martes, 18 de agosto de 2020

Crimen y castigo en la posguerra

Como es sabido, en la posguerra española hubo muy pocos asesinatos de represalia y casi todas las ejecuciones lo  fueron después de juicio. En el resto de Europa occidental fue al revés: incontables asesinatos y muy pocos juicios, la mayor parte de ellos en medio de griterío e insultos.  Me ha comentado Miguel Platón que está ya muy cerca de culminar su estudio sobre la represión de posguerra en España acudiendo a las fuentes más directas, los expedientes guardados en el archivo de Ávila, sobre los que lleva trabajando concienzudamente  varios años. El primer tomo está previsto que salga el año próximo. 

   Durante largo tiempo se ha hablado de 200.000 ejecutados en la posguerra, cifra que circuló por toda Europa y América. Tras los  estudios de R. Salas Larrazábal, que los reducían a unos 23.000,  tuvieron que ir desinflando la cifra a la mitad, a ochenta mil o a los que les pareció mejor, siempre muy por encima de la realidad. Los estafadores de la  memoria histórica (sí, estafadores es la palabra que les corresponde, sembradores del odio mediante la calumnia), los Preston, Viñas, Tuñón, Juliá, Casanova  y tantos más productos de una universidad embrutecida, admiradores de los crímenes y robos de Negrín, han seguido clamando sobre  un “holocausto” o “genocidio”, presentando los juicios como arbitrarios y  sin la menor garantía contra honrados “republicanos” culpables de “no pensar” como Franco. Y no olvidaban, en su feminismo histérico, una represión sobre las mujeres especialmente brutal y humillante. Lo que nunca hizo ninguno de ellos fue recurrir a las fuentes primarias, a los archivos, como ha hecho Miguel Platón. Su táctica, típicamente propagandística, consiste en tomar retazos de información e inflarlos y dramatizarlos al máximo con ayuda de unos medios de manipulación de masas tan degradados como ellos. Le comenté cómo en mi investigación de los archivos de la Fundación Pablo Iglesias estaba yo solo muy a menudo. 

De acuerdo con el estudio de Platón, las cifras finales vienen a ser: entre 1939 y 1975 los Consejos de Guerra ejecutaron unas 14.000 sentencias de muerte, aproximadamente la mitad de las pronunciadas. La mayoría por acciones durante la guerra, aunque también hay condenados por delito común ajeno a la guerra,  por delitos específicamente militares, actuaciones del Maquis  y terrorismo. Entre 1960 y 1975 los Consejos de Guerra dictaron 54 condenas a muerte y hubo 9 ejecuciones de miembros de grupos políticos: uno del PCE (Grimau), y por terrorismo tres anarquistas, dos de ETA y tres del FRAP. Del total de 54 condenados, 38 fueron indultados, entre ellos 9 de ETA y 5 del FRAP. Todas estas cifras están documentadas, nombre a nombre. 

El número de mujeres ejecutadas fue insignificante, en torno al 1% o menos. La mayoría de los ejecutados pertenecieron a la UGT y a la CNT, que ejercieron la mayor represión de retaguardia durante la guerra, con crímenes a menudo de crueldad espeluznante. En la UGT la mayoría eran socialistas, pero ya desde poco antes de la guerra se habían infiltrado allí los comunistas. Esto justifica el programa de “Una hora con la historia”  sobre el PSOE de las chekas y el genocidio, aunque debo precisar que genocidio propiamente hablando solo hubo el de la persecución religiosa, en la que el PSOE tuvo un papel “estelar”, al lado de la CNT. Los comunistas solían atender más al frente que a la retaguardia.

Como podrá verse en el estudio, los juicios distaron mucho de ser arbitrarios o sin defensa. Los acusados tuvieron defensa,  la sentencia pasó una segunda evaluación más técnica  y se tuvieron siempre en cuenta los atenuantes y las peticiones de clemencia, fueran de sus familiares o de conocidos franquistas, que también las hubo. Franco no solo no firmó ninguna sentencia (esta invención, tan aireada por la izquierda,  provino del mitómano Sainz Rodríguez, monárquico), sino tampoco las conmutaciones, dando el enterado, con muy pocas excepciones,  a la decisión de los expertos jurídicos del ejército, que también habían decidido las conmutaciones.

   Es preciso ir señalando estas cosas y prestando atención a este estudio, para evitar que cuando salga lo ahoguen en el  silencio los políticos, periodistas e “historiadores” de la memoria histórica, para seguir envenenando a la opinión pública. Como han hecho con el estudio terminante de Alberto Bárcena sobre el Valle de los Caídos, por ejemplo. 

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