miércoles, 28 de octubre de 2020

JESSE OWENS: UNA HISTORIA DE RACISMO EN EL TERCER REICH

(Foto del libro sobre las olimpiadas de Berlín 1936 editado durante la Alemania nacionalsocialista en la que se dedicó un capítulo entero al atleta negro Jesse Owens)

 

La democracia y el liberalismo tienen sus mantras, mitos y leyendas urbanas que se mantienen y difunden sin cesar. Nuestra sección “Perlas de la historia” pretende, en lo posible, rebatir o poner en duda tales historietas.

Hoy le toca al atleta negro Jesse Owens, al que, según la mitología del sistema, Hitler se negó a darle la mano en las olimpiadas del Berlín de 1936.

En 1936, Owens viaja a Berlín, Alemania, para participar con el equipo de Estados Unidos en los Juegos Olímpicos. Adolf Hitler estaba utilizando estos juegos para mostrar al mundo una renaciente Alemania nazi. Hitler y otros miembros del gobierno tienen grandes esperanzas en que los atletas alemanes dominen los juegos con sus victorias.

Owens causa una gran sorpresa al ganar cuatro medallas de oro: el 3 de agosto en los 100 metros lisos derrotando a Ralph Metcalfe; el 4 de agosto en salto de longitud, después de unos amables y útiles consejos de su rival alemán Luz Long;el 5 de agosto en 200 metros lisos; finalmente, junto al equipo de relevos 4×100 metros consigue su cuarta medalla el 9 de agosto. Esta marca de cuatro medallas de oro en el atletismo, en una justa olímpica, no fue igualada hasta 1984 por Carl Lewis.

El primer día de las olimpiadas, Hitler solo estrechó la mano en las victorias de Alemania (debido a que eran las únicas victorias hasta ese momento). Los directivos del comité Olímpico insisten a Hitler que desista de saludar a los medallistas debido a que extendía el tiempo de los torneos. Hitler escucha la solicitud del comité olímpico y no continúa en las siguientes presentaciones de medallas, por lo que no saluda ni a alemanes ni a extranjeros.

Sin embargo, cuenta Owens de sus memorias (The Jesse Owens Story) cómo el líder y canciller alemán le saludó y felicitó, mientras por el otro lado, el xenófobo, y sin embargo demócrata, presidente de su propio país, Franklin D. Roosevelt, no le invitó ni siquiera a la Casa Blanca o le envió felicitación por medio alguno.

“Cuando pasé, el Canciller se levantó, me saludó con la mano y yo le devolví la señal. Pienso que los reporteros tuvieron mal gusto al criticar al hombre del momento en Alemania.”

El mito propagandístico del repudio a la raza negra por parte de Hitler queda completamente destruido gracias a la sinceridad de Owens en su autobiografía. Por lo demás Owens hizo declaraciones tales como:

«… que su tiempo en Alemania fue el más feliz de su vida, y que al volver a Estados Unidos tuvo que volver a sentarse en el asiento de atrás del autobús»

Mientras que en el Tercer Reich pudo andar libre y tranquilamente por cualquier parte, ir al lugar que deseara y usar el baño que quisiera. Cosas completamente contrarias a la política de segregación y racismo Estadounidense. Owens fue aclamado por 110.000 personas en el Estadio Olímpico de Berlín y más tarde, muchos berlineses le pedían autógrafos cuando le veían por la calle (cosa que ningún blanco de EE.UU hubiera hecho). A Owens se le permitió viajar y hospedarse en los mismos hoteles que los blancos, es decir, gozaba de mejores condiciones de vida y de trato en el Berlín nazi que en “su” Norte América, lo cual en ese momento no dejaba de ser una ironía, ya que los afroamericanos en los EEUU no tenían igualdad de derechos a pesar de ser ciudadanos americanos. El atleta afroamericano obtuvo una sección entera en el Libro de las Olimpiadas Nacionalsocialistas, y, fue personalmente saludado por el Führer y Reichskanzlei alemán Adolf Hitler en persona, ademas de recibir felicitaciones por escrito de manera formal de parte del régimen de Hitler.

Más tarde, el propio Owens contaría:

“Cuando volví a mi país natal, después de todas las historias que se inventaron sobre Hitler, no pude viajar en la parte delantera del autobús en mi propio país. Volví a la puerta de atrás. No podía vivir donde quería. Ni siquiera fui invitado a la Casa Blanca a darle la mano al Presidente de mi país.”

El entonces presidente de los Estados Unidos de América, Franklin Delano Roosevelt, rehusó recibir a Owens en la Casa Blanca. Roosevelt se encontraba en campaña de re-elección y, democracia obliga, temía las reacciones de los estados del sur (notoriamente segregacionistas) en caso de rendirle honores a Owens.

Otra leyenda urbana es que los juegos fueron un momento de humillación para el régimen nazi porque algunos atletas negros consiguieron un gran número de medallas. En realidad, la competencia no constituyó una humillación para la Alemania Nazi, ya que el país anfitrión logró recoger más medallas que los demás países y Hitler se mostró satisfecho con el resultado.

Y es que las mentiras, tienen las patas cortas… Y nunca mejor dicho…

Fuente

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