domingo, 6 de septiembre de 2020

Testimonios curiosos

 Siguiendo nuestra habitual estrategia de contra-programación, en esta ocasión vamos a citar algunos testimonios de esa caterva de (falsos) testigos del holocausto y expertos de postín. No entramos a valorar nada, la ley no nos lo permite, sólo exponemos las incongruencias testimoniales que pueden ser perfectamente contrastadas.

  • De acuerdo con el New York Times del 4 de enero de 1987, el famoso superviviente Elie Wiesel recordó “el día en que los soviéticos llegaron a Auschwitz”. Pero en otro discurso dado en el Club de la prensa nacional en Washington D.C. años atrás afirmaba ser uno de los supervivientes del campo de Dachau, liberado por el ejército norteamericano el 15 de abril de 1945, siendo el único superviviente del genocidio en haber sido liberado fantásticamente dos veces en dos campos distintos.
  • El profesor judío Rudolf Vrba, autor del principal documento de postguerra que habla de cámaras de gas en Auschwitz, estuvo a punto de hacer pasar sus fábulas por testimonio histórico. En ocasión del juicio de 1985 al revisionista del Holocausto Ernst Zündel, Vrba fue citado como “testigo presencial” del Holocausto. No obstante ante el inquisitivo interrogatorio de la defensa, se vio en riesgo de enfrentar cargos por perjurio al quedar expuestas sus mentiras. Es entonces cuando se amparó en una licencia artística y admitió que su libro “No puedo perdonar” no tenía ningún valor como documento histórico, si bien en el prefacio de la obra había escrito exactamente lo contrario.
  • El judío Herman Rosenblat que sostenía que había conocido a su actual esposa en el campo de concentración de Schlieben (anexo a Buchenwald) también dijo tener problemas para distinguir la verdad de la mentira después de que admitió el fraude de su historia titulada “Un ángel en la cerca”. En una entrevista emitida en febrero de 2009 por el programa de televisión estadounidense “Buenos días América” admitió lo que “No fue una mentira, fue mi imaginación. Y en mi imaginación, en mi mente, yo lo creí, incluso ahora lo creo… Sí, no es verdad… pero en mi imaginación fue verdad“.
  • Franz Blaha, presunto testigo ocular, declaró lo siguiente en enero de 1946, ante el Tribunal Militar Internacional de Núremberg. “La cámara de gas de Dachau fue concluida en 1944; yo debí presentarme ante el Dr. Rascher para examinar a las primeras víctimas. De las ocho o nueve personas que se encontraban en la cámara de gas, quedaban vivas aun tres”. Sin embargo en 1960, la historia oficial admite que en Dachau no se gasearon prisioneros.
  • Martin Gilbert, respetado historiador del Holocausto, afirmó que “entre la primavera y verano de 1942 cientos de miles de judíos fueron gaseados todos los días” si -pongamos- 200.000 judíos fueron verdaderamente gaseados diariamente durante las aproximadamente 20 semanas que van desde la primavera al verano, tenemos a ¡más de 23 millones de judíos muertos en 4 meses! En el mundo nunca ha habido tantos judíos…
  • Moshe Peer, superviviente del campo de exterminio de Bergen-Belsen. Dijo haber sobrevivido a 6 gaseamientos y que mientras “contemplaba con horror cómo morían los demás prisioneros a su lado”, que eran mujeres y niños. Afirmó no saber cómo ha sobrevivido: “tal vez los niños resisten más, pero no lo sé.” Pero según la historia oficial en Bergen-Belsen nunca hubo cámaras de gas.
  • Kurt Gerstein, químico alemán que supuestamente redactó un informe presentado en Núremberg después de su presunto suicidio. En su informe asegura que se obligaba a 700 u 800 personas, a punta de fusil, a entrar en una habitación de 25 m2 y 45 m3 para gasearles. Pero si eso fuese cierto, entre 28 y 42 personas deberían caber en un metro cuadrado mientras eran gaseadas.
  • En un inconcebible cargo que se presentó formalmente para su investigación previa a Nuremberg, se acusó a los nazis de asesinar a 20.000 judíos utilizando una bomba atómica. Se los colocaba premeditadamente en un pueblo abandonado y se los hacía estallar. El cargo fue desestimado debido a la falta de pruebas, aunque más bien, a la dificultad para inventarlas.
  • Robert Eisler, prestigioso antropólogo inglés, escribió en 1951 en “Man Into Wolf” (Un hombre dentro de un lobo) que uno de los pasatiempos favoritos de Hitler era pasear entre los cadáveres de los campos de batalla y de los campos de exterminio, y que éste se debía a un sadismo derivado de una licantropía severa, pues a su entender Hitler era un hombre lobo. Por eso mataba a los judíos en masa, porque los veía como corderos. Eisler señala como prueba de su teoría que una vez encontraron al Führer a cuatro patas mordiendo una alfombra en su despacho. (prueba que no fue más que otro mito en torno a Hitler, resultado de una expresión en alemán mal traducida. Algo así como traducir literalmente “subirse por las paredes” del español)
  • El periodista italiano Indro Montanelli dice textualmente en su libro Historia de Roma: “….en el siglo XX, Hitler, para hacerse obedecer por los alemanes, no supo escoger otra (estratagema) mejor. Y, de vez en cuando, descendía de la montaña de Berchstegaden con alguna nueva orden del buen Dios en el bolsillo, como exterminar a los Hebreos o destruir Polonia…” ¿También le entregó las tablas de la ley, como a Moisés?
  • Según el doctor Desiré Hofner, en Birkenau había sólo un grifo para proveer de agua a los 13.000 prisioneros que había en este campo en julio de 1942. Imagínenselo ustedes…
  • El estafador y falsificador de arte Martin Gray, al que muchos historiadores le han dado tribuna, aseguró que en Treblinka se le destinó a la tarea de sacar a los muertos de las cámaras de gas recién usadas. Con un tono de congoja señaló que si en el proceso encontraba algún niño o bebé todavía vivo le estrangulaba con sus propias manos “para que no sufriera”. No por nada, pero hoy día se sabe que Gray nunca estuvo en Treblinka…
  • Según la prensa estadounidense, en febrero de 1945 un testigo soviético liberado de Auschwitz aseguró que se empleaba una banda transportadora eléctrica en la que se podía electrocutar simultáneamente a cientos de personas, y de ahí conducirlas a los hornos crematorios. Eran quemadas casi al instante, produciendo un fertilizante para los campos cercanos. Todavía andan buscando las bandas transportadoras…
  • El libro “El dentista del diablo” asegura, aparte de cosas como las descritas anteriormente, que Adolf Hitler se suicidó en el búnker para que no descubriesen que era homosexual. Vamos, el hecho de tener a los rusos a 500 metros de él esperando capturarle no tuvo nada que ver…
  • Rudolf Höss fue el testigo estrella de Nuremberg: después de ser torturado se le obligó a declarar una serie de incoherencias dignas de un borracho, como el haber visitado el Campo de prisioneros de Treblinka en junio de 1941, cuando ese campo aún no existía (fue inaugurado un año después). Además, declaró que en Auschwitz se incineraban tres cadáveres por crematorio cada veinte minutos y que, apenas terminados de ser gaseados los prisioneros los funcionarios del campo entraban a por los cuerpos “fumando o comiendo”, ya que estaban acostumbrados a hacerlo y no les sorprendía lo más mínimo. Sin embargo, el Zyklon B es tremendamente inflamable y venenoso, lo que hace poco creíble el relato ya que en las latas del producto se advierte de los riesgos que conlleva.
  • En el libro de la escritora Misha Defonseca “Sobreviviendo con lobos” se relata cómo una niña judía escapa de un campo de exterminio nazi en el año 1943 y sobrevive gracias a una manada de lobos que le adopta en el monte. Lo mejor: ¡la historia está basada en supuestos hechos reales! ¿No se fundó también así la ciudad de Roma?
Actualmente – y por fortuna – importantes historiadores y personalidades judías han reconocido que el cuento ese de que los alemanes fabricaban jabón con los judíos gaseados era mentira, aunque mucho tiempo estuvo extendida esa falacia. ¿Qué era, la “Solución Final” contra las manchas?
Y es que ya hace tiempo que nos aleccionó uno de los pontífices del Holocausto, Elie Wiesel, autor judío y Premio Nobel de la Paz en Legends of Our Time, al afirmar que la memoria de la Shoah mantiene una relación muy rara con la realidad:
“Las cosas no son tan simples. Algunos sucesos tienen lugar a pesar de que no sean verdad; otros lo son a pesar de que jamás ocurrieron.”
JAVIER FERNÁNDEZ



Foto
Elie Wiesel se negó a mostrar su tatuaje al sobreviviente de Auschwitz, Miklós Grüner, alegando que no deseaba exhibir su cuerpo, pero lo mostró después a un periodista israelí a quien Grüner visitó. El periodista le dijo que “ciertamente eso que tenía en el brazo no era un tatuaje.”

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