que no hay nada malo en pensar diferente a la gran mayoría. En definitiva, que no hay nada más preciado que la libertad, aunque esta pueda dar vértigo.
Algo que puede resumir muy bien este estado de ánimo es una parte de la segunda carta de San Pablo a Timoteo: “He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe”.
No se nos pide vencer, sino luchar. Es la hora, todos sumamos, nadie sobra.
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